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Hasta aquí hemos visto el hábitat, la gestión, el personal asistencial y las características de los pacientes y de los internamientos.

A continuación, los autores, describen el tratamiento farmacológico que los pacientes recibían, los remedios físicos y ocupacionales, etc.

Todos estos nos darán la verdadera dimensión de la asistencia a los enfermos mentales en el Hospital de Valencia a lo largo del siglo XVIII.

El tratamiento de los locos.

En el Hospital General de Valencia, los locos eran considerados como verdaderos enfermos y como tales eran visitados por el médico y cirujano, diagnosticados y tratados. Las secciones de locos no eran lugares de contención o reclusión, sino espacios de tratamiento en los que permanecían los enfermos hasta que se curaban.

Los tratamientos administrativos a los enfermos mentales podrían resumirse, atendiendo a la documentación consultada, en tres bloques:

  • Tratamientos farmacológicos o remedios procedentes de las substancias existentes en la botica.

  • Remedios físicos, entre los que incluimos los baños y las actividades recreativas.

  • Terapia ocupacional o curación por medios de las actividades laborales.

Tratamiento farmacológico

Los hallazgos documentales referidos al tratamiento farmacológico de los locos son más bien escasos. Sabemos que, desde siempre, a los enfermos mentales del Hospital se les administraban medicamentos, hasta el punto que una de las obligaciones del padre de locos era administrárselos “de grado o por la fuerza”, pero de eso a saber qué clase de remedios eran, en qué cantidad y a quién se le administraban, medias un abismo. Las pocas manos recetarias encontradas en el Archivo del Hospital hacen constar entre las indicaciones para locos: agua vital y agua de flor de sambuco. Pero entre los productos existentes en la botica encontramos algunos preparados cuyo nombre sugiere que eran utilizados en la terapéutica de los locos, nos referimos en concreto a: decocimiento para locos, píldora antihipocondríaca, píldora antiepiléptica y productos contra el mal histérico (tintura de castor, tintura de succino, gálvano, bálsamo de María, asafétida, opio y jarabe de adormideras).

Veamos algunas características de estos productos.

La flor de sambuco, procedente del Sambucus canadensis o sambucus nigra contiene un aceite volátil y también eldrina, que es idéntica a la rutina. Se emplea como diaforético y diurético.

El decocimiento para locos era una fórmula magistral de los médicos del Hospital en la que se mezclaban distintos ingredientes.

La composición de la píldora antihipocondríaca también era una de las fórmulas magistrales de los médicos del Hospital. Los componentes de la píldora eran: goma amoníaca, oximel excilítica, polvos de aloe sucotrino, ruibarbo, azafrán oriental, tártaro vitriolado y trosciscos de agrinonia. En un único soporte había: eméticos, catárticos o purgantes, antiobstructivos, demulcentes y refrigerantes, con lo que se conseguía disminuir el calor, que los humores (cualquiera de los líquidos que segrega el cuerpo) circularan bien y evacuar los malos humores o humores corrompidos. El aloe, además, excitaba “preventivamente la corrupción. Con esta píldora se pretendía combatir todas las posibles causas de la enfermedad.

Contra el mal histérico se usaban los siguientes productos: la tintura de castor o castóreo era un remedio general contra la histeria. Procedente de las glándulas prepuciales secas y sus secreciones obtenidas del castor, de color rojo parduzco con olor fuerte, su acción se asemeja al almizcle.

Asafétida es una oleogomorresina obtenida de los rizomas y raíces de la especie de Férula, se presenta como masas blandas amarillo parduzcas y tiene sabor amargo y olor fétido persistente debido a un aceite volátil. Se usa como carminativo (elemento favorecedor de la expulsión de los gases del tubo digestivo) y sedante psíquico.

El jarabe de adormideras era frecuentemente utilizado en el Hospital tanto para los locos, como para los enfermos generales, así como otros preparados a partir de la planta original (papaver) como la infusión de adormideras, también llamada Diacordio o Jarabe de Diacordión. Tenía una forma de utilización e indicaciones similares a la del Opio y estaba constituida por una infusión-maceración de cabezas de adormidera, a la que se añadía vino cocido y azúcar, se utilizaba para combatir la tos, en las diarreas y como somnífero.

El opio es el jugo secado al aire de las cápsulas verdes del papaver somniferum o álbum, el opio crudo contiene morfina, narcotina, codeína y popaverina, actúa como narcótico, analgésico y somnífero. En el siglo XVIII, el opio se utilizaba como un remedio general en todas las enfermedades “de la cabeza”.

Esta doble propiedad de ser estimulante y sedante psíquico al mismo tiempo, dependiendo de la dosis, lo hacía un remedio de elección en los distintos tipos de locuras.

Tanto el opio y sus derivados (jarabe y tintura de adormideras, láudano y compuestos de diversas variedades de amapolas) eran remedios de uso habitual entre los enfermos.

Por otra parte, no hay que olvidar los remedios o sustancias llamadas cefálicos por actuar en las enfermedades de la cabeza, las utilizadas con más frecuencia en el Hospital eran: jarabe de peonia, jarabe de betónica, agua de betónica, agua de las flores del naranjo, agua de tila y polvos marqués de Guteta.

Otros tratamientos utilizados en la época como tratamiento de enfermedades mentales, se encontraban entre los disponibles en la botica del Hospital, como las píldoras mercuriales, la confección de Alkermes, el agua theriarcal, los polvos de piedras preciosas, polvo de cráneo de víboras, el aceite de cuernos de ciervo, etc.

