Grau y Cabanyal ocio marítimo
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Poblados Marítimos. El Grau y el Cabanyal como centros de atracción para el ocio marítimo
Entre los siglos XVI y XVIII, las crónicas, las noticias de los viajeros y algunas impresiones literarias recogen la costumbre de acercarse al mar para disfrutar de las vistas, las brisas y del paisaje que era entorno cotidiano para marineros, pescadores y habitantes del Grau y del Cabanyal.
La distancia entre la ciudad y la playa permitía la ida y vuelta en la misma jornada, siguiendo un camino flanqueado por huertos y moreras, después de unas horas de esparcimiento frente al mar.
Si la Alameda era el paseo elegante del Antiguo Régimen, en la vecindad del Palacio del Real, desde allí el mar invitaba a acercarse a los Poblados Marítimos en tiempos de bonanza.
Según Gaspar Escolano, el Grau contaba con unas 60 casas, alejadas “una larga carrera de caballo” de línea de costa, y el Cabanyal agrupaba unas 40 “barracas y choças de pescadores”, a la distancia de un “tiro de artillería”, que asoman en el plano del embarcadero de Marco Corsiglia de finales del siglo XVII, con sus parcelas rectangulares y patios traseros, junto al camino que sale del Grau cruzando la acequia del Riuet (actual calle de Francisco Cubells).
El ambiente de peligro y aventuras que describió Lope de Vega durante su estancia en Valencia, antes de la expulsión de los moriscos, se trocó por otro más proclive al esparcimiento y el disfrute de la playa y alivio del calor en los meses de estío.
En el siglo XVIII no debía ser rara la costumbre de pasar parte del verano cerca del mar, en los establecimientos del Grau como el Mesón del Grau o la Cruz de Malta, en la plaza de las atarazanas y asistir al teatro que describe Townsend en 1.787 como un “vasto edificio de construcción similar a la de un granero, aunque cubierto solo con esteras de esparto”.
Otra posibilidad era alijarse en las barracas acondicionadas para ello en la partida del Cabanyal, como recogen testimonios de viajeros extranjeros o el botánico Antoni Josep Cavanilles, en su descripción del ambiente natural y humano del Cabanyal de entonces:
“[…] El corto término que posee es casi inútil parta la agricultura, reduciéndose a arenas sueltas, que forman aquella playa; pero la pesca y el comercio suministran medios para subsistir a 636 vecinos, que viven en la parroquia antigua del pueblo, y a otros 500, que componen una nueva parroquia, tendida por espacio de media legua al nordeste de la villa.
Las habitaciones que están fuera de las murallas, generalmente se reducen a pobres chozas o barracas.
Su fábrica consiste en dos malas tapias paralelas de cinco pies de altura, sobre las quales se levantan dos planos inclinados convergentes, cubiertos de caña y enea, cuya unión forma un caballete y en estas se abran las puertas y ventanas.
Varían las barracas en sus dimensiones e interiores comodidades: las más son pobres, pero suficientes para guardar las redes y el corto número de muebles de aquellos vecinos […]”.
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La opinión del científico ilustrado sobre las estancias junto a la playa y las costumbres galantes y relajadas que allí se adoptaban, propiciadas por la salida de la ciudad, era censora pero pinta un cuadro vivaz de la tendencia a pasar allí algunos días estivales entre la sociedad valenciana de finales del siglo XVIII.
En 1.792 la prensa anunciaba la inauguración en el Cabanyal de la “fonda intitulada la Cruz de Oro, a la baxada del puente de la Fuente de Gas, junto al mar, en la que se servirá con toda equidad a las personas que gustasen; y a más harán la comida en las casas de que fuesen llamados, o de especial encargo para fuera de la dicha”.
En aquellas partidas eran muy numerosas a principios del silgo XIX “las casas de recreo que en tal recinto se han levantado; en el verano especialmente, por motivo de baño y de disfrutar el fresco en lo fuerte de los calores, se despuebla Valencia, ocupándolas diferentes aun por breves deportes”.
