Elecciones de la Rosa

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De la huelga a las elecciones de la Rosa

Lucha a muerte por los Astilleros

La amenaza era grave: podían cerrar los Astilleros de la Unión Naval de Levante.

Las repercusiones sobre el Grao, Cabanyal y Malvarrosa podían ser catastróficas.

Los obreros se ponen en pie y presentan batalla.

El 7 de julio de 1.982 se reúne en la Diputación  un “Comité de Salvación” para estudiar un plan de viabilidad.

Las conclusiones de este comité marcan un objetivo innegociable: mantenimiento de la empresa y rechazo de cualquier posibilidad de desmantelamiento.

Y las soluciones existentes pasan por tres posibles alternativas:

  1. Acogerse al Decreto Ley de Reconversión de la Construcción Naval.

  2. Posible fusión con AESA.

  3. Nacionalización de U.N.L.

Mientras CSUT y CC. OO., apoyaban la nacionalización, UGT propugnaba acogerse al decreto de Reconversión Naval.

Nacionalizadas o reconvertidas, eran 2.000 familias las que se jugaban su futuro.

Mientras se urde la larga cadena de negociaciones, los obreros de Astilleros estaban sin cobrar.

La tensión se palpaba en el barrio, sobre todo, en los bloques de Astilleros, que contaban con mucha gente en el comité de empresa.

Pero la gente del Cabanyal, Grao y Malvarrosa no iba a esperar de brazos cruzados los resultados de las negociaciones.

La tradición luchadora de estos barrios se concreta en una ocupación del Consell de la Generalitat.

El 20 de julio sobre las 12:30 de la mañana, unos 25 miembros del Comité de Empresa de U.N.L. se encerraron en las dependencias de la Presidencia del Consell, porque Madrid les había dicho que “el plan de reestructuración de la empresa ha sido rechazado por la Administración a causa de defectos económicos y técnicos”.

Por eso:

Pensamos estar aquí hasta que esta tarde comience la reunión de la Diputación Provincial, ya que sabemos que la reunión con los dirigentes del banco Central para estudiar nuestra situación, tampoco ha tenido resultados.

A partir de las cuatro de la tarde la plantilla de nuestra empresa se situará en señal de protesta, en los alrededores del Palacio de la Generalitat”.

Los reunidos consiguieron que a las cuatro de la tarde los recibiera el Presidente del Consell, Enrique Monsonís.

Justo a la hora que, casualmente, la policía recibió la orden de dispersar a los manifestantes que, efectivamente, se habían concentrado en los alrededores del Palau para apoyar a su comité.

El caso fue que, antes incluso de finalizar la reunión con el Presidente del Consell, el capitán al mando de las Fuerzas de Orden Público, indicó a los concentrados que desalojaran la zona, a lo que estos últimos repusieron que no estaban interrumpiendo el tráfico, ya que no tiene circulación el tramo de la calle donde se encontraban concentrados los trabajadores.

Pero, transcurridos unos minutos, las Fuerzas de Orden Público, comenzaron a disparar pelotas de goma y botes de humo, efectuando una dura carga que cogió desprevenidos a buena parte de los concentrados.

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Un trágico atropello

La prensa del día 21 de julio relata, como ligero incidente, algo que resultaría ser una tragedia, como resultado de la actuación de las Fuerzas de Orden Público, se produjeron heridos y contusionados “ocasionando que en su huida el trabajador Sebastián García fuese atropellado por un vehículo en la confluencia de la calle Navellos con la plaza de la Virgen”.

Según la versión de la policía decía que: “[…] se dirigió a los concentrados, a través de megáfonos, para que se disolvieran. En este momento, una señora que se hallaba entre ellos tras insultar a la policía, agredió a uno de los policías nacionales, propinándole varios puntapiés y golpes con una bolsa que llevaba, por lo que fue detenida para ser trasladada a la comisaria correspondiente, detención que dio lugar a que el resto de las personas allí concentradas arreciaran en sus gritos e insultos contra la policía, así como nuevas agresiones tratando de utilizar las sillas y mesas de una terraza de las proximidades.

Se produjo como consecuencia de estos actos una carga de la policía para evitar esas agresiones y disolver a los concentrados, de cuya actuación policial se produjeron contusiones en tres personas […].

