Grau. Vilanova del Mar. Bastión de Valencia

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El asalto a Cullera

En 1.502 tiene lugar un espectacular asalto a Cullera, puerto auxiliar de Valencia y llave del corazón del reino.

Este asalto a Cullera está relacionado directamente con el decreto de los Reyes Católicos del 11 de febrero de 1.502, por el que se emplazaba a los moriscos a aceptar el bautismo o exiliarse.

La mayoría de los mudéjares no se negaban a emigrar, pero querían asegurar la defensa de sus bienes.

Si se plegaban a las condiciones del decreto, es más que probable que se hubieran ido con lo puesto.

Por eso iban planeando su emigración clandestina, para lo cual les vendrá bien la ayuda de sus hermanos africanos.

El asalto a Cullera era una de estas expediciones de socorro, pero que sembraba de alarma al considerarla una primera avanzadilla de otras expediciones más serias.

El 30 de agosto de 1.503 se produjo la incursión de unos 600 moros, quizás argelinos, que avanzaban hacia la villa al son de sus ruidosas trompetas y con las banderas de guerra desplegadas.

Gran parte de la villa fue incendiada y, además del botín, los piratas se llevaron 200 hombres, entre moros y cautivos cristianos.

Con la flota berberisca en el vestíbulo de la Corona de Aragón, se encendió la alarma.

Los Jurados ponen guardas de refuerzo en el Grau y los correos volantes iban y venían dando la noticia cada hora del estado del litoral.

En el Manual de Consells de 6 de septiembre de 1.503 se decidió:

Que fuese cerrado el Grao de la Mar y todas sus calles, y que se le hiciesen las puertas necesarias… y que el coste de todo esto se pagase por el Administrador de la Lonja”.

A partir de ahí, y desconfiando de las autoridades, el pueblo adopta ciertas formas de auto organización, destinadas a la defensa de las costas.

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Fernando el Católico desembarca en el Grau

Poco después, el 20 de julio de 1.507, Fernando el Católico desembarca en el Grau para hacerse cargo de la regencia de Castilla, ante la locura de su hija Juana.

Y el 7 de febrero de 1.509, el Consell determina dotar los baluartes y las murallas del Grau con cañones de largo alcance y reconstruir la muralla de Jaime I.

Manda, además, que se compren algunos cañones de hierro para defender la pequeña población, que según la Tacha Real (documento público en el que se consignaba los subsidios municipales que se habían votado en Cortes, en la época foral) de 1.513 estaba habitada por 55 familias (es decir, entre 220 y 275 personas, cuando Alboraya, por ejemplo tenía 40 familias)

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Carlos I y los hermanos Barbarroja

Si hasta ahora el enemigo era el mundo musulmán, ahora adquiere un rostro: el de los seis hermanos Barbarroja, entre los que destacan los dos mayores, Aruch y Jairedín, cuyas acciones influirán decisivamente en la vida y en la organización bélica de nuestras costas.

Los seis hermanos nacieron en Mitilene, la antigua Lesbos.

El hijo mayor y fundador de la saga (Aruch, nacido en 1.475) se embarcó en una galeota de corsarios.

En una batalla entre cristianos y turcos, los cristianos vencedores le hicieron cautivo y estuvo dos años al remo con una cadena al pie.

Dos de sus hermanos armaron una galera y cogieron a Aruch de timonel, uno de sus hermanos murió y este mató al otro, apoderándose de la galera.

Con esa galera pasa a Gelves (la isla tunecina de Yerba) y en 1.504 llega a un acuerdo con el rey de Túnez para poder hacer de coros a su servicio, cobrando el décimo de sus capturas.

Así se convertía en legal su actividad corsaria.

Ese mismo verano comienza su implacable carrera ascendente, con la idea fija de conquistar para sí un Estado propio.

Ante esto, era inevitable el enfrentamiento con la armada española, con buenas bases en el sur de Italia.