Para atender a aquellos primeros veraneantes y, sobre todo, a los habitantes del Cabanyal, que hasta entonces dependían de la iglesia de Santa María del Mar, el arzobispo Andrés Mayoral fundó la ermita de Nuestra Señora del Rosario, que posteriormente se convertiría en parroquia del sector del Canyamelar tras su ampliación.
En el siglo XVIII el futuro Poble Nou de la Mar había tomado su primera forma de filas de barracas dispuestas en sentido este-oeste para aprovechar la brisa marina, separadas por canales de aguas tomadas de la acequia de Mestalla y de los brazos de Algirós y de la Rambla (Riuet, Gas, de los Ángeles o Pixavaques y de la Cadena en dirección sur-norte) y los caminos de la partida de huerta de la parroquia de Santo Tomás (la senda de Albors o de Roca, el camino de Algirós y el del Cabanyal de sur a norte),ejes todos aproximadamente perpendiculares a la línea de costa que articularan la futura trama urbana de los sectores que hoy conocemos como Canyamelar, Cabanyal y Cap de França, entre el Grau al sur y la acequia de Vera, como límite septentrional.
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Desde finales de la Edad Media, la línea del arenal costero iba avanzando hacia el mar, aumentando el terreno disponible, sobre el que ejercía su jurisdicción el Real Patrimonio; este cedía los terrenos en régimen de enfiteusis (Cesión perpetua o por largo tiempo del dominio útil de un inmueble o terreno mediante el pago de una pensión anual al que hace la cesión) a los pescadores y labradores que levantaban en ellas sus barracas, de planta rectangular y con sus lados mayores paralelos a las construcciones vecinas, dejando en la trasera espacio de circulación en dirección norte-sur que salvaban las acequias a través de pequeños puentes y conectaban los caminos de huerta de la partida del Cabanyal, topónimo con el que por aquel entonces se designaba el sector de huerta comprendido entre el Grau y la acequia de Vera.
Este paisaje está documentado por la cartografía histórica y cuenta con dos representaciones de interés excepcional:
La primera, datada en 1.722 obra de Llorenç de Mansilla (iglesia parroquial de Santo Tomás y San Felipe Neri), describe las partidas de la huerta de la demarcación parroquial de Santo Tomas, con las redes de caminos y acequias que se abren paso entre los campos y buscan la salida al mar; entre las tierras de labranza discurren sendas y canales que llevan hasta las barracas, ya diferenciadas por los hitos o mojones que estos definen entre los tres sectores que se conocerán como Canyamelar, entre el Riuet y la acequia de Gas o d’En Gash a la que toma el nombre de la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles y Cap de França, entre la acequia de los Ángeles y la de la Cadena; así como el perímetro y la forma urbana de la Vilanova del Grau o Vila Nova de la Mar, están trazados con precisión en este plano, las barracas dispuestas de norte a sur, entre la huerta y la playa apenas son objeto de atención.
En cambio estas se sitúan e identifican con precisión en el Plano Geográfico de la Población de la Playa de la Ciudad de Valencia (Madrid Biblioteca Nacional de España), motivado por el incendio ocurrido el 21 de febrero de 1.796 que arrasó muchas de estas barracas y en los sucesivos incendios del 29 de marzo y 2 de abril del mismo año.
En el poblamiento auto-organizado de 669 habitaciones se distinguen, aparte de dos núcleos próximos al recinto del Grau, numerosas barracas alineadas informalmente, unas 40 alquerías y las 2 iglesias de Nuestra Señora del Rosario en el Canyamelar y la de los Ángeles en el Cabanyal.
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Las barracas aparecen ocupadas por labradores, artesanos, y sobre todo, por pescadores, identificados con sus nombres, y dispuestas en filas separadas por calles irregulares que forman ejes de comunicación en forma de sendas, más que de calles, en dirección norte-sur, y un estrecho paso entre las parcelas en sentido este-oeste.
