Malvarrosa. Nacida del agua. Una Malvarrosa sin nombre

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Los primeros propietarios y los “Vínculos”

Las primeras muestras de interés por esa franja de terreno, que hoy conocemos como Malvarrosa, podemos remontarlas al siglo XVIII, siguiendo el rastro de algunas familias de la nobleza que consiguieron acumular ahí grandes porciones de terreno.

Cuando nos fijamos en una parcela de huerta localizada en la Malvarrosa, nos encontramos con que forma parte de un sistema de propiedad llamado “vínculo”

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El “vínculo” de los Pichó entre La Cadena y San Juan de Dios

La mayor parte de las tierras que se extienden entre la estación de La Cadena y el Hospital San Juan de Dios, y entre la vía de RENFE (ahora del tranvía) y la calle Padre Antón Martín constituyeron el cuerpo principal del “vínculo” formado por el maestro guantero Pascual Pichó y Vendrís en 1.754.

Todavía sus descendientes poseen algunas parcelas de estas tierras, mezcla de edificaciones y de huerta.

Los “vínculos” eran prerrogativas reales.

Los reyes necesitaban ofrecer estímulos o recompensas a los nobles o personas destacadas en el servicio a la Corona.

Uno de los sistemas era autorizarles la formación de “vínculos” o bloque de propiedades exentas de tributos.

Normalmente el “vínculo” completo pasaba íntegro del padre al hijo mayor.

En la herencia no sufría ninguna merma, eso ayudaba a mantener la unidad y la identidad de la familia.

El maestro Pichó fue un típico representante de la nueva burguesía en ascenso.

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Los terrenos de San Juan de Dios

Contemporáneo del “vínculo” de los Pichó, existe una pequeña historia de unas tierras vecinas que allá por el año 1.890, comenzarían a convertirse en lo que era el Asilo de San Juan de Dios.

Toda la parcela vallada por el Hospital, en el siglo XVIII era propiedad del convento de Predicadores de Santo Domingo, recayente en la actual plaza de Tetuán, donde ahora esta Capitanía General (Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad).

Pero fue un terreno que pasó por muchas vicisitudes.

La primera vez que se oye hablar de este terreno es en una conversación que sostiene una monja del Grao.

A finales del siglo XVIII ya se tiene noticias muchas veces de la palabra desamortización, es decir, expropiar las tierras al clero y venderlas, abolir el sistema de los “vínculos” eliminando privilegios de la nobleza, poner, incluso, en venta las tierras que pertenecen al Patrimonio Real.

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El gobierno de Carlos III, se propone inventariar todos los bienes de la nación, y más en concreto, todos los metros cuadrados de tierra que puedan pertenecer a la Corona, esta quiere conocer que tierras le pertenecen para que no se apropie de ellas ningún pescador furtivo, o simplemente para alquilarlas.

Para elaborar este inventario habrá una norma clara: todo lo que no tenga dueño, será de la Corona, es decir, de “realengo” (Patrimonio del Estado, de la Hacienda Pública o del Tesoro Nacional).

Carlos III encarga toda esta operación de rescate a un eficiente hombre de leyes: Vicente Branchat.

Este redactará un desarrollo de la norma fundamental, que el rey aceptará en su totalidad, para delimitar que tierras son del rey y en que condiciones se pueden ceder a ceder a los propietarios, se trata de la Real Cédula de 13 de abril de 1.783.

En ella se trata de como establecer contratos u otorgar concesiones, así como, de sancionar y dejar zanjado el problema de aquellos que, de hecho, ya han ocupado esos terrenos.

La monarquía acepta los hechos consumados, y no impone ninguna clase de sanción a los que vienen ocupando las tierras, pero a partir de esa fecha, no quiere desperdiciar rentas que las tierras puedan reportarle.

Poner en orden este caos será tarea que costará más de un siglo.

