Palacio de Justicia Edificio

Palacio de Justicia Edificio

De la antigua Casa de Aduana al Palacio Real de Justicia de Valencia

El edificio

Año Construcción: 1.756

Situación: c/ Palacio de Justicia 1

Autor: Felipe Rubio y Mulet

Intervenciones: Vicente Rodríguez Martín, Camilo Grau García, Camilo Grau Soler, Mario Aristoy, José Ignacio Casar Pinazo, Higinio Picón Crespo.

Destino: Privado

Titularidad: Ayuntamiento de Valencia

Calificación: Bien de Interés Cultural (Real Decreto 555/1982, de 15 de Enero. Publicación BOE del 18 de marzo de 1.982)

Categoría: Monumento

Área arqueológica: lncluido en el Área de vigilancia arqueológica de Ciutat Vella.

Elementos de interés: Composición de fachada, Remate de la portada principal, Escalera.

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El edificio

Mediado el siglo XVIII Felipe Rubio y Mulet desconocía, con toda probabilidad, la trascendencia de la propuesta arquitectónica con la que pretendía obtener el título de arquitecto ante la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.

Cumplidos ya los 50 años, su obra, fuertemente vinculada a la Intendencia General y con importantes lazos con la familia Catalá de Valeriola y con las iglesias de Santa Catalina y de San Martín en Valencia, no había alcanzado especial significación en la renovación de los presupuestos disciplinares, aunque esta circunstancia no fuera óbice para la consideración de Felipe Rubio y Mulet  como un destacado  profesional del gremio de Maestros de Obra.

La Casa de la Aduana Real se conoce a través de la importante serie de planos que su autor trazó en 1.762 y presentó en la Academia de San Fernando de Madrid.

La serie está compuesta por el “Plano de superficie de tierra”, “Elevación de la Fachada Principal por la parte que mira a la plaza de Santo Domingo” y el “Perfil Cortado que corresponde al primer plano sobre la línea y letras A, B”.

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El edificio

El edificio, de planta rectangular, se organiza mediante un sencillo sistema de doble crujía estructural que apoya en tres sólidos muros de carga; este sistema genera un amplio patio interior, de tal forma que todos los ámbitos funcionales se vinculan o al exterior o al patio central.

Las dimensiones exteriores son 287 por 216,5 palmos valencianos (equivalentes a 64 por 48,3 metros) y las del patio 171 por 100,5 palmos (equivalentes a 38,1 por 22,43 metros).

El sistema respondía a una cuadrícula modular de 30 palmos de lado (6,5 metros): la planta está compuesta por una retícula de 9 por 7 módulos.

A este esquema organizativo se le deben ir añadiendo los accesos, las comunicaciones y los sistemas constructivos que, en su conjunto, acaban conformando un edificio tipológicamente claro, constructivamente sólido y funcionalmente eficaz.

Felipe Rubio planteó cinco accesos para el edificio: tres en la fachada principal al noroeste, uno de ellos concebido como entrada de honor; y dos más, situados de forma simétrica en los módulos tercero y séptimo, concebidos como entradas auxiliares que permitían la conexión directa con el patio central.

En la fachada trasera, al suroeste, solo se previó una entrada que, además de conectar con el patio interior, enfilaba con la entrada secundaria por la izquierda de la fachada principal.

La quinta entrada del edificio centraba la composición de la fachada lateral, al noroeste, y relacionaba este ámbito con el patio central.

El sistema de relaciones previsto por Rubio vinculaba el edificio a los nuevos espacios urbanos que se estaban construyendo en aquellos momentos, presididos por la Ciudadela, y al camino al mar, no en vano el edificio se destinaba a Aduana Real; lo cerraba hacia el exterior de la ciudad y permitía dos conexiones secundarias con áreas de servicio del propio edificio o con áreas cuya transformación urbana era todavía muy tímida.

La doble crujía que plantea Felipe Rubio para organizar el edificio se resuelve constructivamente mediante tres muros de carga de fábrica de ladrillo reforzados por resaltes o pilastras de cantería en los encuentros con las fachadas tanto exteriores como interiores; fortalece también las fábricas utilizando las canterías en los tramos extremos de las fachadas exteriores.

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El edificio

Las pilastras de cantería adquieren así un doble papel: por un lado son contrafuertes que contribuyen a la estabilidad general del inmueble y por otro, contribuyen de manera muy eficaz a la definición de las fachadas.

La utilización masiva de la cantería en los tramos extremos tienen una decantación más compositiva, pues estos muros están construidos por una triple hoja, la exterior de piedra, la intermedia de relleno de argamasa de cal y la interior de fábrica de ladrillo, en el resto de los muros las hojas exterior e interior son de fábrica de ladrillo y la intermedia de argamasa de cal.

