Malvarrosa Nacida del agua Los Bloques Rosa

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La iglesia, la riada y los Bloques Rosa

La Inmaculada de Vera-Carrasca

Una vez acabada la guerra, el arzobispado hace una nueva división parroquial.

Decide que ha llegado el momento de reconocerle su importancia a la barriada y atribuirle la categoría de parroquia independiente.

Pero mientras se pensaba en construir el nuevo templo, se usaría la antigua y venerada ermita de Vera, llamada para la ocasión parroquia de María Inmaculada de Vera-Carrasca, con este nombre funcionó durante diez años, y desde entonces la entrada que lleva desde el camino de Vera hasta la ermita se llama Entrada de la Iglesia de Vera.

El hecho es que la ermita hace funciones de parroquia.

El 30 de agosto de 1.942 se celebra en ella el primer bautizo: Daniel Novelda Villalba.

El primer matrimonio había sido el del hijo de la tía Piula, Joaquín Tomás Soler con María Sanía Pérez (el 23 de agosto).

El primer entierro es el de Rosa Rams Barberá el 1 de septiembre de 1.942.

Desde el primer momento y desde la misma base hubo ahí un cura bastante ejemplar, metido muy a fondo en la vida de su pueblo.

Normalmente la gente le conocía como Rabanete, aunque no era un apodo, sino su segundo apellido: Constantino Estaban Rabanete.

Lo cierto es que las fotos de la postguerra tienen a Rabanete como protagonista, son muchos los antiguos vecinos que conservan la foto de Rabanete en sus bautizos, comuniones o bodas.

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La Maredeueta por los caminitos de Vera

El último día de mayo de 1.948, eran las bodas de plata de la coronación de Nuestra Señora de los Desamparados, y el Papa otorgaba los honores de Basílica a la capilla donde Rabanete ofrecía sus servicios.

Las fiestas habían comenzado el 25 de abril y cada día la Virgen visitaba dos parroquias del casco urbano de Valencia, pero también los vecinos de la Malvarrosa solicitaron que los visitara esta, y así fue.

El recorrido de la Virgen por el barrio de la Malvarrosa, salió el domingo 30 de mayo de la parroquia de Los Ángeles a las cinco de la tarde, bordeando el mar del Cabanyal, pasó primero por el Asilo del Carmen.

De ahí al Sanatorio de la Malvarrosa, ya eran casi las ocho de la tarde cuando llegó al Asilo-Hospital de San Juan de Dios, después se internó por los caminos de la huerta, eran ya las nueve y media de la tarde cuando llegaba a la feligresía de Vera.

Ya muy avanzada la mañana, se cobijó durante unas horas en la ermita del Molí de Vera.

El lunes 31 de mayo la Virgen ha salido a visitar todos los lugares significativos del barrio: la clínica del doctor Segura, el Colegio Internado, la Escuela de Flechas Navales y la Papelera, al anochecer, la Virgen se dirige al límite parroquial.

Será en el cementerio de Benimaclet, común a ambas parroquias, donde el pueblo de este último se haga cargo de la imagen de la Virgen.

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El nuevo Templo

Con estas visitas, prácticamente, se clausura la vida de la ermita como parroquia.

Ya se está comenzando el nuevo templo, por iniciativa del Arzobispado, en colaboración con Regiones Devastadas, en un terreno que ocupa 2.493 m2, propiedad de Cristóbal Cuenca Ballester (Roque).

Ahí edifica Regiones Devastadas la nueva parroquia, con un estilo arquitectónico descontextualizado, más bien de tipo colonial, pero al que con el tiempo todo el mundo se ha ido acostumbrando.

Este nuevo templo se estuvo construyendo de 1.949 hasta 1.953,  en noviembre Constantino (Rabanete) cursa las invitaciones para la bendición del templo.

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La riada de 1.957

La riada del 13 de octubre de 1.957 tuvo efectos nefastos para Malvarrosa.

