Devoción al Cristo del Grao

Devoción al Cristo del Grao

Imagen y prodigio. La percepción religiosa y la devoción al Cristo del Grao

Preocupado por el destino que pudiera sufrir la imagen del Cristo crucificado que se veneraba en la parroquia de Santa María del Mar, Vicente Selfa Feo, párroco de la misma, llevaría a cabo un plan para su protección una noche a finales de marzo de 1.936.

Sobre la una de la madrugada, el Cristo del Grao (en las primeras fuentes literarias que narran la historia de esta devoción marinera, escritas en castellano, se le identifica con el nombre de “Cristo del Grau”. La posterior castellanización del topónimo convierte en habitual la referencia a la imagen como “Cristo del Grao”) salió a escondidas de su capilla en el interior de una camioneta camino de una casa particular, tras haber sido intercambiado por una réplica exacta de su misma hechura que, finalmente, correría con la suerte fatal que el sacerdote había temido para el “Negret”.

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Devoción al Cristo del Grao

En la base de este comportamiento se advierte la pervivencia de las expectativas sobre la imagen sagrada que tienen su origen en una larga tradición en defensa de las imágenes en el cristianismo y en la constante vigilancia sobre la integridad de las mismas, tanto ante los peligros físicos como ante aquellas actitudes, públicas o privadas, que negasen los principios teológicos para su veneración.

Al mismo tiempo, este episodio local es reflejo de aspectos generales y comportamientos compartidos por el seno de la iglesia.

Una de las características de las imágenes sagradas ha sido la participación en el establecimiento de geografías devocionales y, con ello, en el asentamiento de procesos de identificación colectiva.

Todos estos aspectos se encuentran presentes en los Poblados Marítimos tomados como centro de la acción de prácticas rituales en tornos a las conocidas como devociones marineras.

De entre estos cultos destaca precisamente la veneración de imágenes dotadas de carisma por medio de aspectos como lo sobrenatural de su historia y su capacidad por obrar milagros.

Alrededor de estas imágenes dotadas de agencia (esto es el reconocimiento de su capacidad de producir efectos y respuestas en el entorno) se configurará todo un entramado de relaciones sociales e interacciones con las mismas.

En este sentido, a pesar de la existencia de otras devociones, a san Telmo, a la Virgen del Carmen, del Rosario o al Cristo del Salvador del Cabanyal, la imagen y culto al Cristo del Grao adquiere un carácter central en los Poblados Marítimos, tanto por su relación con una teoría de la imagen sagrada como por su capacidad para aglutinar un sentimiento unitario local; esta afirmación se sustenta en la existencia de un propósito social por establecer lo excepcional de este culto.

No obstante, debe añadirse que, en función del papel determinante de las imágenes sagradas en la configuración de una religiosidad local, también se produce sobre ellas un ejercicio de activación que las aviva y simboliza, conectándolas, por lo general, con las imágenes de su formulación y haciendo de estos un aliado para nuevas arengas elogiosas, sociales o ideológicas.

Devoción al Cristo del Grao

Imagen y prodigio. La percepción religiosa y la devoción al Cristo del Grao

Historia fundacional de la devoción al Cristo del Grao y el reconocimiento de su carisma

El primero de los episodios se centra en la historia fundacional del Cristo del Grao, en la constitución de la sacralidad de la imagen y, en relación con esto último, en el reconocimiento de su carisma.

Estos aspectos serán definitorios de su tradición y sobre ellos se establece el tercer aspecto a tratar, el de su posición central en el establecimiento de una geografía devocional propia.

La imagen del Cristo del Grao es la respuesta local a la costumbre generalizada del establecimiento de devociones marineras, así como a la veneración de las sagradas imágenes en el cristianismo.

De estas dos afirmaciones, la primera remite a prácticas sobre la imagen vinculadas a la actividad marítima, pescadores, comerciantes, etc., que conllevaba toda una serie de actos piadosos habituales como rezos, promesas, votos y exvotos y, de hecho, no exclusivos de poblaciones cercanas al mar.

La segunda relaciona al Cristo del Grao con una extensa costumbre de imágenes investidas de prestigio que, en las habituales narraciones dirigidas a asentar el origen del culto, abordan aspectos esenciales en el credo católico sobre la imagen sagrada.

La fuente más antigua para el estudio de esta devoción se debe al franciscano fray Antonio Juan Andreu de S. Joseph, catedrático y doctor en teología, en su obra dedicada al Cristo del Rescate.

Este relato inicial, que seguramente recoge la tradición oral que circuló a finales del siglo XVI, presenta lo esencial del asunto.

