1957 La gran riada

1957 La gran riada

Los efectos de la larga y amarga posguerra tocaban a su fin.

Y en los propios vecinos resurgía un halo de relativa tranquilidad.

Pero no, el verano de aquel año el Ayuntamiento de Valencia recobró el antiguo proyecto e inquietante plan urbanístico de prolongar la actual avenida del Oeste desde San Joan del Mercat hasta Na Jordana esquina con Guillem de Castro, donde actualmente se halla el IVAM, lo que suponía graves daños para el histórico trazado urbanístico del El Carmen.

Esta vez se pretendía que la nueva arteria enlazara en este punto con un nuevo puente de nueva factura, más ancho que el de Sant Josep, para hacer que la citada avenida fuera una vía directa de acceso al centro de la ciudad dedo el tránsito de la otra parte del río.

La movilización cívica, encabezada por algunas comisiones falleras de la barriada, especialmente Na Jordana fue general.

La comisión editó la octavilla:

¡El barrio del Carmen desaparece!

donde se enumeraban todas las calles del centro histórico afectadas por los planes del proyecto, entre las que se encontraban las siguientes de la barriada: Dalt, Baix, Mesó de Morella, Sant Tomás, l’Arbre, Roteros, Pintor Fillol, Pineda, Salvador Giner, Na Jordana, Corona, Beneficència, Sant Ramón, Ripalda, Soguers, Corredors, Llíria, Horts, Museu, Raga, Furs y Serrans.

Se recogieron firmas entre el vecindario para sensibilizar al resto de la ciudadanía y algunas instituciones como el Ateneo Mercantil presidido por Joaquín Maldonado o el diario Las Provincias dirigido por Martí Domínguez, se adhirieron y secundaron la campaña.

Pero la iniciativa, llegado el otoño se paralizó, la gran riada producida el 14 de octubre de 1.957, acaparó toda la atención de la administración municipal.

La inundación decidiría el desfavorable destino del barrio, un desbordamiento del río que coincidió con un brote de gripe, y que supuso que El Carme quedara muy afectado por la parte más baja, precisamente donde transcurrió el antiguo brazo del Turia.

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El domingo 13 de octubre, hacia la media noche, serenos, guardias municipales y otros agentes recorrían la demarcación tratando de despertar y alertar al vecindario golpeando los portales de los patios, pero los vecinos apenas tuvieron tiempo de reaccionar.

Hacía la una de la madrugada, un torrente de agua revuelta penetraba por el barrio.

En las inmediaciones del puente de San José desapareció todo un poblado de 80 chabolas que había sido evacuado con urgencia al recibir el primer aviso de riada.

Con todo, la avenida sorprendió a un joven matrimonio que tuvo que subirse al tejado de su habitual barraca y fue arrastrado por las aguas.

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Pero fue el lunes 14, hacia las 13:30 horas (en el recuerdo quedó que se hizo de noche) cuando aparecieron tonalidades plomizas en el cielo, llovió fuertemente y el caudal del río fue tal que arrastró con toda su fuerza todo lo que encontraba a su paso (árboles, troncos, residuos, efectos personales, muebles, animales muertos, etc.).

En pocos minutos desapareció el popular Pont de Fusta.

Desde Guillem de Castro, por la calle de Na Jordana y desde la plaza del Portal Nou hasta Serrans, todas las calles perpendiculares al río llevaban toda la corriente hasta El Carme.

Los pozos de las casas y las bocas de alcantarillado no cesaban de vomitar agua que conmovió los cimientos de los debilitados edificios.

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Los vecinos, desde los balcones y ventanas de sus casas, contemplaban con horror y, por la noche lanzaban papeles encendidos para observar si había aumentado o decrecido el nivel de las aguas.

En la plaza del Carmen las puertas de la iglesia de la Santa Cruz reventaron y salieron flotando sus bancos de madera.