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De los documentos antiguos que hablan sobre esta zona de la Malvarrosa (prácticamente todos ellos son escrituras notariales de propiedad) se deduce una conclusión unánime: antes de la desamortización, entre la promulgación de la Real Cédula de 1.783 y la venta de bienes del clero dictaminada por Mendizábal en 1.837, todos adquirían la propiedad de la misma forma: reconociendo la propiedad en último término de la Corona, es decir, si alguien había edificado su barraca sobre el terreno del que no tenía escritura de propiedad, debía registrarlo a nombre del Estado y pagar un alquiler o censo anual.

Y si en lugar de alquilarla pagando censo pretendía comprarla, la operación se llamaba “redención del censo”.

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Malvarrosa y su huerta ante la desamortización

La desamortización

Con la desamortización se pone fin a la etapa del antiguo régimen, poniendo coto a la aristocracia conservadora y a la iglesia, y se da el relevo a una aristocracia de nuevo cuño, la de los burgueses con iniciativa.

La desamortización está en el origen de una explotación más racional de los cultivos e incluso en el origen de la revolución industrial, pues se piensa que los campos podían servir también para integrarlos en un  proyecto urbanístico.

Hasta este momento la iglesia, el clero y la nobleza habían ido acumulando extensos territorios, que quedaban “amortizados”, es decir, congelados o excluidos de todo control.

Nadie podía meter mano en ellos, no podían comprarse ni venderse, no tenían que pagar a Hacienda, escapaban a las leyes del mercado, evitando cualquier tipo de control urbanístico o cualquier plan de reforma agraria.

Estos bienes también se han venido llamando “de manos muertas”, por ser propiedad de dueños impersonales o sociedades consideradas “imperecederas”.

Bajo el nombre de “manos muertas”, Branchat entiende como “todo cuerpo inmortal, esto es, que no se muda ni muere como iglesia, ciudad, villa o pueblo, monasterio, Comunidad, Capítulo, Colegio o Cofradía”.

Con el tiempo, media nación, acotada como reserva de caza, estaba en manos del clero y la nobleza.

Hay que esperar hasta el siglo XVIII para que las medidas desamortizadoras se abran paso, impulsadas por corrientes “ilustradas”.

Dos de ellas podían ser Gaspar Melchor de Jovellanos y Álvaro Flórez Estrada (ambos de origen asturiano).

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Malvarrosa y su huerta ante la desamortización

Juan de Dios Álvarez Mendizábal

María Cristina, viuda de Fernando VII y madre de Isabel II, todavía niña de siete años, desea poner fin a la guerra civil contra los partidarios de su cuñado, Carlos María Isidro de Borbón.

Para ganar esa guerra hace falta tomar grandes decisiones, y recurre a Juan de Dios Álvarez Mendizábal, típico representante de la nueva aristocracia surgido de los rescoldos del antiguo régimen.

Todo su saber político debe ponerlo al servicio de una causa: ganar la guerra contra los carlistas, como objetivo inmediato y básico.

El otro objetivo a medio plazo es formar en España una nueva clase dirigente, la burguesía, que haga posible la revolución liberal.

Estos dos objetivos le impidieron plantearse un tercero: realizar una verdadera reforma agraria, porque aunque se ganó la guerra, se perdió una gran oportunidad.

La desamortización fue necesaria, pero se hubiera podido hacer de otra manera.

Vendiendo las tierras al mejor postor solo se conseguía que las tierras las comprasen los ricos y se dedicaran a especular con ellas.

Cambiaban de manos (cuando cambiaban, que no fue siempre) pero no cambiaba el sistema de propiedad.

Para los labradores de la Malvarrosa las únicas diferencias consistieron en una pequeña alteración del precio y en el cobrador del “rento”, que antes era un fraile y ahora era un administrador laico.

En 1.855 el problema es algo más grave que en 1.837.

Antes se les había quitado las tierras a las órdenes religiosas, esto era relativamente fácil, considerando que para ello bastaba con suprimir a estas.

