Malvarrosa Nacida del agua Paz forzada

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La postguerra: La paz forzada

El 1 de abril de 1.939 se implanta por decreto la paz de los cementerios.

Algunos hechos nos permitirán ver como se encajaron las cosas al término de la lucha fraticida.

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La postguerra: La paz forzada

Sanatorio Marítimo: una depuración controlada

El Sanatorio había quedado desmantelado, y para ponerlo en marcha, previamente había que resolver el problema creado por los médicos.

Teóricamente, Álvaro López había servido a la República y había que depurarlo.

También había que depurar a Antonio Damiá Maiques, que había sido director de Portacoeli, manteniéndose fiel a la República.

Era un dilema para el jefe provincial de Sanidad, Leopoldo Acosta, pero este, de dos problemas sacó una solución.

Antonio Damiá, como director de Portacoeli, dependía de la Diputación y no del Ministerio de Sanidad, de modo, que le destituyó como director de Portacoeli, así cumplia la ley, pero no tuvo dificultad en nombrarle director de otro Hospital de la Sanidad Estatal, como era el Sanatorio de la Malvarrosa.

A Álvaro López, que era director de la Malvarrosa, también le destituyó como tal, pero le mantuvo como cirujano en el mismo Sanatorio, este no contaba con ninguna clase de medios; del 1.936 al 1.946 los enfermos se multiplicaban y los recursos se dividían.

Para ser admitido como paciente, se requería que cada uno llevara su propia cartilla de racionamiento.

Para llevar las cosas adelante se les ocurrió hacer lotería, y efectivamente, con la colaboración de las familias funcionó desde 1.940 hasta 1.960.

Es este engranaje, donde predominaba la buena voluntad y el espíritu de colaboración marcó un hito, la “Falla del Cotorreo”, que se plantó en 1.946, con temas alusivos a la vida del Sanatorio.

El alma de todo fue Álvaro López, que ha permanecido en Malvarrosa para siempre, perpetuado en una calle que le dedicaron el 9 de abril de 1.976.

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La postguerra: La paz forzada

Los falangistas en el chalet de Blasco Ibáñez

El Frente de Juventudes tuvo su primera sede en la plaza Rodrigo Botet, en lo que hoy es el Hotel Astoria, donde también estuvo la primera escuela de Flechas Navales.

En la búsqueda de nuevos locales, encontraron un viejo transporte de guerra destinado al desguace y anclado en el Puerto: el “Almirante Lobo”.

A esa peculiar escuela acudieron los alumnos durante dos años.

Pero tampoco el buque reunía condiciones, de modo, que se gestionó la cesión de otro edificio en tierra firme.

Este no fue otro que el Pósito o Escuela de Pescadores, el antiguo Asilo-Refugio para Inválidos del Mar, de la Cooperativa “El Progreso Pescador”.

Ahí estuvieron aproximadamente un año, entre 1.942 y 1.943, las charlas religiosas corrían a cargo del Arcipreste Vicente Gallart Cano.

Pero los responsables dirigían sus miradas a otro edificio que les resultaría más útil: la nueva escuela de Flechas Navales sería el chalet de Blasco Ibáñez.

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El chalet de Blasco Ibáñez durante la guerra

Parece ser que el chalet fue usado durante la guerra como centro de asistencia sanitaria para niños, en los que la falta de higiene y de una alimentación adecuada hacía estragos.

También, cuando la capital del Estado estaba con la angustia de ser conquistada por las tropas nacionales, muchos evacuados de Madrid se refugiaron en el chalet de Blasco Ibáñez.

La atención a las necesidades primarias no predisponía a los evacuados a ser muy respetuosos con la vivienda del antiguo combatiente republicano.

Las primeras gestiones para ocupar el chalet como sede de los Flechas Navales son de 1.941.