Se hundió el piso de su nave central y permitió ver su bóveda subterránea.

El agua y el barro alcanzaron un nivel de dos metros y destrozaron todo el mobiliario de la parroquia.

En la capilla de la Verge del Carme resultaron dañados los bancos que se hallaban rodeando el zócalo, y el techo se agrietó.

Muchos de los vecinos mayores aún recuerdan lo que para ellos fue una pesadilla nunca vivida hasta entonces:

“[…] Desde el balcón de nuestra casa de la calle Santo Tomás, en el corazón del barrio del Carmen, veía que el nivel del agua subía y ya alcanzaba las primeras baldosas de la fachada. El agua subía y subía y nuestros vecinos de las plantas bajas tuvieron que pasar por las terrazas de la parte trasera. Lo peor, sin embargo, llegó cuando el agua sacó como si fueran transatlánticos, los enormes toneles de vino de 500 kilos que había en una bodega de la calle Alta. Algunos vecinos todavía recuerdan los olores del barrio del Carmen, del olor del barro putrefacto, de los animales muertos en las vaquerías, de los granos fermentados en los almacenes, y recuerdan también atemorizados al ver sobre la ciudad oscura las luces de los reflectores de los barcos: les recordaba la guerra.[…]”

El nivel alcanzado por las aguas fue desigual en el barrio del Carmen, afectando a su zona baja: desde los 0,60 metros de la plaza de Sant Miquel, a los 2,80 metros de la calle Moret o a los 3 metros alcanzados en la calle del Baix.

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Durante la primera riada, las aguas alcanzaron los 2,25 metros en la calle del Baix y los 2,70 en la calle de Na Jordana.

La segunda avenida fue más grave que la anterior, oscilando la altura de las aguas entre los 0,60 metros de la plaza de Sant Miquel; 1,20 metros en las Torres dels Serrans; 1,60 metros de la calle de la Corona; 2,80 en la calle Moret; 3 metros de la calle del Baix; 3,50 en la zona de Na Jordana y adyacentes y 4 metros en la calle de Les Roques.

A pesar que la prensa local decía que las calles más afectadas fueron las calles Roques, Roteros, Baix, Santo Tomás, Salvador Giner, Soguers, Dalt, Na Jordana y Mirto, casi todo el barrio sufrió los efectos de la riada y la humedad produjo que comenzaran o tuvieran peligro de desmoronarse algunos de sus edificios más débiles.

En el momento más álgido de la catástrofe, los vecinos, que vivían en las plantas bajas, salieron con precipitación por las ventanas hacia arriba, ya que las puertas presionadas por la inmensa masa de agua hacia imposible abrirlas.

Otros subieron a los pisos superiores donde permanecieron aislados durante 2 ó 3 días con la ayuda de los vecinos que, a su vez, remontaban a los tejados en busca de ayuda aérea.

Se decía que desde los helicópteros se lanzaban víveres.

Durante veinticuatro horas se padecieron los males de la inundación, unido a la impotencia del aislamiento, porque muchos vecinos no podían salir a la calle y en las viviendas faltaba la luz y el agua.

En estos primero momentos de desconcierto se llegó a plantear la conveniencia de evacuar al barrio en masa, pero pronto se desistió por el problema que supondría para la ciudad, prácticamente deshecha, movilizar y acondicionar otro lugar que acogiera una masa de 30.000 ciudadanos.

Diversas organizaciones se volcaron, literalmente, con El Carme.

En esos primeros momentos se repartió un camión de pan al que siguieron otros con comida y ropa procedente de diversas poblaciones como Sumacárcel, Castellar, Parcent y otras no menos importantes en cuanto a la ayuda prestada.

Arroz, alubias, leche en polvo, aceite, queso, patatas, cebollas y verduras frescas, también se repartieron muchas mantas y prendas de ropa.

Los cooperantes llegaban a la parroquia de Santa Creu ofreciendo su ayuda y preguntando cual era la dirección de las familias más necesitadas.

