Cabanyal. Poble Nou del Mar. Barracas, vida y fuego

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Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

Vida y fuego en las barracas

La barriada del Cap de França

Las barracas nos remiten a nuestras raíces más remotas y expresan con elocuencia la austeridad a que está sometida la vida del pescador o del labrador valenciano, en lucha con el mar o amarrado a la dura tierra, de la que él y la barraca forman parte.

Los primeros habitantes de Valencia, que de sus refugios en las montañas bajaron al altozano rodeado por el río, construían sus viviendas con estacas, barro, juncos y paja, materiales que se encontraban alrededor.

Estas austeras cabañas lo mismo se encuentran alrededor de la Albufera que en nuestra Vega, y las diferencias que hay entre ellas son más bien estéticas que constructivas.

En la barriada del Cap de França, todas las viviendas eran barracas, tal como nos revela el catastro de 1.863, eran 341 barracas alineadas a los largo de nueve calles, y si en lugar de barracas, hacen constar la presencia de tres o cuatro casas, se trataba de unas viviendas más sencillas todavía que las mismas barracas y que pagaban menos impuestos.

Estas barracas construidas, casi todas, por sus mismos moradores con materiales sacados de los campos o de las acequias cercanas o con cañas traídas  de la Albufera, porque a nadie le gustaba estar expuesto constantemente a los caprichos del viento, de la lluvia o del fuego, su principal enemigo.

Los habitantes de esta barriada todavía tenían fresca en la memoria el incendio que en 1.848 asoló la calle de San José.

Para la lluvia no tenían más remedio que usar cal, aunque no era como pintura o decoración, sino como capa protectora.

Si en la pared de barro (“gasó”) se formaba un solo poro, las gotas de lluvia la erosionaban con facilidad.

La cal era un impermeabilizante barato y su radiante efecto blanco era muy llamativo, y confería a la zona una belleza sencilla y sin estridencias.

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Medidas, disposiciones y materiales

Que las barracas fueron hechas en principio para vivir con cierta independencia y aislamiento, se advierte en el mismo sistema de construcción.

Estas no estaban hechas para ser alineadas a lo largo de una calle, unas al lado de otras, pero cuando la población crece y se dedica a la pesca tanto como a la agricultura, se ve la conveniencia de disponer de calles en dirección paralela al mar.

Esto hace que progresivamente, las barracas vayan cambiando de forma.

En cuanto a las medidas, todas las viviendas entre las calles Doctor Lluch y Escalante son derivadas o herederas de las medidas de las antiguas barracas, aunque esto no sea evidente a primera vista.

La medida básica de una barraca era de 7 metros, esto no significa que hoy todas las fachadas del último tramo de la calle de la Reina, por ejemplo, tengan 7 metros, puesto que a veces una fachada de las actuales ha ocupado el lugar donde antes había dos barracas contiguas, otras veces, por cuestiones de herencia la barraca se dividía entre dos hermanos y la fachada tendría la longitud de media barraca, otras veces, la fachada tendrá la longitud de la antigua barraca más la longitud del medio pasillo o “escalá” que había entre una barraca y la otra.

Las barracas originales se construían con barro y paja.

Un procedimiento usual consistía en clavar en el suelo unas estacas de morera y, sobre una zanja de medio metro, levantar las paredes.

El material de las paredes era barro arcilloso cogido de la misma tierra de labor.

Mezclado con desperdicios de paja (“pallús”) forma unos adobes llamados “gasó”, cuyo tamaño solía ser de 40 centímetros de largo por 35 de ancho y 6 centímetros de grosor, se construían usando como molde una simple escalera de mano tumbada en el suelo, se rellenaba con barro el hueco entre peldaños, se retiraba la escalera y se secaban al sol los adobes.

Si la barraca era muy ancha, había habitaciones a los dos lados y un pasillo central, si era más estrecha, había un solo pasillo lateral y habitaciones a un solo lado.

Como todo era muy combustible, la cocina no formaba parte de la barraca, sino que estaba adosada a ella por la parte del corral.

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La gente del Cap de França

Entre las calles San Roque y Alameda, tocando la acequia de la Cadena, vivían 341 vecinos en una ambiente que se adivina familiar.

La vida se hacía en la calle y todos se conocían, algunos llegaron a destacar por diversas razones.

De esta zona salieron alcaldes de Pueblo Nuevo del Mar o presidentes de la sociedad Marina Auxiliante.

En esa zona también tenía una barraca y un solar Félix Robillard Closier.

Ahí vivían, por ejemplo, Vicente Fosati Gimeno, Manuel Dutrús Oyón, Felipe Bru Picó, Félix Lacomba Redó y muchos otros.

