Cabanyal. Poble Nou del Mar. Ocaso de la independencia

Cabanyal. Poble Nou del Mar. Ocaso de la independencia

Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

Aspecto de la población

En 1.890, en el Pueblo Nuevo del Mar hay 11.291 habitantes de los cuales 2.500 están dedicados a la navegación, más de 800 cigarreras van a trabajar a la fábrica de tabaco de Valencia, situada en el viejo Palacio de Justicia de la Glorieta.

Muchas de ellas van con sus hijos, y por costumbre se detienen unos momentos ante la capilla que hay en la senda de la Capelleta, otras aprovechan para el viaje las tartanas de las pescadoras.

Con esa parte de la población, los comerciantes a duras penas podían hacer frente a los impuestos, y el Ayuntamiento apenas podía ingresar el mínimo para hacer frente a sus gastos ordinarios.

Cuando nos vamos aproximando al final de la aventura autonómica, decisiva en la configuración de la personalidad del Cabanyal, la población ha experimentado muchos cambios, pero no es de extrañar que todavía presente algunos retrasos urbanísticos.

Ya hemos visto que los carruajes se limpiaban en las acequias, que en caso de lluvia se formaban lagunas, que las distintas epidemias se propagaban con cierta facilidad, que los baches simplemente se rellenaban con gravilla o que las acequias cumplían el papel de alcantarillado.

La moral en la playa se preservaba con una tapia que separara a los dos sexos e incluso se consideraba necesario dictar medidas para que las caballerías se bañaran en el mar junto con las personas.

Pero había un elemento que determinaba no solo el aspecto, sino el estilo de vida de los habitantes del Cabanyal.

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Era el fielato (Oficina que existía antiguamente a la entrada de las poblaciones, donde se cobraban los impuestos por la entrada y salida de mercancías de consumo), que encorsetaba las actividades comerciales del pueblo.

Para vender algo en el pueblo, todas las mercancías debían estar controladas, y fuera del pueblo tampoco se podían comprar mercancías, pues con ello se evitaba pagar al Ayuntamiento el impuesto de consumos.

De modo que el Ayuntamiento había dispuesto una red de control en el pueblo, con tres núcleos básicos: uno en el Riuet, otro en el camino del Cabanyal y otro en la báscula de Obras del Puerto, además, el fielato central e consumos estaba instalado en la calle San Telmo.

Pero no bastaba con estos cuatro puntos, por las travesías perpendiculares a las calles principales también podían colarse mercancías sin control.

Así pues, el 18 de junio de 1.890, el Ayuntamiento manda tapiar los boquetes que afluyen a las travesías, para evitar poner guardias en cada esquina.

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Los hornos

Por esta época, se advierte el crecimiento de la población, que ya dispone de 17 hornos para su abastecimiento, pero los horneros tenían problemas debido a la falta de coordinación entre ellos, y para no salir perjudicados, el Gremio resuelve unirse el 20 de julio de 1.889.

Había 3 hornos en la calle de los Ángeles, 2 en la de San Andrés, 1 en la del Ángel, otro en la calle del Rosario, en la Nueva, uno más en San Fernando, San Roque, San Telmo, Buenavista, Travesía de Girós y San Antonio.

Deciden ponerse de acuerdo amigablemente y establecen 23 cláusulas, de las que destacamos estas: deciden vender el pan al precio que fije la mayoría, que el pan sobrante fabricado en el día se considere como duro en los siguientes, el que venda pan a menos precio, pagará al Síndico una multa de 5 pesetas por cada 400 grs. de pan que haya vendido; ninguno de ellos llevará pan a los domicilios particulares; no fabricarán más pan que el de 200 grs., 400 grs. y panecillos de 5 céntimos.

Para garantizar el cumplimiento de la ley se autoriza al guarda del Gremio para que, acompañado de un agremiado, reconozca diariamente los domicilios de cada uno de los comparecientes, y si encontrase más harina de la aforada el día anterior, sin la debida guía, se le decomisará y pagará una multa.

Además de estos hornos, conocemos la existencia de la tienda de Inés Roig Soler y su marido Francisco Pinto Greses, donde se vendía de casi todo, esta tienda vendía al fiado, y encontramos algunos nombres (algunos conocidos) que le debían cantidades, por ejemplo, Peregrín Fosati le debía 26 pesetas.

