Configuración del Monasterio
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El Monasterio de San Miguel de los Reyes
El Monasterio se inició, como ya hemos visto, en tiempos del Duque de Calabria, comenzándose por el lado izquierdo del pabellón este del claustro, levantando una torre, que servirá de celda prioral, junto a la que fuera escalera mayor.
Cuando se pudo se continuaron las obras por el mismo lado para conseguir espacio donde ubicar la librería, terminar el aula capitular y unas celdas en la parte alta.
Lentamente, el Monasterio iba siendo una gran mole, de planta rectangular, con 4 torreones angulares, destacando en el centro de la fachada principal el imafronte de la iglesia (En arquitectura, el imafronte es la fachada principal que se levanta a los pies de un templo. La parte opuesta del edificio es la cabecera. En algunas ocasiones se emplea el término de hastial de los pies del templo, aunque el hastial realmente puede ir en otras partes del mismo, como el crucero. El imafronte es, por tanto, el paramento opuesto a la cabecera de cualquier iglesia o templo, y generalmente es el lugar de acceso principal a su interior, y consecuentemente, donde el arquitecto se plantea el diseño más efectista y decorativo de la portada. Suele ser el elemento de fachada más característico del edificio. El imafronte de las iglesias cristianas está normalmente orientado al oeste), entre dos torres-campanario gemelas, dejando ver la altura de la airosa cúpula, sobre elevado tambor, apoyado en pechinas (En arquitectura, el tambor es un elemento arquitectónico estructural situado en la base de una cúpula a modo de prolongación. En la mayoría de los casos su forma es cilíndrica aunque puede ser poligonal, generalmente octogonal. Su función principal consiste en elevar la cúpula respecto del cuerpo principal de la edificación. Así mismo, al contar con ventanas o vanos que permiten la entrada de luz, brinda a la cúpula un efecto de ligereza o sensación de estar «flotando», además de incrementar la luminosidad interior).
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En realidad, la primitiva idea de Alonso de Covarrubias, proporcionando variados adornos maneiristas (El término manierismo es la denominación historiográfica del periodo y estilo artístico que se sitúa convencionalmente en las décadas centrales y finales del siglo XVI (Cinquecento, en italiano), como parte última del Renacimiento, es decir, un Bajo Renacimiento), contrastaba ahora con el gusto clasicista del Prior Sigüenza, de manera que, poco a poco, el monasterio iba a ser el primer conjunto levantado siguiendo el nuevo gusto renacentista.
Como ya hemos apuntado en otro artículo, con ocasión de escoger la obra a realizar, los monjes, a partir de 1.570, no contando con dependencias monásticas adecuadas, deciden sustituir los planos del claustro del mediodía (colateral al muro derecho del templo, en el proyecto inicial de Alonso de Covarrubias, iniciado por Juan de Vidaña en 1.546, tres años antes del fallecimiento del Duque de Calabria) por una solución más acorde con sus disponibilidades, intentando reproducir en menores dimensiones el patio de los Evangelistas de El Escorial.
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La panda de levante (Panda en Arquitectura: Galería de un claustro de monasterio, donde se distribuyen las distintas dependencias (sala capitular, refectorio, etc.), así se le llamaba en la Edad Media a cada lado de estas galerías) consta de un lienzo de dos galerías superpuestas de 7 arcos de medio punto por un lado y planta, o 36 columnas sobre pedestales de orden dórico y jónico según piso, de manera que sus columnas se encajan lateralmente en sus 4 ángulos.
En toda esta obra (entre los años 1.571 y 1.580) se ocuparon diferentes mestres d’obra: Jerónimo Labal, Miguel Salvador, Juan Vergara, Pedro Moliner y Juan Bautista Abril.
Las galerías del claustro son amplios corredores abiertos, cubiertos por bóvedas rebajadas con aristas, divididos en tramos por arcos fajones, de modo que, a través de varias portadas, se accede a las dependencias monacales, destacando entre ellas la dedicada a librería conventual, en la que estuvo la biblioteca de Alfonso el Magnánimo, enriquecida por la del propio Duque.
La panda sur comenzó posteriormente (iniciada por los maestros Vergara, Abril y Ortega), acometiendo Juan de Ambuesa la construcción de las arquerías, comenzando por 6 arcos del primer piso; seguidamente, se pavimentan las galerías alta y baja, al tiempo que el maestro Castellano se dedicará a finalizar la obra. Y al extremo del pabellón, se levantará una torre cuadrada, ocupando una esquina del monasterio.