Posteriormente a estos acontecimientos, y cuando uno de los empleados de la “Unión Naval” se alejaba del lugar de los hechos corriendo por la calle Muro de Santa Ana, fue atropellado por uno de los turismos que circulaban por ella, cuyo propio conductor lo recogió y trasladó al Hospital Clínico para ser atendido, quedando en él, internado al parecer con lesiones de gravedad. Este herido se llama Sebastián García García […]”.

El Consell acordó redactar un comunicado, solidarizándose con Astilleros.

Mientras tanto, Sebastián seguía en la UCI, sin superar el estado de coma profundo.

Pero no por mucho tiempo, pues en la madrugada del 5 al 6 de agosto fallecía.

La noticia resonó tristemente por todos los rincones de Malvarrosa.

Los sindicatos convocaron a todo el Distrito Marítimo y a todos los barrios obreros de Valencia que quisieran acompañarle en su último camino, al tiempo que emitían comunicados.

Fue el duelo más impresionante que se recuerda en el Cabanyal.

De todos los rincones vinieron obreros, que le condujeron a hombros desde su salida del Clínico hasta el cementerio del Cabanyal.

El negro y vivo recuerdo de esa muerte acompañó a los obreros durante toda su lucha, que no concluyó el sábado 7 de agosto, sino que se siguió planteando con todas las formas a su alcance, porque la solución no llegaba.

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No había perspectivas, y todos los implicados echaban los balones fuera.

Según el comité de empresa, el Ministerio de Industria no aportaría los 3.500 millones de pesetas, mientras los accionistas de la U.N.L. no invertirían tampoco en la mejora de la empresa.

Por su lado, el banco Central, que poseía el 33% de las acciones, solo estaba dispuesto a pagar 500 de los 4.500 millones de pesetas que adeudaba la U.N.L.

Todo este macabro juego fue teniendo lugar durante el verano, y cuando el lunes 30 de agosto los trabajadores regresan de vacaciones, las centrales sindicales convocan una asamblea y en ella se decide pasar a acciones inmediatas: de un lado, encierro permanente en el recinto de la factoría de todos los trabajadores; de otro, encerrarse algunas comisiones en las oficinas y sucursales del banco Central.

Las cosas no variaron a pesar de la carta que el comité de empresa envió al rey Juan Carlos I.

Pero la situación se fue parcheando, con la intervención directa del ex vicepresidente del gobierno y brazo derecho de Adolfo Suárez, Fernando Abril Martorell, a quien se nombra principal responsable del “Comité de Salvación» o Presidente del Consejo de Administración.

Abril Martorell defiende el cumplimiento del plan de reestructuración que suponía ir reduciendo la plantilla, entre 1.983 y 1.986, a 1.400 trabajadores, de manera que de esta forma convertirían a U.N.L. en un astillero competitivo a nivel europeo.

Aunque para los sindicatos lo principal era evitar los despidos, que el comité no consideraba necesarios por las posibilidades que había de ampliar la cartera de pedidos y de convertirse en una empresa pública.

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Siete urnas

El año de 1.982 había sido movido: en febrero se celebra el juicio por el 23-F, un año después el golpe.

En marzo, en el Congreso de los Diputados no se aprobó el Estatut del Regne de València, y Emilio Attard Alonso (UCD) acuñó la fórmula de Comunidad Valenciana.

Después del Mundial del Naranjito, en plenas elecciones, el 20 de octubre se derruye la presa de Tous.

Malvarrosa se solidarizó a fondo con los damnificados.

El Papa Benedicto XVI, anuncia su visita a Valencia los días 8 y 9 de julio del 2.006.

Pero lo que de verdad llenaba el panorama y los grandes paneles propagandísticos que ocupaban todas las paredes y los huecos de la ciudad eran las elecciones, consideradas las más importantes desde abril de 1.931: Landelino Lavilla Alsina (UCD), Manuel Fraga Iribarne (Alianza Popular, actual Partido Popular), Felipe González Márquez (PSOE) y Santiago Carrillo Solares (PCE) eran las estrellas.

Malvarrosa fue consciente de lo que se jugaba, y se enfrentó a las elecciones con un gran interés.