Se desborda el Turia por Nazaret y revientan todas las acequias y sus escorrentías (La escorrentía superficial describe el flujo del agua, lluvia, nieve, u otras fuentes, sobre la tierra, y es un componente principal del ciclo del agua).

En la avenida Malvarrosa, el nivel del agua llega a los 2 metros.

Lo poco que quedaba de la fábrica de alcohol se derrumba por efecto de las aguas, aunque la torre permanece en pie, pero pronto es volada para evitar que se desplome sin control y ocasione alguna desgracia.

La Escuela de Flechas Navales ver claro que necesita otro local.

Las pocas casas sólidas y con piso que hay en el barrio, deben servir para refugiar a los damnificados que se han quedado sin casa.

La clínica del doctor Segura abre sus puertas para todos aquellos que deseen entrar.

En las casas en construcción, como los bloques de Astilleros, se tienen que refugiar hasta los animales de las cuadras vecinas.

Entre las innumerables muestras de solidaridad, destaca la presencia de Mari Santpere, que echó el resto para ayudar al Marítimo con el programa radiofónico “La curiosidad tiene un precio”.

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Los Bloques Rosa

Los llamados Bloques Rosa, o del Ayuntamiento, responden a un plan del Ministerio para edificar viviendas económicas.

Siguiendo un procedimiento tradicional, es el Ayuntamiento quien compra los terrenos (en septiembre de 1.949) y los ofrece al Ministerio de la Vivienda para que este construya los bloques.

La idea es ofrecer las viviendas a los trabajadores en situación apurada, realquilados, desahuciados o que viven con los suegros.

El decreto de cesión data ya del 11 de noviembre de 1.955, y entre los primeros favorecidos figuraban, por ejemplo, algunos guardias civiles, cuatro policías armados y cinco bomberos, el resto eran obreros industriales.

Entre ellos, algunos que no obtuvieron vivienda en los bloques de la Papelera.

Había también dos o tres familias gitanas que no plantearon, en principio, ningún problema de convivencia.

Pero en octubre de 1.957, a punto de ser inauguradas, toman un destino algo diferente al planeado en un principio: tendrán que servir, sobre todo, para atender a las necesidades más perentorias de los damnificados por la riada.

De modo y manera que en estos bloques se instala quien puede y como puede.

A veces son gente necesitada y que volverá a su propia casa cuando esta se haya secado; a veces la ocupan, también gente necesitada, pero con menos escrúpulos a la hora de cuidar las cosas.

Unos meses después, serán los beneficiarios oficiales los que tendrán que trabajar mucho para dejar su casa en condiciones, puesto que muchas han quedado destrozadas y sucias por el mal uso.

Uno de los primeros habitantes fue Remigio Bosch Rúa, guardia civil retirado, que ocupó su vivienda antes que los bloques estuvieran concluidos.

Prácticamente comenzó a vivir en el piso “piloto”, porque desempeñaba unas funciones semejantes a las de alcalde pedáneo del barrio, lo mismo rellenaba documentos para ofrecer trabajo a los desempleados que hacía informes para que se prestara ayuda a las familias más necesitadas.

Con respecto a las viviendas, hasta su muerte cumplió con la tarea de cobrar cada mes las 176 pesetas que cada uno pagaba de alquiler por sus 60,20 m2.

Este alquiler mensual, pagado durante 25 años, unido a las 50.196,62 que se pagaron al principio como importe de la construcción daría derecho a la plena propiedad sobre la vivienda.

Según la cláusula séptima del contrato: “[…] una vez realizado el pago, el beneficiario podrá exigir del Instituto Nacional de la Vivienda la formalización en escritura pública del contrato de compra-venta de la vivienda […]”.

Este plazo se cumplió aproximadamente en 1.983.

La fisonomía de los Bloques Rosa sufrirá una profunda transformación a partir de 1.976.

En esta fecha, el Ministerio, prosiguiendo su tarea de proteger la vivienda social y erradicar el chabolismo, construye unos grandes bloques (prácticamente un barrio) en la avenida de la Plata.

