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Varias menciones hacen suponer que algunos individuos fueron ingresados en el Hospital a causa de su extremo desamparo. En el caso por ejemplo de una breve anotación del mayordomo de 1.494 que deja constancia del desamparo de un tal Pedro antes de su admisión. En 1.495 se señala que otros dos llegaron al Hospital en muy mal estado, uno de ellos medio muerto de hambre. Se menciona la muerte del otro algunos días después de su ingreso. Bien parece que algunos de los que ingresaban en el Hospital eran pues vagabundos sin lecho ni techo.

En algunos casos, ciertas aberraciones del comportamiento, a las que aluden varias menciones en los documentos, fueron probablemente tenidas como signos de locura. Así los actos contrarios al instinto de conservación, tales como las tentativas de poner fin a sus días por ahorcamiento o el rechazo a alimentarse , calificado frenetich. Según las concepciones médicas vigentes, heredadas de la psicopatología de Galeno, el frenesí era una perturbación de la imaginación que se traducía por un delirio acompañado de fiebre. Es así, como en un pronóstico establecido en 1.533 por un médico valenciano, Mestre Gaspar Molera, el frenesí es una afección mental que acompaña a la fiebre producida por la enfermedad. Como ha mostrado V. Peset Llorca, esta palabra era a menudo empleada en la literatura valenciana de aquella época para designar una locura furiosa sobrevenida a consecuencia de una enfermedad somática acompañada de fiebre. Pero también servía para designar una gran agitación no obligatoriamente provocada por una enfermedad.

Es difícil decir si en el caso de aquel ingresado de 1.494, el Mayordomo empleó esa palabra en su sentido vulgar, para designar una gran agitación, o en su sentido científico de afección mental patológica. En cambio, no cabe duda de que el rechazo de alimentarse y el peligro que corría aquel ingresado pudieron constituir un claro signo de locura a los ojos de aquel mayordomo.

Otro documento, redactado en castellano y fechado el 10 de julio de 1.599, asocia claramente locura y tentativa de suicidio.

Pérdida del instinto de conservación y pulsión auto-destructora eran por lo tanto percibidas y analizadas por los contemporáneos como signos evidentes de locura.

Otro signo de locura patológica parece haber sido la suciedad de algunos individuos.

Algunas menciones aluden a la agresividad mortífera de algunos hospitalizados, e incluso a las muertes cometidas.

Es de suponer que, en razón del peligro que representan para los demás, se encerraba  a esos internos en las celdas del Hospital. Después de fundado, el Hospital de los locos de Valencia debió de tomar el relevo de las cárceles valencianas en la reclusión de autores de crímenes o delitos para quienes la locura había sido tenida en cuenta como circunstancia eximente de culpa, por lo menos para los locos considerados como peligrosos.

Sin embargo, parece que la locura, incluso reconocida, no siempre eximia al acusado de culpa. Según el Dietari del capellà d’Anfos el Magnanim, en 1.463, un tal Martí Cervera, porque consideraba que la justicia se administraba mal en Valencia, decidió dar muerte a los responsables de su aplicación y el 26 de julio de 1.463, asestó una cuchillada al Lugarteniente General del Reino, Mossen Loys Cabalenyes. Según el autor de esta crónica, se explicó su acto por el deterioro de sus facultades mentales.

¡Sin duda, había que estar loco para pensar y actuar de esa forma!

Se imputa cómodamente a la locura del culpable la puesta en tela de juicio de la buena aplicación de la justicia. No obstante, no se le reconoció ninguna circunstancia eximente y se le castigó de forma ejemplar el sábado siguiente. A pesar de toda su locura, como subraya el cronista, tras arrancarle la piel del brazo, se lo cortaron y lo descuartizaron. Sin duda alguna, no era posible dejar sin castigo discursos y actos tan escandalosos e irreverentes.

Fuere como fuere, en 1.466, ingresó en el Hospital de los Inocentes un individuo que había blasfemado y cuyas palabras irreverentes resumió el mismo Jaume Roig, por aquel entonces mayordomo, en la lista de los locos llamándolo: “lo foll que havia dit tant mal de Deu e de la VergeMaria”.

Las blasfemias podían pues ser tenidas por signos manifiestos de locura como lo demuestra también aquel otro caso, más tardío, de un hombre calificado de loco por el autor de una crónica anónima:

“Sávado a 30 del mismo mes y año (1.694), estando diciendo misa un Religioso Dominico en el convento de Magdalenas, llegó un loco, y echó el cáliz con el Sanguis por tierra y altar, maltratando de palabra y obra al sacerdote; de los que oían misa, agarraron y ataron al hombre y le llevaron a la Inquisición”

El caso es interesante puesto que revela el tipo de comportamiento irreverente que era considerado como signo de locura. Es de saber al respecto que la jurisdicción inquisitorial valenciana, en los casos de blasfemias dichas por algún individuo del que se sospechaba que estaba loco, calificaba el delito y cuando la locura del reo era reconocida y testificada por los médicos ante el tribunal, se enviaba a éste l Hospital de los locos de Valencia para que allí lo curasen, y luego poder reanudar el proceso.

 

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Fuentes consultadas:

  • Archivos autores

  • Archivo del Reino de Valencia

  • Archivo Histórico Municipal

  • Biblioteca valenciana

  • Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia

  • Hemeroteca valenciana

  • Wikipedia

 

Bibliografía

  • El manicomio de Valencia del siglo XV al XX

  • HEIMANN, C (1.994) El Manicomio de Valencia (1.900-1.936). Tesis Doctoral. Facultad de Medicina de Valencia.

  • Hélène Tropé. Del Hospital de los locos (1.409-1.512) a la Casa de los locos del Hospital General (1.512-1.699).