Un delegado de Flechas Navales fue a ver a la nieta de Blasco Ibáñez, pidiéndole que le cediera o alquilara el chalet, pero Vicente Asensi Genovés, su marido, se negó, pero Planas de Tovar, delegado de Flechas, le reprochó que se opusiera a los grandes designios del Movimiento y los arrestó, comunicándole a la nieta que mientras no entregase la llave del chalet no soltaría a su marido, entregó estas en la Secretaria del Gobierno negándose a firmar ningún documento.

Los Flechas Navales instalaron en “La Malvarrosa” su escuela.

Las cariátides (Una cariátide es una figura femenina esculpida, con función de columna o pilastra, con un entablamento que descansa sobre su cabeza) de la terraza pompeyana fueron suprimidas; la galería quedó cerrada por muros y ventanas y lo que fue la casa de un gran artista se convirtió en un cuartel desde enero de 1.942 has el 21 de febrero de 1.962.

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Sobre llevando la postguerra

La tía Piula

Era esta la época en que deambulaba por el barrio uno de los personajes más pintorescos: la tía Piula.

Era la guardabarrera del tren del Puig, y hacía su turno en la caseta del cruce entre el camino de Vera y la calle Cavite (Vía Pedrera).

Realmente se llamaba Josefa Soler García y estaba casada con José Tomás Queral.

Fue una de las precursoras de los falleros en el barrio, plantando cada año una rústica falla en el camino de Vera, junto al horno de Barraca.

Representaba a los muñecos como podía, y si no se entendía quienes eran, allí estaba ella para explicarlo.

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La postguerra: La paz forzada

Doña Consuelo, la curandera

Hacia 1.928 llegó al barrio doña Consuelo Garcín Fernández, una de las personalidades más notables que han pasado por el barrio y que vivía en la calle Cavite número 21, donde pronto se hizo famosa.

¿A qué se dedicaba?

Era de todo: echadora de cartas, pitonisa, amigable componedora de matrimonios, prestamista, curandera, beata, partera y abortista, lo mismo le daba un consejo que una friega en el estómago, enderezaba un hueso o albergaba a una familia necesitada.

Una de sus clientas le regaló una imagen de la Virgen de los Desamparados, que hasta hace muy poco, todavía la paseaban en procesión por la calle Eugenia Viñes y Cavite el segundo domingo de mayo.

Al final de su vida quiso regalar la imagen a la iglesia del Jabalquito y luego pensó en la iglesia de Vera, aunque finalmente encuentra lugar apropiado en la Buena Guía.

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Con el cinturón apretado, en busca dela expansión

Malvarrosa, sin más calles que la Vía del Puig, Isabel de Villena (que para algunos todavía continúa siendo María Blasco) camino de la Malvarrosa, camino de Vera y sendas de la Capelleta y de la Carrasca, es un barrio extremo, perdido en el mapa y abandonado por la Administración.

La gente se lo tomaba con mucha filosofía, pero la lucha por la supervivencia era muy dura.

Los labradores, por ejemplo, debían hacer frente a todas las deudas contraídas con sus dueños durante la guerra.

Durante tres años no se habían pagado los arrendamientos y ahora había que ponerse al día.

Un decreto del Gobierno intenta suavizar la situación estableciendo que “de los arriendos del tiempo de la dominación roja se cubre solo el 50%”.

Quizá la actividad del barrio que destaca más durante estos años de crisis son: las fallas.

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Con el cinturón apretado, en busca dela expansión

Las fallas

Antes de la guerra ya se plantó una falla en los terrenos de Warrentti Bitulithic (fábrica de pavimento para asfaltado, que tenía depósitos al aire libre por lo que ahora es la plaza Libertador Simón Bolivar).

Esa falla se construyó en el corral de la barraca del tío Pepe, más allá de la vía, cerca de la fuente de San Vicente.

Rafael Limonge “el pintoret”, cuando era pequeño ayudó a hacerla y plantarla.

Representaba una bola del mundo, pero ya no existen más detalles sobre el particular.

La primera falla de la postguerra, se plantó junto al merendero del Génesis.

