L’Almoina Época islámica
L’Almoina Época islámica
No sabemos prácticamente nada de la incorporación de Valentia al nuevo orden político musulmán implantado en Hispania desde 711.
No se trata de un caso particular, ya que la falta de información sobre estos hechos afecta a casi todos los centros urbanos del litoral mediterráneo peninsular.
Es verosímil que la urbe, sin duda muy poco poblada, fuese ocupada directamente por los conquistadores árabes y beréberes, sin mediar ningún pacto de obediencia con dirigentes locales.
Estos acontecimientos representaron el fin de la Valentia antigua, aunque la transformación de las estructuras físicas y la emergencia, sobre las ruinas de la antigua civitas, de grupos sociales y funciones verdaderamente urbanas tardarían aún en hacerse visibles. De hecho, la “ciudad”, o lo que quedaba de ella, llegó incluso a ser arrasada y despoblada por el primer emir omeya de Córdoba, Abd al-Rahman I, en 778-779, cuando reprimía la revuelta que había prendido en la zona, una revuelta, por cierto, que sólo representaría el primer episodio conocido de la larga serie de disidencias que limitaron seriamente el alcance de la autoridad cordobesa en la región y que se prolongaron hasta la instauración del califato, ya entrado el siglo X.
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La invasión musulmana de la Península en 711, provocó el repentino colapso del Reino Visigodo.
Sin embargo, la islamización de Valentia fue un proceso tan continuo como lento.
El pacto suscrito por Teodomiro, el gobernador visigodo, con los recién llegados hizo que el dominio árabe no fuese efectivo hasta mediados del siglo VIII.
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Como ya hemos comentado anteriormente, muy poco se sabe del período comprendido entre el final del Reino Visigodo y el inicio del Califato de Córdoba (711-929)
En el 778-779, Valencia fue destruida en el transcurso de una guerra civil, y durante los siglos VIII, IX e inicios del X, permaneció alejada de los emires de Córdoba.
Hacia 790 dos de los hijos de Abd al-Rahman I se alzaron contra los sucesores reconocidos de este emir contando con el apoyo de los contingentes beréberes del Šarq al-Andalus (šarq significa región oriental).
Uno de los rebeldes, Abd Allâh, utilizó durante largo tiempo la kûra (cora, distrito) de Balansiya (nombre arabizado de la antigua Valentia) como base de operaciones, recibiendo el mote de al-Balansî.
El reciente hallazgo de una crónica perdida ha arrojado nueva luz sobre estos hechos, mostrando que Abd Allâh se instaló en Balansiya “entre los beréberes, quienes se pusieron de su lado, haciéndose sus partidarios” (año 797).
Habiendo fracasado el movimiento, en 802 Abd Allâh al-Balansî obtuvo de su sobrino, el emir al-Hakam I, un pacto que le perdonaba y le otorgaba una cómoda pensión, obligándose a residir de por vida en madîna Balansiya.
Probablemente, ejercería también, hasta su fallecimiento en 824, una especie de gobierno autónomo en la región.
Las informaciones literarias relativas al territorio valenciano entre los siglos VIII y X ponen de manifiesto dos aspectos de gran relevancia.
El primero, al que ya se ha aludido, es el de la omnipresencia de los “beréberes de Valencia”, que representan el único grupo étnico identificado por los textos en la región.
Sin duda, hubo también una significativa minoría árabe.
Sabemos que, a mediados del siglo VIII, una parte del und (división) de Egipto enviado por Damasco se asentó en la kura (cora) de Balansiya (este contingente lo formaban guerreros tribales árabes establecidos en el país del Nilo, no propiamente egipcios).
Por otra parte, los nativos de origen hispanorromano no ofrecen ningún relieve textual, esta población, poco numerosa con casi toda seguridad, sería rápidamente asimilada en su mayor parte; algunos emigrarían y otros, cada vez más disminuidos y arabizados, parece que mantuvieron el culto cristiano en la ciudad hasta la época del Cid.
El segundo aspecto a destacar es que el nombre de Balansiya se identifica más con la región circundante que con el centro urbano propiamente dicho.
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Una descripción de la primera mitad del siglo X (sólo conocida a través de una traducción romance tardía), no se refiere a Balansiya como ciudad, sino como el territorio comprendido entre el río Millars y las montañas de Alcoi: una tierra llana, atravesada por el río Júcar, con grandes “villas fuertes” y “castillos”, entre los que menciona los de Alzira, Xàtiva, Morvedre (actual Sagunt) y el “de Tierra” en primer lugar.
