El Cister en Valencia

El Cister en Valencia

El Monasterio de San Miguel de los Reyes

En el Reino de Valencia, el Cister procede a dotar dos nuevas fundaciones: Santa María De Benifassà (1.233) y  Santa María de Valldigna (1.298) que, con posterioridad, a su vez, fundará el Priorato de San Bernardo de la Huerta (1.381).

Y la adjudicación de un monasterio existente, el de San Vicente en Valencia (1.287).

Si Benifassà y San Vicente dependieron de Poblet, el de Valldigna fue filial de Santes Creus.

El Cister continuó sus fundaciones a los largo de los siglos XIV y XV, aun cuando no superara la creciente implantación de las Órdenes Mendicantes, precisamente en el siglo XIV, va a acentuarse el declive del Cister, debido a la peste negra de 1.348 (que dejarán vacíos muchos de sus monasterios. La peste negra o muerte negra fue la pandemia de peste más devastadora en la historia de la humanidad que afectó a Eurasia en el siglo XIV y que alcanzó un punto máximo entre 1.347 y 1.353. No termina de haber acuerdo entre los historiadores, médicos y biólogos sobre qué agente infeccioso causó la enfermedad, por lo tanto, no hay consenso si fue, o no, una variedad de la peste bubónica u otra enfermedad distinta, como el carbunco, la llamada peste negra), la Guerra de los Cien años (1.338-1.463. Fue un conflicto armado entre los reinos de Francia e Inglaterra que duró 116 años. El conflicto fue de raíz feudal, pues su propósito era resolver quien controlaría las tierras adicionales que los monarcas ingleses habían acumulado desde 1.154 en territorios franceses) y finalmente el Cisma de Occidente (1.378-1.417).

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El Cister en Valencia

El Monasterio de Santa María de Benifassà.

Este monasterio se situó entre los reinos de Aragón, Valencia y el Condado de Barcelona, en la zona más agreste del Maeztrago, comprendiendo los lugares y aldeas de Bellestar y su Puebla (Huesca), Malgraner (Tinença de Benifassà, Castellón), Boixar (Castellón), Corachá (Tinença de Benifassà, Castellón), Fredes (Tinença de Benifassà, Castellón), Bel (Castellón), Rosell (Castellón), Puebla de Benifassà (Castellón) y Castell de Cabres (Castellón), ocupando el centro de la Tinença de Benifassà: tierras de frondosos bosques de pinares, agricultura de cereales y economía de ganadería ovina, que llegó a ser extraordinaria y cuyos rebaños llegaban a pacer hasta en Peñíscola, es bien cierto que esta fundación cumplía los deseos del monasterio de Poblet, que pretendía contar en el reino de Valencia con una casa filial.

Si con anterioridad a la reconquista, ya Alfonso II había concedido en 1.195 la jurisdicción del castillo de Benifassà a la catedral de Tortosa para que poblase sus términos, su hijo Pedro II, en 1.208, hace nueva donación del castillo y los lugares de Malgraner (Tinença de Benifassà, Castellón), Fredes (Tinença de Benifassà, Castellón) y Rosell (Castellón), ahora en favor del prócer (Hombre ilustre que es respetado por sus cualidades y disfruta de especial consideración entre los de su clase o profesión) catalán Guillem de Cervera, y por tanto existían dos señores para un mismo territorio, este último ya anciano y viudo de su segunda esposa doña Elvira, condesa de Subirats, cansado del estrepito de las armas y más deseoso del reposo y la oración, toma el hábito del Cister en el Monasterio de Poblet, al que hace donación en 1.229 del castillo de Benifassà; esto ocasiona controversia de jurisdicción entre el obispo de Tortosa y Poblet; Jaime I debe tomar partido y logra la concordia entre las partes y, poco después, en 22 de noviembre de 1.233, dictara en Tortosa el instrumento de donación y fundación concediendo al abad de Poblet, fray Vidal, a Guillem de Cervera y a todo el convento un privilegio para que levantasen un monasterio bajo la Orden del Cister, en donde iban a establecerse los monjes con su abad, gozando de montes, caza y agua, leñas y prados, hornos y molinos y pastos, de suerte que con el tiempo sus rebaños podrán pacer en tierras de los castillos de Cervera y en los términos de Cuevas de Vinromá y Pulpis ambos en el término de Castellón, autorizados por el comendador de Alcañiz (Teruel).