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Vicente Brull Roca

Allá por diciembre de 1.887 se produce el primer contacto entre Viñes y Vicente Brull, que forma parte de nuestro callejero y que da nombre al centro de salud.

Se trata de una relación comercial, pues Brull intenta dar solidez a su negocio y es Viñes quien le vende eledificio que será su base de operaciones, precisamente en la esquina de la actual calle Vicente Brull, al lado de las Atarazanas, la misma finca que luce la placa dando nombre a las calle.

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La información sobre Vicente Brull es escasa.

Nació, al parecer, entre mayo y octubre de 1.842.

Se quedó huérfano hacia los 6 años y fue adoptado por un tartanero, del que aprendió el oficio.

Cuando su padre adoptivo falleció, Vicente ya había ampliado el negocio y poseía una flotilla de 7 tartanas, de las que hacían el servicio de viajeros entre Valencia y el Grau.

Continuó expandiéndose sin interrupción, comprando carros, pero su negocio no se reducía al transporte, sino que existen datos de su actividad como agente inmobiliario.

En 1.884, con 42 años, puede ya comprarse la que será su casa en la calle Carmen número 32 (actual Progreso), con puerta también a la calle San Fernando (actual Padre Luis Navarro) valorada en 7.050 pesetas.

Aunque la compra más decisiva fue la efectuada a Vicente Viñes Roig, al lado de los almacenes de este, el 6 de diciembre de 1.887, en que edificará una especie de almacén que le sirva como base de operaciones, en lo que entonces se llamaba Algirós, Partida dels Pals, calle de las Atarazanas.

En este edificio pondrá Brull toda su ilusión, llegando a trabajar como albañil a pie de obra.

La planta baja estaba destinada a cuadra, y el piso o “cambra” se destinará a dormitorio de los 25 carreteros que llegó a incorporar a su plantilla, a los que atendía su mujer, Juanita Mengó Gil.

La calle Vicente Brull (la misma calle donde tenía su cuadra-almacén) se la dedicaron en vida, claro indicio de la popularidad de este comerciante-carretero-transportista.

Pero ni Vicente Brull ni su hijo se quedaron en la época de las tartanas, sino que fueron pioneros en el transporte motorizado.

Hacia 1.914, los 7 primeros camiones que llegaron a Valencia desde Francia, fueron para Vicente Brull, llegaron en barco y de Barcelona a Valencia por carretera.

Pero fue preciso que su hijo y otros empleados aprendieran unas elementales nociones de conducción de los rugientes camiones a la aterradora velocidad de… 20 kilómetros por hora, provocando el estupor por todos los pueblos que atravesaban, provocando a su alrededor unos espontáneos y masivos comités de recepción.

El estruendo debería ser espectacular, pues si le añadimos el ruido de sus motores y que los camiones no tenían ruedas de goma, sino llantas de hierro que rozaban directamente sobre el suelo, podemos imaginarnos el estrepito a su paso.

Tampoco tenían freno, sino que para frenar debían poner la marcha atrás.

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En el Cabanyal, el trasiego de los camiones presentaba algunos graves problemas pues el suelo de adoquines retumbaba y el ruido era ensordecedor, además el traqueteo de las ruedas hacía temblar las casas y establecimientos, por lo cual obligaron a poner bandas de goma maciza a las ruedas.

A la muerte de Viñes, Vicente Brull le compró a Eugenia su casa de Bétera, y todavía hoy algunos que conocen a los Brull como los “Viñes”.

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Las Arenas

“Salen de Valencia

noche de San Juan

mil coches de damas

 

Cómo retumban los remos

madre en el agua

con el fresco viento

de la mañana”.

Lope de Vega

Los contemporáneos de Lope de Vega ya venían a la playa, aunque el baño no se hubiera convertido todavía en una costumbre masiva.

A la vuelta de la participación de Lope de Vega en la Armada contra Inglaterra, marcha a Valencia para seguir cumpliendo la pena de destierro de Castilla.

Y este destierro en la ciudad levantina va a tener algo de providencial, sobre todo para el desarrollo de su carrera dramática.

Es el caso que Lope llega a Valencia a finales de 1.588 o primeros de 1.599, acompañado de su esposa, de su amigo Claudio Conde y del empresario teatral Gaspar de Porres.