Estaba en juego todo el programa de la Asociación de Vecinos de Malvarrosa, que quizá pudiera llevarse a cabo si Ayuntamiento y Gobierno Central eran del mismo partido.

Así, el Ayuntamiento no aduciría la excusa que el Gobierno Central le ponía trabas.

La gente comprendía que la mayoría de las cosas dependían del Gobierno Central, y comprendía también, otra cosa: el Gobierno Central dependía del Pueblo.

Porque ahora el 28 de octubre de 1.982, se repartieron siete urnas por la Malvarrosa.

Los ciudadanos de Malvarrosa hablaron con bastante claridad.

Las cifras son muy elocuentes: de 7.441 electores, votaron 6.289, es decir, el índice de participación fue el 84,5%.

PSOE 64,2%

AP-UV 15,4%

PC 8,7%

Seguido de lejos por UCD y CDS.

Esta noche, la sensación general era de alegría.

Parecía haberse llegado a la consolidación democrática.

Pero, además, parecía como si hubiera culminado el proceso que comenzó el 14 de abril de 1.931; como si la victoria de Franco hubiera sido un espejismo.

Ahora estaba por ver que pasaba.

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Distintas alternativas al Paseo Marítimo

La lucha por el diseño

Había que despejar muchas incógnitas antes de emprender en serio el diseño del Paseo Marítimo.

Aunque oficiosamente la primera y principal se despejó el mes de diciembre de 1.981: el Ayuntamiento, el Puerto Autónomo y la Jefatura Provincial de Carreteras ya se habían puesto de acuerdo en que el monstruo de la autopista no pondría sus pezuñas en Malvarrosa.

Esto era un gol que les metían a los del Puerto, porque les habían cercenado el acceso desde Puçol por la Malvarrosa, que ellos consideraban el más práctico.

Los técnicos ya encontrarían otro acceso al Puerto, lo que interesaba a los vecinos de la Malvarrosa era que sus playas quedaran intactas, con el máximo respeto a la superficie arenosa y lo más lejos posible de intenciones especuladoras.

Hubo que rascar mucho con el otro MOPU y con los hosteleros de la playa.

Los hosteleros, ciertamente, no pretendían nada del otro mundo, simplemente, sustituir sus viejos barracones por otras instalaciones más decentes y más estables, y puestos a mejorar los chiringuitos, podía adecentarse ya toda la playa.

El MOPU se subió al carro y, redactó un proyecto al que se opuso la Asociación de Vecinos de Malvarrosa casi desde el principio.

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Distintas alternativas al Paseo Marítimo

El proyecto del Ayuntamiento/A.V.M.

El Ayuntamiento pensaba oponerse al proyecto del MOPU (Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo).

Pero para que se admitiera su oposición se le exigía que presentara un proyecto alternativo sobre el que poder definirse.

El Ayuntamiento tuvo que hacer frente a ese reto con toda precipitación.

En mayo tenía que reunirse con el MOPU, Jefatura de Costas, Comandancia de Marina y Dirección Provincial de Turismo.

El 14 de abril de 1.982 encarga el proyecto a Rafael Rivera Herráez, arquitecto y vicepresidente de la Asociación, que se había destacado en sus impugnaciones al proyecto del MOPU.

Este nuevo proyecto partía de una premisa básica: no tocar ni un centímetro de arena para cubrirla de cemento, todo lo más, alguna actuación “blanda” para hacer más agradable su uso.

A partir de este criterio fundamental había otros de no menor importancia.

Era fundamental tener en cuenta que a lo largo de la playa podían diferenciarse cuatro zonas y a cada una de ellas había que darle un tratamiento distinto.

Una zona que podía dejarse casi como estaba, con ligeros retoques, era la de los restaurantes  del Paseo Neptuno con sus jardines, que tenían un esquema arquitectónico que “funcionaba”.

La otra zona, que más había que retocar, era la de los pequeños talleres.

La tercera zona, que pudiéramos llamar de edificios “nobles”, con las Termas, Sanatorios y centros escolares, había que realzarla.

La cuarta zona, libre de edificaciones, frente a los que fue el chalet de Blasco Ibáñez, debía ser objeto de un tratamiento especial.