Muchos se dejan seducir por esas nuevas viviendas y abandonan las de Malvarrosa.

En ese momento ocurre un fenómeno con dos caras distintas: las viviendas abandonadas en los Bloques Rosas, son ocupadas por familias necesitadas, alas que se les adjudica con toda legalidad, o por gente sin escrúpulos.

Los primeros serán los que hayan sido víctimas de más calamidades o problemas: enfermedades incurables, elevado número de hijos, cárcel o alcoholismo.

Por otro lado, la gente sin escrúpulos no ha necesitado exhibir ningún carnet ni hacer ninguna instancia, bastaba con pegar una patada a la puerta y ocupar la vivienda desalojada, fueron los primeros “ocupas”.

Con esos procedimientos y con un poco de tiempo, esos bloques han ido sufriendo un proceso de degradación incontrolada.

Este era el diagnóstico que apreciaba su antiguo párroco, fallecido prematuramente, Juan Manuel Llopis Matoses:

“[…] Todo ello contribuye a forjar un vecindario nervioso, irritable, sobre todo si tenemos en cuenta que el desarrollo no es únicamente material.

Este ambiente es el caldo de cultivo ideal para la proliferación de pandillas dedicadas al gamberrismo y a la delincuencia en todas sus formas […]”.

Por unos u otros motivos, la mayoría de los problemas de convivencia del barrio tienen su origen en los Bloques Rosa.

Por ejemplo, la acción de las patrullas nocturnas ciudadanas montadas por los comerciantes en enero de 1.988 se concentraba en esos bloques, considerados como un foco e delincuencia; las asambleas más tumultuosas celebradas en la Asociación de Vecinos también han sido motivadas por lo mismo: una serie de vecinos de los bloques convierte la vida en un purgatorio cotidiano: suciedad, insultos indiscriminados, música escandalosa por la madrugada y falta de pago en servicios comunes.

Aunque las Casitas Rosas serán noticia, sobre todo, a partir de septiembre de 1.992, cuando se hace patente e insoportable el tráfico de drogas y la barriada entera se pone en pie, tomando la calle para neutralizar el proceso de degradación, en un movimiento social de muy amplias repercusiones, no solo en el barrio (con el cambio de la Junta Directiva de la Asociación de Vecinos), sino en toda la ciudad, en el resto del Estado, en los Partidos políticos y en el mismo Parlamento.

Ha sido una “movida” que ha marcado decisivamente las reglas de convivencia del barrio, y que tiene como hitos fundamentales la carga policial del 7 de octubre y las concentraciones diarias en las “Cuatro Esquinas”.

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María Jesús

Una vez inaugurados los bloques, una de las familias que acude es la de Juan Grados Carrica, un obrero de Cleop, procedente de Cáceres y de una frustrada vocación musical.

Con él vienen su esposa e hijos.

Uno de ellos es una niña de siete años llamada María Jesús, más adelante, todos nos olvidaremos de su procedencia y de sus apellidos.

Sería simplemente, María Jesús, “la de los pajaritos”, canción vencedora en el verano de 1.981, y cuya melodía sonó durante muchos años en las máquinas tragaperras de las cafeterías.

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Los nombres de las calles

Es necesario bautizar las calles de estos bloques, para ello se recurre a la nómina de religiosos ilustres de la Orden de San Juan de Dios, comenzando por el mismo santo (aunque lo más lógico hubiera sido darle el nombre de San Juan de Dios a la calle donde está la puerta principal del Asilo-Hospital), pero esta calle ya tenía un nombre muy enraizado: senda de la Capelleta, nombre que se eliminaría más tarde en su tramo urbano para llamarle Río Tajo, y conservar el nombre de la Capelleta para los vericuetos de la huerta (julio de 1.971).

Al nombre del titular de la Orden hacen compañía los nombres del Padre Benito Menni (Ángel Hércules Menni Figini, superior general en la época en que se fundó el Hospital), Padre Antón Martín, Padre Pedro Velasco, Padre Francisco Camacho y Beato Juan Grande.

