Cabanyal Poble Nou del Mar Cólera 1.885 y el doctor Lluch

Cabanyal Poble Nou del Mar Cólera 1.885 y el doctor Lluch

Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

El caldo de cultivo

El cólera de 1.885 no ha sido el único padecido en Valencia, pero sí el más documentado.

Ya existían dos buenos periódicos en Valencia (La Opinión, actual Las Provincias y El Mercantil Valenciano, actual Levante) y la medicina iba adquiriendo su mayoría de edad.

Antiguamente se llamaba a este tipo de cólera “el azote del Ganges” por tener su origen en las orillas de este gran río de la India.

La enfermedad fue llevada a España por tropas que regresaban del servicio exterior y se extendió como un reguero de pólvora.

La segunda epidemia llegó en 1.865 a través del puerto de Valencia.

La más grave de las seis epidemias tuvo lugar en 1.885, con 120.000 muertes, 13.000 de ellas en Valencia, que junto con la sexta y última en 1.890 elevaron la cifra total de muertos en España a 800.000 personas.

En cierto modo, tenía predilección por Valencia, pues el “huésped indiano” nos había visitado ya en 1.834, 1.835,1.854, 1.855, 1.865 y 1.866.

No se hubiera incubado aquí con tanta facilidad sino hubiera encontrado un inmejorable caldo de cultivo.

El carácter pantanoso de la zona marítima, lo deficiente de su urbanización y la inmensa cantidad de acequias que la surcaban, la hacían especialmente sensible para recibir la visita de la enfermedad.

A finales del siglo XIX, todavía no se había comenzado en Valencia a hacer urbanismo, las murallas estaban recién derribadas, en un intento de dar salida a una población que se hacinaba en reducidos espacios.

Solo tenían agua potable algunas familias privilegiadas.

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Las acequias, descubiertas por aquel entonces, que actuaban como cloacas y las balsas de “criar barro” o depósitos de estiércol eran focos de infección por sí mismos, pero prolongaban además su acción al infectar las frutas y verduras de consumo diario.

Los ayuntamientos arrendaban el servicio de limpieza a un jornalero, quien se encargaba de la limpieza y monda de las cloacas, sumideros, letrinas, depósitos de aguas sucias, excusados y depósitos de la población existentes en la vía pública.

La situación general en 1.885 era calamitosa ya que se produjeron varias desgracias en cadena:

  • Exceso de frío, con frecuentes nevadas y heladas.

  • Intenso régimen de lluvias, con grandes aluviones y riadas.

  • Grandes pérdidas en la producción naranjera.

  • Colapso final de la industria sedera.

El proletariado valenciano queda prácticamente sin jornal, expuesto al hambre y la miseria.

En el caluroso mes de junio, que le serviría de incubadora, se declara oficialmente la existencia del cólera como epidemia.

Las calles, en general, eran estrechas, lóbregas, poco soleadas y húmedas, en las que reunían peores condiciones, se cebaba el cólera con más acritud.

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En el Cabanyal, este peligro se centuplicaba.

La huerta valenciana, con sus nulos sumideros para los excrementos, estaba más predispuesta a sufrir el contagio de enfermedades del tipo palúdico y tifoideo.

La enfermedad se transmitía, sobre todo, a través de las aguas que discurrían a cielo abierto por la Vega.

En la capital se comprobó con precisión  que los habitantes de las plantas bajas eran los más propensos a la enfermedad, pues estaban afectados tanto por las aguas fecales que iban bajando de los excusados de los pisos superiores, como por las infectadas aguas de las acequias que discurrían por la puerta de sus casas.

Pensemos, por ejemplo, que la actual calle Juan de Austria, se llamaba por aquel entonces, calle de la Acequia Podrida.

Los afectados de los pisos bajos fueron exactamente 1.965, mientras los que vivían en un cuarto piso solo fueron afectados 186.

De los 4.819 muertos ocurridos como consecuencia del cólera, el 91,87% pertenecía a la clase más humilde y menesterosa, mientras el 8,13% a la clase acomodada.

