Malvarrosa Nacida del agua Felices años veinte

Malvarrosa Nacida del agua Felices años veinte

La dictadura de Primo de Rivera y los felices años veinte

Happy Twenties

En agosto de 1.922 se nos ofrece de nuevo, como prolongación a la Feria de Julio, un festejo organizado en el aeródromo de la Malvarrosa, desde donde “hicieron varios vuelos ocho aviones, expertamente dirigidos por distinguidos militares pertenecientes al Cuerpo de Aviación.

A esta fiesta, que resultó muy interesante, acudió enorme gentío”.

En febrero de 1.923, “con objeto de girar una visita al depósito de sementales en la Malvarrosa, llegó a nuestra ciudad, el día 18, su alteza real el infante don Fernando, director general de la Remonta y cria caballar.

Fue obsequiado con un almuerzo en Las Termas y por la noche regresó a Madrid”.

El 13 de septiembre de 1.923 se produce el golpe de estado del general Miguel Primo de Rivera y Orbaneja.

La reacción del movimiento obrero a escala nacional es muy extraña, pues entonces el principal enemigo de los poderes constituidos eran los anarquistas, y los socialistas que no se opusieron frontalmente a Primo de Rivera.

En cambio, si que adquirió cierto protagonismo un blasquista, Vicente Marco Miranda, que actúa casi en solitario, aunque impulsado por Blasco Ibáñez  desde el exilio.

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La dictadura de Primo de Rivera y los felices años veinte

Vicente Marco Miranda

Nace en Castellón el 20 de marzo de 1.880.

Pronto se dejó ganar por las ideas republicanas y fue un puntal del blasquismo, en el que asumió siempre tareas de dirección.

Una vez destituido como concejal, su obsesión es derrocar a Primo de Rivera y para ello organiza dos conspiraciones, secundando a Blasco Ibáñez y a José Sánchez Guerra y Martínez, Córdoba, 28 de junio de 1.859 – Madrid, 26 de enero de 1.935, fue un abogado, periodista y político español, presidente del Consejo de Ministros, ministro de Gobernación, ministro de Fomento y ministro de Guerra durante el reinado de Alfonso XIII.

Blasco Ibáñez, desde su exilio en Mentón (Francia), todavía “actuaba febrilmente en el designio de reunir elementos con que hacer frente a la dictadura de Primo de Rivera”.

Para luchar contra esta dictadura, Blasco Ibáñez, escribe un folleto que considera como un arma decisiva.

Para difundirlo, llama a Vicente Marco Miranda, que acude a Mentón para recibir instrucciones.

Blasco Ibáñez le dice:

“[…] Yo creo que puede usted entrarlo por Valencia, por las costas de Valencia, al uso de los antiguos contrabandistas, los del Canyamelar y Cap de França, como ocurre en “Flor de Mayo”.

Serán unos 100.000 acaso 200.000 ejemplares, solo para España.

Hay que buscar un barco que llegue a las costas del Puig, por ejemplo.

Allí una legión de aquellos bravos marineros tomarán los bultos debidamente acondicionados, y los trasladarán a alguna casa, que ellos o usted buscarán.

Ya luego hay que ver el modo que el mismo día aparezcan en toda la nación.

Creo que acaso no sería difícil que también unos aeroplanos recorriesen España lanzando folletos […]”.

Pero a pesar que los folletos lograron entrar en España en barco, este movimiento insurgente quedó abortado, al igual que otro posterior de 1.929, que también se centralizó en Valencia y fue promovido por José Sánchez Guerra y Martínez, político conservador, a quien Vicente Marco prestó su apoyo más decidido.

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La dictadura de Primo de Rivera y los felices años veinte

La vida en la Malvarrosa durante los felices años veinte

La Malvarrosa estaba a medio camino entre lo idílico y lo tercermundista.

Llena de jazmines y geranios reales, a trechos podía parecer un jardín, pero con dificultad se podía transitar por sus caminos.

Los patos ocupaban las calles en un delirio ecologista, pero los carros de “Caldera”, que recogían la basura para abonar los campos, se caían en las acequias llenas de “pa de granota” llamado también “verdín” (Capa verde de algas y otras plantas que se forma en la superficie del agua y en otros lugares húmedos).

Malvarrosa todavía no había sido avasallada por la civilización, pero por estas fechas los arquitectos iban a cuadricular todo su territorio, uniéndolo al resto de la ciudad, a cambio de privarle de su tranquilo y esplendido aislamiento.

De estas fechas datan los planos municipales, que prácticamente dibujan la estructura actual del barrio.

Como en Malvarrosa no existía todavía ninguna calle propiamente dicha, sino solo los antiguos caminos o sendas, todas las nuevas casas lindan con calles “en proyecto” de las que se detalla su anchura, que normalmente era de 10 metros.