Las píldoras mercuriales tenían múltiples indicaciones ya que actuaban como un purgante fuerte, por lo que, cualquier enfermedad que requiriese esta acción era susceptible de este tratamiento (obstrucciones intestinales, enfermedades venéreas, excitar el período de la mujer, etc.). Entre las enfermedades mentales, la melancolía se trataba con píldoras mercuriales. En su composición entraba: mercurio dulce disuelto en trementina clara, aloes, sen, ruibarbo, agárico blanco, jalapa, escamonea, trosciscos de andal, y tartrato soluble y formaban masa con miel y jarabe de rosas.

La confección de Alkermes era un cordial (estimulante o tónico general). Se utilizaba en síncopes, palpitaciones y en la epilepsia. Su composición varía de unos a otros elaboradores. Las primeras descripciones se refieren a una infusión de hígado de azufre con quermes o sulfuro de antimonio, posteriormente el hígado dejó de utilizarse y la fórmula más corriente era: jarabe reciente de quermes cocido con miel, sándalo y canela a partes iguales, ámbar gris, almizcle y aceite de clavo, se añadía agua de rosas y, a veces, polvo de cuerno de ciervo.

El agua de canela: canela infundida en vino blanco durante dos días, se utilizaba en diversas enfermedades (afecciones gástricas, palpitaciones y fermentaciones intestinales). Formaba parte de la poción antihistérica ya comentada.

El agua Theriarcal se utilizaba en las afecciones del sistema nervioso en general, en las parálisis por epilepsia. Se confeccionaba al baño maría con raíces de genciana, de angélica, de contrahierba, cortezas de limón y de naranja, canela, bayas de cardo bendito. Se infundía durante tres días.

El agua de la Reina de Hungría era recomendada contra las fermentaciones que podían ser causa de enfermedad mental. Se confeccionaba con flores de romero y, a veces, se añadían alcanfor.

Los polvos se recomendaban para determinadas situaciones: el polvo de huesos de cráneo de víbora se indicaba para convulsiones de todo tipo, los polvos de víbora “templan, purifican y refrescan sangres”, el polvo de esmeraldas “endulza los humores demasiados acres”, el lapislázuli “estando lavado prepara  y purga el humor melancólico sin ningún peligro”.

Remedios físicos

Además de los tratamientos farmacológicos, en el Hospital General de Valencia se consideraba  que los locos necesitaban otro tipo de atenciones para conseguir su curación, uno de los remedios que se consideraba indispensable eran los baños, tratamiento que se mantuvo sin interrupción a lo largo del siglo XVIII.

Los principios teóricos por lo que se aplicaban los baños a los locos y uncionarios en el Hospital de Valencia seguían los criterios terapéuticos generales de la época, según los cuales el agua actúa como humectante, que impregna y modifica las cualidades esenciales de los líquidos y sólidos.

Los baños por inmersión en el tratamiento de los locos eran practicados desde la antigüedad y, en el siglo XVIII se seguían recomendando, tanto para los enfermos como para mantener el equilibrio y el vigor en los sanos.

Fuera cualesquiera las bases sobre las que sustentara la terapéutica por baños, el caso es que en el Hospital General de Valencia los baños se administraban al público en general, a algunos enfermos y a los locos tanto para restaurarles, como para curarlos de sus enfermedades y, como no, para limpiarlos.

Tampoco la inmovilización se consideraba tratamiento, sólo los enfermos agitados, por sus características de inmanejables, eran recluidos en las jaulas, hasta que su estado permitiera la convivencia con los otros locos “que andaban sueltos por la casa”, de tal modo, que la restricción física que en el siglo XIX constituiría parte del tratamiento moral, no era recomendación en Valencia en el siglo XVIII.

Terapia ocupacional.

La costumbre de ocupar a los enfermos mentales en variadas actividades parece que se daba en los tres hospitales de la corona de Aragón: en el Hospital de Zaragoza era habitual que los locos realizaran trabajos en el campo, en el Hospital de Valencia y en el de Barcelona se supone que también lo hacían, al menos desde el siglo XVI.

En el informe que el padre de locos hizo al Visitador en 1.776 sobre la situación de los ingresados en las tres secciones de locos (casa de locos, casa de locas y goleta de dementes) dejaba constancia de los enfermos que trabajaban y sus ocupaciones  y de los que no lo hacían.

El informe hace referencia a cada uno de los pacientes: su nombre, edad, tiempo que estaba ingresado, lugar en el que se encontraba en la fecha (en jaula o en cuarto) y su capacidad o no para desempeñar algún trabajo y en el segundo caso, a que se dedicaba.

No podían trabajar, por razones obvias, los enfermos agitados que se encontraban en las jaulas, ni los pacientes llamados en la época “inhábiles” la mayoría de los cuales se encontraba en la goleta. Los pacientes cíclicos, que en la época se llamaban “los que a lunas están en las jaulas”, trabajaban o se ocupaban en algo en las temporadas en que estaban mejor.

De un total de 208 personas de ambos sexos que se encontraban en las casas de locos del Hospital en 1.776, había 112 que no podían trabajar y 96 que podían hacerlo.

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Manicomio de Valencia. DEL ASILO DE DEMENTES AL MANICOMIO DE VALENCIA EN EL SIGLO XIX. Ángeles García Rodríguez

 

Fuentes consultadas:

  • Archivos autores

  • Archivo del Reino de Valencia

  • Archivo Histórico Municipal

  • Biblioteca valenciana

  • Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia

  • Archivo de la Diputación provincial de Valencia

  • Hemeroteca valenciana

  • Wikipedia

 

Bibliografía

  • El manicomio de Valencia del siglo XV al XX

  • HEIMANN, C (1.994) El Manicomio de Valencia (1.900-1.936). Tesis Doctoral. Facultad de Medicina de Valencia.

  • Conxa Ciscar Vilata. El manicomio de Valencia del siglo XV al XX. La sección de locos del Hospital General de Valencia en el siglo XVIII.