En la huerta, con acequias de escasa corriente y de curso lento (a veces estancado) la transmisión era un hecho fatal y previsible.

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Es necesario recordar que Valencia estaba rodeada de un foso donde iban a parar prácticamente todos los excrementos y aguas negras de la ciudad.

Pero este foso no era un simple estercolero abandonado, era una zona perfectamente acotada en parcelas que eran objeto de compra-venta, en medio de las cuales discurrían sendas de un metro de anchura para el paso de las caballerías.

Los labradores recogían esa materia fecal y la depositaban en unos depósitos o balsas cercanas a sus casas, y cuando les hacía falta, lo empleaban como abono.

Las acequias y estos balsas eran focos de infección por sí mismos y podían extender, además, su acción infecciosa a las frutas y verduras de consumo diario.

A las condiciones naturalmente insalubres que afectaban a Valencia y su Vega se unía un dato sociológico de enorme importancia:

  • Incultura, fundamento de la superstición.

  • Miedo

  • Desconfianza

Se daba la “creencia errónea que los médicos tenían interés en declarar la existencia del cólera e interés también en matar a los enfermos por medio de pócimas venenosas”.

Estas inverosímiles creencias contribuyeron al desarrollo y crecimiento del mal.

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Con tal que de no acudir al médico, no se declaraban los afectados, y no era raro el caso que, por ocultar una enfermedad, acudiera el médico demasiado tarde y en lugar de una persona se encontrara con dos o tres afectados o muertos.

No era de extrañar, por tanto, que lanzaran trabucazos en plan provocativo contra los Centros donde los médicos desarrollaban su labor y que usaran absurdos productos de curanderos o religiosos a los que atribuían propiedades milagrosas.

Por ejemplo, se creyó en la eficacia curativa del aceite de la lámpara de la Virgen del Puig, creencia que concluyó al ser víctima del cólera el propio sacristán que expedía el producto milagroso.

La actitud del resto de la sociedad ante esta epidemia es también muy significativa.

Era la época que España estaba prácticamente divida en dos, debido al bipartidismo de Cánovas y Sagasta.

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Los contratos de limpieza

Por recoger la basura y mantener limpias las calles, el Ayuntamiento no cobraba a los vecinos, sino que arrendaba el servicio a un jornalero (normalmente un labrador) quien, además de limpiar, pagaba al Ayuntamiento.

Por esta concesión, el labrador pagaba al Ayuntamiento 1.000 pesetas al año, y por ellas solo tenía “derecho” a limpieza de la vía pública, para los depósitos en el interior de las casas, tendrá que ser autorizado por sus dueños.

En 1.886 se establece una variante: el Ayuntamiento no paga, pero tampoco cobra, de todos modos, estruja bastante a los contratistas.

El alcantarillado, como hemos notado, no se conocía, y ello había influido decisivamente en la gravedad que el cólera había adquirido el año anterior.

No da la impresión que el Ayuntamiento pusiera remedios eficaces para evitar nuevas epidemias, no parecía estar muy asentada la mentalidad de la higiene preventiva.

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El doctor Lluch

Vicente Lluch Lliso

Nació en Bonrepós el 8 de junio de 1.849, a las 2 de la madrugada.

Hijo del médico cirujano Vicente Lluch Palanca.

Su padre, natural de Bonrepós, se llamaba Vicente y su madre, natural de Almassera, se llamaba Ramona.

Según la partida de nacimiento de nuestro doctor, eran barberos de profesión, luego se matiza diciendo que el padre era sangrador, lo mismo podían haberle llamado practicante, pues se dedicaba a practicar sangrías a los enfermos, también ayudaba a las parturientas, recorriendo día y noche los pueblos del contorno, iba hasta Náquera a pie, para ayudar en los partos.

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Vicente Lluch Lliso tenía todas las trazas de ser un hombre bueno y sencillo, católico y liberal.

Tenía mucho interés por el estudio y por estar al día en todos los campos de la medicina.

Todavía conserva su familia algunos de los libros que estudiaba, todos son de medicina, a excepción de uno de Pi y Margall sobre la República Federal.

