Cabanyal. Entre la Nueva Planta y Guerra Independencia

Cabanyal. Entre la Nueva Planta y Guerra Independencia

Cabanyal. Entre la Nueva Planta y Guerra Independencia

Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

Labradores embargados en la Partida de Rambla

El Cabanyal estaba definido fundamentalmente por su relación con la pesca, pero no exclusivamente.

Existe documentación referida a los labradores del Cabanyal, un episodio que se sitúa al principio del camino del Cabanyal, que es un paraje llamado Partida de la Rambla, cerca del Politécnico.

Esta documentación trata de un clásico modelo de arrendamiento establecido entre un convento, propietario de las tierras y, un labrador del Cabanyal.

Durante los siglos XVII y XVIII, prácticamente todas las tierras de labranza, hasta la desamortización, eran propiedad del clero.

Se desconoce si antes de la desamortización existía, siquiera, un palmo de tierra en el Cabanyal o en la Malva-rosa que no perteneciera a algún convento o a algún señorío, “fundación” o “vínculo” de la nobleza.

El régimen era el siguiente: la propiedad llamada directa o teórica era del convento, que muchas veces ni siquiera sabía donde se encontraban sus tierras.

El dueño práctico era el labrador o arrendatario, que cultivaba las tierras y normalmente las transmitía a sus hijos, pagando a sus dueños directos (conventos) el “rento” por San Juan y por Navidad.

Ya sabemos que después de la desamortización de Mendizábal la propiedad simplemente cambiaría de manos, pasando en su totalidad al Estado, que la revendió a la nobleza.

La apacible vida de la huerta se ve convulsionada, esta vez por la Guerra de Sucesión entre las casas de Austria y de Borbón.

La explicación del porque de esta guerra es bastante simple, cuando el general Basset desembarca en Denia y se perfila cierta rebaja en la presión tributaria, los labradores se creen exentos del pago de todos los tributos.

Según palabras de un expediente, dice así:

[…] “la sobrevenida guerra en este Reyno causó tan universal ruina en esta huerta y contornos que sobre experimentarse en los Labradores la errada inteligencia de no pagar los precios de los arrendamientos; creidos se les havrian enfranquecido por lo que toca a los devidos dicho tercio-diezmo, con mayor eficazia se negaron a contribuir y pagar. Y como consistía en frutos y ortalizas se hizo más inútil la cobranza de manera que en un todo se perdió la substancia del arriendo por dicha razón y el arrendador principal y sus fiadores… (ilegible)… de recibir cosa la menor de dicho arriendo… El haver cesado en un todo la recolección y percepción del fruto comprendido en el paner procedo el que devo ser libre de la obligación de pagar las pagas de los años 1.705 y 1.706”[…]

Y explican con más detalle:

[…] “haviendose ocupado esta ciudad en diciembre de 1.705 por las armas enemigas de la Real Corona, que debieron obedecer por rey al entonces Archiduque de Austria, los mismos jefes de dichas tropas promulgaron la franquicia de semejantes derechos y diezmos… no hubo persona que quisiese pagar ni a quien acudir para que se les apremiase el pago” […]

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Poble Nou de la Mar

El Gremio de Pescadores. La “Matrícula” de la mar

Desde que Jaime I en 1.240 hubiera concedido especial importancia a los pescadores, estos simultaneaban su actividad pesquera con el servicio a la corona, estando disponibles para marchar a los campos de batalla en las diferentes campañas bélicas.

A esta forzada disponibilidad se le conocía como estar “matriculados”.

Y hasta muy entrado el siglo XIX, en la cédula de identidad de los pescadores o marineros del Cabanyal figuraba esta profesión:

Matriculado de la matrícula del Cabanyal

La cuestión estaba planteada así por Jaime I y sus sucesores, tanto para la defensa del litoral como para las expediciones bélicas, las navegaciones en corso o las batallas navales, se necesitaban hombres experimentados en la navegación.

Pero simultáneamente había que concederles algún incentivo.

Este incentivo o ventaja consistió, durante más de seis siglos, en el monopolio sobre los frutos del mar.

Solo los matriculados podían pescar, esta matrícula derivó posteriormente en los Gremios y finalmente fue evolucionando hacía las Cofradías.

Ya en las Ordenanzas de Carlos IV, se establecía que “todo marinero ha de ser matriculado” y que “en todas las Matriculas se formen Gremios”.