Se había pintado en casa de Manuel Novella, el maestro represaliado y constaba como directivo Mateo Nicomedes, el marido de la yaya Consuelo Garcín.

Aunque el primer argumento del que queda constancia es el de 1.944, y se hace alusión al estraperlo.

Los artistas falleros son los mismos falleros, y dicen así:

Hi ha qui s’ha posat molt gros

desde que trata en escala

en el sucre y en l’arros

El presidente Puchol no se olvida de enviar a la Junta Central Fallera la foto de la Fallera Mayor para la falla del 1.945: Merceditas Ferrer Forés, que visita los Asilos de San Juan de Dios y del Carmen y entrega buñuelos a los niños.

Era el primer año que actuaba como falla “homologada”.

Porque para poder constituirse la Comisión necesitaba un aval de la Falange.

El lema de esta falla en marzo del 1.945 es:

Els veins que resignats/veuen que en la sequia es fan/totes les necessitats”.

Las acequias, efectivamente, hacían algunas veces el papel de alcantarillas.

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Con el cinturón apretado, en busca dela expansión

Competencia en las fallas

A la falla de la Vía del Puig le surge competencia.

Sana, pero no por ello menos enconada.

Por el cruce de la avenida Malvarrosa con el Camino de Vera se forma otra comisión, arropada por los trabajadores de la Papelera y de la fábrica de Robillard, por vecinos de las casas de Benito y de Portero y por el bloque del “Barraca”.

Los dos promotores son: un brigada de la Guardia Nacional, llamado Pablo Torralba Díaz y nuestro viejo conocido Ximo Calatayud Lorente.

La Papelera, en su voluntad de integrase a la barriada, colabora con la falla con 3.000 pesetas, sobre un presupuesto de 7.000.

Para la presentación de la Fallera Mayor, Casa Insa les presta gratis el traje de labradora.

Ello no impide para que quieran darle a la Comisión mayores vuelos que la falla de la Vía.

Para ello, además de la misa en la ermita de Vera, “se bautizará al niño que haya nacido más cercano a San José. Si hay muchos, se elige al más pobre”.

Para captar abonados se daba una lucha a brazo partido entre las dos comisiones.

Pablo Torralba quiere hacer la “apuntá” en la Vía del Puig.

Puchol dice que eso es una intromisión.

De la Junta Central Fallera resuelven que si algún vecino de la Vía del Puig los desea, que colabore con la falla de Vera, pero sin que sus cobradores vayan por la Vía del Puig.

La temática de la falla de 1.949, de la Vía del Puig, es un agudo problema del barrio: la falta de luz eléctrica.

Se hace calceta, o se pintan los labios o se leen tebeos a la luz del candil.

Todo depende de su majestad: el Cresol, que es la imagen que corona la falla.

Por el lado de la falla de Vera, el argumento de ese año también es original, y hace alusión a otro típico problema del barrio: la falta de transporte.

Y es merecedora de un premio especial de 500 pesetas.

Se trata de una peana rectangular sobre la cual va montado un tranvía de construcción hiperbólica, alusivo a la inauguración de este servicio para el año 2.000.

Pero un trágico acontecimiento altera el ritmo de las fallas: La riada de 1.949.

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La riada de 1.949

En tres horas se consumó la tragedia.

El 28 de septiembre de 1.949 todo iba bien hasta las ocho de la tarde.

Pero a las 20:15 una enrome masa de agua roja por el barro se abalanzaba por el río Turia hacia el mar.

Pero la furia del río necesitó de nuevos cauces.

En pocos minutos, el agua cobró un espesor de medio metro, dirigiéndose impetuosamente hacia las calles del Canyamelar, Cabanyal y Malvarrosa.

Pero la Malvarrosa fue atacada por el río Turia y por el barranco del Carraixet, por eso, posteriormente, la gente, más que hablar de inundación o riada, hablaba de la “barrancá”.