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El Monasterio de Santa María de Benifassà.

Aunque Pedro III y Jaime II ratificarán y confirmarán las donaciones que había adquirido en tiempos de Jaime I, siempre Benifassà habrá de mantener sus derechos frente a los monjes de la Orden del Hospital, por la posesión de Rosell, y a la Orden del Temple por Morella y el obispado de Tortosa.

Con una población muy escasa en los lugares de su jurisdicción y una tierra agreste, el monasterio iba a levantar una iglesia con su coro y claustro, cocina, refectorio y celdas para los monjes y legos (los legos son aquellos que no ha recibido ninguna de las órdenes religiosas y que por consiguiente no pertenece al clero), posada y casa capitular, hospital y farmacia, llegan a mantener hasta 40 monjes.

El monasterio se dotó de carpintería y herrería para construirse los aperos necesarios y, al tiempo que contaba con la granja (muy propia de los cistercienses, llevada por los hermanos legos), disponía de un scriptorium (El término scriptorium, literalmente “un lugar para escribir”, se usa habitualmente para referirse a la habitación de los monasterios de la Europa medieval dedicada a la copia de manuscritos por los escribas monásticos) para atender los encargos llegados hasta aquellas tierras de soledad.

Este monasterio nunca fue rico, pero mantuvo una estabilidad económica a lo largo de los siglos XIV y XV.

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El Monasterio de Santa María de Valldigna.

El Monasterio de Santa María de Valldigna debe su fundación a Jaime II, quien el 15 de marzo de 1.298, concedió, a los monjes cistercienses de Santes Creus, todo el valle del Alfandech que comprendía las poblaciones de Simat, Benifairó, Tavernes, Alfulell, Ràfol, Ombría y Massalili (Mazalalí) habitados por musulmanes y cristianos, así como los castillos de Mariñén y Alcalá, inicio de una serie de concesiones que iban a conformar un extenso dominio.

En el archivo de las monjas bernardas de la Zaydia de Valencia se conserva un manuscrito que cuenta que luego de contraer matrimonio Jaime II con doña Blanca, hija del rey de Nápoles, determinó llevar sus huestes al reino de Murcia y al paso por el Real Monasterio de Santes Creus, yendo a reclutar fuerzas, el abad fray Joan Bonanat de Vila-Seca se ofreció a acompañar al monarca y servirle de capellán mayor.

De regreso de su empresa, acompañado siempre por el abad, en tránsito por los términos de Gandía y Denia, pasó por el Vall d’Alfandech y viendo la fecundidad de aquellas tierras esclamó…

Vall-digna per a un monestir de vostra religó”

A lo que el abad respondió…

¡¡Vall digna!!

Sin más regresaron a Valencia, donde el monarca llamó al abad y le hizo la donación de todo el Valle para fundar el monasterio de la Orden del Cister, en acción de gracias por las victorias alcanzadas.

En un principio, 13 monjes se acogieron en un edificio de la población de Benizaell (a manera de lonja o casa de contratación, donde los sarracenos tenían su feria o mercado), hasta que hubieron levantado el nuevo monasterio, siempre contando con el castillo de Alcalá de Alfandech, como refugio en peligrosos contratiempos.

El Cister en Valencia

El Monasterio de Santa María de Valldigna.

Con el tiempo, el monasterio iba a recibir de Jaime II nuevas donaciones en 1.300; al año siguiente, deseando el monarca ampliar su favor y gracia a su real monasterio, deja exentos todos sus bienes y frutos de toda tributación  por lezda (lezda es el tributo o impuesto que se pagaba por las mercancías en la Edad Media. Era un impuesto sobre las mercancías vendidas a personas foráneas y generalmente consistía en la undécima parte de lo vendido), peaje, herbaje, etc., al tiempo que, para hospedarse decentemente, concede al abad pueda adquirir sendas casas en las ciudades de Alzira, Xàtiva, Gandía y Valencia (en esta última todavía permanece en el recuerdo el Portal de Valldigna).