El centro de operaciones donde se trazaban los planos de casi todas las casas del barrio era el despacho de los arquitectos Víctor Gozalvez Gómez y Ángel Romaní Verdeguer.

Una de las primeras zonas que se ordena es la entrada al barrio por el Cabanyal, a uno y otro lado de las vías “Xurra” y el “trenet”, desde la calle de la Remonta hasta la fábrica de carbón.

Son los hijos de Ricardo Morales Abril y su viuda Desamparados Chofré Alabau, quienes le vendan una parcela, por ejemplo, al que entonces  se llamaba nuevo Polit, Francisco García Mora, que comenzará a pensar en instalar su casa de comidas.

Aunque será Julia Robillard Serramedán, hija de Félix Robillard, la que ofrezca más palmos de terreno de su propiedad al barrio que va naciendo.

En esta primera fase de los años 1.923 y 1.924 irá vendiendo diariamente varias parcelas, y en cuestión de dos años habrá vendido, desde la calle San Rafael hasta la calle Mendizábal, toda la franja para de la avenida Malvarrosa.

Las nuevas manzanas se han ido trazando sobre terrenos de su propiedad, a todo lo largo de la calle Cavite, habrá tenido que ceder 2 metros de anchura, al igual que los compradores, que también a su vez habrán cedido otros 2 metros para dejar espacio suficiente entre las viviendas y las vías del tren del Puig.

Una de las ventas más significativas será la que dé lugar a la construcción de las llamadas “casitas de SAFE”.

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Las casitas de SAFE

El nombre de SAFE tiene su origen en el barrio Cantarranas.

Entre la estación de Grao y la desembocadura del río Turia había una zona que muy bien pudiera llamarse deprimida o marginal, que formaba una hondonada, prácticamente a un nivel de cuatro metros por debajo de la zona circundante.

En caso de inundación o fuertes lluvias toda la zona quedaba sumergida, pues casi era una zona de expansión del cauce del río.

Era rara la época en la que no se mantuviera formada allí una laguna o charca en la que cantaban las ranas, de ahí su nombre.

También recibía el nombre de barrio de Caro.

En su parcela más cercana al río había un espigón de cemento para mejor canalizar el río y evitar algo los desbordamientos.

Esa zona era conocida como la calle Espolón del Río, y adosado a él había una serie de viviendas,

Todavía se mantiene en la zona la calle llamada Espolón de Cantarranas.

SAFE (Sociedad Anónima de Fuerzas Eléctricas) necesitaba terrenos para instalar una central térmica, y el emplazamiento de Cantarranas le pareció oportuno, aunque no podía desalojar sin más a los vecinos.

El sistema que se arbitró para no dejar a los vecinos en la calle fue construirles a todos los que quisieran unas casitas ligeramente mejores que las suyas.

Una zona barata por no estar demasiado consolidada, era la Malvarrosa y allí los agruparon a todos, entre las calles Cavite o Vía Férrea del Puig y Antonio Ponz.

Las casitas formaban una manzana completa y eran todas sencillas, para cubrir las necesidades básicas, entre ellas había pocas diferencias.

Todas tenían un pequeño corral, trastero  que servía para cuidar las gallinas y conejos.

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Un sanatorio junto al mar y la huerta

Inauguración del nuevo Sanatorio Marítimo de la Malvarrosa

El 19 de febrero de 1.925 se inaugura el nuevo Sanatorio de la Malvarrosa, en presencia del Director General de Sanidad, Francisco Murillo Palacios y los doctores López Trigo y Juan Peset.

En la obra del Sanatorio había colaborado lo mejorcito de la medicina valenciana y a su frente había gente de indudable valía.

Juan Torres Babi, abuelo de Eugenio López Trigo, como Inspector Provincial de Sanidad había dedicado todos sus esfuerzos durante diez años para poner en pie una obra tan necesaria.

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Un sanatorio junto al mar y la huerta

Las casas de Benito

Por los años 20, en el actual Parque de Vera, había una bodegueta y unas sencillas casitas en su entorno hechas con mucho adobe y poco cemento, propiedad de Cristóbal Cuenca Ballester, más conocido como “Roque”.

El edificio principal era una casa de comidas, que servía como taberna, tienda y carnicería, regentada por Benito, que era el más popular de los vecinos.

Ahí se iba a charlar o jugar al “Truc”, en la mesa nunca faltaba una vasito de vino con olivas o almendras.

También era costumbre ir a “desgotar” (vaciar o agotar el agua) acequias y coger anguilas para guisar allí mismo un “all i pebre”, con ollas y los cubiertos que les prestaba Benito.

Normalmente, las comidas se servían en una mesa bajita, y se sentaban en unos taburetes tapizados con cuerda de esparto.

Prácticamente no existían los tenedores, todo lo más, cuando no con la mano, se usaban cucharas de madera.