Serán dos años, 1.589-1.590, felices, de rara tranquilidad, rota únicamente por la noticia de la muerte de la madre de Lope (que fue enterrada el 22 de septiembre de 1.589).

Esa felicidad queda reflejada en el célebre romance “Hortelano era Belardo”.

Valencia era una ciudad rica y populosa, con una floreciente actividad comercial: abierta al Mediterráneo y mirando a Italia (recordemos las históricas relaciones de la Corona de Aragón con las ciudades y estados italianos), no solo florecían los negocios, sino también la vida cultural y artística, que estaba en pleno desarrollo.

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En la ciudad del Turia las representaciones teatrales estaban cobrando una fuerza muy notable, y Lope, instalado allí por un tiempo, pronto entró en contacto con dramaturgos como Cristóbal de Virués, Francisco Agustín de Tárrega, Gaspar de Aguilar, Guillén de Castro, Carlos Boil o Ricardo de Turia, los cuales están perfeccionando las fórmulas del teatro renacentista en busca de nuevas direcciones.

Como ha puesto de relieve la crítica, Lope aprenderá muy bien algunas lecciones de sus colegas valencianos y, lo más importante, sabrá integrar armónicamente los diversos elementos dramáticos que aquellos escritores levantinos estaban tanteando y poniendo en práctica en sus comedias.

Desde Valencia, Lope mandaba sus textos a Madrid para que fuesen representados; el autor Porres, le enviaba uno propio cada quince días con esta finalidad.

Respecto a su vida familiar, el 10 de noviembre de 1.589, Lope e Isabel bautizan en Valencia a su primera hija, Antonia.

En Valencia, sin embargo, ya se iban echando los cimientos para convertir el baño en un rito social.

Encopetadas damas, bellas damiselas en sus faetones (carruaje de cuatro ruedas que se puede cubrir a voluntad con capota. Lleva asiento circular en la delantera y caja para otro asiento posterior. Para entrar en él hay que pasar por encima de una rueda sirviendo de estribo el cubo de esta), huertanos con sus carromatos o enfermos dementes del Hospital General en carros y calesas (carruaje de dos o cuatro ruedas, tirado por caballerías con taburete delantero para el conductor, por dentro con dos o cuatro asientos “cara a cara” de madera cubierto por capota de vaqueta, abierto por delante y resguardado parcialmente de la intemperie por detrás. Sobre esta se apoyan los pasajeros sirviendo de este modo de respaldo el carruaje), todos acudían a la orilla del mar, a la fiesta del sol y el agua.

Una vez abierto el nuevo Camino del Grau, el viaje era mucho más cómodo y rápido.

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A las puertas de la ciudad, junto a las murallas, esperaban las tartanas desde las que los tartaneros entonaban su continua cantinela: “Uno falta i eixim…”, pues el carromato salía cuando estaba completo o cuando los pasajeros se cansaban de esperar.

Tanto por la Alameda como por el Camino del Grau, el paseo era muy agradable, por estar bordeados de grandes y frondosos árboles.

El Camino del Grau, con cuatro hileras de hayas, formaba un cerrado túnel de verdor que protegía del fuerte sol del verano.

Aunque no todo era motivo de alegría.

“[…] A cuatro mil duros asciende la cantidad necesaria para la recomposición del Camino del Grau, en el que todos los días se producen accidentes al volcar carros y tartanas y otros vehículos, que sufren las consecuencias, y los que van dentro […]”.

Pero en Valencia el encuentro con el mar se hacía de un modo muy rudimentario.

Faltaban en nuestra playa los balnearios que convirtieran la orilla del mar en un fuerte polo de atracción turística.

Los antiguos baños flotantes “La Florida”, “La Estrella” y “La Perla del Turia” se habían hundido, unos literalmente, otros a base de un progresivo retraimiento.

Mientras tanto no íbamos “apañando” con “les barraquetes de nadar”, rústicas chozas de caña, palos y ramaje, que fueron sustituidas paulatinamente por nuevas construcciones de madera y toldos impermeabilizados.

Instaladas por lo que ahora es el Paseo de Neptuno, se pensaron en principio, para ser usadas solamente por mujeres, para las que se reservaba una zona de playa separada de la de los hombres por 200 varas.

Antonio Zarranz Beltrán, militar y diputado, había tenido oportunidad de viajar por el extranjero.