En 1.516, aprovechando la muerte de Fernando el Católico, los hermanos Barbarroja emprenden una graqn ofensiva y conquistan Argel, en una de las etapas decisivas del Imperio de la Sublime Puerta (l Sublime Puerta era el nombre de la corte pública del sultán, dirigida por el Gran Visir. Recibió este nombre por la puerta de entrada a las dependencias del Gran Visir cercana al Palacio de Topkapi, donde el sultán oficiaba la ceremonia de bienvenida a los embajadores extranjeros).

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Este afianzamiento en Argel y la conversión del coros y la piratería en una forma de vida, influyen muy negativamente en el comercio de cabotaje (en términos navales, cabotaje es el transporte de carga y pasajeros entre puertos de un mismo país, navegando relativamente cerca de la costa) y en la evolución de la economía marítima.

Carlos I se enfrenta a él en Tremecén (ciudad del noroeste de Argelia).

En esta batalla (1.519) vencieron a Aruch y le cortaron la cabeza, llevándola a Orán.

La tarea de formar un nuevo estado quedaba ahora encomendada a uno de los hermanos Barbarroja: Jairedín.

Mientras se procuraba la defensa contra los piratas, los naufragios seguían poniendo en evidencia la indefensión de nuestro puerto contra las tempestades.

Otros naufragios pudieron evitarse pasando de largo por nuestro puerto y yendo dirección a Cullera y Denia.

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Las Germanías (1.519-1.522)

En este ambiente de cruzada permanente se va incubando la Germanía, con honda repercusión en el Grau.

Para que tomara cuerpo han tenido que confluir varios factores.

El primero, siempre latente en la sociedad valenciana, es el odio de los cristianos a los moros, por considerarlos una “quinta columna” de sus hermanos de raza.

En segundo lugar, concurren una serie de calamidades naturales: en 1.517, siendo Justicia del Grau, Joan Dansa, hay una gran riada y en 1.519 la peste hace sus estragos.

Frente a esta crisis, las autoridades y los nobles abdican de sus responsabilidades.

Era fácil fundir en un mismo sentimiento el odio a los señores, por sus abusos, y el odio a los moros, que eran sus principales  servidores.

En tercer lugar, hubo una crisis política, casi un vacío de poder, que los gremios artesanos pretendieron rellenar con una participación más decisiva en la vida municipal.

Carlos I, que apenas estaba poniendo el pie en España, de entrada apoya al pueblo, mientras tanto, también el Grau se agermana, siendo muy importante en el inicio de la Germanía.

Pero la nobleza reacciona, consiguiendo para Valencia un virrey “duro”, es nombrado para este cargo el conde de Mélito, Diego Hurtado de Mendoza y, como la Germanía no reconoce su autoridad, el conflicto se recrudece y Carlos I, en vista que peligraban demasiadas cosas, prescinde del pueblo y apoya, ahora, a la nobleza, que en 1.522 vence a la Germanía.

Durante el conflicto bélico, el 8 de septiembre de 1.521, el capitán Vicente Peris había desembarcado en el Grau, engrosando su ejército con marineros y pescadores.

El movimiento perdió unidad y la noche del 18 de febrero de 1.522, en una desesperada aventura con el fin de reavivar la revuelta, Vicente Peris se introduce en Valencia, instalándose en su propia casa y congregando a sus partidarios, lo que desembocó en un duro combate durante toda esa noche por las calles de Valencia, hasta que un grupo de soldados consiguió incendiar su casa.

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Vicente Peris se entregó al capitán Diego Ladrón de Guevara.

El 3 de marzo de 1.522 entran definitivamente las tropas reales en Valencia, realizándose la ejecución de Vicente Peris y sus más directos colaboradores.

Es precisamente en esta época cuando surge la tradicional costumbre de poner una cruz como remate de las barracas: era el distintivo de los labradores cristianos para evitar ser confundidos con los moros.

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Carlos I contra Solimán el Magnífico

Una vez sofocada la Revuelta de las Germanías, Carlos I se ve envuelto en una guerra de gran alcance, para la que se habían unido en su contra, su gran enemigo, el sultán turco de Constantinopla, Solimán II el Magnífico, aliado ahora con el berberisco Jairedín Barbarroja.