Aunque el que más claramente lo delimita es algo más tarde Fernando VII.

Es necesario aclarar que los pescadores no estaban “matriculados” para toda la vida, la “licencia” se conseguía después de haber participado en tres campañas como mínimo.

A los licenciados se les llamaba “separados de la matrícula”, estos pescadores se dedicaban fundamentalmente a una modalidad de pesca de arrastre más típica de esta franja litoral.

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La pesca del bou y el nacimiento del Cabanyal

Pocas imágenes son más típicas que las de los musculosos y casi mitológicos toros, arrastrando hacia la dorada arena las cansadas barcas, llenas del alimento arrancado a las entrañas del embravecido mar.

Sin embargo, más que tipismo, la pesca del bou ha comportado mucho sufrimiento y mucha injusticia: los padecidos por todos estos “matriculados” del Cabanyal a quienes hemos citado anteriormente.

El nombre de la “la pesca del bou” le viene, no de los bueyes que arrastran las barcas, sino del modo de echar las redes o jarcias al mar y de la forma que adquieren las redes (les “bandes”) que al ir tensadas por dos barcas, una por cada lado punta, le dan una configuración semejante a la de dos cuernos:

“[…] dos embarcaciones pareadas y a la vela arrastran en popa una red de copo de 21 brazas de largo (± 35 metros) y 130 mallas de a 2 pulgadas de ancho (± 46 milímetros por malla) sobre todo fondo limpio de piedras, desde 4 a 120 brazas de agua (± entre 5 y 200 metros de profundidad) […]

Este método es uno de las más típicas formas de pesca de arrastre del Mediterráneo.

Los “llauts” (embarcación tradicional para la pesca de arrastre) del bou, de poca manga (es la medida del barco en el sentido transversal, es decir, de estribor a babor), de 15 a 20 metros de eslora, con un desplazamiento de 12 a 15 toneladas y con vela maestra triangular, de tipo latino, eran los más característicos de nuestro litoral.

Su origen no está muy clarificado, atribuyéndose este en cada región su tradicionalidad.

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El nombre del Canyamelar

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Puestos a indagar sobre los orígenes del Canyamelar, se atraviesa por una etapa de incertidumbre, pues todos los autores se empeñan en afirmar que el nombre proviene de “canyamel” o caña de azúcar de la que presuntamente estaría sembrada toda esta zona.

El caso es que no hay ningún dato que permita avalar esta hipótesis, pues en esta zona costera no se ha encontrado ningún resto de esta plantación, ni referencias documentales, ni asentamientos humanos, ni restos vegetales, ni medios para su elaboración, almacenamiento o distribución.

En cambio, si que hay datos de que el azúcar lo embarcaban y lo distribuían en Gandía, lo cual no hubiera ocurrido en el caso de haberlo cultivado en la huerta valenciana, cercana a la capital.

La duda aumenta si advertimos que desde muy antiguo, al menos desde el siglo XV, a la zona que hoy conocemos como Canyamelar se la conocía como Cabanyal, porque la zona que colindaba con el Grao era simplemente el Cabanyal, y así se llamaba la puerta de la muralla que les comunicaba.

Lo cierto es que el nombre de Canyamelar, no se encuentra antes del siglo XVIII; un documento de 1.762 donde  hablando del Canyamelar, se ven en la obligación de aclarar que estaba “inmediato al Lugar del Grao” y en 1.759 se pretende construir un horno en el “territorio de los cañamelares”.

Surge una nueva hipótesis que permite señalar con toda probabilidad, que el nombre no proviene de la caña de azúcar, sino del cáñamo.

Partiendo del hecho que esta zona estaba cubierta de plantaciones de cáñamo, esta hipótesis toma fuerza y por tanto encaja que, el nombre de Canyameral se aplique a lo que conocemos como segunda zona del barrio, la que va desde la acequia del Gas a la de los Ángeles, puesto que la primera zona, aquella que va desde el Rihuet a la acequia del Gas, era una zona asilvestrada, llena de juncos y matorrales, poco apta para la edificación de viviendas; encaja el que las huertas de los alrededores estuvieran surcadas de varias balsas para curar el cáñamo, que una vez curado, se vendía a los maestros sogueros para convertirlo en cuerdas que servían para arrastrar las barcas o para hacer alpargatas.

