Valencia en el siglo XVIII

Valencia en el siglo XVIII

La ciudad en el siglo XVIII. Reformas urbanas, epidemias e industrias del siglo XIX

Tras la Guerra de Sucesión de 1.707, Felipe V mandó cerrar todas las puertas y portillos de la muralla, excepto las de Serrans, Quart, del Reial y Sant Vicent.

Eran épocas de renovación y construcción de iglesias lo que originó que acudieran a Valencia diversos artistas, como Palomino, que se instala en El Carme.

Para el orden administrativo se procedió a parcelar la ciudad en distritos y barrios.

En el siglo XIX se produjeron diversos cambios urbanos en la ciudad, especialmente en el barrio.

Los grandes huertos situados al Oeste fueron urbanizados apareciendo nuevas calles y se construyeron edificios para albergar diversas instituciones benéficas.

Mientras se derribaban las murallas, una incipiente industrialización irrumpía en el barrio salpicada por las epidemias de cólera.

El primer molino de chocolate se instala en la calle de Dalt.

Posiblemente fuera el mismo que se cita como situado en la plaza de Mossén Sorell, según quedó citado en un anuncio del Diario de Valencia, del 4 de octubre de 1.792.

Hacia mediados de siglo comienza una fase de expansión económica que da paso a una incipiente industrialización.

En el barrio se emplazan dos fábricas de hilaturas y tinte de seda.

Siguen funcionando alfarerías de la calle de la Corona y en el Portal Nou se instalan los almacenes de comerciantes franceses que tenían sus tiendas en la zona del Mercado.

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Con el fin de evitar robos y pendencias, el 1 de diciembre de 1.763, se colocaron en la ciudad los primeros faroles.

Se pusieron a 40 pasos de distancia unos de otros y fueron costeados por los propietarios de las casas a que correspondían.

Estos primeros faroles se apagaban a las 11 de la noche.

Pero como los ciudadanos estaban descontentos con este alumbrado en 1.771 se estableció otro tipo y se creó el cuerpo de faroleros, para lo cual pagaba cada casa un canon de 14 reales de vellón al año.

Los nuevos fanales de aceite eran pequeños, triangulares y se colgaban de unos ganchos de hierro clavados en la pared.

Del total de 2.356 faroles con que contaba la ciudad, 436 correspondían al cuartel de Serranos, una cantidad sensiblemente inferior a la de otros barrios.

El comisario responsable del alumbrado para toda la ciudad fue Joaquín Escolá i Climent, regidos que vivía en el barrio, en la plaza de l’Abre.

Era la época en que se vieron por El Carme los vigilantes del recién creado cuerpo de serenos.

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En virtud del auto acordado por la Real Audiencia de la ciudad, el 5 de octubre de 1.769, cumpliendo la Real Cédula del 13 de agosto de ese año, la ciudad se dividió en cuatro cuarteles: Serranos, Mercado, Mar y San Vicente, que a su vez, contenían cada uno un número determinado de barrios.

El Carme estaba comprendido en el de Serranos y parte de San Vicente.

En los edificios se colocaron los rótulos con un número secuencial que los identificara, así como otro indicando la manzana a la que pertenecían y también el nombre de las calles, en unos azulejos que medían 15×20 centímetros de lado respectivamente.

Las letras de les rajoletes que indicaban los números de los edificios y manzanas se pintaron de negro, como puede verse en las que todavía subsisten en la actualidad.

Las del título de las calles se dibujaron en azul y negro (en la de Vall de Crist, hasta los años 60, se conservaba una de estas).

Quedaron noticias que en El Carme hubo cierto desconcierto a la hora de colocar los azulejos con la denominación de las calles puesto que algunas eran conocidas con varios nombres.

Se tuvo que adaptar rápidamente una rotulación acorde a lo que pareció más adecuado, nombrándose una comisión que examinara los verdaderos nombres de cada calle o corregir los erróneos.

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Pese a todo, muchas de las vías del barrio permanecieron sin rótulo, ya que los encargados de colocar las placas olvidaron algunas de las menos importantes.

Así pasaron desapercibidos callejones, atzucats (El centro histórico de Valencia cuenta con varias calles sin salida. Este tipo de calle se llama azucat) y algunos cobertizos a los que no se les dio consideración de calle y sí de lugar de paso sin nombre.

En 1.770 se procuró subsanar estas omisiones colocando algunos de los azulejos que faltaban.

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El barrio primero del cuartel de San Vicente abarcaba la zona que quedaba dentro del recinto de la calle Corona, Mossén Sorell, Mesón de Morella, Baja de Alfondech, Tros Alt, Bolseria, Carda, Larga del Empedrado, hasta la muralla.

Serranos alcanzaba una amplia zona, de 77 manzanas y 1.383 casas.

Su primer barrio comprendía la parroquia de San Lorenzo, convento de Santa Ana y la ermita de San Jaime.

El tercero, correspondía exclusivamente a la parroquia de Santa Cruz.

El cuarto, los conventos del Carmen y San José.