Como una parte más de esta guerra, y en consonancia con la política de sus abuelos, en 1.522, Carlos I promulga una taxativa orden de bautizar a todos los moros, pretendiendo así convertirse en paladín de la cristiandad.

Se inician en esta época las primeras escaramuzas entre las dos coronas cristianas (Francia y España) en busca de su supremacía continental.

Es ahora cuando, después de ser derrotado Carlos I en la batalla de Pavía (febrero de 1.525) tiene lugar en el Grau a finales de junio el ceremonioso y diplomático desembarco de Francisco I de Francia.

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El baluarte del Grau

Ante todas estas amenazas se refuerzan los mecanismos defensivos.

En el Grau se forma, en 1.528, una comisión que elige capitanes con vistas a las guarda de la costa,

Y aunque Carlos I sigue sumando victorias contra Francisco I, ello le distraía  del principal objetivo, que eran los otomanos.

Y mientras en España se iban haciendo planes, Barbarroja actuaba como ariete de Solimán.

Carlos I daba una importancia relativa a los ataques corsarios.

En cambio, para las autoridades locales la prioridad era la reconquista de Argel, nido de los corsarios de Barbarroja, que causaba daños más tangibles a nuestra costa.

Por eso resultó forzoso planear la edificación de torres de defensa, planificación que se consideró indispensable cuando el 19 de enero de 1.530, cuatro fustas (embarcación estrecha, ligera y rápida, de poco calado, impulsada por remos y vela, en esencia, una pequeña galera), de las 11 que merodeaban por las costas del reino, se presentaron en el Cabanyal, aunque no se constataron daños en esta incursión.

En agosto del mismo año otro lugarteniente de Barbarroja, apodado “el judío”, rondaba las costas.

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La estrategia de Barbarroja parecía clara: hacerse con el control de las islas Baleares para cortar la navegación entre España e Italia, era prácticamente un bloqueo.

Durante algún tiempo se siguió sufriendo la presencia de “el judío”, que obstaculizaba el comercio comercial, por lo que se decidió levantar el baluarte del Grau, donde se asentara la artillería y pudieran repelerse las armadas enemigas.

Las obras se iniciaron de inmediato y los gastos corrieron por cuenta de la fábrica de Murs i Valls (entidad cuyo cometido era la construcción y conservación de puentes, murallas, fosos, baluarte del Grao, saneamiento de acequias y valladares, incluso de asistencia al Reloj situado en la Catedral, así como a la aguas residuales; encargada también del ornato de la ciudad ante homenajes y celebraciones, entre otros), que tomó la decisión el 10 de noviembre de 1.531 y, bajo la dirección del ingeniero Cárceres, se comenzaron los trabajos el 9 de Agosto de 1.532, doscientos años después que comenzaran las primeras incursiones moriscas.

Se trataba de un baluarte cuadrangular, construido de forma que protegiese el embarcadero, con tapial de cal y canto, que contaba con sendos torreones en las esquinas del lado de la mar.

Tradicionalmente, la puerta se abría a cierta altura del suelo, y solo se podía acceder al interior mediante una escala que los guardas desplegaban previo reconocimiento de los visitantes.

Se trata de un baluarte que con dos piezas de artillería protegió nuestra costa durante siglos, con un ámbito que abarcaba 25 kilómetros de playa, desde Meliana a la Casa del Rey, en la Gola de la Albufera.

A la construcción del baluarte se añade la creación en él de una guardia permanente constituida por “atalladors” (vigilantes  que iban a caballo todas las mañanas antes de la salida del sol hasta un punto fijo con ambas torres contiguas, que distaban una de otra de dos leguas como máximo, unos 6 kilometros. En caso de ataque el mensaje era enviado de torre en torre hasta el Grau de Valencia), una compañía de caballería con 18 soldados, un capitán, un alférez y un trompeta, un requeridor debía avisar al capitán general en caso de peligro para que este decidiera si convenía dar el aviso de rebato general, más un alcalde, oficiales y guardas que tocaban a “sometent” (aviso de peligro inminente).