El tercer elemento que diferenciaba a los proyecto 1 y 2 (MOPU y Ayuntamiento) era el uso alternativo que se le daba a toda la superficie destinada a aparcamientos.

En el proyecto del Ayuntamiento se contemplaba que todas ellas fueran polivalentes, es decir, que durante otoño e invierno pudieran usarse como pistas deportivas.

Al fin y al cabo, la relación directa con la playa no se extendía más allá de cuatro meses, y había que pensar en el invierno.

La cuestión era si se pensaba en un Paseo Marítimo de cara al barrio y para todo el año, o se pensaba en el Paseo de cara al turismo, y solo para el verano.

Pues bien, este proyecto de Rafael Rivera/Ayuntamiento, que recogía con fidelidad todos los puntos de vista de la Asociación de Vecinos, fue expuesto en una reunión celebrada entre todos los organismos interesados y sometidos a votación en mayo de 1.982, como alternativa al proyecto del MOPU, pero todos estos organismo implicados en la toma de decisión, eran de la misma línea ideológica del MOPU y, naturalmente, aprobaron su propio proyecto, arrinconando al del Ayuntamiento.

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Distintas alternativas al Paseo Marítimo

Dos posturas enfrentadas

Rafael Rivera sale a la palestra en un artículo de opinión, calificando el proyecto del MOPU de un “Plan de negocios e ignorancias”.

De negocios, porque el objetivo central era atraer clientes a los merenderos; de ignorancias, porque parece ignorar una ordenación urbanística más global.

La Federación de Asociaciones de Vecinos de la Comarca de l’Horta celebraba una semana ciudadana precisamente por esas fechas, y finalmente como culminación y concreción de la misma decide que todas las Asociaciones deben volcarse y unir su voz en esa misma reivindicación de un Paseo Marítimo popular.

Las posturas estaban claras y eran claramente irreconciliables.

Pero ahora al menos entre el Ayuntamiento y el MOPU había una cierta correlación de fuerzas.

De modo que el combate se saldó con un empate a los puntos.

El gobernador arbitró que había que partir de cero, y que “Ayuntamiento y Jefatura de Costas deberán ponerse a trabajar conjuntamente sobre el tema para llegar a un entendimiento que se a beneficioso para ambos”.

A pesar del empeño del MOPU en llevar adelante el proyecto en solitario, se veía claro que la solución iba a venir de otras instancias y que nadie iba a atribuírselo como un monopolio.

Por si fuera poco, Ricardo Bofill vino a situar el tema en un contexto más complejo, haciéndole cobrar una dimensión más espacial: no se podía hacer ningún Paseo Marítimo si tener en cuenta su conexión con el resto de la ciudad, articulada a través del viejo cauce del Turia, en una notable empresa urbanística.

Ahora el proyecto cambia de rumbo y toma otros vuelos.

Los sucesores de Juan Antonio Lloret Llorens (PSPV-PSOE) en la concejalía de Urbanismo, Albuixech y Puente, varían los criterios del Ayuntamiento.

En lugar de un paseo se iban a construir dos, es decir, un circuito de ida y vuelta.

Las calles Isabel de Villena y Eugenia Viñes serían las calles de ida.

Para la vuelta (todo en beneficio del coche) una nueva calle sería trazada sobre la arena y discurriría entre las Termas, los Sanatorios, los colegios, la calle Pavía y la playa.

Además de esta radical variación o abdicación del criterio más genuino, la nueva corporación no descartaba que el Paseo de Blasco Ibáñez se prolongara hasta el mar.

Este proyecto se confió al arquitecto Miguel Colomina.

Todo dependió, entonces, de la aprobación del PGOU (Plan General de Ordenación Urbana).

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Distintas alternativas al Paseo Marítimo

Movida postmoderna a la luz del neón y de la luna

Mientras en el plano superior se especulaba con las ideas teóricas sobre el futuro del Paseo, la vida, como siempre, seguía su propio ritmo.

A todo lo largo de Isabel de Villena y Eugenia Viñes, la vida y las gentes iban diseñando su propio modelo de Paseo Marítimo.

La epidermis del Cabanyal y de la Malvarrosa se iba maquillando y rejuveneciendo.