A este le siguieron las obras de Pedro Cubero Sebastián en 1.697, y la del dominico Francisco Vidal Micó, biógrafo de san Vicente Ferrer en 1.735.

Devoción al Cristo del Grao

En este sentido, la tradición establecía que la mañana del 15 de agosto de 1.413, fiesta de la Asunción de la Virgen, los vecinos del Grau de Valencia vieron que se acercaba sobre las aguas del mar, que encontraba tranquilo lo que a primera vista parecía un navío de grandes dimensiones.

Tal y como se fue acercando descubrieron que se trataba en realidad de una escalera de 33 peldaños la cual llevaba asida, sin que hubiese cuerda o atadura alguna que la fijase, una imagen de Cristo Crucificado.

El relato no se limita al anuncio de este portento, sino que añade que la escalera y el crucifijo salieron del mar y se dirigieron, en contra de la corriente, hacia la desembocadura del río Turia, quedándose allí detenido.

Esto provocó la disputa entre los vecinos del Grau en una orilla, y los de Ruzafa en la otra, sobre la titularidad del crucifijo que saldó finalmente, tras la intervención de la propia imagen, a favor de los primeros.

Los pasos iniciales de esta historia están fundamentados únicamente sobre la tradición, como afirma el propio fray Antonio Andreu que confirma la inexistencia de fuentes documentales y dice reflejar en su escrito aquello que le había relatado el párroco de Santa María del Mar, natural del Grau, de acuerdo con lo que durante generaciones se había transmitido.

No obstante, a finales del siglo XVII se afirmó haber encontrado un documento probatorio, fruto de la inventiva devota, y que posteriormente, en 1.731, fue copiado y exhibido junto a la imagen del Cristo en su capilla.

De este texto se conserva una copia manuscrita en la Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia que, según Luis Arciniega, recoge la tradición oral sobre la llegada de la imagen que circuló a finales del siglo XVI y principios del XVII.

Devoción al Cristo del Grao

De la existencia de este documento nos advierte Francisco Vidal, al expresar que en la capilla del Cristo del Grao se exhibía un manuscrito de tiempo inmemorial (actualmente desaparecido) que relataba la historia de la llegada del Cristo.

Este texto sirvió al dominico para completar la narración, respecto a lo expresado por fray Antonio Andreu y por Pedro Cubero.

Francisco Vidal cuenta como, después del descubrimiento de la llegada del Cristo por mar, los vecinos del Grau habían trasladado rápidamente dicha imagen al templo parroquial.

Al día siguiente, 16 de agosto, despertaron con la población sitiada por los vecinos de Russafa que requerían la entrega del crucificado.

Tuvo que mediar entre ambos pueblos el obispo de Valencia, quien acompañado por el gobernador, estipuló que la imagen del Cristo debía regresarse al mar, a la espera que, en función del rumbo que eligiese, se dirimiera el conflicto.

Echados de nuevo la escalera y el Cristo al mar, a unas 3 millas de la orilla, tomó de nuevo rumbo la imagen hacia la desembocadura del río, dirigiéndose esta vez hacia la orillas del Grau.

Entre el primer relato de fray Antonio Andreu y este de principios del siglo XVIII se advierte una mayor construcción en la dirección de dotar a la imagen del Cristo del Grao de un grado de carisma.

Este aspecto se encuentra reforzado por otra información aportada por Francisco Vidal (existente también en el manuscrito) y que desvelaba el origen de la imagen antes de su llegada por mar; depuesta la imagen de nuevo en la parroquia del Grau por el obispo, se celebraron unas fiestas en honor a la misma, en la cual predicó san Vicente Ferrer; en su homilía, el santo dominico informó que aquel crucifijo que había llegado por mar, lo hacía tras haber sido lanzado al río en Lleida por un judío, Moisés Abenabes, que lo tenía en su casa.

Todos los viernes, este reunía en su domicilio a un grupo de judíos que le “hacían justicia”.

Advertido por el rabí del peligro que corría teniendo aquella imagen en su poder, terminó por deshacerse de ella, por la noche lanzándola al río.

La historia del Cristo del Grao, tal y como vemos que quedó definida en el siglo XVIII, debió forjarse en la centuria anterior y tiene como asunto central la defensa de la sacralidad de la imagen, reflejo tanto de las disputas que tuvieron lugar durante el siglo XVI como los postulados posteriores del concilio de Trento.

Uno de estos aspectos es la veracidad de la tradición del culto debido a estas imágenes.

No solo en el caso del Cristo del Grao, sino como un fenómeno compartido por las otras dos devociones a Cristo venidos de forma prodigiosa a la ciudad, como son el Cristo del Salvador (venerado inicialmente, según tradición, en su capilla de la catedral de Valencia) y el Cristo del Rescate.