Las resonantes victorias de Carlos I contra Solimán, no impedían victorias de Jairedín Barbarroja.

Los valencianos pretenden convencer al emperador que también la tarea de acabar con Barbarroja es parte de la empresa común de la cristiandad.

En 1.534 Barbarroja conquista Túnez, que le serviría como base de operaciones.

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Por si acaso, ese mismo año 1.534 se refuerza la fortificación del baluarte, mientras que las Atarazanas de Valencia estaban en condiciones de construir naves de gran porte.

Por fin, Carlos I, se decide a emprender la conquista de Túnez, pues ahora Barbarroja, ya no era un simple corsario, sino que desde 1.533 ya era el almirante que más influencia ejercía sobre Solimán.

Carlos I presentó la conquista de Túnez como una auténtica cruzada, conquistándola en julio de 1.535, pero a pesar de la victoria no se consiguió acabar con Barbarroja, que escapó al cerco de las tropas imperiales y fue a refugiarse a Constantinopla.

Pero para que la victoria hubiera sido completa, a la conquista de Túnez debería haber seguido Argel, al no ser así Jaierdin Barbarroja, siguió contando con Argel, y desde allí tenía vía libre hacia España.

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Torres de defensa

La red de vigilancia y defensa del litoral no lo hacían invulnerable.

Después de levantar el baluarte del Grau, se empieza a pensar en el que será el sistema jerarquizado y permanente de la defensa costera: las torres de vigilancia.

Pero hasta el siglo XVI Valencia no se dotó de un sistema organizado de vigilancia y defensa costera.

El virrey de Valencia, don Bernardino de Cárdenas, segundo duque de Maqueda, promulgó en 1.554 el primer reglamente de vigilancia y defensa del litoral, estableciendo las funciones de guarda terrestre que diera la alarma.

Hacia 1.560, Valencia poseía ya 97 puntos de vigilancia costera: 62 torres, 3 grupos de atajadores, 28 puestos, 1 castillo, 2 baluartes y una fortaleza.

Cada una de las torres tenía dos o tres soldados y, a menudo, dos “atalladors” para recorrer el litoral.

Toda la costa valenciana se dividió en partidos, mandados por oficiales y con la obligación de mantener en buen estado lasa comunicaciones entre las torres y los armamentos.

Parte del Grau no estaba cercado completamente por una muralla separada de la población, sino que las casas con fachada al mar ya servían  de parapeto en caso de ataque enemigo, del que lo defendían tanto los habitantes del Grau como los de la misma ciudad.

Había un muro con diversas puertas desde el baluarte hacia el río por el sur y desde el baluarte hacia las Atarazanas, donde se abría la puerta de l’Hort.

De todos modos, este sistema defensivo no tenía suficiente fuerza disuasoria.

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La defensa tras el giro de Lepanto

Toda esta situación bélica experimenta un giro favorable cuando la unión de Venecia, el Papado y Carlos I forman la Santa Liga, armando una gran escuadra al mando de Juan de Austria, que el año 1.571 obtiene un resonante triunfo en Lepanto, que significa el principio del fin de la piratería sistematizada al servicio de una gran causa.

Las pretensiones imperiales de los otomanos son cercenadas en Lepanto.

A partir de entonces, la piratería, volvió a ser obra de aventureros que no servían a ningún patrón.

A pesar de ello, la guerra no estaba ganada y se volvió a insistir en el refuerzo de las fortificaciones del Grau.

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La visita de Felipe II

El domingo 19 de enero de 1.586 viene a Valencia y visita el Grau Felipe II.

El cronista holandés Enrique Cock presenta una breve descripción del Grau, que reproducimos en parte:

“[…] una población de cien casas o por ahí, con un buen baluarte y munición y si antes estaba cerca del agua, agora está más que un tiro de ballesta de la misma agua marina y de sus olas […]”.