La panda oeste fue contratada a partir de 1.590, de forma que en 1.604 los monjes ya pueden disponer en el primer piso de una gran sala donde ubicar la librería que tenían junto a la sala prioral; en 1.600 se terminaban las galerías del claustro correspondiente a este lado y Miguel Vaillo construía sus bóvedas; se completaría la obra ubicando aquí la escalera imperial, que diera acceso al edificio.
La panda norte supuso un pabellón tangente a la iglesia, comenzando sus arcadas en la segunda mitad de 1.604, a cargo del maestro Juan Cambra, quien diseñaría también el portal de acceso al templo, a la altura del crucero; seguidamente, se terminó el pabellón, procediéndose a la pavimentación de ambos pisos y construcción de las bóvedas de sus galerías.
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El claustro norte, al otro lado del templo, ha tenido peor suerte, puesto que nunca se concluyó, a pesar de haberse acordado su construcción en 8 de abril de 1.763 y encargarse de ella el monje jerónimo fray Francisco de Santa Bárbara, de modo que dichas obras, según nos dice Marcos Antonio de Orellana, todavía continuaban a su muerte en 1.802.
De ellas nos ha quedado, solamente, los arranques de unos pocos arcos para el proyectado claustro (que debería imitar el del mediodía), algunos perfiles de ciertos tramos de la galería inferior y alguna ménsula de la superior.
Al conjunto, posteriormente, se le añadirían los pabellones que deberían cerrar el patio pero sin llegar a construirse a sus lados.
Una vez atravesado el imponente pórtico de entrada, constituido por un arco de medio punto, entre 4 torretas almenadas de piedra de sillería (construidas por los jerónimos en 1.802), se llega a una amplia plaza, desde la que se contempla ese admirable imafronte de la iglesia, levantado en 1.604 por Martín de Orinda.
Se concibió en tres cuerpos:
El primero consta de 6 columnas toscanas, que descansan sobre 2 pedestales corridos, que enmarcan una puerta adintelada en la que figuran los escudos de los fundadores del Monasterio: palos de Aragón, cruz de Jerusalém y las armas de los reinos de León y Castilla, Aragón y Sicilia, por el Duque de Calabria y las armas de Foix y Bearne, por doña Germana.
Y enmarcando la puerta, en sendas hornacinas, las imágenes pétreas de san Jerónimo y santa Paula.
El segundo cuerpo recibe igual número de columnas jónicas y en la hornacina central, entre dos pequeñas columnas, un san Miguel aplastando al dragón, obra de Raimundo Capuz.
En los intercolumnios (intercolumnio es el espacio que hay entre dos columnas. El intercolumnio se mide de eje a eje y varía según cada orden), sobre los huecos de los ventanales que iluminan el coro, figura a ambos lados, el escudo de la Orden de San Jerónimo, formado por un león bajo capelo cardenalicio.
El tercer cuerpo lo componen tres pares de columnas salomónicas, rectas, en torno a un ventanal adintelado, que sostienen un frontón curvo, sobre el que descansan las estatuas de los Reyes Magos, que estilísticamente no pueden ser los que Esteve Andreu Ferrandis esculpió en 1.629, ya que en ellos se advierte un dinamismo barroco y un canon próximo a las figuras de las Tribus de Judá, hechas a fin de siglo, en la iglesia de los Santos Juanes.
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La Iglesia iba a ocupar el área que proyectada por Alonso de Covarrubias, había propuesto suprimirle a la vieja iglesia cisterciense los dos estribos que dividían sendas capillas, en cuyo lugar proponía un crucero.
Al propio tiempo, desde el punto en que estaba la puerta de la iglesia (derribando la pared que desde allí llegaba al Camino Real) quería levantar una nueva capilla, del mismo tamaño que las anteriores para, seguidamente, elevar de nuevo la pared y la puerta de la iglesia.
Alonso de Covarrubias quiso que (por fuera de las pared y puerta de la iglesia) se levantara otra media capilla y seguidamente alzar sendas torres , revestidas de piedra labrada (con sus pilares, pedestales, frisos y cornisas) hasta la altura de la capilla, que no sería de crucería sino de artesonado, y en dichas torres alojar las campanas.
Por ser muy ancho el cuerpo de la iglesia antigua, Alonso de Covarrubias, aconsejó que se levantara sobre unos 15 ó 20 pies sobre su nivel (1 pie equivale a 30,48 centímetros) y enrasarse todos los suelos del claustro nuevo y viejo, así como los aposentos y celdas, Covarrubias recomienda que sean desechos los frentes de los pilares para que lo antiguo y lo nuevo alcancen un buen conjunto; y finalmente, a los pies de la iglesia, por la parte de dentro, sobre la puerta de entrada, a la altura de las dos primeras capillas, se obrará la tribuna del coro, para ubicar la sillería.