Alrededor de la bodegueta y su corral había adosadas seis casitas de planta baja y una con piso.

Ahí vivían por ejemplo:

  • La alcaldesa y el alcalde

  • La pesetera

  • El Machistre

  • Doña Clara y la Gorreta

  • Los hermanos Suay

  • Maestros en la huerta

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Un sanatorio junto al mar y la huerta

La calle, la gente

Una de las actividades complementarias de los labradores era la cría de gusanos de seda.

En la andana de todas las barracas había montados unos cañizos cubiertos de periódicos.

Encima de ellos ponían hojas de morera y esparcían una “mesura” con media onza (28,35 gramos) de “llabor” o huevos de gusano que les proporcionaban en la casa de la seda.

Cuando los gusanos llegaban a la fase de capullo, hacían el camino inverso y los llevaban de nuevo a la casa de la seda.

En el centro de la avenida, y extendiéndose hasta lo que comienza a ser conocido como “el barriet”, en la actual calle Guillem de Escrivá, se encuentra la vaquería de Vicente García Zurriaga.

Con su inseparable carro, lo mismo va al depósito de sementales de la Remonta buscando las sobras de la comida para sus vacas, que recoge la basura para repartirla como abono para los campos.

Y con calma y tranquilidad hace viajes a Alginet y Sagunto, buscando alfalfa, fabó o bachoquetes, como pienso para sus vacas.

Le llamaban “el Xurro” porque era de La Yesa (villa independiente de la Comunidad Valenciana. Pertenece a la provincia de Valencia, en la comarca de Los Serranos), aunque hablaba bien el valenciano.

Para atender el incipiente vecindario se instaló el primer horno del barrio: el de “Barraca”, este era Antonio Gimeno Gimeno, que producía algo de pan en su propia vivienda para vender a los labradores que no se lo fabricaban por su cuenta.

Pero hacia 1.928 había, hasta entonces, más gente en la huerta que en el barrio, pero ahora ya comenzaban a levantarse muchas viviendas.

De modo que el hijo de Gimeno, Antonio Gimeno Carsí con 21 años instala el nuevo horno en el cruce del camino de Vera y el de la Malvarrosa, zona que hasta la desaparición de la papelera, era el ombligo del barrio.

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El fielato

Fielato era el nombre popular que recibían en España las casetas de cobro de los arbitrios y tasas municipales sobre el tráfico de mercancías, aunque su nombre oficial era el de estación sanitaria, ya que aparte de su función recaudatoria servían para ejercer un cierto control sanitario sobre los alimentos que entraban en las ciudades.

El término fielato procede del fiel o balanza que se usaba para el peaje.

Este modo de percibir los impuestos se mantuvo inalterado durante muchos años.

Para entrar en la capital con mercancías había que pagar.

Malvarrosa era frontera y tenía sus pequeñas aduanas, aunque fueran sencillas garitas de madera.

Los que venían de Alboraia o de la Casa Blanca, de Tavernes Blanques, por el camino de la Patacona, tenían que rendir cuentas y pagar aranceles en la garita que había en el cruce de Vera con la avenida.

Y por si venían más por el camino de Farinós o pretendían escaparse, había otra sucursal delante de la Casa el Sigüeña.

Los que venían por tren tenían que retratarse con sus pollos, aceite o jamones, en una garita situada junto a la estación de La Cadena.

Si es que antes de llegar a la estación no le habían tirado por la ventanilla del tren a algún amigo o pariente las mercancías por las que tenían que pagar.

Estas cosas eran las más odiadas por todo el mundo, que si podían las burlaban.

Para los labradores era un verdadero martirio, porque muchos trabajaban en Alboraia y, a veces se traían a casa un pato que les habían regalado o que habían recibido como pago por trabajar la tierra de otro.

Incluso uno mismo podía tener parte de sus tierras en Valencia y parte en Alboraia.

La partida de Vera estaba y está repartida entre las dos poblaciones, pero el caso es que si se negaban a pagar, incluso podían detenerles.

Aquí en la Malvarrosa, las tasas no eran desdeñables, por ejemplo, por una gallina había que pagar un real, lo cual en aquella época, era una cantidad desorbitada.

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La vida en la playa

Alcohol de higo y de melaza en primera línea

Justo al lado del chalet de Blasco Ibáñez se irguió, durante bastantes años, una fábrica de alcohol.

La factoría se llamaba “La Malvarrosa”, y era de la “S. A. Unión Alcoholera Española” constituida en Madrid en 1.904.

Inmediatamente se construyó esta sucursal de Valencia buscando para ello un lugar apartado, pues la industria era nociva y peligrosa, estéticamente desagradable y poco grata para el olfato.

Era compacta, y de tres pisos de altura.

El tufillo que despedía sin cesar arrugaba la nariz, pues el alcohol que se fabricaba era de maíz y de higo, por el azúcar que contenía.