La calle San Rafael (uno de los nombres que recibió el tramo de la calle de la Reina durante el pasado siglo) es aplicada a este bloque por ser San Rafael el Patrón de la Orden Hospitalaria.

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Los bloques de Astilleros

Casi al mismo tiempo que se terminan los bloques de Astilleros, construidos sobre los terrenos del “Sigala”, siguiendo un criterio semejante al de los Bloques Rosa, en cuanto a la protección de la vivienda.

Criterio semejante en cuanto al móvil político y en cuanto a la concepción urbanística, que era muy agarrada: calles estrechas, ningún área de servicio, ninguna previsión para aparcamiento, carencia de ascensores, etc.

Si la suerte que han corrido estos bloques ha sido tan distinta a la de los Bloques Rosa, se debe a que fueron y son habitados por un grupo social tan homogéneo como los trabajadores de la Unión Naval de Levante, en una iniciativa patrocinada por su Obra Social.

Estos bloques fueron marcados todos por un signo geográfico: el de las Islas Canarias.

Excepto a ese mismo nombre más general, aplicado ya al Camino Viejo del Grao, tenemos aquí, en sus calles, la evocación de todas las islas afortunadas.

El motivo de poner esos nombres no tiene mucho que ver con la geografía o con el turismo, sino con la solidaridad, porque fue precisamente durante su construcción cuando sobrevino la riada del 57, y durante la entrega de llaves todavía no se habían borrado sus huellas; tampoco se había borrado el grato recuerdo que los valencianos conservaban de todos los pueblos de España, volcados en ayuda de los damnificados.

Era una forma de mostrar la gratitud hacía las gentes del archipiélago canario, rotulando con sus nombres este nuevo bloque de viviendas, que en su época era el mayor y más homogéneo del barrio.

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La Papelera

La Papelera Española del Grao

En la partida de Vera, entre el camino de la Patacona y la calle Cavite, convertidos actualmente en un motón de ruinas, hay unos terrenos de 22 hanegadas (aproximadamente 141.680 m2), en los que estuvo en pie una Papelera que funcionó entre 1.933 hasta 1.959.

En 1.932 se presenta el proyecto, en los terrenos de Robillard.

Parecían aptos para instalar una Papelera.

Relativamente cercanos al Puerto, alejados del núcleo urbano y baratos.

Los de la Papelera Española quisieron edificar ahí su fábrica, aunque para ello tuvieron que forzar la legalidad urbanística, porque la fábrica no iba a guardar la línea con la avenida de la Malvarrosa, sino que la cegaba, igual que por el otro lado estaba cegada por la fábrica de carbón de Ballesteros.

Ese inconveniente ya lo detectaron los concejales de Alboraia, pero la Papelera les chantajeó argumentando que el gasto sería enorme y entonces no podrían permitirse concederle ningún beneficio extra al municipio de Alboraia.

Al fin y al cabo, la incipiente urbanización de la zona y la creación de puestos de trabajo eran ya un bocado muy apetecible, y los municipios no podían desdeñarlo.

El Ayuntamiento de Alboraia concede la licencia e inmediatamente se da la corriente inmigratoria más fuerte que ha tenido el barrio, vienen a Malvarrosa una numerosa colonia de vecinos de Peñarroya-Pueblo Nuevo (Córdoba, colonia que ha perdurado en casi su totalidad, y que se ha ramificado ya en dos generaciones), aunque como especialistas, la mayor parte vinieron de la fábrica que la misma empresa tenía en Tolosa (Navarra).

Con la maquinaria casi toda de segunda mano comenzó a fabricarse “Manila”, guatas y papel de seda para envolver naranjas.

Luego, se adquirió  maquinaria para producir papel para prensa.

Al acabar la guerra la empresa pretendió llegar al tope de la producción, pero varios factores les llevarían al fracaso y la definitiva huelga de 1.957.