Ahora bien, en la planta baja, inicialmente destinada a diversos almacenes de tránsito de las mercancías, las necesidades funcionales del edificio determinaban la conveniencia de contar con amplios espacios, por lo que Rubio transformó los muros interiores en una arquería reticulada y organizó así una dilatada planta abovedada que permitía la continuidad de unos espacios interiores de inusual diafanidad, a la vez que limitaba la presencia de humedades al resolver los apoyos de las bóvedas mediante pilastras de sillería.

Esta organización, inusual y bella, se encuentra hoy oculta por numerosas compartimentaciones.

Con todo, las contribuciones más novedosas de la propuesta de Rubio están en el sistema de accesos y escaleras y en la forma en que plantea los aspectos exteriores del inmueble.

El principal sistema de accesos estaba formado por una doble escalera abierta, situada en la segunda crujía y simétrica respecto al acceso principal, que daba acceso a todas las plantas; escaleras secundarias de menor traza y aleatoria ubicación, complementaban el sistema.

Desde finales del siglo XV, la arquitectura valenciana hizo de las escaleras uno de sus principales argumentos.

Felipe Rubio construye en la Casa de la Aduana el epígono (Epígono. Que sigue las tendencias artísticas, filosóficas o científicas de un maestro, escuela o generación anterior) de las escaleras valencianas y lo hace con tal solvencia que su inserción abre un camino inédito que, lamentablemente, nunca más fue recorrido.

Al duplicar la escalera y vincularla tanto al acceso como a la galería que relaciona las partes principal y posterior del edificio, la propuesta supera con mucho los modelos del Colegio de Santo Domingo de Orihuela y del Colegio del Patriarca y aun el de San Miguel de los Reyes, de los que sin duda toma solamente la disposición constructiva.

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El edificio

Las escaleras del Patriarca y de Santo Domingo son escaleras claustrales y la de San Miguel de los Reyes responde al tipo llamado imperial; constructivamente están realizadas con piedra siguiendo los principios estereotómicos planteados ya por Francesc Baldomar y Pere Compte a mediados del siglo XV.

Entendemos por arquitectura estereotómica aquella en que la gravedad se transmite de una manera continua, en un sistema estructural continuo donde la continuidad constructiva es completa.

En ninguno de los tres edificios citados la escalera se relaciona con el acceso de forma tan inmediata, en ninguno está vinculada a un elemento de comunicación tan potente y tan diáfano como la galería que propone Rubio; en ninguno de ellos la escalera es doble y articulada con espacios abiertos.

El acceso principal se prolonga por el patio mediante una galería abierta que conectaba con la parte trasera del edificio; en esta galería se sustituía el sistema constructivo generalizado por una sola crujía sustentada por arquerías superpuestas.

La galería vinculaba la parte principal del edificio con la parte trasera al nivel de la planta baja, entreplanta y planta principal, estableciendo un filtro visual, una transparencia entre los dos lunados (así denomina Rubio a los patios en la leyenda del Plano de superficie de la Casa de la Aduana), de inusual modernidad en la arquitectura dieciochesca valenciana.

De hecho el concepto de patio único o de patio doble, siguiendo la denominación de Rubio, alejado del modelo claustral supone una importante innovación arquitectónica que va mucho más allá de una simple evolución formal.

Además, la disposición de la galería, su función de conexión entre ambas partes del edificio, y su vinculación al excepcional sistema de escaleras, constituye una importante innovación en la concepción edilicia, que implica la superación de lo que podríamos denominar problemas de “lenguaje arquitectónico” y que introduce el concepto de tipología desde el rigor del pensamiento arquitectónico, lo que desvincula el edificio de la adscripción tipológica como evolución de una forma organizativa tradicional.

La novedad y potencia de esta organización en planta, la Casa de la Aduana Real, suma su condición de edificio exento, aislado, introducido dentro de un entorno urbano escasamente consolidado en el que solo la presencia de la Ciudadela o de la muralla le ayudan a contextualizarse.

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El edificio

En cualquier caso, el papel de la Aduana Real será el de ordenar, jerarquizar y determinar características de su marco territorial más inmediato optando por “construir” la ciudad a partir de la calidad de su planteamiento arquitectónico.

En este aspecto la Casa de la Aduana vuelve a resultar pionera frente a edificios que construidos de nueva planta no pretendían organizar el espacio urbano, tan solo insertarse en él, serían casas de la Lonja o del Colegio del Patriarca, o jerarquizado.

Rubio, consciente de esta situación, plantea los aspectos exteriores del edificio.

Estructurados horizontalmente  a la manera clásica, en cuerpo basamental, principal y cornisa, están modulados por un sistema de resaltes, apilastramientos en el cuerpo principal, que se corresponde con las entregas sobre los muros de fachada de los muros portantes interiores.

Los paramentos se construyen con fábrica de ladrillo, convenientemente protegida con un revestimiento de forma de fingido del propio ladrillo, mientras que los resaltes se resuelven con cantería, a su vez revestida con fingido de cantería; en los módulos de esquina la fábrica pasa a ser de cantería.