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El fuego

El 30 de mayo de 1.875, el viento era de Poniente, no sabemos el motivo, pero lo cierto, es que de la calle San Roque número 24 se propagó un fuego que fue ganando fuerza y extendiéndose como un abanico hacia el mar, ante la angustia y la desesperación de toda la barriada.

El número de barracas incendiadas ascendió a 250, prácticamente el 75% de la barriada, sino se incendiaron más fue debido al denodado esfuerzo y a la desesperada imaginación de los marineros que recurrieron a los bueyes de la calle San Telmo o los de Félix Lacomba para evitar la propagación del incendio.

Atando las cuerdas que encontraban a las barracas que todavía estaban intactas o que estaban al límite de ser devoradas por la horrenda falla, ataron el otro extremo a los bueyes que azuzados por los “boueros” las hacían caer en medio de la hoguera, evitando así que las llamas prendieran en las pocas barracas vecinas que se salvaron.

La enormidad de la catástrofe hizo necesario recurrir a la ayuda externa, no bastaba con que se movilizara todo el Pueblo Nuevo del Mar para paliar la situación.

Según las Actas de Pueblo Nuevo del Mar, quien preside la comisión para la reparación de las barracas es el Padre Luis Navarro.

Pero parece ser que José Campo y Pérez de Arpa, primer alcalde de Valencia durante el reinado de Isabel II, y opulento financiero, a quien ese mismo año de 1.875, el rey Alfonso XII le concedía el título de marqués de Campo, quiso colaborar financieramente por su cuenta en la reconstrucción de las barracas incendiadas.

En base a la documentación que existe, según la tradición oral muy verosímil, afirma que la manzana reconstruida por iniciativa del marqués fue la comprendida entre las calles de San Nicolás (Padre Luis Navarro), Buenaguía (Barraca), y las travesías de la Marina y de Campos Vicente Guillot, “el tío Bola”).

Esa manzana era la que se encontraba en el centro del incendio.

Todavía hoy algunos conocen como las casitas de Campo ese bloque que en su conjunto tiene forma de barraca, aunque tenga tejado de obra y haya sido modernizado en su interior.

Para reclutar mano de obra emplearon  un procedimiento original, valerse de los presos del penal de San Miguel de los Reyes, a los que cada día transportaban al pie de la obra.

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Otros incendios

Los incendios en el Cabanyal eran casi tan frecuentes como los naufragios.

Además de los de 1.796 y 1.875, que son los más documentados, ocurrieron otros, como el ocurrido en julio de 1.883 y el de 23 de febrero de 1.888.

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Nueva Casa dels Bous

Después de dos años de intentos frustrados, los directivos de la sociedad Marina Auxiliante atisban la posibilidad de edificar la Casa dels Bous, aprovechando la oportunidad que les brindaba las segunda visita al Grau de Alfonso XII.

Después de todo el boato de la recepción tuvo lugar una opulenta comida en la alquería de la calle de la Reina que poseía el conde de Parcent (presumiblemente en lo que hoy es la plaza Armada Española).

Al finalizar la comida, Juan Navarro Reverter, bastante joven por aquel entonces, hace la presentación del alcalde al monarca, quien le solicita la merced que les conceda un trozo de terreno en la playa para la construcción de la Casa dels Bous.

Alfonso XII, efectivamente, les atiende, y allí mismo redacta un escrito en los siguientes términos:

Ninguna autoridad se oponga a que los pescadores de Pueblo Nuevo del Mar, pertenecientes a la Marina Auxiliante, edifiquen una casa para los toros en la playa”.

Parece ser que Marina Auxiliante consideró suficiente este documento autógrafo del Rey para iniciar las obras, y así lo hizo.

La nueva Casa dels Bous costó casi 20 años levantar.

El reloj de Sol que tiene en la fachada Sur lleva la fecha de 1.895.

Durante largos años constituyó una avanzadilla ente el pueblo y el mar, Blasco Ibáñez habla constantemente de ella en “Flor de Mayo”.

Si su corral no estuviera vallado podríamos ver en la fachada las cabezas de dos bueyes, ya descornados, que simbolizan su antiguo cometido.

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La antigua Casa dels Bous, convertida en Asilo

Una vez habilitada la nueva Casa dels Bous, los armadores piensan ya en el nuevo uso de la antigua casa del Gremio de pescadores, situada en la calle de San Telmo, junto a la travesía de San Marco, antes de la Fam.

Después de algunas negociaciones se piensa en ceder el local de 6.600 palmos valencianos (1 palmo valenciano es igual a 0,226 metros, por tanto, 1.491,6 metros), a las hermanas terciarias franciscanas, que establecen en ella una escuela asilo de párvulos.

En principio, esta escuela estaba pensada para uso exclusivo de los hijos de los pescadores, pero luego acogió al cualquier hijo del Cabanyal, al fin y al cabo, las ¾ partes de los habitantes del Cabanyal eran pescadores.