Inspirándose en el ambiente de las playas francesas, quiso implantar en el Cabanyal un balneario que hiciese subir de tono el ambiente playero.

Su primer paso fue solicitar del Estado que le concediera unos terrenos de dominio público, a orillas del mar, en una zona comprendida entre la acequia del Gas y el límite por donde entonces se montaban las barracas de baño.

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Una resolución gubernativa del 4 de febrero de 1.888 le concede explotar un rectángulo de 150 metros de lar, paralelos al mar, por 100 metros de ancho en sentido perpendicular.

Pronto los 150 metros se convirtieron en 200.

Pero la primera iniciativa no tenía unos planes tan ambiciosos como los que con el tiempo se irían perfilando.

Muy pronto se va ampliando el proyecto, y ya en octubre de 1.889 solicita y obtiene autorización para ocupar un rectángulo de 60 por 8 metros, y construir en él el cuerpo central de lo que luego constituiría el balneario de Las Arenas.

A partir de entonces, acudir a la playa, sobre todo a Las Arenas, constituía un rito social, en el que el baño no era la principal actividad, tampoco tomar el sol, pues la tez blanca era sinónimo de distinción.

El balneario pretendía distinguirse de todos los de su entorno, y lo consiguió, ofreciendo más calidad y mejores servicios.

Es bien cierto que para desnudarse de sus púdicos trajes y enfundarse en otros más púdicos todavía, las encopetadas señoras y las damiselas debían vencer un millón de prejuicios.

Zarranz sabía todo esto, y con su balneario pretendía satisfacer todas estas demandas sociales: distinción, buena música, discreción, sombrillas de encajes, leche merengada con canela y ambiente propicio para el lenguaje del abanico, que las damiselas empleaban para comunicarse con sus admiradores o pretendientes.

El primer Zarranz no verá culminada su obra puesto que fallecería antes de 1.906.

Será un pariente suyo, Enrique Zarranz Lázaro, quien le de continuidad, cumpliendo con su papel de tutor de los hijos de Antonio, entonces menores de edad: María Gloria, Ana y Antonio María Zarranz Lavernia.

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Capdepont Chapa y Benlliure

En las postrimerías de la independencia municipal, el Ayuntamiento quiere rendir homenaje a tres personalidades de la vida local el 16 de enero de 1.894.

Se trata de la actual calle de la Barraca en el tramo que abarca el Cabanyal estricto, del Grau a la acequia del Gas.

El nombre de Capdepont que llevó durante muchos años fue confundido durante años por cierta nebulosa tradición que creía ver el origen de este nombre en la cabeza de puente que cruzaba la acequia del Gas.

Aunque este nombre, propio de un alcalde de la Vilanova del Grau, sería trasladado al Grau, rotulando así una de sus principales calles, prácticamente desaparecida con los bombardeos de la guerra civil.

Pero el nombre que de verdad ha perdurado hasta nuestros días vinculado a la nomenclatura de nuestro callejero, y concretamente ocupando el lugar de la antigua calle Mayor o calle de San Telmo, ha sido José Benlliure, aunque en el momento en que se cambió en nombre, solo se referían al tramo que iba del Grau a la acequia de Gas o Canyamelar, manteniendo el de calle de San Telmo para el tramo del Cabanyal.

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La anexión

La vida en Cabanyal seguía su marcha, pero al final del siglo XIX iba a cambiar el ritmo.

El alcalde Cayetano Albert inicia el expediente del alcantarillado y vigila las condiciones sanitarias de la población, procediendo a la desecación de los charcos que pudieran ser causa de focos infecciosos.

La entrada en el siglo XX iba a traer muchas novedades.

Para el Pueblo Nuevo del Mar, la principal iba a ser la pérdida de su independencia y la incorporación de su Ayuntamiento, a todos los efectos, al municipio de Valencia, era el verano de 1.897.

La historia del Pueblo Nuevo del Mar es la historia de un voluntarismo impotente.

La anexión hay que situarla en el contexto de las pretensiones de grandeza de la cercana y voraz capital.

Desde el punto de vista de la Valencia, el Pueblo Nuevo del Mar, era un continuo foco de conflictos, demasiadas preocupaciones y escasa rentabilidad.

Quien, diez años antes de la anexión, en 1.886 no estaba de acuerdo en absoluto con ella era Francisco García Dutrús, hijo del alcalde y concejal a su vez.