Al dejar de existir legalmente, las tierras pasaban al Estado.

Pero ahora se trataba de poner a la venta los bienes de todo el clero, eso jurídicamente ya era más complicado, porque las órdenes religiosas se las podía extinguir, pero eso no podía hacerse con la Iglesia, considerada inmortal.

El desenlace fue este: no se da ningún argumento, se expropia por razones de Estado.

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Malvarrosa y su huerta ante la desamortización

Pascual Madoz

Pascual Madoz Ibáñez de Iriarte, fue un político y un hombre de Estado, escritor, erudito y periodista, que nació en Pamplona el 17 de mayo de 1.805.

En 1.813 se traslada a Barbastro en Huesca para estudiar en los Esculapios.

Posteriormente estudiaría Leyes en Zaragoza.

En 1.850 Pascual Madoz publicó su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar.

En este Diccionario plasmó el modo de vida de sus contemporáneos y al mismo tiempo recogió la Industria que había en cada uno de los Lugares, Pueblos, Villas, Ciudades, Capitales, Partidos Judiciales y Provincias.

En este contexto aparecen los Molinos harineros de río, los Molinos de viento, las Tahonas, los Molinos de aceite, los Batanes, las Ferrerías y las distintas Fábricas que se movían hidráulicamente en aquellos momentos.

También hace referencia a los que estaban derruidos o en ruinas.

Amparado por el nuevo gobierno, Madoz remata la obra desamortizadora, no se conforma con los bienes del clero, sino que declara en estado de venta los predios (Heredad, hacienda, tierra o posesión inmueble) rústicos y urbanos, censos y foros, pertenecientes al Estado, al clero, a las Órdenes Militares, a Cofradías y a obras pías.

Su ley fundamental será la del 1 de mayo de 1.855, analizando las características de los compradores, advierte que eran: “[…] personas cuya riqueza provenía del comercio o de profesiones liberales, terratenientes, personas vinculadas o simpatizantes del movimiento político liberal […]”.

El sistema desamortizador, según Francisco Tomás y Valiente, debió ser aconsejado por Álvaro Flórez Estrada, el único capaz de facilitar la creación de una clase media rural de pequeños propietarios, con la que se había estabilizado en España el régimen liberal, y se habría llenado el vacío latifundista y el bracero.

Sea como fuere, la venta de los terrenos de la Malvarrosa se tramita casi en su totalidad a partir de esta desamortización preconizada por Pascual Madoz en 1.855.

Cuando Robillard, Teodoro Llorente y Eduardo Pérez Pujol, por ejemplo, compren aquí sus propiedades, lo harán cumplimentando el formulario redactado por Madoz.

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La huerta de Malvarrosa en la primera mitad del siglo XIX

La crisis del labrador

Aunque a los ojos del labrador, ni la iglesia ni la nobleza mantuvieron la misma imagen después de la desamortización, las costumbres cotidianas en la huerta no sufrieron gran alteración.

El cambio de amo fue una cuestión más bien nominal, y la explotación que sufría el labrador seguía siendo prácticamente la misma.

Había muchos motivos de inquietud durante la década de 1.850.

En 1.855, por ejemplo, se acumulan todas estas desgracias: epidemia de cólera, sequías prolongadas, inundaciones, pérdidas de cosechas, escasez de víveres, especulación mercantil, plaga de la “pebrina” (Enfermedad epidémica mortal. Nosema bombycis es un hongo microspórido que parasita al gusano de seda), crisis de la industria sedera, elevación de impuestos, alza de precios y brotes de insurrección carlista.

El descontento era tan grande, que hasta los partidarios del gobierno se alzaban contra él.

Con el gobierno de Ramón María Narváez y Campos, I duque de Valencia (Loja, Granada, 5 de agosto de 1.799-Madrid, 23 de abril de 1.868), debido al reclutamiento de las “quintas” se produce una verdadera sublevación.