Este colegio se conoció durante toda su existencia como “el Asilet”, y en él se impartió enseñanza hasta bien entrado el siglo XX, además de cuidar y proporcionar comida y merienda a los niños por cinco o diez céntimos diarios.

Muchos de estos niños serían luego importantes personalidades del Cabanyal.

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Intentos de nueva sede para el Ayuntamiento

Ya en el año 1.8978 y siguiendo con la idea de la construcción de una nueva Casa Consistorial, la idea sigue sin avanzar, el Ayuntamiento sigue sin dinero, aunque ahora les insufla un respiro la empresa concesionaria del tranvía.

Por el derecho a trazar por el pueblo el recorrido del tranvía, la empresa bonifica al Ayuntamiento con un donativo de 5.000 pesetas, a condición que este lo emplee en obras públicas.

El 31 de mayo de 1.878 deciden encargar al arquitecto municipal presupuesto, plano y memoria de una nueva Casa Consistorial, subordinando sus dimensiones al solar o área que perteneciente al municipio existe en la calle del Rosario 132.

Buscando financiación donde la hubiere, los concejales advierten que por el Riuet, cerca de las Atarazanas, hay un mercado conocido como el Mercado del Carmen, al que no se le ha conseguido sacar ningún provecho, ofreciendo más problemas que soluciones, siempre en situación provisional y representando un foco de infecciones.

El 1 de octubre de 1.881, el Ayuntamiento considera oportuno derruirlo y “el producto del terreno sobrante se destine a terminar la casa Ayuntamiento, que se halla en estado de construcción”.

Pero ni siquiera esta vez el proyecto es definitivo, pues en 1.883 el arquitecto Juan Bautista Gosálvez Navarro, presenta el proyecto del nuevo edificio, que se construye sobre el solar de la calle del Rosario 132.

Lo cierto es que lo disfrutarían durante poco tiempo.

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Juan Bautista Gosálvez Navarro

Hijo de Ignacia Navarro Collado y de José Gosálvez Ramón (Valencia el 13 de diciembre de 1.844 – Valencia, 13 de mayo de 1.925), está enterrado en el cementerio del Cabanyal.

El título de Maestro de Obras, equivalente en la práctica al de arquitecto, lo recibió en Madrid, aunque estudió en la Escuela de Arquitectura de las Real Academia de San Carlos.

Su trabajo se ciñe casi exclusivamente a Pueblo Nuevo del Mar con el que siente absolutamente identificado.

De hecho, aparecer como arquitecto municipal en multitud de ocasiones.

Incluso llega el momento en que el mismo pueblo le reclama para que ocupe la presidencia del Consistorio, y así lo hace el 1 de enero de 1.890, pero su paso por la alcaldía es muy fugaz, solo dura 25 días, hasta el 25 de enero, lo motivos que aduce son enfermedad y exceso de trabajo.

Prácticamente todas las obras municipales las realizó él, con la única limitación de su edad, que no le permitió trabajar con anterioridad a 1.875.

A partir de esa fecha, además de innumerables casas particulares, firmó proyectos como, por ejemplo, del matadero, del cementerio, del Ayuntamiento de la calle del Rosario 132, de algunas escuelas, del Casinet y de la Lonja de Marina Auxiliante, aunque esta ya en 1.909, así como informes sobre el trazado de ferrocarril propiedad de Vicente Chapa y proyecto de Eduardo Serrano.

Su obra, mejorada incluso, tendrá un digno continuador en la persona de su hijo el arquitecto Víctor Gosálvez Gómez

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La rebelión de la huerta en 1.878

El año 1.878 fue calamitoso para la huerta valenciana y por extensión para toda la economía valenciana, que atravesó una grave crisis.

Las causas fueron múltiples: una pertinaz sequía y unas heladas muy severas, que en enero de 1.879 llegaron a alcanzar los 8o bajo cero.

Todo ello provocó un aumento del precio del pan y un recrudecimiento del bandolerismo.

La crisis afectó, como siempre, a las clases populares y sobre todo, a los labradores, que ni siquiera podían hacer frente al pago de sus arrendamientos, de manera que, como primera medida, los agricultores tomaron la decisión de no pagar el “rento” a sus señores por San Juan y Navidad, estos últimos tomaron una actitud bélica.

Por la huerta corrió una consigna: no pagar.

Y una amenaza: a quien pague, se le incendia su barraca.

Y un método: la conspiración del silencio.

Y un instrumento: el trabuco.

Además de no pagar, la huelga fue tomando otras formas; no llevar verduras a los mercados de la capital, y no entrar en los “fematers” (basureros) a llevarse sus basuras.

El 6 de marzo de 1.878 hay noticias en Las Provincias que “en la huerta de Alboraya ha sido incendiada alguna barraca para amedrentar a los que traen verduras a Valencia”, y de que el boicot se ha extendido a los pescadores del Cabanyal.