Este “castillo de Tierra” (¿hisn al-Turâb?) equivale, obviamente, a la madînat al-Turâb que otros textos árabes utilizan, en lugar de madîna Balansiya, para referirse a la ciudad de Valencia.
Como justamente afirma Guichard, la explicación más razonable de todo ello reside en “la poca importancia del centro urbano valenciano, apenas mencionado por las fuentes en esta época, que tienden a disociarlo de la región de Balansiya, reservándole el nombre de madînat al-Turâb, denominación aún vigente en los siglos X-XI, aunque olvidada luego por completo.
Por esa época, Valencia, era conocida como, ya hemos apuntado, como Madînat al-Turab, la ciudad de tierra, topónimo que a, tal vez, se refería a sus construcciones de adobe o tapial o a que se alzó sobre una terraza aluvial.
Las primeras transformaciones en la antigua zona episcopal visigoda se remontan al siglo X.
Durante el Califato de Córdoba se produjo una paulatina recuperación en el entramado urbano y en la ordenación de la medina.
Todavía se utilizaron los antiguos edificios como el mausoleo cruciforme que se transformó en baños; la catedral, que probablemente se usó como mezquita hasta el siglo XI y el baptisterio, relacionado con la contigua zona artesanal.
Al mismo tiempo comenzó a crearse una red de canalizaciones, que aprovechaba en algunos casos las preexistentes romanas, destinadas al suministro, tanto de la ciudad como de las tierras de cultivo.
Ha sido creencia bastante común desde el siglo XIX que el califato, en tanto que época dorada de un Estado central poderoso, constituyó el momento en que debió construirse la huerta de Valencia, y aún goza de aceptación la idea de que el despliegue de grandes espacios irrigados debe entenderse normalmente como una obra de alta ingeniería, el producto de una instancia superior ordenadora que ofrezca las condiciones políticas supuestamente necesarias para la promoción y planificación de sistemas hidráulicos como el de la huerta de Valencia.
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Esto quiere decir, en el caso de Balansiya, que el desarrollo urbano (la madîna es la sede del Estado y el foco regional de su influencia) habría sido la condición previa a la formación y expansión de las redes de riego circundantes.
A partir del siglo XI se alcanzó un gran perfeccionamiento de los sistemas de regadío y, por tanto, de las acequias.
Unas abastecían al ámbito urbano como la acequia de Rovella y otras como las acequias de Favara, Mestalla, Rascanya, Quart, Mislata y Tormos, al regadío de la huerta periurbana.
La Real Acequia de Montcada tenía una función industrial, puesto que proveía a diferentes molinos.
Un ejemplo de la relevancia alcanzada por el regadío fue que los funcionarios dedicados a su control (Mubarak y Muzaffar) gobernaron Valencia como reyes entre los años 1.011 y 1.018.
Después de la caída del Califato en 1.009 se crearon numerosos reinos independientes o taifas.
Una de estas fue Balansiya que pasó a manos de la dinastía Amirí, los descendientes de Almanzor, que la convirtieron en un importante centro político y en una de las ciudades más relevantes de al-Andalus.
Su prosperidad quedó reflejada en el control de un amplio territorio, en la acuñación de monedas de oro y plata y en la construcción del Alcázar y de la nueva muralla, necesaria por el crecimiento de la urbe.
La nueva cerca, realizada con potentes muros de encofrado de hormigón rellenado con piedras, tenía torres semicirculares de mampostería (sistema tradicional de construcción que consiste en erigir muros y paramentos mediante la colocación manual de los elementos o los materiales que los componen (denominados mampuestos), que pueden caracterizarse por estar sin labrar o con una labra muy tosca) regular y un foso.
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Según al-Udri, tenía 7 puertas, las de Ibn Sajar (Situada en la plaza contigua al actual Palacio Monasterio del Temple. Estaba orientada hacia La Meca; esta puerta se correspondería con la antigua puerta Marina de época romana. Otros nombres que recibió fue Alī-Bufāt Muley, del Cid y del Temple).