El quinto y último, el convento de la Corona y la ermita de San Pedro Mártir.

Se nombraron los primeros alcaldes para cada barrio.

El Carme aún era considerado por entonces como un suburbio de la ciudad.

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Se vio citado en alguna ocasión como lugar, partida, poblado y arrabal referido a la zona donde quedaban algunos terrenos por urbanizar del antiguo Partit y sus inmediaciones.

El comienzo del siglo XIX iba a resultar movido.

La participación de las gentes de la barriada en la Guerra de la Independencia contra la ocupación francesa de 1.808 fue, mayoritariamente, en la defensa de las puertas de la muralla que recaían al barrio: Serrans, Portal Nou o Sant Josep y Quart, dotadas de cañones del calibre del 4 y del 8.

En el baluarte de la reconstruida Torre de Santa Caterina, junto a la de Sant Josep, se colocó una sola batería.

Para la protección de las murallas se había dispuesto su señalización en la parte interior con unas rayas gruesas de cal o almagre (Óxido rojo de hierro, muy abundante en la naturaleza, que se emplea en pintura como colorante), en la que figuraba la división responsable de su defensa, debiendo llevar cada una su número correspondiente junto al nombre del santo o santa más apropiado al lugar.

Una descripción de la cruenta batalla nos la proporcionó Luis Orozco:

“[…] Por fin atacaron los franceses la ciudad, la mayor parte fue por la Puerta de Quart y batería de Santa Catalina situada frente al pretil del río Turia […] A los franceses, desde la una de la tarde, se les contestaba con innumerables tiradores de fusil y a las ocho de la tarde, se retiraron con gran pérdida, dejando muchos chaponazos en las torres de la puerta de Quart, loos que existen y existirán para perpetua memoria […]”.

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Y es que la lucha en la Torres de Quart fue heroica y tras la provisional derrota del francés se colocaron dos lápidas sobre la citada puerta, en recuerdo de esta victoria que tuvo lugar el 28 de junio de 1.808.

Con motivo de la guerra, en 1.810 se reconstruyó la línea que rodeaba la muralla con un foso defensivo en el que se instalaron baterías frente al baluarte y torre de Santa Catalina y la franja del arrabal de la puerta de Quart.

Desde entonces este nuevo trazado, que posteriormente abarcó todo el recorrido de la muralla, comenzó a conocerse como línea de circunvalación, título que ha llegado hasta nuestros días.

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La comunidad de Carmelitas Descalzos del convento del Carmen, iría poco a poco participando activamente en la contienda.

A ellos fue entregado un pendón en el que se hallaba pintada la imagen de San José, bandera que sirvió de reclamo para el alistamiento de personas en la defensa de la ciudad, nómina que los mismos frailes del convento se encargaron de redactar durante ocho días en los que formaron colas los voluntarios.

Los religiosos también participaron en la batalla de Quart defendiendo la ciudad desde la muralla próxima a las torres y cedieron sus conventos (entre ellos el del Carme) para ser habilitados como cuarteles y hospitales.

El 9 de enero de 1.812, el general Joaquín Blake y el ejército que defendía la capital, salieron al Portal Nou y puente de San Josep para rendir Valencia.

Con la entrada del general francés Suchet se produjeron represalias contra aquellos que habían defendido la ciudad y, entre ellos, 25 religiosos carmelitas que fueron concentrados en la plaza de San Francisco y trasladados como prisioneros hacia Francia.

Algunos, los más ancianos y enfermos, quedaron recluidos en condiciones penosas en el convento que daba nombre a la citada plaza.

El cólera que sufrió la ciudad a mediados de siglo se cebó con la barriada y sus calles más insalubres, especialmente durante los años 1.854, 1.865 y 1.885.

Pocos datos existen de la primera epidemia, tan solo la descripción de una familia afectada en la calle de Corredors.

Por la parte que afectaba al barrio se realizó un proyecto, presentado por la Sociedad Económica, que trataba de auxiliar a las personas más pobres y se estableció un sistema de cocinas económicas repartidas por la calle Serrans.

En 1.865 e inmediatamente que fue conocida la propagación del cólera, se designaron una serie de boticas instaladas en la ciudad, entre las que se encontraban dos pertenecientes a El Carme: la del Tossal y la de la Cadena ambas despachando recetas a los pobres que habían contraído el cólera.

Las autoridades sanitarias ordenaron que las calles más castigadas por la epidemia encendieran en la noche unas hogueras quemando azufre, con el fin de desinfectar el aire.

Como en un primer momento no se habían designado hospitales especiales, todos los afectados fueron conducidos al Hospital Provincial.

La Casa de la Misericòrdia cedió 50 camas y 200 camisas y la Casa de la Beneficencia, 18 camas.

En 1.885, y durante los meses de abril a septiembre, la mortalidad afectó a diversas vías comprendidas en los distritos de la Misericòrdia y del Museu: calles Baja, Corona, Mirto, Palma, San Ramón, Na Jordana, Ripalda y Soguers, estas tres últimas fueron las más afectadas.