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Se hizo famoso un muchacho de la calle Garcilaso que salvó a nado a catorce personas; una anciana pobre hizo tiras sus mantas para salvar a una familia que se ahogaba en una planta baja y así hubieron muchos héroes anónimos que ayudaron en acciones humanitarias.

Pese a todo, las víctimas ocasionadas por la riada fueron muchas menos de las que en principio se pensó.

En el barrio se produjeron oficialmente 5 muertos.

Se dice que en Roteros aparecieron 3 cuerpos sin identificar o sin datos precisos.

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El martes 15 de octubre, desparecidas las aguas, fue un día de estupor.

Los propietarios de las viviendas situadas en las plantas bajas habían perdido la práctica totalidad de su humilde mobiliario y efectos.

La barriada, sumida en el barro y la humedad, presentaba un aspecto desolador.

Los muebles se amontonaban en la calle frente a las casas.

El color marrón del barro era el que predominaba en las calles, aceras y fachadas de las casas donde se había incrustado y un 50% de los edificios, si no se habían desplomado, presentaban amenaza de ruina o se encontraban bastante deteriorados, llenos de humedad que todavía estaría presente durante muchos años después.

Hubieron de transcurrir cinco días más para que algunas calles resultaran transitables.

En uno de los accesos a El Carme, la plaza de Sant Jaume, se vio como el barrio había sido arrinconado frente a las fachadas de las viviendas en montones cuya altura alcanzaba más de un metro de altura.

El hedor fétido hacia ver la crudeza del agua convertida en cieno.

Desde las casas de los números 10 al 34 de la calle de Baix se habían colocado unas cuerdas para que los vecinos evacuados pudieran salir de sus casas con más seguridad.

Equipos de médicos y enfermeras voluntarios asistían a los heridos y enfermos.

La calle de Sant Tomás también fue una de las más perjudicadas.

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Los vecinos comentaban el fundado temor de una probable epidemia tifoidea ya que las charcas apestaban y bandadas de ratas campaban a sus anchas por el barro, corriendo entre montones de residuos.

En el mismo estado se hallaban las calles de Raga, Mirto y Cobertiç; por las calles de En Borrás, Pineda y Pintor Fillol el aspecto era similar y se contemplaban los escombros por hundimiento de esta última calle.

Accediendo a la plaza del Carmen, una visón dantesca, allí se amontonaban tiestos, muebles, colchones y todo tipo de objetos procedentes de la vecina calle Fos.

La calle Pare d’Orfens (Padre Huérfanos), los locales de la Gran Asociación, las calles Damià Forment, Moret, Roteros también fueron lugares muy castigados.

La calle Na Jordana se encontraba intransitable, al igual que las calles Soguers, Ripalda, Beneficència y Sant Ramón.

Sin embargo la plaza del mercado de Mossén Sorell y la calle Corona, donde confluían las corrientes provenientes de la acequia de Rovella, por la calle Turia y la del puente de Sant Josep por las calles Dalt y Baix, fueron puntos poco afectados por estar situados en la parte más alta del barrio.

En la Beneficència se hallaban 800 personas, entre niñas, comunidad religiosa y empleados que en el momento de la riada se protegieron subiendo a las dependencias de los pisos más altos; días después la institución también albergó a 50 personas procedentes del barrio de Nazaret.

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Frente a la Casa de Socorro del puente de Sant Josep se veían los efectos de las aguas en la plaza del Portal Nou y Salvador Giner, que resultaba imposible cruzar en ninguna dirección, porque quien trataba de caminar entre los montones de barro quedaba aprisionado.

Como medida de urgencia se habilitaron lugares para acoger a todos los vecinos que se habían quedado en la calle.

