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La locura está implícita en la naturaleza Humana y se hace evidente, en la realidad social y en el proceso histórico, trascendiendo a los que la padecen. A pesar de la represión a la que se somete la razón dominante la locura estalla y se manifiesta en el entorno social creando contradicciones y dificultades para asimilarla. Su estudio histórico exige analizar la sociedad en la que convive, su evolución cultural, los conceptos que la definen y los contextos sociales, culturales y médicos desde los cuales se dan respuestas institucionales ante su irreprimible presencia.

Con esta investigación aprehendemos la historia de la locura en Valencia durante el siglo XIX, periodo en el cual el creciente número de pobres puso en peligro el orden social y los locos, que se presentaban socialmente incluidos entre los pobres y marginados, eran especialmente temidos y molestos. Para ellos el poder configuró respuestas de control social.

La pauperización, o dicho de otro modo, el empobrecimiento de la población española en el siglo XIX fue un problema grave y el Estado careció de recursos para solucionarlo. En una sociedad en la que faltaba mano de obra (por la escasez de estructuras preindustriales), la gente ociosa, vagabunda y mendigante representaba el 27% del total de la población española.

Los gobernantes consideraron que la pobreza estaba a un paso de la delincuencia y decretaron órdenes para recoger pobres y vagabundos en instituciones como el ejército, los presidios, las cárceles, las minas, las obras públicas, los arsenales y, en casos de impedimento físico o enfermedad, en las casas de la misericordia, los hospicios de nueva creación y los hospitales. La casa de la misericordia recogía también a los que padecían una situación carencial, entre los que se encontraban impedidos y ancianos, además de funcionar como hospicio para la infancia y la juventud desplazadas, y para los expósitos  (recién nacidos que han sido abandonados o entregados por sus padres a instituciones de beneficencia denominadas casas, hospitales u orfanatos). Estas gentes podían ser retenidas, voluntariamente o no, en las casas de misericordia o en los hospicios, para controlar sus conductas “desordenadas”. En las instituciones se las mantenía en una relación de sumisión por medio de un trato coercitivo que conjugaba religión y trabajo.

Los hospicios y casas de misericordia tenían graves problemas de financiación, hacinamiento de los recluidos y caos organizativo; realmente eran auténticas cárceles en las que se encerraba a los pobres por mendigar y vagabundear. Pero lo cierto es que en España había pocos mendigos voluntarios, pues su condición miserable se debió a la falta de trabajo. Por ello la política asistencial pública se centró en los sujetos que no podían trabajar: los imbéciles, los decrépitos, los faltos de salud y los que no encontraban trabajo.

Los locos situados en el mismo plano que los vagos, los pobres inválidos, los enfermos impedidos o los delincuentes o viciosos, obtuvieron, por parte de las autoridades, similar tratamiento, es decir, a los locos también se les encerraba aunque, de hecho, no constituían un problema social, una prueba de ello era la baja proporción de internos a causa de su demencia. Como los vagabundos y mendigos, los dementes estaban al otro lado de la línea divisoria social que les separaba de la gente normal, sensata, trabajadora y rentista. Ocupaban una posición ambigua pues podían ser peligrosos como los criminales o delincuentes, tan irresponsables como los niños, tan improductivos como los enfermos e impedidos y tan inmorales como libertinos, además eran objeto de conmiseración (compasión que se tiene del mal de alguien) social y de piedad. Se les apartaba de sus domicilios, desenraizándolos de sus vínculos socio-familiares, y se les tenía ocultos en el seno de la familia.

Para los dementes se configuró una nueva forma de encierro en el cual la reclusión  y la función médica debían desempeñarse en una estructura única: el Manicomio y la legislación se desarrolló en ese sentido. El confinamiento de la locura no fue práctica médica sino una medida socio-política impuesta por el poder, aunque matizada con leves intervenciones médicas. Sometida al silencio dentro de la institución, aislada desde el exterior, recluida y severamente subyugada por técnicas disciplinarias, careció de posibilidades de expresión.

La medicina española no pudo dar respuesta a la locura, pues la realidad socio-política impidió el desarrollo de la ciencia psiquiátrica en España.

Nos acercaremos a la realidad del Manicomio de Valencia a lo largo del siglo XIX, la investigación ha requerido tener en cuenta el contexto político y social, además, de las condiciones sanitarias en que vivieron nuestros antepasados. Los autores pretenden contribuir a una mejor comprensión de la historia del que fue Asilo de Dementes.

Próximo artículo:

Manicomio de Valencia. Contexto histórico. La sociedad española y valenciana en el siglo XIX.

 

Fuentes consultadas:

  • Archivos autores

  • Archivo del Reino de Valencia

  • Archivo Histórico Municipal

  • Biblioteca valenciana

  • Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia

  • Archivo de la Diputación provincial de Valencia

  • Hemeroteca valenciana

  • Wikipedia

 

Bibliografía

  • El manicomio de Valencia del siglo XV al XX. Lorenzo Livianos, Conxa Císcar, Ángeles García, Carlos Heimann, Miguel Angel Luengo, Hélène Tropé

  • HEIMANN, C (1.994) El Manicomio de Valencia (1.900-1.936). Tesis Doctoral. Facultad de Medicina de Valencia.

  • Hélène Tropé. Del Hospital de los Inocentes (1.409 – 1.512) a la Casa de Locos del Hospital General 1.512 – 1.699)

  • Conxa Ciscar Vilata. El manicomio de Valencia del siglo XV al XX. La sección de locos del Hospital General de Valencia en el siglo XVIII.

  • Ángeles García Rodríguez. Del Asilo de Dementes al Manicomio de Valencia en el siglo XIX.