Dice Las Provincias del día 30:

A pesar que varios hombres, provistos de luces, recorrieron los lugares de la Malvarrosa pocos momentos antes de la inundación producida por el barranco, avisando a los vecinos, estos no pudieron evitar los daños, ya que inmediatamente detrás del aviso llegaban las primeras aguas”.

Uno de estos hombres que se dedicó a dar el aviso era Pepe, el cartero “peatón”, que venía a pie cada día desde Benimaclet.

El hecho es que el nivel de las aguas fue superior en la Malvarrosa al que 8 años más tarde alcanzaría la riada de 1.957.

La fuerza de las aguas llegó incluso a levantar las vías del tren del Puig.

La prensa reseña que en la playa de las Malvarrosa se derrumbaron cuatro casitas entre las que figura el merendero “El Génesis”, pero las que no se derrumbaron, sufrieron la inundación.

La catástrofe dejó desoladas a muchas familias, que quedaron en una situación desesperada.

Tuvo que ponerse en marcha el mecanismo de solidaridad del resto Estado.

Precisamente en ese mismo mes de septiembre, el Ayuntamiento había comprado los terrenos para edificar los llamados “Bloques Rosa” o del Ayuntamiento.

Todo este maremágnum tuvo su repercusión en las fallas, pues las paralizó momentáneamente.

Pepe Puchol expone a la Junta Central Fallera que su “Génesis” se inundó por completo, desapareciendo la documentación de la falla, lo que impide plantarla en 1.950.

Pero si esta falla no puede, si que se anima la falla del Camino de Vera, y la temática de la falla hace referencia a las consecuencias de la riada, pero no a las desgracias, sino a los abusos que han cometido los damnificados desaprensivos.

Es la falla contratada en enero de 1.950 con Rafael Roig Alcañiz como artista.

La “memoria” de la falla alude a los desaprensivos que no teniendo nada se han aprovechado de las circunstancias.

En la parte superior de la falla está el símbolo de la rapiña: el buitre, para que los desaprensivos se den cuenta de sus faltas.

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Se va configurando la trama urbana: el Barriet

Por estas fechas ya había una zona que podía llamarse “Barriet”.

Era la zona comprendida entre las calles Guillem de Escrivá y Berenguer de Montoliu, antes que se edificasen las viviendas de la avenida Malvarrosa y las de la calle Gran Canaria.

Uno de los fundadores era el tío Potaje (Ramón Bordería Penalba), que tenía una cuadra en la calle del Pilar (actualmente, Tramoyeres) donde criaba toros, cerdos y caballos.

Del Cabanyal se fue a vivir a la Malvarrosa para evitar el fielato (Oficina que existía antiguamente a la entrada de las poblaciones, donde se cobraban los impuestos por la entrada y salida de mercancías de consumo).

Hacía 1.932 se montó su cuadra en la esquina de las calles Berenguer de Montoliu con la calle Lanzarote.

Pronto, con algunos otros amigos, encargan al taller de arquitectura de Gosálvez y Romaní unas casitas con jardín.

Esto sería el primer núcleo del Barriet.

No tardan mucho en darle al barriet un lugar en el callejero, reconociendo así la cohesión social de la zona.

La calle Berenguer de Montoliu recibe el nombre de un vicealmirante valenciano del siglo XIII y, Guillem de Escrivá era prácticamente el fundador del Hospital de la Trinidad, de la calle Alboraia, de donde fue abadesa sor Isabel de Villena.

Las dos calles son bautizadas el 4 de julio de 1.946 (aunque es necesario advertir que el nombre de Berenguer de Montoliu es un nombre “importado”, es producto, como otros, de la reestructuración de la bombardeada y desaparecida calle Chapa, que bien a ser la actual J.J. Domine. La calle Berenguer de Montoliu ya existía, y era un callejón sin salida de la calle José Aguirre).

Simultáneamente, aunque algo alejada de estas dos, otra calle recibe un nombre propio, distinto a los nombres básicos en la toponimia del barrio (Vera, Carrasca, Malvarrosa, Capelleta y Vía Pedrera).