Pero no les bastaba con producir papel, habían decidido producir ahí mismo, la materia básica, la celulosa, y proveer de ella al resto de fábricas de España.

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La Papelera

La fábrica de celulosa

En la década de los 80, todavía dejaba ver su alta mole rojiza esta fábrica paralela que aunque situada en los mismos terrenos, conservaba una independencia casi completa respecto a la Papelera.

La Celulosa tenía un régimen distinto y sus propios problemas laborales y técnicos.

Debía haber sido la clave de su expansión y fue más bien la clave de su ruina.

Se trataba de fabricar la pasta que constituiría el nervio o la trama del papel, y para ello se tuvo que recurrir a Guido Pomilio, un italiano que había patentado un sistema para producir esta pasta a base de paja de arroz.

El proceso de suministro y almacenamiento de la materia prima  y el de la fabricación  de la celulosa  eran muy peculiares e influyeron hasta en la fisonomía del barrio y de la misma playa, porque durante muchos años, toda la paja de arroz que se necesitaba era traída en carros desde las comarcas arroceras: Sueca, Cullera o Sollana.

De los carros, la paja era llevada a unas grandes salas, llamadas “La Corea” donde la cortaban las mujeres.

De ahí un gran ventilador la elevaba a un quinto piso.

El paso siguiente era el blanqueo con lejía hirviendo.

Una vez cocida y pastosa bajaba al tercer piso por unos conductos de ladrillo de dos metros de diámetro.

Esto constituía la parte fundamental de la producción de celulosa, que se hacía por un procedimiento electrolítico.

La sosa discurría entre los electrodos, mezclada con un condensado de salmuera.

Este artilugio debía estar siempre funcionando en caliente, pues si se enfriaba la salmuera se endurecía y todos los conductos podían quedar taponados y destrozados.

Los obreros que atendían todo este proceso debían trabajar con careta, pues la sosa caústica despedía gases venenosos, para aliviar los problemas respiratorios a los obreros se les suministraba una porción diaria de leche.

Naturalmente tenían que trabajar noche y día, incluyendo sábados y festivos, en tres turnos.

Al final del proceso resultaba una pasta fina como una cartulina y quebradiza como una galleta, que no daba el resultado apetecido por los químicos.

Hubo que echar mano de muchos recursos para enriquecer la pasta, mezclarla con libros usados y toda clase de papeles, pero tampoco mejoraba suficientemente la calidad de la celulosa, entonces se recurrió a la paja de trigo y a la madera de la cornisa cantábrica y de las costas gallegas.

Como último recurso se recurrió a la importación desde Noruega.

Había que hacer un gran esfuerzo para producir cada día 13 toneladas de pasta seca, con las que abastecer, no solo la factoría de Malvarrosa, sino las de otras fábricas de la firma.

Esfuerzo negativo, pues eran mayores los costos de producción que las ganancias.

En la última época, el déficit ya era de 300 millones.

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La Papelera

La primera huelga

En este ambiente y con los trabajadores de la Papelera se iba incubando el movimiento obrero.

Quizá su representante más destacado fuera Emeterio Monzón Berges, que en los años 50 representaba una alternativa obrera ante el descrédito del verticalismo sindical, encabezando una primera huelga en la primavera de 1.951, en solidaridad con los obreros del Prat de Llobregat, enfrentándose para ello a Cerdá y a Ojeda, delegado de Sindicatos y de Trabajo.

Es fue la primera huelga.

Después de esta, siguieron unos años de relativa tranquilidad.

La empresa quería hacer méritos para ser una empresa modelo y concibe la idea de proporcionar una vivienda a los obreros, creando con ellos unos lazos que los ligaran afectiva y socialmente a la empresa.

Por esto, inicia su construcción hacia 1.954, y durante las obras tiene lugar la segunda huelga, que ahora es más importante, y provocada por reivindicaciones que afectan a las condiciones de trabajo en Celulosa, que requería turnos ininterrumpidos, incluso durante los sábados y domingos, aunque cobrando igual que los días laborables.