La ciudad recibe al rey con gran solemnidad, adornada profusamente con monumentales montajes de cartón piedra, realtivos a las batallas marítimas.

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Piratas y la peste

En 1.589, la peste azotó con virulencia a la capital y al Grau, aunque pudo erradicarse gracias a las medidas de precaución para evitar el desembarque de mercancías contaminadas.

Además de la guardia habitual, vigilaban atentamente la costa los jurados de la ciudad, que pudieron sortear ese horrible contagio.

En cuanto a la piratería se resiste a desaparecer.

El gobernador de Argel todavía necesitaba tranquilizar a los cristianos que desarrollaban actividades relacionadas con la liberación de cautivos, porque, además de los Mercedarios, también se daba la figura de los traficantes de la libertad o “passador d’evadits”.

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Joan Felip Romano, passador d’evadits

En 1.594, el virrey marqués de Aytona había propuesto a Felipe II sufragar urgentemente con 150 escudos y una fragata apresada a los moros una expedición de rescate a Argel.

(Argel: siempre punto de referencia en los marinos, pescadores y corsarios de nuestra costa. Más que África existía Argel, la otra orilla. Argel, nido de piratas, tierra de renegados, próspero depósito de esclavos, descanso de corsarios. Argel, también, tierra de la libertad para españoles perseguidos por la Inquisición y que preferían vivir como mahometanos, antes que morir como cristianos.)

Con esa fragata (el tipo más pequeño de la familia de las galeras) el 26 de mayo de 1.595 partió Joan Felip Romano del Grau, llegando al mítico Argel el 14 de junio con la pretensión de rescatar a los cautivos.

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La expulsión de los moriscos

El pueblo continuaba aborreciendo a los moriscos, en una confusa amalgama de motivaciones religiosas, económicas y de seguridad.

En esta época, el Estado era confesional de un modo absoluto.

Todos los súbditos de un país debían practicar la misma religión que su rey, que determinaba las convicciones y las prácticas religiosas de sus súbditos, al menos oficialmente.

Un hereje equivalía a un rebelde, y la monarquía siempre se había interesado por la uniformidad ideológica de sus súbditos.

Bastaba cualquier ataque a la costa para realimentar la sospecha de complicidad entre los piratas y los moros siervos de la nobleza.

Por eso, la idea de la expulsión de los moriscos se va consolidando.

Aunque “los señores valencianos protestaron”, pero en Madrid los aplacaron, prometiéndoles que el monarca los compensaría “otorgándoles todos los bienes inmuebles que dejaran los moriscos”.

Su actitud cambio repentinamente, convirtiéndose en entusiastas partidarios de la expulsión.

Felipe III y su valido (El valido fue una figura política propia del Antiguo Régimen en la Monarquía Hispánica, que alcanzó su plenitud bajo los llamados Austrias menores en el siglo XVII. No puede considerarse como una institución, ya que en ningún momento se trató de un cargo oficial, puesto que únicamente servía al rey mientras éste tenía confianza en la persona escogida), el duque de Lerma, toman la decisión el 4 de agosto de 1.609.

El 22 de septiembre se publica el bando de expulsión firmado en Valencia por el virrey marqués de Caracena , y el día 27 el patriarca Juan de Ribera predica con gran poder de convicción en una misa de la Catedral rogando a Dios por el éxito de la operación.

El mismo día 30 comienza el éxodo, había que expulsarlos sin darles tiempo a organizar su defensa.

Para prevenir posibles altercados, tanto de moriscos rebeldes como de cristianos exaltados o simplemente deseosos de aprovecharse de unos moriscos en situación precaria, el ejército se desplegó en el Grau, aunque este no fuera más que un puerto accesorio en el embarque de moriscos.

Su pésimo anclaje no era apto para las majestuosas galeras reales que partieron de los puertos de Denia, Alicante y Vinaroz.

El puerto del Grau se reservaba para otros barcos.