Muchos comerciantes emprendedores la habían elegido para intervenir sobre ella en una gran operación cosmética.

Las Asociaciones de Vecinos, por su parte, también habían contribuido a popularizar la zona, apoyadas en una vieja tradición: la noche de San Juan; a su conjuro, se congregaban centenares de personas alrededor de las hogueras esperando el solsticio de verano envueltos con música de guitarra.

Con el lema “Per la mar neta” se concentran en la rotonda de las Arenas, con la colaboración de la orquesta Pescadilla y el grupo Carraixet; mientras en los tenderetes montados al efecto, se ofrece al público “porrat” (garbanzo tostado “porrat” o “tostat”), horchata, refrescos, vino y sardinas asadas.

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La vida deshilachada

Mientras, al extremo de la playa, en una zona separada del resto por un telón de silencio, se estaba construyendo el emisario submarino de la acequia de Vera.

Las obras habían comenzado en septiembre de 1.982, y aquellos grandes tubos de cemento gris iban a lanzar los vertidos a 3 kilómetros de distancia, a unos 16 metros de profundidad, conduciendo las aguas negras a la estación levadora de Cantarranas, los tubos se apilaban en la playa, junto a la desembocadura de la acequia de Vera.

Por esas fechas un jovenzuelo hace diabluras con los rotuladores.

Dibuja caricaturas del Micalet, La Seu y Santa Catalina, les pintaba piernas y boca, les da vida y los pone a bailar por Malvarrosa; una playa que según él, es como Alejandría: se llama Xavier Mariscal.

Ahora la Delegación de Patrimonio del Ayuntamiento de Valencia ha decidido adquirir el conjunto arquitectónico de la Ermita, Molino y Clot de Vera y la Dirección General de Patrimonio hace laudables propósitos de enfrentarse con el problema que supone la degradación de barrios con una gran carga histórica y con un tejido social en descomposición.

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Hallazgos arqueológicos submarinos

En el fondo del mar se esconden varios secretos sobre el pasado más remoto.

Por esta época la nave SIAM, dirigida por Albert Ribera, de origen cabanyalero, trata de arrancar su secreto a los viejos barcos que reposan bajo las aguas, en esta tarea colaboran el barco citado y miembros de la Asociación Ecologista Itaca, grupo submarinista de la Ford residentes en Cabanyal y Malvarrosa, otros clubes de submarinismo y varias lanchas motoras de la policía municipal de Valencia.

El filón principal es un barco cargado con ánforas, vajillas y monedas, que se hundió en un punto desconocido entre el Grao y el barranc del Carraixet hace más de 2.000 años.

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Un espectro sobre la playa desolada

Sobre esa mesa, si me muero, quiero que me velen los pescadores

Mientras se recuperaba el pasado, una pieza de nuestro pasado más reciente se iba cayendo a trozos: el chalet de Blasco Ibáñez.

Pocas ruinas más anunciadas y derrotas más pregonadas que esta.

En 1.980 el Ayuntamiento compra el chalet, pero era demasiado tarde.

Los informes municipales parecían desmentirlo, pero tampoco nadie parecía tener mucha ilusión en apuntalar sus viejas paredes.

En realidad, muchas opiniones se decantaban por la operación “borrón y cuenta nueva”, es decir, más valía que se desmoronara y luego ya se reconstruiría de nueva planta, ya se vería si con los planos originales o con un nuevo diseño.

Otra opción defendía que al menos convenía apuntalar las cuatro fachadas que todavía quedaban en pie, componer al menos la apariencia externa y rediseñar por completo el interior, adaptándolo a unas necesidades que se irían determinando, así se mantendría un efecto visual de gran contenido simbólico.

Cuando el Ayuntamiento parece que quiere tomárselo en serio y estudiarlo es en julio de 1.983, pero pasadas las Navidades de 1.985, el chalet fue simplemente derruido.

Entre los cascotes, los últimos restos de la mesa de mármol de Carrara sobre los que nunca reposarían, como era deseo de Blasco Ibáñez, los restos del novelista.

Al día siguiente de su conversión en solar, una comisión fallera de Benetuser escribió en la tapia: “Blasco Ibáñez no ha muerto”.