Las alquerías, como la del marqués de la Romana, cerca del Grau, que aparecen diseminadas entre la huerta y la playa , resultan más atractivas para los veraneantes y resistieron mejor el fuego, que algunos consideraron intencionado, y fue reiterado poco después por un autor:
“[…] Esta fatalidad fue origen del mayor lucimiento que se advierte. Respetó el voraz elemento las pequeñas alquerías o casas de cal y canto que había entre las barracas, aunque destruyéndolas en parte, y por lo mismo, se mandó que no se construyesen chozas cubiertas de paja larga y anea, sino hechas de materiales como las de la Ciudad, a línea con las que mejor pudieran nivelarse […]”.
El proyecto de reconstrucción y reordenación de todas l partida del Cabanyal está plasmado en el Plan Topográfico de la Población que se proyectó en la Playa de la Ciudad de Valencia, y sitio que ocupaban las barracas, demostrado en otro proyecto según su estado después de los incendios ocurridos en los días 21 de febrero, 29 de marzo y 2 de abril de 1.796 de la Biblioteca Nacional.
Además de regularizar la trama con ejes viarios más anchos y rectilíneos, incluidos los caminos de acceso al Cabanyal y otro nuevo (“camino recto para la ciudad de Valencia”), y manzanas rectangulares con el frente mayor mirando a la costa, se distribuía a la población en tres categorías de edificios, de acuerdo con su posición social y profesional, de altura y comodidad crecientes, según se apartaban de la playa: “Casas de menor coste para pescadores y marineros”, de una sola planta en primera línea de playa; “Casas para Patrones y marineros y para algunos pescadores de mayor tráfico que apetecen la mayor comodidad en la habitación”, de dos plantas y con fachada recayente a las calles principales y “Casas que necesitan los vecinos de esta ciudad para tomar los baños de mar y recreo que acostumbra para el cuidador de la casa ceder graciosamente la habitación baxa a pescadores pobres que reportan esta utilidad” en tercera línea.
En el centro del nuevo poblado se abría una plaza rectangular, situada aproximadamente en la mitad de su extensión de sur a norte, donde se alzaría la sede del gobierno, administración de justicia y cárcel del lugar.
Del antiguo poblado tan solo se mantenía que todas las casas tuvieran vistas al mar y el corral o huerto en la parte posterior “que es lo que principalmente desean estos naturales”, y las dos ermitas de Nuestra Señora del Rosario y de los Ángeles, ante las cuales se abría una plaza en forma de óvalo para acoger el mercado.
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El mismo modelo se proponía para reconstruir las barracas situadas al sur del baluarte, entre este y la desembocadura del Turia, alineadas con el proyectado muelle del puerto en construcción.
Precisamente las obras del puerto había comenzado a desplazar a los veraneantes hacia las partidas del Canyamelar, Cabanyal y Cap de França, y en menor medida hacia el sur, a la margen izquierda del Turia y al poblado del lazareto, el futuro Nazaret.
Desde que se había conseguido sanear el sector del cauce del baluarte, tradicionalmente expuesto a las inundaciones y a la dinámica fluvial, existían casas en la margen izquierda del Turia, cerca de la desembocadura, como se pueden observar en los planos del siglo XVIII como el de Nicolás Bodin de 1.739, donde aparece un núcleo de viviendas fuera del recinto de la Vilanova del Grau, semejante a los del Canyamelar o el Cabanyal.
Al otro lado del río, había un arenal costero que fue drenado mediante acequias entre los siglos XIV y XV, como otras zonas de marjal al sur de la ciudad, entre los actuales barrios de Mont Olivet y Nazaret, acercándose poco a poco hacia la costa.