La construcción dela iglesia duró bastantes años y trabajaron en ella arquitectos distintos, si bien Juan Cambra iba a ser quien iniciaría la gran iglesia del monasterio, comenzando en 1.601, para dejar de utilizar como capilla la vieja iglesia cisterciense, que luego quedaría absorbida en el nuevo templo.
Pero se pretende que la nueva iglesia se construya con un esquema singular en la Valencia de principios del siglo XVII, su principal originalidad (planta de cruz latina, con capilla y cúpula en la intersección de los brazos del crucero y un patio a cada lado), estriba en la bóveda de cañón, toda de cantería, con lunetos (Bóveda pequeña, generalmente de cañón, en una cúpula o una bóveda que suele servir para iluminación) en sus 5 tramos; la fachada contará con 2 torres (cuadradas y labradas, de 45 metros de altura, que albergan las campas del templo), flanqueando un gran arco. Esas torres se comunican con el coro por una estrecha escalera de caracol, sin eje central, que es un acierto de arquitectura.
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La nave consta de 5 capillas a cada lado, dos de ellas bajo el coro, en tanto que las demás abren tribuna sobre sus bóvedas, con ventanales adintelados, ornados con columnas jónicas y frontones partidos.
Solamente 3 de las capillas laterales conservan sus antiguos retablos de mármol y jaspes, desaparecidas sus correspondientes imágenes.
Las pinturas que enriquecían los muros del templo, se han podido conservar en el Museo de Bellas Artes.
La sacristía tan solamente conserva un bello conjunto de azulejos policromados de Manises.
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La Capilla de los Reyes, en esta el mestre d’obres Juan de Ambuesa, a finales de 1.584, había tallado toda la cornisa, pero a su muerte, en 1.590, parece paralizarse la obra de la iglesia, dejando de hacerse el retablo mayor, como tampoco el sagrario.
Incluso para la capilla se le había encargado un retablo de La Concepción a otro maestro de obras, Nicolás Borrás en 1.588, y solamente en octubre de 1.600 se deciden los monjes a continuar los trabajos, terminando las 4 pechinas y bóvedas, quedando finalizado el altar en 1.607.
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El coro alto fue obra de Juan de Ambuesa, cuyo hijo Pedro parece que fue el continuador de gran parte del templo, entre los años 1.623 y 1.632, año en que fallece.
El coro alcanza grandes proporciones, sobre la bóveda de perfiles muy rebajados, casi horizontal y gran amplitud, ya que consta de dos espaciosos tramos de la nave y de gran ornamento arquitectónico, que se consigue con el alzado de gigantescas pilastras toscanas en cada tramo, con fuste acanalado y cañas en el tercio inferior, así como los resaltos del entablamento, cuyo friso se adorna con un triglifo (Un triglifo o tríglifo es un ornamento arquitectónico característico del friso dórico en relieve con forma rectangular, más alto que ancho, con tres bandas verticales separadas por dos glifos (acanaladuras) completos y dos semiglifos, uno en cada extremo. A veces solo existen las acanaladuras centrales).
Los frontones segmentales presentan una gran variedad de diseños, pero estos se tornan más caprichosos en las portadas interiores del templo, situadas en el recinto del crucero: las de los lados de la capilla mayor se resuelven por yuxtaposición de dos distintos modelos.
Las dos portadas gemelas que quedan confrontadas en los laterales del crucero resultan singulares por la aparatosidad de sus frontones manieristas (El término manierismo es la denominación historiográfica del periodo y estilo artístico que se sitúa convencionalmente en las décadas centrales y finales del siglo XVI (Cinquecento, en italiano), como parte última del Renacimiento (es decir, un Bajo Renacimiento), a base de volutas enroscadas, sartas de frutas y gran mascarón central.
La impronta herreriana la encontramos en las torres, a los pies del templo, flanqueando la fachada, con su sección cuadrada y aparejo de cuadrados sillares, decorados con recuadros de sencillo realce.
La arquitectura herreriana, estilo herreriano o estilo escurialense, también denominada por algunos autores manierismo clasicista, se desarrolló en España el último tercio del siglo XVI, coincidiendo con el reinado de Felipe II (1.556 – 1.598), y continuó vigente en el siglo XVII, aunque transformado por las corrientes barrocas del momento. Se corresponde con la tercera y última etapa de la arquitectura renacentista española, que fue evolucionando hacia una progresiva depuración ornamental, desde el plateresco inicial hasta el purismo clásico del segundo tercio del siglo XVI y la absoluta desnudez decorativa que introdujo el estilo herreriano.