El monarca seguirá en su protección al monasterio con la donación de una serie de alquerías, al tiempo que los sucesivos abades iban adquiriendo posesiones en la propia huerta de Valencia, o se hace cargo de la iglesia parroquial de Ràfol, repoblando el lugar con familias cristianas.

Alfonso IV ratificará en 1.331 todas las donaciones y adquisiciones que hubo tenido el monasterio, recibiéndolas bajo su protección.

Pedro IV continuó favoreciendo al monasterio con la compra para el abad Ramón Calvo en 1.339 de la alquería de Rugat; asimismo, le confisco a Juan Roiç de Corella la villa de Almusafes, que en 1.351 compraría el abad de Valldigna; en 1.368 el abad Arnau Saranyó adquirirá la población de Enova y en 1.371 la alquería de San Bernat de Rascanya, en donde la Orden fundaría un priorato.

Con Juan I y Martín el Humano los privilegios concedidos a la Orden no tienen ya el carácter de donaciones territoriales, sino más bien, vienen a ampliar su jurisdicción, de forma que el Monasterio de Santa María de Valldigna llegó a ser uno de los más importantes del Reino de Valencia (su abad, junto con el de Benifassà, representaba al estamento eclesiástico en Cortes), cuyas posesiones nos agrupa Amparo Cabanes Pecourt de la forma siguiente:

  1. de posesión musulmana: Benifairó, Simat, Xara, Alfulell, Tabernes, Ombría, Mazalalí, Alcudila y Rugat.

  2. de población cristiana: Ráfol

  3. de población mixta: Bárig

  4. sin especificar: Almusafes, Benivayre y Ciuyent.

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El Monasterio de San Vicente Mártir.

Este monasterio es considerado el más antiguo del reino valenciano, toda vez que “los huesos del santo parece que fueron escondidos durante la persecución musulmana del siglo VII y llevados a Castres (Occitania, Francia) o al cabo de San Vicente en Portugal, pero su lugar de enterramiento quedó como una reliquia tangible, venerada por los cristianos el país durante el dominio musulmán. La iglesia de San Vicente se convirtió en el centro de la devoción de la reducida comunidad cristiana de la Valencia islámica«.

Alfonso VIII de Castilla demostró su solidaridad con los cristiano de la Valencia musulmana haciendo donación de Fuentidueña (Segovia) y otras propiedades como regalo espacial a la iglesia de San Vicente de Valencia y “a todos los hermanos que atienden la iglesia de este mártir”.

El monasterio (erigido en el siglo IV, con ocasión del martirio del Santo y destruido con la ocupación musulmana) fue levantado, nuevamente con anterioridad al 1.172; Alfonso II de Aragón solamente se avino a levantar el sitio de Valencia cuando Mohammad Ibn Sa’d Mardanis, el rey Lop o Lobo de las crónicas cristianas (1.147-1.171), reconociéndose vasallo suyo, permitió que quedara para el monarca cristiano la iglesia de San Vicente, con todos sus diezmos, primicias y demás derechos.

Poco después, en 1.177, hará donación de todos aquellos derechos al abad Dodón y al Real Monasterio de San Juan de la Peña (Jaca, Huesca), por la ayuda material en su aventura por estas tierras, donación que confirmará Pedro II en 1.212 y que aquel monasterio conservará hasta la conquista cristiana, tiempo en el que la iglesia iba a continuar siendo el centro de la devoción de la comunidad mozárabe de la Valencia islámica, que se apiñaba en as casa de su entorno.

Del mismo modo, Jaime I se siente obligado al diácono mártir, por entender que le había protegido en la conquista del reino de suerte que antes de la misma, en 19 de marzo de 1.232, transfiere aquella posesión al Monasterio de San Victorián de Huesca, cenobio aragonés destruido por los musulmanes y restaurado por Sancho el Grande, a principios del siglo XII, para cuando se conquiste Valencia.

El Cister en Valencia

El Monasterio de San Vicente Mártir.

Tal era el afecto que el monarca tenía por este lugar que, seguidamente en 1.237, permitirá levantar allí mismo un monasterio, en efecto, apenas conquistada Valencia, el propio monarca se apresta a reedificar la iglesia y monasterio y a construir un hospital enfrente que, con el tiempo, será general de la ciudad.