Así están también construidos huecos (dinteles, recercados y umbrales) con lo que el resultado final produce un equilibrio tectónico entre las fábricas de ladrillo y de piedra, equilibrio que se matiza, además, por el uso de los revestimientos fingidos como elemento de homogeneización.

El cuerpo basamental incorpora las ventanas de ventilación de los almacenes de planta baja, dotadas de potentes rejas, y las ventanas correspondientes a las habitaciones del entresuelo, que se dedicaba a la administración de rentas.

El cuerpo central del edificio vuelve a estar formado por dos plantas, la principal en la que se ubican, entre otras, las dependencias del Intendente, manifestadas en el exterior por potentes huecos rematados por frontones alternativamente rectilíneos y curvos; en la planta situada por encima de la principal los huecos retoman el tamaño de los del entresuelo con la diferencia que están dotados de balcón.

El remate del edificio está formado por un sistema de arquitrabe (parte inferior de las tres que constituyen el entablamento de un edificio clásico, que soporta el friso y descansa sobre los capiteles de las columnas), friso y cornisa que sirve de zócalo a unos huecos de traza mixtilínea que sirven de troneras a las cámaras de cubierta.

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El edificio

El orden dórico con el que se plantean las retropilastras del cuerpo principal vuelve a ser un claro exponente de la adscripción neoclasicista del edificio.

El núcleo central de la fachada principal resuelve los problemas de escala y énfasis del eje mediante la simplificación y la nueva proporción del ritmo y tamaño de huecos, acompañado de la utilización de recursos compositivos ya presentes en el resto del edificio.

El cuerpo basamental se concierta como un activo paramento almohadillado en que dos retropilastras dóricas con resaltes dan la escala del gran portón de acceso, su remate se realiza con un sencillo entablamento con triglifos (ornamento arquitectónico característico del friso dórico con forma rectangular, más alto que ancho) y metopas (espacio cuadrado, liso o decorado, que queda entre dos triglifos en el friso del orden dórico) planas bajo una elemental cornisa de dentículos, exactamente la misma que remata el cuerpo superior del edificio; es el único tramo del cuerpo basamental que presenta retropilastras (que son características del cuerpo superior del edificio) y que presenta un paramento almohadillado.

Rubio opta por duplicar pilastras en el cuerpo principal manteniendo el paramento plano.

En el centro, el hueco principal es de medio punto y está flanqueado  por pilastras toscanas con entablamento rematado por dos jarras sobre pilastras y, a modo de ático, pero sin continuidad constructiva, se ubica el gran escudo borbónico que establece una continuidad formal con el orden arquitectónico a través de la bola del mundo con su cruz por la parte superior y el vellocino por la inferior.

El remate se configura con frontón curvo discontinuo y sobre él, el conjunto escultórico formado por Carlos III y las dos virtudes a doble pilastra del cuerpo central.

El conjunto escultórico fue realizado, como ya es sabido, por Ignacio Vergara, probablemente con posteridad a 1.762 pues, aunque la envergadura de la imagen de Carlos III es semejante en la realidad y en el plano de las fachadas que compuso Felipe Rubio, las dos virtudes tienen una dimensión menor en la realidad, alcanzando así un mayor significado la estatua real.

Las tres piezas alcanzan un nivel de depuración estilística comparable al del edificio y no resulta extraño ni ajeno que Rubio confiara su ejecución a Ignacio Vergara, corresponsable en la organización de la Academia de San Carlos.

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El edificio

Las estatuas y el escudo (obra de menor significado) se realizaron en piedra calcarenita o arenisca fácil de tallar; la documentación existente nos dice que provienen de las canteras de Barxeta (Valencia); por los restos encontrados se sabe que estaban revestidas, con una capa blanca de preparación a base de cal y otra como en el resto de las fábricas.

La convexidad de todo el plano de fachada del módulo central enlaza claramente con la tradición barroca y obliga a un ejercicio de montea (Acción de trazar el dibujo de una obra) que fue resultó con gran habilidad.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • Guía urbana de Valencia antigua y moderna. Marqués de Cruïlles.

  • Apuntes históricos sobre los Fueros del antiguo Reino de Valencia. Vicente Boix. 1.854

  • Décadas de la Historia de la insigne y coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Gaspar Escolano

  • El Palacio de Justicia de Valencia. De Casa Aduana Real a sede del Tribunal Superior de Justicia. 1.999. José Ignacio Casar Pinazo y Mario Aristoy Albert

  • Palau de l’Audiència o L’Antiga Duana. María Jesús Teixidor d’Otto. 2.001

  • La vieja fábrica de tabacos de València. María Jesús Teixidor d’Otto y Teresa Hernández Soriano. 1.997

  • Palacio de Justicia de Valencia. Carlos Bondía López

  • Palacio de Justicia. Joaquín Bérchez Gómez

  • Catálogo de Diseños de Arquitectura de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. Coautor Vicente Corell.

  • España en la historia del tabaco. José Pérez Vidal. 1.959

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