Los damnificados de El Carme fueron también amparados de forma provisional en la parroquia de Sant Miquel, pero aquellos que quedaron en prácticamente en la indigencia se refugiaron durante un periodo más largo de tiempo en la Casa de la Misericòrdia, cuyas instalaciones aún no se habían inaugurado en el momento de la inundación.

Las ayudas económicas se destinaron a los comercios e industrias que sufrieron mayores pérdidas.

Los particulares podían optar a diversos sistemas de ayudas; de entre ellos, aquel que en principio, parecía más práctico era el que consistía en la entrega de unos talonarios de cheques especiales para pagar con ellos el importe de las mercancías que adquiriesen, el límite de compra asignado a cada familia damnificada variaba dependiendo de las pérdidas ocasionadas, con ellos se podía acudir a cualquier establecimiento de la ciudad.

En su cubierta, de estos talonarios, se advertía que solamente servían para adquirir artículos de vestir y ajuar doméstico, tales como: ropas, calzado, mobiliario, utensilios de cocina, colchones, etc.

Los comerciantes los aceptaban y establecían un saldo y después acudían con sus cheques a la Caja de Ahorros quien se encargaba de hacerlos efectivos.

Pero el trámite para la solicitud del talonario y la posterior comprobación de las compras hizo de este método una práctica tediosa y lenta.

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Según comentan los vecinos de El Carme, después de esta catástrofe el barrio no volvió a levantar la cabeza, y es que, tras la inundación, se llegó, incluso, a la marginación y pobreza extrema en alguno de sus puntos, sobre todo en aquellos con los edificios más afectados, el deterioro era evidente.

Existía básicamente una gran cantidad de vecinos de edad avanzada que habitaba allí desde siempre, por lo que el barrio se convirtió en residencia de una depauperada y envejecida población.

Por estar instalados en las plantas bajas desaparecieron muchos de los humildes talleres artesanos que no pudieron hacer frente a los gastos de reposición de sus herramientas, instalaciones y productos fabricados.

En algunas fachadas se pintaron unas señalizaciones que recordaban el nivel alcanzado por las aguas en ese punto: Hasta aquí llegó la riada, señalizaciones que todavía podemos ver en la actualidad en algunos lugares.

El 22 de octubre hizo su aparición una plaga de piojos.

El barro seco despedía vapores que hacían enrarecer el ambiente y exigió el uso de máscaras protectoras; buena parte del vecindario empleó botas de goma como calzado habitual.

Para la reconstrucción del pavimento dañado del barrio se destinaron 930.000 pesetas; para diversos trabajos de limpieza y desatranco 974.000 pesetas; para el pavimento y pintura de la parroquia de Santa Creu 359.000 pesetas y para reconstruir totalmente el jardín de les Alberedes de Serrans (Alameditas de Serranos) 3.651.000 pesetas, de las cuales solo se gastaron 2.872.000 pesetas.

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente al Carmen, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Barrio del Carme de Valencia. Marí Ángeles Arazo

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • La población del barrio del Carmen. Manuela Balanzá

  • Manual del viajero y guía de los forasteros  en Valencia. Vicente Boix

  • Historias y anécdotas del Barrio del Carmen. Juan Luis Corbín

  • La Valencia musulmana. Vicente Coscollá

  • Avecindados en la ciudad de Valencia en la época medieval. María de los Desamparados Cabanes Pecourt

  • El Carme. Crónica social y urbana de un barrio histórico. Rafael Solaz Albert

  • El Carme de l’obrador al pub. Manuel Hernández i Martí Gil

  • Morfología del barrio de El Carme. Manuela Balanzá

  • El ornato urbano. La escultura pública en Valencia. Rafael Gil y Carmen Palacios

  • Valencia Centro Histórico. Trinidad Simó Terol

Fotografías

  • Archivo fotográfico de Abelardo Ortolá

  • Archivo fotográfico de Rafael Solaz Albert

  • Archivo fotográfico de Lázaro Bayarri

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  • Archivo fotográfico de Ludovisi y señora

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