Se originó con la construcción del Monasterio de El Escorial y, más en concreto, con la reorganización del proyecto realizado por el arquitecto santanderino Juan de Herrera (1.530 – 1.597), tras la muerte de Juan Bautista de Toledo (1.515 – 1.567), autor del primer diseño.
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La cúpula, sobre crucero, siguiendo el modelo escurialense, aquí se recubre con tejas azules, de tradición valenciana, su construcción se hizo según la planta de El Escorial y al dicto de la Orden de los Jerónimos, que fue trasladando el encargo a distintos mestres d’obra.
Los retablos de la época antigua pertenecen al siglo XVI, siendo el más antiguo el de La Concepción que, con pintura de Nicolás Borrás, labró en 1.588 el escultor José Esteban para la antigua iglesia; el de San Jerónimo, procedente, asimismo, de la antigua iglesia (situado entre las tribunas en la época de Antonio Ponz; historiador ilustrado, pintor y viajero español), lo pintó en 1.589 Vicente Requena; el de Santa Ana lo labró José Esteban en 1.594 y pintó, también, Vicente Requena y, finalmente, los de San Sebastián y Santa María Magdalena, atribuidos por Ponz a seguidores de Juan de Juanes.
Todavía se conservan dos retablos en el primer tramo del templo, en el lado de la Epístola, la capilla del Cristo, con un altar presidido por el lienzo de Juan Ribalta que representa Los preparativos para la crucifixión; en el lado del Evangelio, el lienzo de la Aparición de la Virgen a San Bernardo, de Francisco Ribalta en 1.613.
La capilla del segundo tramo, en el lado del Evangelio, estuvo el retablo de San Bernardo, con lienzo titular pintado en 1.650 por Antonio Borja.
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El retablo mayor y mausoleos colaterales de los duques, en marzo de 1.627, se contrataron, primeramente, en madera al escultor Juan Orliens, pero en abril siguiente, se considera mejor que el retablo fuera labrado todo en piedra, y en marzo de 1.628, deciden los jerónimos por fin, que las estatuas de los mausoleos sigan en madera dorada, este estaba presidido por un lienzo en el centro con la Adoración de los Reyes, pintado por Gregorio Bauzá.
Todos los retablos se han perdido.
Este primitivo retablo del que nada se sabe, fue sustituido por otro en el siglo XVIII, pero se conservaron los mausoleos con las estatuas orantes de los duques (hasta la invasión francesa), concebidos en jaspes de colores, en esquema de arco de triunfo, con vanos adintelados, columnas corintias pareadas a cada lado y ático con sus respectivos blasones.
Antoni Ponz les encontró cierta similitud con los de Felipe II y Carlos V, en El Escorial.
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En la primera mitad del siglo XVIII fue sustituido por el que actualmente se conserva, hecho con mármoles de colores y ricas taraceas (La taracea es una técnica artesanal aplicada al revestimiento de pavimentos, paredes, muebles, esculturas y otros objetos artísticos. En la labor se utilizan piezas cortadas de distintos materiales (madera, concha, nácar, marfil, metales y otros similares), que se van encajando en un soporte hasta realizar el diseño decorativo. Es un trabajo de incrustación. Entre unas piezas y otras hay un efecto de contraste que depende del color y la característica del material empleado), que comenzó, dirigió y terminó hacia 1.740 el monje jerónimo fray José Cavaller.
El enlosado del presbiterio, su balaustrada taraceada y frentes de las gradas se deben a fray Anastasio de San Jerónimo, quien hizo los 3 retablos similares entre sí, existentes en las capillas laterales, diseñados con dos cuerpos y columnas oblicuas, a base de mármol oscuro y taraceas.
Sobre el altar existe un tabernáculo, en forma de templete, que se cerraba con un lienzo de El Salvador, pintado por Evaristo Muñoz.
La imagen de San Miguel la documenta Antonio Ponz en 1.737 de Raimundo Capuz.
Las restantes esculturas de este retablo fueron labradas por Juan Bautista Balaguer, en tanto que otras imágenes de San Gabriel y San Rafael, que estaban en las pilastras del presbiterio, fueron hechas por Luis Domingo.