En una primera tanda de embarcos, entre el 6 y el 23 de octubre, se acomodaron en varios barcos unos 6.000 moros, procedentes de Alcásser, Picassent, Benimámet, Mirambell, Serra, Alaquás, Benimodo, Buñol, Cheste, Bétera y Gilet.

Las comitivas, andando, en carros, a lomos de bestias, cargando todo lo que podían, se desplazaban al Grau, donde eran alojados en las Atarazanas.

Allí se montó una gran feria de compra-venta, ya que los moriscos preferían embarcar con dinero, malvendiendo sus ropas y enseres.

No pocos se aprovecharon para engañarles o robarles.

Para evitar los excesos se encargó a un juez de la Audiencia, el Dr. Baciero, que controlase el desarrollo del proceso.

El 30 de septiembre se embarcaron moriscos de Alcásser, y entre el 3 y el 6 de octubre salieron moriscos de Alcásser, Picassent, Benimamet, Mirambell y Serra.

Entre el 25 y el 29 les tocó el turno a 1.768 musulmanes de Villamarxant, Benaguasil, Benisanó, Petrés, Albalat, Segart y Carlet.

Existe relación de 23 barcos que colaboraron en el embarque hasta el 23 de octubre.

No todos se resignaron con la deportación.

Es más, algunos grupos protagonizaron una insurrección y fundamentalmente se hicieron fuertes en la Muela de Cortes.

A los embarques solían acudir el virrey y muchas señoras de la nobleza, que trataban de quedarse con morisquillas pequeñas.

Según la relación del doctor Pablo Baciero, del Consejo del Reino, que tuvo a su cargo el control de los embarques, se fija en 17.776 (un 15% de los transportados) el número de los que salieron desde el puente de madera del Grau (aunque según la leyenda enmarcada en el cuadro sobre la expulsión de los moriscos, fueron 15.165).

En 1.612, Pere Oromig pintó por encargo del rey el famoso cuadro de la expulsión, lleno de detalles.

En esta excepcional representación gráfica parece ajustarse bastante a la realidad del baluarte, en el que pueden distinguirse tres cañones.

A su lado, las Atarazanas, que ya han perdido el patio delantero destinado a armar las galeras y el muro de protección que les separaba del mar.

Parece mera imaginación algunas torres y edificios elevados, y los pináculos de las torres de la iglesia de Santa María del Mar no se corresponden con la actual, ya que fue demolida la iglesia con posterioridad a la composición de este cuadro.

En cuanto a la cruz de piedra que ocupa prácticamente el centro del cuadro podía ser la que la fábrica de Murs i Valls acordaron que se pusiera en 1.438 en la playa del Grau, o la que en 1.594 labró Jerónimo Muñoz y se instaló cerca del portal del Grau.

En la parte inferior derecha destaca el virrey, Luis Carrillo de Toledo, marqués de Caracena, máximo responsable de la operación.

Ante él, sobre un caballo blanco en escorzo (Representación de una figura situada oblicua o perpendicularmente al plano del papel o lienzo sobre el que se pinta, que se logra acortando sus líneas de acuerdo con las reglas de la perspectiva), se ve elegantemente vestido y con la banda de general a Agustín de Mejía, a cuyas órdenes  se hallan todos los contingentes militares llegados por tierra y mar al reino de Valencia para proceder a la expulsión de los moriscos.

El que lleva un billete en la mano con el número 15.165, cifra que alude a la cantidad de moriscos embarcados en el Grau de Valencia, es el doctor Francisco Pablo Baciero, comisario encargado del embarque.

Destaca la representación del muelle de madera, en el lugar donde lo construyó Antoni Joan.

Fueron expulsados 170.000 moriscos, es decir, el 34% de la población.

Solo quedaron en las tierras valencianas 1.832 niños moriscos, menores de siete años.

Las consecuencias de la expulsión son desastrosas, porque la huerta se queda sin labradores y no se puede hacer frente a las hipotecas.

Por eso, la tierra deja de ser un medio de producción para convertirse en objeto de especulación.

También puede comprobarse a los largo de os registros del Peaje del Mar la desaparición casi total de los moriscos en las actividades del comercio marítimo.