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La huerta de Malvarrosa en la primera mitad del siglo XIX

Las quintas

A la mili tenía que ir todo el mundo.

Pero había un modo de escapar: Pagando.

Las personas que contaban con alguna posibilidad, ya hacían un hueco en su presupuesto para “redimir de las armas” a sus hijos.

Hasta tal punto estaba introducida la costumbre de redimir de las armas a los hijos, que había sociedades o empresarios dedicados expresamente a estas gestiones.

A veces, esta especie de gestores eran dejados de lado y los interesados se reunían por su cuenta, formando para este único fin una sociedad que se reunía ante un notario para gestionar todo lo referente a la redención de sus hijos.

El sistema tenía sus peculiaridades: se asociaban todos aportando cada uno 1.500 reales, y la suma se entregaba para redimir “a quien le cupiere la suerte de soldado”.

Si alguno quedaba exento por sorteo, no por ello, se libraba de pagar.

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Y si alguno decidía hacer el servicio cobraría los 6.000 reales, precio de la redención.

Si cualquier alistado fallecía, a su padre le devolvían el dinero que había aportado, pero en el caso que ese fallecimiento se debiera a “una riña buscada” se le mantenía la obligatoriedad de pagar.

Normalmente, el dinero que los padres destinaban a esta redención estaba previsto descontarlo de la herencia.

Pero en esta ocasión, la protesta contra el sistema de quintas fue unánime.

En 1.856, el sorteo en la capital fue interrumpido por los asistentes, que agredieron a los concejales y rompieron las listas y los cántaros con las bolas.

Hubo que suspender el acto.

El pueblo disponía de muchas armas y el Cuerpo de la Milicia Nacional estaba de su lado, se tuvo que declarar el estado de guerra, parlamentando finalmente con los jefes de la milicia.

Como la situación no se calmaba, hubo de destituiré al alcalde, al gobernador, al regente de la Audiencia y al mismo capitán general, y conseguir un refuerzo de 6.000 hombres.

Por fin, ante la presencia de dos batallones del ejército, se pudo celebrar el sorteo sin contratiempos, y se disolvieron 17 compañías de Milicias.

Aparentemente, esto fue una derrota de los demócratas valencianos, pero fue una derrota provisional, porque perdieron la batalla, pero ganaron un gran prestigio.

De esta victoria se valdrían 13 años más tarde, en la “Gloriosa”, sublevación que destronó a Isabel II.

Cuando el pronunciamiento se aborta y toman los conservadores de nuevo las riendas en 1.856, se ordena la disolución del Ayuntamiento del Cabanyal.

En 1.857 ya contaba con 8.179 almas (1.734 familias) según el censo de 21 de mayo.

En 1.859, Pueblo Nuevo del Mar existían 1.498 edificios habitados constantemente, 203 por temporada y 31 inhabilitados, de estos 368 eran de un solo piso; había 214 de dos plantas y solo cuatro de tres plantas, entre todas estas casas había 1.146 barracas, a las que no se llamaba edificios, sino hogares.

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La huerta de Malvarrosa en la primera mitad del siglo XIX

El carro del progreso

El 24 de abril de 1.862, un acontecimiento vino a perturbar la vida de la Malvarrosa.

Ese día “la huerta tembló de gozo y de miedo a la vez”.

Conducida por maquinistas ingleses como Cowen Landret, Edward Roffey, etc., la primera locomotora cruzó la huerta, poniendo en comunicación Valencia, sus riquezas y sus bellezas con el mundo entero.

Las reacciones de las gentes fueron muy diversas, unos la aclamaron con frenesí; otros se escondieron en lo más hondo de sus viviendas y otros miraban con odio y recelo el monstruo de hierro.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente al Grau, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Antonio Sanchis Pallarés. Historia de la Malvarrosa.

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

Fotografías

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