Aunque la producción se basó luego, sobre todo, en la melaza.

El apestoso tufo que despedía la destilación del higo y la melaza aumentaba cuando soplaba el “albornés” (El Albornés es viento de verano que domina en el golfo de Valencia desde abril hasta septiembre; se inicia a la caída de la tarde y dura generalmente hasta las diez de la noche, sopla de N.N.O. a N.E., y cuando sopla toda la noche le llaman bocana, aun cuando conserve la misma fuerza y dirección).

De modo que una aguda presión popular, que se tomó el asunto como una reivindicación vecinal, consiguió la clausura de la fábrica y su traslado a otro lugar donde no molestara a nadie y tuviera más amplitud: el lecho del Turia.

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La vida en la playa

La Carmela

La Carmela fue el primer establecimiento de cierta importancia.

José Belenguer Ballester estaba casado con Carmela Meliá Navarro.

El matrimonio poseía un pequeño terreno junto al chalet de Blasco Ibáñez, un merendero para reponer fuerzas y dos barraquetes de baños eran toda su oferta.

Las barraquetes tenían varias cabinas, donde los veraneantes podían cambiarse de indumentaria.

Y si alguien no traía su traje de baño (que era lo normal) la Carmela le alquilaba uno que ella misma había confeccionado “de una tela azul parecida a la de los mecánicos”.

Concha Piquer frecuentaba estos parajes y estas casitas cuando tenía veinte años, la acompañaba Pepe Alba (el cómico que tiene una calle dedicada en el Cabanyal) con el que paseaba a caballo.

La instalación de la Carmela en una casa sólida y de nueva planta fue un poco forzada por las circunstancias, pues las maniobras y los festejos del campo de aviación cada vez eran más frecuentes y espectaculares.

No parecía lógico que hubiera una caseta de baño en medio de un campo de aterrizaje, de modo que Pepe y Carmela se decidieron y montaron su negocio.

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La vida en la playa

Más al Norte, unos tranquilos burgueses

Al Norte de la acequia de Vera ya está Alboraia.

Pero los chaletitos que formaban esta pequeña barriada del Huejo están fuertemente ligados a la Malvarrosa por su tipología, su historia, su situación urbanística y las vinculaciones personales de sus habitantes, que desde siempre se han sentido integrados en la Malvarrosa.

Así ha sido, al menos, desde 1.906, fecha en que Julio Robillard vendió ahí sus primeras parcelas de 650 metros.

De hecho el enclave tiene un nombre que es común a la Malvarrosa: partida de Vera.

En el chalet 123 vivió su adolescencia Ascensión Chirivella Martín, hija del procurador de los Tribunales Manuel Chirivella Meseguer.

Ascensión fue la primera mujer abogada colegiada en Valencia en 1.921.

Para cruzar la acequia de Vera se pensó, en mayo de 1.917, construir un nuevo puente, esta vez de piedra, presupuestado en 1.990,75 pesetas, parecido a la pasarela de la Exposición, aunque duró unos pocos años, pues una avenida lo derruyó en marzo, allá por el año 1.920.

Vista la necesidad de poder cruzar con seguridad la acequia de Vera, el Ayuntamiento construyó otro, que resultó más duradero: resistió hasta la gran barrancada del 28 de septiembre de 1.949.

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La vida en la playa

Las fiestas venecianas de la colonia veraniega

Este grupo de animados veraneantes, decidió un día trascender un poco el ámbito de su colonia para organizar unas fiestas, que muy bien podrían considerarse, las primeras fiestas del barrio de la Malvarrosa.

Además del humor y de la gran capacidad organizativa, lo que más llama la atención es el papel que entonces jugaba la acequia de Vera, que prácticamente era navegable y en cuyo canal podía celebrarse una gran fiesta veneciana.

Las fiestas que se celebran del 29 de agosto al 7 de septiembre de 1.919, contaban con la entrà de la murta (consiste en esparcir por las calles en fiestas ramas troceadas de hierbas aromáticas, sobre todo mirto, murta en valenciano que previamente se ha recogido del monte, extendiendo esta alfombra vegetal por donde ha de discurrir la procesión del patrón o la patrona, los clavarios y las clavariesas hacen sus pasacalles montando caballos ricamente ataviados a la vieja usanza, normalmente todos los caballos son percherones, clásicos animales de tiro de la huerta), concurso de pesca a las 5 de la mañana, diana para los afamados dolçainers y despertà con albaes, etc.

De todos estos festejos destacaba el 2 de septiembre la “Gran Fiesta de la Aviación”.

Al día siguiente se organizaba la Gran Fiesta Veneciana en el canal de Vera.

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente a la Malvarrosa, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Antonio Sanchis Pallarés. Historia de la Malvarrosa.

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

Fotografías

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