Jaime I va a dotar generosamente al santuario que, al margen de las donaciones particulares, el 7 de enero de 1.244, dona al monasterio la villa y castillo de Quart y la alquería de Aldaya (cuyos vecinos continuaron siendo musulmanes durante algunos años), al propio tiempo que las rentas del diezmo de la Albufera y las salinas adyacentes.

Pasaron los años y descontento el monarca del régimen de San Vicente, entendiendo que el Prior y los frailes dilapidaban los bienes del Monasterio, revoca todas sus donaciones el 30 de septiembre de 1.255, en favor de Guillem de Bas, Maestre de la Merced, su orden más querida, aun cuando poco después, en septiembre de 1.259, devolverá a San Victorián bienes y derechos.

Pedro III continua favoreciendo al Monasterio con ls donaciones del castillo y villa de Almonazir (Castellón); torres y alquerías de Sollana y de Benizarón; también quiso cumplir, según los deseos de su padre (que en su lecho de muerte se hizo monje cisterciense), la donación del castillo y villa de Apiera (que defendía el camino de Barcelona a Cervera) en favor de Poblet, pero no pudiéndolo ejecutar, traslada la ordenación codiciliar (aquella cláusula que el testador inserta en su testamento para el caso de que si fuera considerado nulo por inobservancia de las formas legales gozará de validez a título de codicilo. En la actualidad, dada la rigidez de las formas requeridas por el derecho sucesorio, la mayoría de las legislaciones rechazan la validez de los codicilos) a su hijo Alfonso III quien confirma la donación a su abad fray Bernardo de Cervera, con reserva y pacto de que si en el término de cinco años conviniera al donante dar a los monjes otras rentas pudiese hacerlo.

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El Monasterio de San Vicente Mártir.

En efecto por su valor estratégico, el 12 de diciembre de 1.287, procede el monarca a compensar a Poblet con la donación del hospital, casa o lugar de San Vicente de Valencia, con los castillos y villas de Castellón, Quart y el dominio y potestad del castillo de Montornés.

Jaime II ratificará en 1.293 la concesión a Poblet, aunque este agobiado por las inmensas deudas (contraídas en nombre de San Vicente de Valencia) ofrece venderle al monarca Castellón y su feudo sobre Montornés.

A partir de este punto, a la donación de las tierras seguirá la concesión de rentas por parte de Alfonso IV y ciertas inmunidades, y con Alfonso V se le reconoce, explícitamente, a Poblet la posesión de San Vicente, otorgándole franquicias y exenciones a las vasallos del monasterio.

Próximo artículo: Orden de la Cartuja

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

Existe muchísima y muy variada bibliografía referente al Monasterio de San Miguel de los Reyes, por las limitaciones de espacio, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia antigua y moderna. Marqués de Cruïlles.

  • Diccionario de la Historia Eclesiástica de España. Quintín Aldea Vaquero.

  • Los monasterios aragoneses, Elena Barlés Báguena.

  • Catálogo Monumental de la Provincia de Valencia. Felipe Garin y Ortiz de Taranco.

  • Los monasterios valencianos: Su economía en el siglo XV. Amparo Cabanes Pecourt.

  • Los monjes españoles en la Edad Media. fray Justo Pérez de Urbiel y Santiago.

  • Monasterios valencianos: su historia y arte. Carlos Sarthou Carreres.

  • La Orden del Cister en tierras valencianas. Bernardo Bono y Barber.

  • El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII. Julio González

  • El Monasterio de Valldigna y sus abades. José Toledo Guirau.

  • Historia del Real Monasterio de Poblet. Jaime Finestres y de Monsalvo

  • Historia de la Orden de San Jerónimo. José de Siguenza

  • Las cartujas valencianas y la desamortización de Mendizábal. Francisco Roca Traver.

  • El Monasterio de San Miguel de los Reyes. Francisco Roca Traver

  • Apuntes históricos sobre los Fueros del antiguo Reino de Valencia. Vicente Boix. 1.854.

  • Arquitectura religiosa del siglo XVII en la ciudad de Valencia. Fernando Pingarrón.

  • Décadas de la Historia de la insigne y coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Gaspar Escolano.

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