Un domingo el turno de la mañana no acude al trabajo, paran las calderas y al cabo de un rato llega la policía secreta a indagar los domicilios de los encargados  de ponerlas en marcha, pero se formaron piquetes y hubo enfrentamientos contra algunos obreros rompe huelgas.

Todo, menos el aumento salarial, se consiguió con efectos retroactivos de cuatro años.

Aquello fue una segunda victoria en pocos años.

Además se consiguió la rebaja de las sanciones, las faltas de puntualidad eran castigadas con severidad, en circunstancias normales hubiera sido algo lógico, lo malo es que no se atenían a las condiciones climatológicas, ni a la orografía del barrio, cuando llovía un poco Malvarrosa se volvía intransitable, no era cuestión de charcos, sino de verdaderas inundaciones.

Los caminos de Vera, Farinós y Cabanyal, igual que toda la playa, eran una auténtica laguna, por tanto, al final, la empresa tuvo que aceptar la realidad.

Pero todavía había mucho que solucionar.

El salario continuaba siendo escaso y la toxicidad era un auténtico problema, que afectaba mucho a la salud.

Por un lado, los elementos sobrantes de la producción de la lejía: cal. hidrógeno y ácido clorhídrico eran lanzados al mar, creando una enorme espuma pastosa y pestilente de color marrón, exterminado la fauna, extendiéndose unos quinientos metros mar adentro produciendo graves enfermedades de la piel.

Incluso los gases venenosos se posaban sobre las vecinas huertas, quemando las cosechas.

Por otro lado, en esa primavera de 1.956, la crisis económica y el malestar social eran evidentes y extendidos por todo el territorio nacional.

El ministro de trabajo Girón quiso frenar el descontento a través de nuevas subidas salariales.

La medida creó una situación insostenible: en dos años el coste de la vida aumentaría en casi un 40%.

En este contexto se da la huelga de la Patacona con dos cuestiones centrales: aumentos de salarios y plus por toxicidad.

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La Papelera

El economato y las viviendas

Es ahora cuando la empresa culmina dos realizaciones de tipo social.

Una, menor, era la creación del economato (Establecimiento organizado en forma de cooperativa o sostenido por algunas empresas, donde ciertos colectivos, en especial de trabajadores, pueden adquirir productos a un precio más económico que en otros comercios), a cargo de Ximo Calatayud, donde solían almorzar los obreros, y que en la práctica venía a sustituir a Casa Consta.

La otra realización social tuvo un carácter más decisivo: entregar las llaves de las viviendas.

La Papelera construyó 70 viviendas para sus obreros.

Para adquirirlas no pagaron entrada, pero cada mes pagaban 105 pesetas.

Si el obrero abandonaba la empresa por causas injustificadas o por despido procedente, perdía el derecho a la vivienda.

Si continuaba en la empresa hasta la jubilación, era suya de por vida, y si fallecía antes de la mayoría de edad de sus hijos, estos podrían seguir usándola hasta cumplir los 21 años.

En definitiva, más tarde o más temprano los pisos volvían a ser patrimonio de la Papelera.

Por eso en la huelga definitiva, los obreros no admitieron el despido voluntario, pues podría hacerles perder los derechos de la vivienda.

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La Papelera

La huelga definitiva

La definitiva huelga de Celulosa y Papelera está bastante impregnada de motivación política.

Porque sobre el movimiento obrero de 1.958 planeaba una política inspirada por el Partido Comunista: “La Reconciliación Nacional”, política a la que le costó mucho abrirse paso, pero que finalmente terminó por imponerse.

No podemos olvidar este componente en la huelga de la Papelera si queremos entenderla mejor.

Porque los simpatizantes del Partido pretendían hacerla coincidir con la jornada nacional de lucha por la reconciliación programada para el 5 de mayo de 1.958, y la masa neutra de la Papelera encontró ahí motivos para criticar a los comunistas.