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Distintas alternativas al Paseo Marítimo

Flamingo

Entre unas cosas y otras, con gran rapidez y de forma inexplicable, el decorado de la playa se había metamorfoseado.

Era el mismo teatro, pero la obra era distinta.

Era la misma zona donde “el Pintat” o el “tío Chamela” varaban sus barcas y, donde el bouero Serra azuzaba a su “Macareno”.

Pero eran ahora sus tataranietos los que la ocupaban.

En lugar de barcas, coches y motos; en lugar de trabajo, había movida.

Desde dentro del barrio, las cosas se veían de otra manera.

Parta los vecinos de toda la vida, la gran algarabía playera presentaba muchos rincones oscuros.

Era algo artificial, que para nada mejoraba la situación del barrio, relegado a su triste suerte de siempre, aunque ahora escondido detrás de  una gran pantalla de colores.

Los de fuera tronchaban los árboles recién plantados y perturbaban con sus decibelios el sueño de un barrio trabajador y madrugador, los de fuera venían a sembrar la playa de preservativos sucios; venían a consumir droga, y podían arrastrar en su estela varias formas de delitos.

Por si no bastaran los problemas específicos o endémicos del barrio, ya de por sí violento y con muchas fricciones sociales, con un paro que afectaba al 19% de los vecinos en edad activa, con un 37% de mayores de 15 años sin terminar la enseñanza primaria, etc., se importaban problemas añadidos, que no podían ocultarse tras un escaparate artificial o una fachada de cartón piedra a las puertas del barrio, alarmante incremento de la agresividad, plaga de pandilleros especialistas en robar coches, música a tope de decibelios y alcohol que predisponen los ánimos a la pelea.

El crecimiento de los lugares de diversión se veía como desmesurado, había que poner coto a los coches que amenazaban con desplazar a los peatones.

Es en estos momentos cuando José Solano Parra, plantea la construcción del Flamingo, que él creía muy beneficioso para el  barrio.

Pero para la Asociación de Vecinos de Malvarrosa y el Ayuntamiento, conceder ese permiso de obras, cuando todavía no estaba suficientemente definido el uso que se le iba a dar a las zonas libres, era hipotecar el destino de la playa.

Entre Flamingo y el Ayuntamiento se entabla una lucha de sorprendentes y rocambolescos resultados: contra todo pronóstico, y contra la prohibición del Ayuntamiento, las obras concluyen.

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El Ayuntamiento, agraviado en su autoridad, no tiene más remedio que pensar en su demolición.

Solano se defiende diciendo que, ante el silencio administrativo del Ayuntamiento, pidió permiso a la Comisión Provincial de Urbanismo, y se lo concedieron.

Así las cosas, pasa un año y las obras prácticamente concluyen.

El 7 de junio de 1.984, el Ayuntamiento había dado un plazo de diez días para que los propietarios del Flamingo alegasen antes de ordenar el precintado del bar.

Pero a la firme decisión del Ayuntamiento se opone otro documento del mismo Ayuntamiento anulando su propia resolución.

A Pepe Solano y a su aparejador Arsenio Espinosa les viene de perlas que una misteriosa rubia, de ojos claros y vestida de amarillo, les entregue un papel el sábado 9 de junio, fechado ese mismo sábado (día sin actividad oficial en el Ayutamiento), según este documento, las obras tenían luz verde.

Inmediatamente, el concejal Lloret y toda la oposición denuncian lo que consideran un caso de evidente falsificación de documento público, y el mayor escándalo urbanístico padecido por el Ayuntamiento desde 1.979.

Sin hacer ningún caso del documento fantasma, el 20 de junio de 1.984, el Ayuntamiento vuelve a precintar la terraza con el sello de plomo, poniendo el caso en manos de la Audiencia.

De aquí le vendrá el golpe que más le dolió, pues la Audiencia Territorial el 20 de julio dejó suspendidos los acuerdos municipales “hasta que se produzca la sentencia sobre la concesión definitiva de licencia”.

Así quedaron las cosas, y Flamingo entró a formar parte de la cadena comercial, integrado en ese miniparaiso de sueños estivales

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente a la Malvarrosa, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Antonio Sanchis Pallarés. Historia de la Malvarrosa.

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

Fotografías

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