Las fuentes medievales se refieren al paraje como Punta d’En Silvestre y su acceso principal era el camino de la Conca, que pasaba entre el marjal y las dunas costeras para continuar por la restinga (una restinga es un banco o lengua de arena localizado a poca profundidad bajo el mar que, en algunos casos, puede llegar a emerger dando lugar a la formación de pequeños islotes) de la Albufera hacia Cullera.
En la vista panorámica de la Albufera y los correspondientes dibujos preparatorios de Anthonie van den Wijngaerde (1.563) el lugar aparece despoblado, salvo por alguna barca varada en la orilla, mientras que están reflejadas las barracas que se agrupan en El Saler.
Junto a la ermita de Mont Olivet, donde se veneraba la imagen titular de la Virgen, se levantó el primer lazareto para la cuarentena de los marinos, del que existen noticias documentales en 1.657, que fue trasladado a partir de 1.720 más cerca de la costa, con estancias para marineros y casa para el alcaide, dando origen al topónimo moderno de Nazaret.
Allí se establecieron barracas de pescadores, como al otro lado del río, pero la dinámica del cauce en la desembocadura no era tan favorable y predominaba un entorno rural, sin la cercanía del núcleo urbano del Grau.
Con todo, la playa debía resultar atractiva, sobre todo, desde que en el siglo XVIII el paseo que conducía hasta allí fue mejorado y poblado de arbolado, álamos blancos y negros, que lo hacían más grato para los ciudadanos.
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En 1.805 el editor de Esclapés observó que desde tiempos de la obra original (1.738) a los suyos se había pasado de unas pocas barracas de pescadores que había “desde el lazareto al mar” a “un quantioso vecindario, poblado de casas de recreo, adornadas como lo pueden estar las de su vivienda en la Ciudad, sin extrañar las paredes el damasco ni menos canapees forrados de igual tela”.
Por entonces existía ya una ermita bajo la advocación de la Virgen de los Desamparados, antecedente de la parroquia moderna, y el paso hacia el Grau se realizaba mediante una barca que unía las dos orillas, cerca de la desembocadura del río Turia.
Fuentes consultadas:
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Jdiezarnal
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Arquitectos de Valencia
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Arquitectos italianos en España
Bibliografía:
Existe mucha y muy variada bibliografía referente a los Poblados Marítimos, tan solo mencionaremos algunos de ellos:
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Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruilles.
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Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.
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Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.
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Manual del viajero y guía de los forasteros en Valencia. Vicente Boix
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La Valencia musulmana. Vicente Coscollá
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Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.
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Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897
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Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau
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Antonio Sanchis Pallarés. Historia de la Malvarrosa.
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Albert Ribera Lacomba. Valencia romana, puerto fluvial y marítimo. Instituciones portuarias y vocación comercial.
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Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707
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Avecindados en la ciudad de Valencia en la época medieval. María de los Desamparados Cabanes Pecourt
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Los Poblados Marítimos. Inmaculada Aguilar y Amadeo Serra
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El Grau de València. La construcción d’un espai urbà. Josep Vicent Boira y Amadeo Serra
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El Cabanyal: permanencia y transformación. Luis Francisco Herrero García. Tesis doctoral. Universidad Politécnica de Valencia. 2.015
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La Casa de las Atarazanas de Valencia. Federico Iborra Bernad y Matilde Miquel Juan
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Las Atarazanas del Grao de la Mar. Gemma M. Contreras Zamorano
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El ornato urbano. La escultura pública en Valencia. Rafael Gil y Carmen Palacios
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Arquitectura del eclecticismo de Valencia. 1.983. Benito Goerlich
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Cerámica barroca en Valencia. María Eugenia Vizcaíno
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Composiciones cerámicas valencianas del siglo XVIII. María Eugenia Vizcaíno Martí
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Nomenclátor de las puertas, calles y plazas de Valencia: con los nombres que hoy tienen y los que han tenido. 1.873. Manuel Carboneres Quiles
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