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El 3 de mayo de 1.888, la capital sigue insistiendo.

El Ayuntamiento de Pueblo Nuevo del Mar decide elaborar una encuesta, recogiendo las respuestas por domicilios.

En esos momentos, hay en el Cabanyal 2.677 vecinos o familias y se recogen 1.767 repuestas.

El 100% responden que están conformes con los intentos anexionistas.

A partir de estas fechas se somete al Ayuntamiento de Pueblo Nuevo del Mar a una presión extraordinaria.

Por ejemplo, se le acusa al Ayuntamiento que no le han exigido a los Gremios el cobro que adeudan por consumos, pero este contesta diciendo que desde el 1 de enero de 1.890 ha sufrido una desgracia tras otra: “[…] la epidemia de dengue o trancazo, la del cólera morbo, los tristes sucesos de la huelga general en mayo, y por consecuencia de tales desgracias el retraimiento de las transacciones mercantiles, la paralización del trabajo para los obreros, la ruina de la industria y el comercio, el retraimiento de los bañistas forasteros y la baja en los artículos sujetos al impuesto de consumo […]”.

De nada sirven las razonadas excusas del Ayuntamiento, el 4 de octubre se decreta la suspensión de los 14 concejales a causa del expediente.

Como conclusión, el 5 de octubre toma posesión el nuevo Ayuntamiento presidido por al alcalde Ramón Pascual Simó, y contando con Vicente Viñes Roig como primer teniente de alcalde, toman una primera medida: hacer el inventario de todos los bienes del Ayuntamiento anterior.

Después de tantas destituciones y nombramientos sin saber las razones ocultas, el resultado cierto es que poco a poco se iba desprestigiando al Ayuntamiento de Pueblo Nuevo del Mar.

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Con la anexión de Vilanova del Grau, este perdía el control sobre el Puerto y todo su entorno comercial, Pueblo Nuevo del Mar, en cambio, tenía poco que perder.

La anexión parecía inminente.

La política expansionista de la capital era muy fuerte, respondiendo a un modelo ideológico de ciudad engrandecida, dispuesta a no permitir más conflictos con municipios del entorno y deseosa de someter a sus intereses inmobiliarios y urbanísticos los terrenos prácticamente vírgenes de los municipios de alrededor.

Por otra parte no hay que olvidar el factor de prestigio “nacional” para la burguesía valenciana, que suponía habitar una gran ciudad semejante a otras capitales de España.

Para eso se incorporaron de 1.870 a 1.900 poblaciones como: Patraix, Benimaclet, Beniferri, Russafa, Benimamet, Borbotó y Mahuella, Massarrojos, Carpesa, Benifaraig y Campanar.

En esa época, siendo ministro de Hacienda el valenciano Juan Navarro Reverter y presidente del Consejo de Ministros Cánovas del Castillo, las pretensiones del Gobierno eran aumentar el cupo de consumos en Valencia, pero esta no podía permitirse el lujo de contribuir con más dinero al Gobierno central si a ello no contribuían los cercanos poblados aludidos.

Con la incorporación de Pueblo Nuevo del Mar, Valencia, bajo la presidencia de su alcalde Gaspar Herrero, gana 11.291 habitantes y 73.392 pesetas en concepto de consumos.

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Conclusiones

El primer gobierno de la democracia fue el que mostró sensibilidad por estas poblaciones, elaborando en enero de 1.978 una propuesta de declaración de conjunto histórico artístico para los barrios del Grau, Cabanyal y Malva-rosa, propuesta que fue acogida favorablemente y ratificada, con ciertas reservas, por el Plan General de Ordenación Urbana de Valencia en 1.983

El Bien de Interés Cultural (B.I.C.) de Cabañal-Cañamelar fue delimitado según el Decreto 54/1993, de 3 de Mayo, del Gobierno Valenciano, por el que se declara Bien de Interés Cultural el conjunto Histórico-Artístico de Valencia. (BOE  07-10-93, DOGV 10-05-93).

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente al Cabanyal, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

  • Antonio Sáñez Reguart . Diccionario histórico de los artes de la pesca nacional (1.791-1.795)

  • Antonio Domínguez Ortiz. Carlos III y la España de la Ilustración

  • Ferrocarriles de España

Fotografías

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