A partir del siglo XVI y durante todo el XVII se aprecian los intentos por encontrar en los archivos respuestas a una defensa de las historias sobre las llegadas de estas imágenes que sirviesen como fundamentos históricos que las dotara de legitimidad, y cuyo esfuerzo debe ser también interpretado como parte de una pretensión universal por defender el principio de la legitimidad de la veneración de la imagen sagrada, como se había decretado tras el concilio de Trento.

Frente a esta situación se encontraron un gran número de autores de textos de devoción y apologéticos (la apologética en teología y literatura consiste en la defensa de la fe conforme a una posición o punto de vista) sobre las imágenes sagradas por toda Europa, en los siglos XVI y XVII.

Para dirimir este asunto resultó clave el uso del concepto de tradición, argumento de gran validez dentro de la iglesia.

De esta forma, resultaba común en el habitual discurso retórico de estas historias se postulase como prueba suficiente de la veracidad de los cultos (y con ello también de las imágenes de devoción que lo recibían) la antigüedad en la tradición de esta veneración, más el hecho de conservar una fuente documental, como lo hace precisamente fray Antonio Andreu; en la obra de este, cuando se advierte de la inexistencia de documentos sobre el Cristo del Grao, aparece indicado en el margen que se sustenta en “la tradición fiel de padres e hijos y gran argumento de la verdad”.

A la hora de establecer la posición que el culto a una imagen religiosa ocupa dentro de un sistema de jerarquización de las imágenes de devoción, deben tenerse en cuenta los diversos enunciados y estrategias que sirven para identificar su excepcionalidad, aquello por lo cual esta ha quedado investida de carisma y permite que, en su unicidad, sirva de compendio en defensa del culto a la imagen en el cristianismo.

En el Cristo del Grao se aprecian tres de estos principios, semblantes habituales de los discursos apologéticos; el primero de ellos es lo sobrenatural de su llegada y los diversos portentos realizados por la imagen, fray Antonio Andreu enumera estos milagros en la llegada de la imagen, primero que, así como el Cristo estaba unido a la cruz por los habituales clavos, esta estaba sujeta a la escalera “sin algún género de atadura, ni pegadura, con la cual pudiesen estar asidos, ni aferrados entre sí”; segundo, que “la marejada no logró separarlos”; tercero, que la imagen subió contracorriente y que, a pesar de la misma, quedó anclada en el centro , “en el medio justo del río, entre las orillas que pertenece, al Grao y a Ruzafa”; y cuarto, que finalmente se desplazaron la escalera y el Cristo hacia el lado del Grau.

La historia sobre el Cristo del Grao tuvo seguramente su razón de ser justo por la conexión con otra devoción valentina, la del Cristo del Salvador y la del Rescate.

Según la leyenda medieval, el Cristo del Salvador llegó también por mar y, posteriormente, subió por el río Turia hasta llegar a las puertas de la ciudad proveniente de Beirut donde había sido ultrajado.

Por otro lado, el Cristo del Rescate llegó a Valencia en 1.539, después de haber sido ultrajado en Argel y recuperarlo.

Las historia del Cristo del Salvador y del Cristo del Grao son ejemplos de como el mar se sacralizó como instrumento divino, convirtiéndose en espacio de escenificación de prodigios sobrenaturales donde tuvieron lugar toda una serie de milagros, como la migración y llegada de imágenes.

Los aspectos expuestos hasta ahora remiten igualmente a la idea del establecimiento de geografías devocionales, en un ejercicio de cohesionar comunidades locales en torno a un culto determinado.

Este proceso resultaba eficaz, especialmente en contextos de sentido del territorio, cuando la identidad local se estaba construyendo o se tenía que apuntalar ante posibles situaciones de inestabilidad social, además, estas imágenes funcionaron como estrategias de defensa en comunidades donde la población cristiana debía convivir con judíos y conversos.

Tras el episodio de elección como lugar de destino, por acción propia de la imagen, del pueblo de Villanueva del Grao, el reconocimiento oficial de su asentamiento tiene lugar con el traslado del Cristo del Grao a la iglesia de Santa María del Mar.

La tradición indica que inicialmente la imagen del Cristo del Grao y la escalera fueron ubicados en el altar mayor de la primitiva iglesia de Santa María del Mar, de menores dimensiones que la conservada actualmente, construyéndose pronto una capilla propia.

Más allá de los aspectos arquitectónicos definitorios de su capilla y los avatares que esta ha ido sufriendo, lo relevante es conocer el modo en que esta imagen fue exhibida y, en concreto, en relación con otro objeto sumamente importante como fue la escalera de 33 peldaños (cifra que recuerda la edad de Cristo en el momento de su Pasión), convertida en reliquia destacada.