De todos modos, la huelga marcó un hito en el movimiento obrero de Valencia.

Según Emeterio Monzón y Dionisio Vacas (activistas obreros), el detonante fue la petición de aumento de salario, cuya necesidad ya había calado entre los obreros.

La mañana del 23 de abril los enlaces pretendieron que la Dirección les recibiese, pero la policía secreta estaba allí desde la seis de la mañana, sospechando que algo iba a ocurrir.

Cuando los enlaces lo comentan con los compañeros, la policía les llama y los encierra en la habitación de arriba, pero las autoridades laborales entregaron un oficio del Ministerio de Gobernación en el que amenazaban con cerrar la fábrica y dejarlos a todos en la calle.

Como la huelga seguía llegaron dos furgonetas de la policía armada y Ángel Marco les advirtió: “Si no salen, entramos a la carga”.

La Papelera, por su cuenta, entabló negociaciones con el turno de la noche, aunque no consiguió la vuelta al trabajo.

La situación se tensó todavía más cuando esa noche detuvieron a unos cuantos.

La Dirección, por medio de Domingo García Forcada, iba llamando a los miembros del Jurado que se encontraban en la fábrica, a otros, iban a buscarlos a sus casas.

Allí en medio de un gran nerviosismo, los iban esposando y metiendo en un cuartito.

El principal responsable era el comisario jefe de la brigada político-social, que luego se los fue llevando a Comisaria de la calle Samaniego, a donde enseguida fue también a para Emeterio Monzón.

Tres días después se pusieron a trabajar, aunque sin dejar de recoger ayudas económicas para todos los detenidos gubernativamente.

A unos cuantos los despidieron apelando al curioso artículo 76 del Reglamento: “[…] si detenían a un obrero es porquer algo malo había hecho. Si iban a la cárcel, el abandono se le imputaba al obrero […]”.

Son puestos en libertad después del 5 de mayo, fecha de la jornada de Reconciliación Nacional.

A partir de ahí, para ellos comienza una nueva vida y para la Papelera comienza el ocaso.

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La Papelera

El cierre de Celulosa y de Papelera

El cierre de Celulosa estaba cantado.

La razón era clara: inviabilidad técnica.

El procedimiento electrolítico para producir la celulosa con pasta de arroz no dio resultado.

Además, en España se estaba introduciendo bisulfito, que resultaba más barato y mejor que la celulosa, de modo, que la Asamblea de Accionistas, presidida por el Conde de Aresti, decidió cerrar.

La Papelera (distinta a la Celulosa) se cerró por efecto rebote.

Los obreros de Papelera y Celulosa eran del mismo barrio, participaban de una mentalidad semejante y planteaban demasiados problemas a la empresa, de modo, que Papelera se decidió buscar nuevos aires.

A pesar de la frustración y de las contradicciones, la huelga de Papelera fue considerada un éxito para el movimiento obrero, pues había aflorado el germen de una oposición activa a la dictadura y a un capitalismo despiadado.

(Unos años más tarde, en 1.978, se proclamó una amnistía laboral. Una sentencia declaró que el despido del antiguo Jurado de Empresa era improcedente. Gracias a los buenos oficios de Ricardo Peralta y de Mª Ángeles Momparler, la Papelera, que no se atrevió a recurrir, tuvo que pasarles una indemnización que supuso algún alivio para sus afligidos bolsillos.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente a la Malvarrosa, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Antonio Sanchis Pallarés. Historia de la Malvarrosa.

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

Fotografías

  • Valencia Actúa

  • Archivo fotográfico de José Huguet

  • Archivo Histórico Municipal

  • Archivo fotográfico de Abelardo Ortolá

  • Archivo fotográfico de Rafael Solaz Albert

  • Archivo fotográfico de Lázaro Bayarri

  • Archivo fotográfico de Periódico Levante

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  • Archivo fotográfico de Morales San Martín

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  • Archivo fotográfico de V. Andrés

  • Archivo fotográfico de Ludovisi y señora

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