A lo largo del siglo XVIII iniciaron los jerónimos la construcción de la cripta, construyeron algunos altares e intentaron levantar el otro claustro del lado norte.
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La cripta es una pequeña cámara abovedada, debajo del altar mayor, a la que se llega por una escalinata situada fuera del templo, por el pasadizo abovedado que hay detrás dela altar mayor y que comunica ambos claustros.
La sala, terminada en 1.648, cuenta con 3 arcos: en el central está dispuesto un altar, con un pequeño retablo en alabastro del Niño Jesús y en los otros dos laterales los sepulcros de don Fernando de Aragón y doña Germana de Foix, así como las hermanas del Duque, las Infantas de Nápoles doña Julia y doña Isabel, pero se demoró hasta 1.704 cuando se finalizaron las urnas funerarias en piedra negra, con sus respectivos escudos.
En 1.753 se completó el conjunto con un altar de jaspes, de corte clásico.
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La escalera principal que iba a situarse en el pabellón que formaba la mitad de la fachada delantera del monasterio e iba a comunicar las dos plantas del claustro sur, daría acceso a la biblioteca y serviría de ingreso principal al monasterio.
En 1.601 Juan Cambra diseñará un portal con dos frentes, el exterior dórico y el interior jónico, del cual arranca la escalera.
Un año después, se discute si la bóveda debe quedar a la altura primera del claustro o sobrepasarlo.
Esta sería de majestuosas proporciones, estando dividida en dos tramos, que talla Juan de Ambuesa, quien diseñará también, una bóveda de casetones para el tramo que accedía a las celdas altas y ejecuta en piedra un león, atributo de San Jerónimo.
El maestro Moncho labra 4 escudos de armas en las esquinas y la imagen del pantocrátor en la bóveda y el maestro Castellano dará el punto final a la escalera.
Próximo artículo: El Monasterio en 1.778
Fuentes consultadas:
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Archivos autores
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Archivo del Reino de Valencia
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Archivo Histórico Municipal
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Historia de las calles de Valencia
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Historia de Valencia y sus costumbres
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Archivo Administrativo Municipal
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Instituto Nacional de Estadística
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Ayuntamiento de Valencia
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Biblioteca de Etnología
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Biblioteca Serrano Morales (Ayuntamiento de Valencia)
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Tribunal de las Aguas
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Real Academia de la Historia
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Wikipedia
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Padrón Municipal de Habitantes
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Valencia Actúa
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Jdiezarnal
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Arquitectos de Valencia
-
Arquitectos italianos en España
Bibliografía
Existe muchísima y muy variada bibliografía referente al Monasterio de San Miguel de los Reyes, por las limitaciones de espacio, tan solo mencionaremos algunos de ellos:
-
Guía urbana de Valencia antigua y moderna. Marqués de Cruïlles.
-
Diccionario de la Historia Eclesiástica de España. Quintín Aldea Vaquero.
-
Los monasterios aragoneses, Elena Barlés Báguena.
-
Conservación del patrimonio en tiempos de los Austrias (siglos XVI-XVII): El Monasterio Jerónimo de San Miguel de los Reyes. Anunciación García Martínez
-
Catálogo Monumental de la Provincia de Valencia. Felipe Garin y Ortiz de Taranco.
-
Catálogos de Monumentos y Conjuntos de la Comunidad Valenciana. Monasterio de San Miguel de los Reyes. Fernando Benito Domenech.
-
Los monasterios valencianos: Su economía en el siglo XV. Amparo Cabanes Pecourt.
-
Los monjes españoles en la Edad Media. fray Justo Pérez de Urbiel y Santiago.
-
Monasterios valencianos: su historia y arte. Carlos Sarthou Carreres.
-
La Orden del Cister en tierras valencianas. Bernardo Bono y Barber.
-
El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII. Julio González
-
El Monasterio de Valldigna y sus abades. José Toledo Guirau.
-
Historia del Real Monasterio de Poblet. Jaime Finestres y de Monsalvo
-
Historia de la Orden de San Jerónimo. José de Siguenza
-
Las cartujas valencianas y la desamortización de Mendizábal. Francisco Roca Traver.
-
El Monasterio de San Miguel de los Reyes. Francisco Roca Traver
-
El Monasterio de San Miguel de los Reyes. Luis Arciniega García
-
Apuntes históricos sobre los Fueros del antiguo Reino de Valencia. Vicente Boix. 1.854.
-
Arquitectura religiosa del siglo XVII en la ciudad de Valencia. Fernando Pingarrón.
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Décadas de la Historia de la insigne y coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Gaspar Escolano.
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