No podemos aseverar que todos estos elementos expuestos tengan una confirmación histórica definitiva, pero si, unos documentos encontrados en el Arxiu del Regne, que refuerzan extraordinariamente esta hipótesis.

Este cáñamo era introducido en Valencia por los portales de Serranos, de San Vicente o del Real por los labradores de Orriols y del Grau.

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En lucha con el bou

Los escasos habitantes de la zona se dedicaban preferentemente a la pesca del bou, tarea que presentaba muchas dificultades y pocos alicientes.

En 1.723 fue Felipe V quien quiso eliminar de raíz ese sistema de pesca de arrastre.

El mal de Almansa alcanzó al Cabanyal, cuando el rey prohibió la pesca a los cuatro únicos pescadores  del bou que existían en tiempo faenaban.

El monarca hace una excepción… en beneficio propio.

Por Real Orden de 1.738, se mandó establecer dos parejas del bou para que en las reales mesas no faltasen “sollos” (esturiones), lenguados ni salmonetes.

“[…] Después se dieron otras reales órdenes en las que al mismo tiempo que se consignaba la más terminante prohibición del bou, se mandaban salir al mar cuantas parejas pudiesen (es necesario recordar que este tipo de pesca se faenaba siempre con dos barcas pareadas) pudiesen aprontarse con el fin de que no careciesen en la corte de pescado fresco […]”

Pascual Madoz

Y hasta el capitán general tenía una pareja de barcas del bou y 4 los embajadores de Francia y Nápoles; de suerte que la pesca del bou quedó prohibida para los millares de familias que morían de hambre y desesperación por no tener otros recursos, reservándose la potestad para abastecer las mesas reales y las de algunos regios favoritos.

Esta situación tan injusta tuvo que modificarse.

Cavanilles constata que a fines del siglo XVIII todos los vecinos del Grau sacaban del mar su subsistencia.

Había 70 barcas del bou, con 7 u 8 hombres, que podían pescar de octubre hasta Pascua, exceptuadas tres parejas para abastecer todo el año a la ciudad.

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El Arzobispo Mayoral y la Ermita del Rosario

Dice Pedro Sucías Aparicio (Enguera 1.844-Valencia 1.917), eclesiástico e historiador valenciano, que destacó por la amplitud de sus investigaciones históricas, que el verdadero fundador del Cabanyal fue el Arzobispo Mayoral que, “al ver la infelicidad con que vivían las pobres gentes del Cabanyal mandó construir algunas casas y les compró barcas a aquellos moradores”, pero prescindiendo de la exageración, probablemente dio un buen impulso al desarrollo de la población.

Obsesionado con mantener los valores tradicionales, este celoso prelado impulsa la construcción de las Escuelas Pías en la calle Carniceros y la Casa de la Enseñanza para la educación de las “doncellas” en el edificio que hoy es sede del Ayuntamiento de Valencia.

El crecimiento de la población del Canyamelar y del Cabanyal “obligó al ilustrísimo arzobispo don Andrés Mayoral a levantar una iglesia que llamó la Ermita Nueva del Rosario”.

El motivo que determinó al Arzobispo Mayoral a fundar la Ermita de Nuestra Señora del Rosario, puede tener origen en esta anécdota relatada por José Martínez Aloy (Valencia, 4 de abril de 1.855-3 de abril de 1.924), historiador, abogado y político, cronista y colaborador de la prensa local:

“[..] don Andrés Mayoral solía visitar muchas tardes esta población de pescadores, descansando en la cabaña de uno de ellos, muy respetado por su honradez y su ancianidad; en cierta tarde de un día festivo halló el prelado muy triste a su modesto amigo, é interrogada la causa, supo que el buen pescador se había quedado sin cumplir el precepto de la misa, porque la lluvia y los achaques le habían impedido trasladarse al Grao.

No necesitó mayor excitación el liberal arzobispo y prometió levantar allí mismo una iglesia y su promesa fue realidad antes del año 1.761 […]”

Esta anécdota más o menos popular tiene plena confirmación, nada menos que, en una carta escrita por el mismo arzobispo Mayoral al Papa Clemente XIII.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente al Grau, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

  • Antonio Sáñez Reguart . Diccionario histórico de los artes de la pesca nacional (1.791-1.795)

  • Antonio Domínguez Ortiz. Carlos III y la España de la Ilustración

  • Ferrocarriles de España

Fotografías

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