Al-Warraq (Abierta en la actual calle del Salvador que daría a un puente de madera que comunicaba con unos arrabales al otro lado del río y el monasterio de la Trinidad. Otros nombres que recibiría serían puerta dels Catalans, Fulla, o Levante y Sol en tiempo de los romanos).
Al-Qantara (Situada aproximadamente donde hoy en día se encuentran la Torres de Serranos. Era la entrada norte a la medina. Recibía este nombre porque había frente a ella un puente mandado construir por Abd al-Aziz ibn Amir que cruzaba el río Turia, al que los musulmanes llamaban «Wadi al-Abiad«, de donde deriva «Guadalaviar». Este puente era el único de piedra de la ciudad).
Al-Hanax (Situada entre la actual calle de Salinas y la de Caballeros. Era la entrada oeste de la ciudad).
Al-Qaisiriya (Puerta menor que servía de acceso al zoco o mercado, situado en el entorno de la actual calle de les Mantes y del Trench).
Bab Baytala (Entrada sur de la ciudad. Situada en el cruce de la actual calle de Cerrajeros y de San Vicente Mártir. Por ella salían las caravanas para Denia, Xàtiva y Alcira. Según Luis Lamarca, podría ser la Puerta Sucronense romana, conocida como Puerta de la Boatella).
Bab al-Xaria (Puerta este. Ubicada en la actual plaza de San Vicente Ferrer y conocida antes como Puerta de la Congregación, todavía hoy da nombre al barrio de la Xarea o Xerea. Se encontraba donde actualmente se encuentra la iglesia de Santo Tomás. En época romana era la llamada puerta del Pagador).
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El desarrollo urbano del siglo XI hizo que se crearan arrabales alrededor de la medina.
El arrabal de Roteros, planificado previamente y con trazado regular, es el mejor conocido; otros eran los de la Boatella, la Xerea y la Alcudia (calle Sagunto).
La muerte del último soberano amir, Abu Bakr en 1.085, junto con la conquista castellana de Toledo y la llegada de los almorávides (especie de ermitaño y soldado musulmán surgidos de grupos nómadas provenientes del Sáhara) en 1.086, crearon un vacío de poder en Valencia hasta la conquista del Cid en 1.094, que la mantuvo hasta su muerte en 1.099.
Perduró en manos de su viuda Jimena hasta que, ante la presión almorávide, los castellanos abandonaron la ciudad en 1.102 después de arrasarla.
En el siglo XII Valencia fue reconstruida y ampliada, aunque no llegó a recuperar su importancia al estar supeditada a los imperios africanos de los almorávides y posteriormente a los almohades (dinastía bereber que dominó el norte de África y el sur de la península ibérica desde 1.147 a 1.269.
El califato almohade y su dinastía gobernante fue fundado por Abd al-Mu’min, un argelino nacido en Tremecen. Los almohades surgieron en el actual Marruecos en el siglo XII, como reacción a la apertura religiosa de los almorávides, que se habían hecho dueños del Magreb, pero habían fracasado en su intento de revigorizar los estados musulmanes y tampoco habían ayudado a detener el avance de los estados cristianos en la península ibérica) y al reino de taifa de Ibn Mardanis con sede en Murcia; a este momento corresponden la mayoría de los edificios conservados en l’Almoina.
Durante este mismo siglo la continua inestabilidad obligó a que se ampliara el recinto amurallado en el sureste de Valencia, al que se le añadieron torres cuadradas y una barbacana (es una estructura defensiva medieval que servía como soporte al muro de contorno o cualquier torre o fortificación, adelantada y aislada, situada sobre una puerta, poterna o puente que era utilizada con propósitos defensivos. Las barbacanas estaban, por lo general, situadas fuera de la línea principal de defensa y conectadas a los muros de la ciudad por un camino fortificado).
También, supuestamente, se erigió una nueva puerta, la Puerta de al-Xaria.
Ya en el siglo XIII las luchas internas provocaron el ascenso de Zayyan Ibn Mardanis en 1.229, el último gobernante musulmán en Balansiya hasta que fue conquistada Valencia por Jaime I en 1.238.
Próximo capítulo: L’Almoina Vida cotidiana
Fuentes consultadas:
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El foro romano de Valentia. Carmen Marín Jordá, Miquel Rosselló Mesquida y Josefina Piá Brisa.
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Los orígenes del cristianismo en Valencia y su entorno.
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Etc.