Se casó con Teresa Laguarda Montañana con la que tuvo 4 hijos (Vicente, Encarnación, Emilia y Luis) y en segundas nupcias con Victoriana Ferrer de Saldaña, instalando su domicilio en la calle Ángel número 13.

El día 18 de enero de 1.890, fallecía en Poble Nou de la Mar a causa de una bronconeumonía a la edad de 40 años, siendo enterrado en el cementerio del Cabanyal.

El 4 de octubre de 1.890 se permite a la viuda cercar su tumba como agradecimiento a los servicios prestados durante la epidemia de cólera.

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Nada más entrar en el cementerio del Cabañal podemos ver su pequeño busto de bronce, fabricado en 1.891 en los talleres Gómez que luego fundaría los Astilleros.

El 14 de mayo de 1.917, se rotula como calle del Doctor Lluch a la que se abrió en 1.871 y se le llamó calle Frente al Mar (actual calle del Doctor Lluch).

Podemos leer en las Actas del Ayuntamiento de Valencia que “[…] dióse cuenta de un dictamen de la comisión de Estadística proponiendo que a la calle denominada Frente al Mar, de Pueblo Nuevo del Mar, se le dé el nombre de Vicente Lluch, que en la epidemia colérica de 1.885 fue el único médico que quedó en dicho poblado asistiendo a sus enfermos […]”.

Vicente Lluch Lliso bien mereció ese busto y esa distinción.

El 26 de mayo de 1.881, el Ayuntamiento de Poble Nou de la Mar advierte la necesidad de disponer de otro médico titular, pues el único médico de que disponía, Ramón Rocabert no podía atender a todos los pacientes y acuerdan nombrar como segundo médico titular a Vicente Lluch Lliso, con la retribución anual de 750 pesetas.

Es en 1.885 cuando se pone de relieve su vocación médica.

Se convierte en el más eficaz colaborador de las autoridades sanitarias en la lucha contra el brote de cólera, atendiendo las necesidades del Marítimo, cuyo vecindario era calificado como mísero que vivía en condiciones muy insalubres.

Muchas casuchas son tan infectas que se tienen que derribar algunos, sin esperar mejores remedios, cogen sus camas y se van con ellas a instalarlas en las barcas del Bou, varadas en la playa.

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Pero las medidas aplicadas resultan insuficientes, porque el cólera les desborda.

Ante este panorama, el Comandante de Navarrete manda rápidamente construir frente al mar, el 22 de junio de 1.885, otro barracón de madera con 30 camas, instalando allí a los convalecientes, mientras los enfermos eran trasladados a hospitales provisionales construidos al efecto.

En estas tareas y en las propias de su vocación colabora muy activamente el doctor Lluch, junto con otros facultativos y el farmacéutico Ricardo Morales Soriano, con sus recetas de limonadas tártaro sódicas y citrato de magnesia.

Pero se tienen que ir defendiendo con los escasos medios que disponen para atender a tantas necesidades, pero estos esfuerzos dieron su fruto: el vecindario reaccionó positivamente, así como antes había cierta desconfianza para llamar el médico, ahora se apresuran a pedir asistencia médica.

Según las estadísticas de la época, el cólera segó la vida de 105 graueros.

Además dejó en precaria situación a la clase trabajadora al haber cesado el trabajo en el Puerto.

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El 3 de agosto hay una propuesta para nombrar hijos adoptivos al Comandante Adolfo Navarrete y a los doctores Rafael García Villacampa, Vicente Lluch y Ramón Rocabert López.

Es precisamente ahora, para que proteja al pueblo valenciano, cuando León XIII declara a la Virgen de los Desamparados Patrona de Valencia en octubre de 1.885.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente al Cabanyal, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

  • Antonio Sáñez Reguart . Diccionario histórico de los artes de la pesca nacional (1.791-1.795)

  • Antonio Domínguez Ortiz. Carlos III y la España de la Ilustración

  • Ferrocarriles de España

Fotografías

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