Este objeto, dispuesto en una de las paredes del templo, fue de forma muy temprana desmembrada, convirtiendo los fragmentos obtenidos como reliquias para la veneración particular; el propio obispo Hugo de Lupia se quedó con un escalón y regaló otros tantos  al gobernador y a diversas personalidades.

La constante repetición de este tipo de actos a lo largo de los años, hasta menguar de forma significativa el tamaño de la escalera, hizo que en el siglo XIX la cofradía del Cristo del Grao mandase confeccionar un relicario de plata con el que guarecerla.

En 1.936, cuando fue destruida la escalera, esta contaba tan solo con 9 peldaños.

 

Fuentes consultadas:

  • Archivos autores

  • Archivo del Reino de Valencia

  • Archivo Histórico Municipal

  • Archivo Administrativo Municipal

  • Ayuntamiento de Valencia

  • Biblioteca valenciana

  • Biblioteca valenciana digital

  • Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia

  • Biblioteca Serrano Morales (Ayuntamiento de Valencia)

  • Archivo de la Diputación provincial de Valencia

  • Hemeroteca valenciana

  • Amadeo Serra Desfilis

  • Inmaculada Aguilar Civera

  • Victor M. Algarra Pardo

  • Pablo Cisneros Álvarez

  • Carles Sanchis Ibor

  • Victor M. Algarra Pardo

  • Susana Climent Viguer

  • Iván Portugués Mollá

  • Lourdes Boix

  • Pablo Sánchez Izquierdo

  • Virginia García Ortells

  • Ester Medán Sifre

  • Mireia Muñoz Vidal

  • Victoria E. Bonet-Solves

  • Desirée Juliana Colomer

  • Sergi Doménech García

  • Carmen Pinedo Herrero

  • Mª Jesús Piqueras Gómez

  • Pep Martorell

  • Pedro García Pilán

  • Tribunal de las Aguas

  • Real Academia de la Historia

  • Wikipedia

  • Ferrocarriles de España

  • Valencia Actúa

  • Jdiezarnal

  • Arquitectos de Valencia

  • Arquitectos italianos en España

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente a los Poblados Marítimos, por las limitaciones de espacio, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruilles.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Manual del viajero y guía de los forasteros  en Valencia. Vicente Boix

  • La Valencia musulmana. Vicente Coscollá

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Antonio Sanchis Pallarés. Historia de la Malvarrosa.

  • Ricardo Aparisi. Ruzafa. Evolución histórica de su huerta.

  • Albert Ribera Lacomba. Valencia romana, puerto fluvial y marítimo. Instituciones portuarias y vocación comercial.

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

  • Avecindados en la ciudad de Valencia en la época medieval. María de los Desamparados Cabanes Pecourt

  • Los Poblados Marítimos. Inmaculada Aguilar y Amadeo Serra

  • El Grau de València. La construcción d’un espai urbà. Josep Vicent Boira y Amadeo Serra

  • El Cabanyal: permanencia y transformación. Luis Francisco Herrero García. Tesis doctoral. Universidad Politécnica de Valencia. 2.015

  • La formació de la plana al.luvial de Valencia. Geo-morfología, hidrología i geo-arqueología de l’espai litoral del Turia. Pilar Carmona

  • La dinámica fluvial del Turia en la construcción de la ciudad de Valencia. Pilar Carmona

  • Los tranvías de Valencia, Transporte y estructura urbana, 1.876-1.970 Antonio Doménech Carbó

  • Hasta aquí llegó la Riada: Valencia y el Turia. Francisco Pérez Puche

  • La Casa de las Atarazanas de Valencia. Federico Iborra Bernad y Matilde Miquel Juan

  • Las Atarazanas del Grao de la Mar. Gemma M. Contreras Zamorano

  • El ornato urbano. La escultura pública en Valencia. Rafael Gil y Carmen Palacios

  • El arte efímero y los artistas valencianos en la primera mitad del siglo XIX; de la fiesta barroca a la fiesta político-patriótica (1.802-1.833). Ester Alba Pagán

  • Arquitectura del eclecticismo de Valencia. 1.983. Benito Goerlich

  • El saber encaminado. Caminos y viajeros por tierras valencianas de la Edad Media y Moderna. Luis Arciniega García

  • Cerámica barroca en Valencia. María Eugenia Vizcaíno

  • Composiciones cerámicas valencianas del siglo XVIII. María Eugenia Vizcaíno Martí

  • Nomenclátor de las puertas, calles y plazas de Valencia: con los nombres que hoy tienen y los que han tenido. 1.873. Manuel Carboneres Quiles

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