Se trata de la calle Antonio Ponz, que nació como una calle “espaldera”, por un lado era espalda de la Vía Pedrera y por otra parte era espalda de la avenida Malvarrosa.

Ya había un esbozo de vida ciudadana y una trama bastante consolidada.

Se dispuso de un sereno que funcionaba por libre, entre los años 1.943 y 1.946, pertrechado con su gorra y su chuzo (Palo con una púa de hierro en un extremo usado a modo de lanza para atacar o defenderse, en especial el usado por los serenos y vigilantes nocturnos), aunque sin uniforme ni llaves.

Su tarea consistía en despertar a quien se lo pedía (panadero, tranviario, etc.), recibiendo a cambio lo que buenamente quisieran darle.

Si había duda sobre la hora en que debía despertar a alguien, en la puerta de cada casase dejaban unas piedras (por ejemplo, si querían que se les despertara a las tres de la madrugada se dejaban 3 piedras).

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El lavadero del “Gato”

Vicente Ballester Cubells, conocido como “el Gato”, allá por los años 40, al acabar la guerra, tiene la idea de aprovechar su terreno y su estupendo manantial de agua.

En el barrio hay bastante gente y no se dispone todavía de agua potable en las casas.

Son pequeños pozos artesanos los que proporcionan agua a las viviendas, pero el lavado de la ropa es un problema en las casas particulares, de modo, que Vicente Ballester se anima y monta un lavadero en la calle Vicente La Roda, allí iban todas las mujeres con su fardo de ropa sucia, haciendo la colada por una o dos pesetas.

A mediados de 1.960 llegó el agua potable y fue entrando en las casas, lo único que cabía hacer era cegar el agua y clausurar el lavadero y allanar el terreno, sobre este se construyó una carpintería.

Oculta bajo la mesa del carpintero todavía podía leerse una inscripción: 20 de octubre de 1.947.

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La Clínica del doctor Olite

Lo que durante un tiempo fue el Servicio Municipal de Educación y antes había sido Centro de Educación Especial Profesor Sebastián Burgos, un bello edificio diseñado en 1.930 por Víctor Gosálvez, se fundó en 1.943 en este mismo edifico una clínica antituberculosa, dirigida por el doctor Vicente Olite Benimelli.

Durante un tiempo, la clínica, que era prácticamente prolongación de la estación de La Cadena, se llamó “Nuestra Señora del Rosario”.

El emplazamiento fue buscado por su proximidad al mar.

En aquellos tiempos, la tuberculosis era una enfermedad muy común, y el doctor Olite intentaba remediarla dándole un tratamiento naturista.

Pero fue evolucionando el método de tratarla, y progresivamente se iban aplicando métodos quirúrgicos.

De modo que la finalidad con que fue fundada la clínica del doctor Olite se diluía, y acabó cerrando sus puertas hacia 1.977.

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Tabarca

Federico Bruce McFarland había nacido en Glasgow (Escocia) y vino a España como representante de una empresa británica dedicada a la exportación de carbón.

Una vez en Valencia, también se dedicó a la exportación de naranjas.

Se aclimató muy bien a nuestra tierra, donde pudo fomentar su afición a los deportes del mar.

Fue uno de los fundadores del Club Náutico a principios de siglo.

A Federico Bruce le gustó Malvarrosa, y ya antes de la guerra se hizo construir dos chalets en la playa.

Su hijo Alberto Bruce Hinojosa, trabajaba de intermediario entre grandes agricultores de aquí y empresas de Londres, pronto pensó construirse un chalet de nueva planta en el solar de una pequeña casita ocupada por un prestamista llamado Santacruz.

Ahora es el restaurante llamado Nova Tabarca.

El nombre original de este chalet no era Tabarca, sino Villa GABISA, como acrónimo de GABriela (su mujer) y María LuISA (su hija).

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente a la Malvarrosa, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Antonio Sanchis Pallarés. Historia de la Malvarrosa.

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

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