La Liga de propietarios reacciona exigiendo más vigilancia a los alcaldes pedáneos y a la misma Guardia Civil, a la que le asignaron la tarea de vigilar los campos, nadie pudo encontrar a ningún culpable, no se dio ningún caso de delación, tampoco pudieron encontrar, ni presentar a ninguna persona extraña venida de fuera, quien quiso descubrir a extraños a la huerta que les incitaran a la rebelión no pudo confirmar sus sospechas, tan solo pudieron verte acusaciones generales sobre el carácter de huelguistas.

Parece ser (sin excluir alguna clase de incitación) que se trataba de una revuelta muy enraizada en la huerta y que los labradores estaban muy concienciados de su propio problema, que necesitaban resolver con rapidez para asegurar su propia supervivencia.

El dueño se sentía impotente ante el labrador, ni siquiera podía recurrir al desahucio “porque tienen la convicción de que ningún nuevo colono se atreverá a ocupar la tierra desalojada ante el temor, muy fundado, según demuestra la experiencia, que se los impida el trabuco de los coaligados”.

Pero algo había que hacer, porque los propietarios, entre los que se encontraba el mismo Teodoro Llorente (dirigiendo la opinión desde las páginas de Las Provincias) y otros, exigían un escarmiento a la autoridad.

El cabo primero de la Guardia Civil, comandante del puesto del Grau, Julián Iglesias, capturó a 20 labradores de los que se sospechaba estar implicados en la huelga.

Todos ellos fueron trasladados a la prisión de las Torres de Serranos, esperando la orden de deportación.

El 12 de febrero de 1.879, por orden del Gobierno de Cánovas del Castillo, 78 labradores eran conducidos desde las Torres hasta el puerto, donde fueron embarcados en la goleta de guerra “África” que los transportó a Mahón.

No se han podido determinar con documentos inapelables toda la trama, ni los intereses ocultos que impulsaron este movimiento huelguístico.

Pero Josepa Cucó i Giner (Valencia, 1.950 antropóloga española especializada en distintas áreas de investigación de las Ciencias Sociales, sobre todo en el campo de la Antropología Social) lanza un hipótesis, basada en unos hechos conectados entre sí: la huelga estuvo fomentada por una de las fracciones del conservadurismo valenciano, con la pretensión de desprestigiar a la otra fracción y copar los principales cargos políticos.

Los deportados regresaron muy pronto, en agosto de 1.879, pues las dos fracciones conservadoras tenían interés en ello: los que habían quedado apartados del poder, y que antes pedían un escarmiento ejemplar para los huelguistas, ahora pedían el retorno de los deportados, mostraban su oposición a la autoridad; los que detentaban el poder en ese momento, podían dar muestras de magnanimidad otorgándoles el perdón.

El conflicto se da por terminado, y la Guardia Civil se hace cargo de la guardería rural.

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La música que dulcifica

Pablo de Orellana, en un escrito sobre el colonato (El colonato es una forma de explotación de las tierras de cultivo, que constituye una forma de transición entre el sistema esclavista del Imperio romano, y el sistema feudal que predominó durante la Edad Media. El colono poseía un estatus intermedio entre la esclavitud y la libertad: era aquella persona libre que cultivaba una tierra que no le pertenecía y estaba ligado a ella, sin poder abandonarla. Por el hecho de cultivarla pagaba un canon o renta anual, ya fuera en dinero o en especie) de la huerta de Valencia, presentado por estas fechas a la Real Sociedad Económica de Amigos del País, propone el fomento de la música como instrumento educativo.

No parece ajeno a esta ideología que por esta época llegó a crear tantas bandas de música en los Poblados Marítimos y en las huertas de alrededor.

Como dice el folleto conmemorativo del centenario de la Sociedad Patronato Musical de Pueblo Nuevo del Mar (1.884-1.984), hacia 1.880 se crearon las primeras bandas civiles de música.

En los poblados Marítimos nace una banda compuesta por doce músicos, todos ellos formados en los regimientos en los que habían servido, y a los que dirige el más veterano de entre ellos, un labrador del Cabanyal”.

A esta banda, dada la afición de nuestro pueblo a los motes o apodos (“malnoms”), de acuerdo con el oficio de su director, se le dio en llamar la banda del “Mestre Corbella”.

Esta banda sería ayudada por el Padre Luis Navarro y por el maestro Vicente Ballester Fandos.

En 1.933, pasaría a llamarse “Ateneo Musical del Puerto”.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente al Cabanyal, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

  • Antonio Sáñez Reguart. Diccionario histórico de los artes de la pesca nacional (1.791-1.795)

  • Antonio Domínguez Ortiz. Carlos III y la España de la Ilustración

  • Ferrocarriles de España

Fotografías

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