A principios del siglo XVII la población del Grau ya va fijando en él su residencia.

Eso era preciso desde que se fue consolidando su carácter marítimo-mercantil y las tareas de desembarque de la mercancía eran cada vez más complejas, igual que la maniobra de varar los buques a la playa, muy brava en ocasiones.

Hasta que no estuviera finalizada la operación de varado no se podía abandonar la nave.

La vida cotidiana dentro de los muros de la villa no se diferenciaría mucho de las de otros núcleos portuarios del Mediterráneo, con la característica agitación y violencia que parece inherente a este tipo de parajes: el Grau ostentaba el mayor número de delitos de sangre cometidos entre 1.598 y 1.621, con 72 asesinatos, por delante de la misma ciudad de Valencia.

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Reconstrucción del baluarte

Las campañas bélicas todavía no se han extinguido y Valencia aún necesita fortalecer el sistema defensivo, aunque replanteándose la necesidad de las compañías de caballos, que intentaron suprimir varias veces entre 1.619 y 1.649.

En 1.615 se compran dos nuevos cañones para el fuerte del Grau.

Con ello se consigue que la población, como cuenta Escolano, sea “hoy una de las graciosas y fuertes del Reyno. Porque está cerrada y defendida de un Baluarte muy espacioso y muy artillado: donde hay pieças que alcançan una legua al Mar”.

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Santa María del Mar

Sus dimensiones hasta estas fechas eran una cuarta parte de las medidas actuales y con un suelo de tierra apisonada.

Pero en esos momentos, con una población de 163 familias, se deciden a levantar una iglesia grandiosa.

Antes que nada, se construyó la capilla del Santo Sepulcro.

Y la primera piedra de este nuevo templo barroco no se pondría hasta el 2 de agosto de 1.863.

Esta primera la bendijo el rector Dalmacio Goya, estaba colocada sobre una fuente de plata; esta piedra estaba hueca y en su interior se colocaron diferentes monedas, así como una lámina de plomo citando al Papa Inocencio XI, al rey Carlos II, al arzobispo Don Juan Tomás de Rocaberti, al párroco Vicente Vidal de Tosa, a los Jurados Bautista Meseguer y Pedro Tosa, Justicia y al resto de autoridades.

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Este nuevo templo se edificó en parte sobre el cementerio parroquial.

Las campanas fueron bendecidas en 1.694.

El recinto llamado transagrario, pieza característica y privativa de la arquitectura barroca valenciana, era un “reposador” donde custodiar decentemente la Eucaristía cuando esta no recibía culto público.

De decorarlo se encargó en 1.702 Joan Bautista Vayuco, su obra, representando las alegorías de la fe, la esperanza y la caridad y los cuatro evangelistas, ha pasado desapercibida porque en transagrario se usó para despacho parroquial y las pinturas fueron tapadas por los armarios.

Pero el hecho es que, aunque parcialmente tapadas cuando en 1.802 se cambia el estilo de la iglesia y pasa de ser barroca a ser academicista, las pinturas de Vayuco han pervivido hasta nuestros días.

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Teixidor

Pocos años más tarde, el 17 de enero de 1.694, nació en el Grau, el dominico Fray José Teixidor, autor de las “Antigüedades de Valencia”, publicadas por Chabás en 1.895.

Abandona la el Grau para ejercer la docencia en Orihuela, cuando vuelve a Valencia en 1.742, inicia sus relaciones con eruditos valencianos y redacta su magistral obra sobre Valencia, siendo el primero que, lejos de fabulaciones o conjeturas, se basa en documentos verídicos para desentrañar la historia.

El mejor homenaje que podemos hacerle es leer su obra.

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Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Grau. Vilanova del Mar. Bastión de Valencia

Existe mucha y muy variada bibliografía referente al Grau, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

  • Antonio Sáñez Reguart . Diccionario histórico de los artes de la pesca nacional (1.791-1.795)

  • Antonio Domínguez Ortiz. Carlos III y la España de la Ilustración

Fotografías

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