En los primeros momentos se dijo que se trataba de envenenamientos y de sustancias tóxicas vertidas a las aguas; no fue así, la epidemia entro en nuestra ciudad por el contagio que ya se había experimentado en varios pueblos de la Ribera.

Tras un examen de los pozos se determinó la presencia de baccillus coma, principal causante del cólera.

Hacia el 22 de mayo fallecieron más de 900 personas en casas particulares de los citados distritos.

En el barrio se establecieron improvisados hospitales en la Misericórdia, Beneficència, Asilo de San Juan Bautista, Asilo del Marqués de Campo y las Torres de Serrans.

La Casa de Socorro de la calle Serrans se convirtió en un centro neurálgico de operaciones sanitarias, con cuatro médicos que alternaban el servicio todo el día.

El conserje era el encargado de relacionar las casas del distrito donde tenían que quemarse las ropas y enseres que habían sido afectados.

Los acontecimientos bélicos por la revolución de 1.869 en Valencia durante el Sexenio Revolucionario, salpicaron a El Carme ya que en algunos de los lugares del barrio tuvieron lugar cruentos enfrentamientos.

El día 8 de octubre las tropas federalistas entraran por la calle de Cavallers y ocuparon el Tossal y la embocadura de la calle de Quart donde se alzaban varias barricadas y hubo fuego cruzado, bajas y heridos entre los dos bandos.

En los días posteriores el portillo de la Beneficència, las Torres de Quart, las de Serranos, el Portal Nou fueron testigos de la presencia militar y violentos ataques con disparos de cañones que hicieron estremecería la barriada.

Pasado este periodo convulso continuaba el proceso pre-industrializador.

El taller familiar se transformaba en pequeñas fábricas donde podían trabajar varios operarios.

En la calle de Dalt número 53, se instaló una humilde fábrica de libritos y carteras de papel para liar cigarrillos, registrándose la marca Valenciano, del que se decía ser el verdadero papel de brea.

Patricio Beneyto instalaba en la calle de Baix número 16 otra fábrica que elaboraba jabones de tinte y de tocador, marca El Sol.

En años anteriores ya se había hablado de realizar grandes reformas en los barrios antiguos de la ciudad, precisamente por considerarlos insalubres y foco de epidemias y enfermedades.

El proyecto, que era mucho más amplio, tan solo afectó al céntrico barrio de Pescadores que fue derribado totalmente.

Parece ser que por falta de medios económicos (o primando intereses urbanísticos) no le tocó el turno a nuestro barrio, que si se vería afectado tras la catástrofe que produjo la riada de 1.897, llegando a inundar las calles, asolando viviendas y obradores de las plantas bajas.

La industrialización hizo que en la calle Gutemberg se instalara una gran caldera de vapor que, enterrada en un foso, estaba destinada a proporcionar la fuerza motriz a una serrería, una tornería de madera y, quizá, a una fábrica de pelo de conejo para sombrerería.

En 1.858 se instalaría en Blanquerias la gran fábrica de jabones Viguer.

Por otro lado, seguía la tradición manufacturera y artesana del barrio.

Existían talleres de fabricación de abanicos en la calle Concordia; de relojería en la plaza de Mossén Sorell y zona de la de l’Arbre; doradores en la de Sant Jaume y Na Jordana; ebanistas en la franja de la plaza de Santa Creu y dos famosos negocios de ropería en la calle de Baix: Casa Insa y Casa Pinazo.

En 1.889 Severino Monzó pasó a regentar una de las dos alfarerías existentes en la calle de la Corona número 35.

En la calle Serrans se veían confiteros y fábricas de chocolate y en la de Blanquerias permanecían varios curtidores.

En la zona de la calle de Baix existían diversos talleres para la confección de abanicos.

La Confianza, de Manuel Campos, fue otra fábrica de chocolate instalada en la calle Soguers número 17.

En la plaza de Sant Jaume número 9, Ramón Gómez elaboraba lejía líquida.

Se estaba produciendo el paso del pequeño obrador a la mediana fábrica ya industrializada.

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente al Carmen, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Barrio del Carme de Valencia. Marí Ángeles Arazo

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • La población del barrio del Carmen. Manuela Balanzá

  • Manual del viajero y guía de los forasteros  en Valencia. Vicente Boix

  • Historias y anécdotas del Barrio del Carmen. Juan Luis Corbín

  • La Valencia musulmana. Vicente Coscollá

  • Avecindados en la ciudad de Valencia en la época medieval. María de los Desamparados Cabanes Pecourt

  • El Carme. Crónica social y urbana de un barrio histórico. Rafael Solaz Albert

  • El Carme de l’obrador al pub. Manuel Hernández i Martí Gil

  • Morfología del barrio de El Carme. Manuela Balanzá

  • El ornato urbano. La escultura pública en Valencia. Rafael Gil y Carmen Palacios

  • Valencia Centro Histórico. Trinidad Simó Terol

Fotografías

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