Grau. Vilanova del Mar. Un pueblo independiente

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La Cruz de la avenida del Puerto

La primera noticia expresa sobre esta cruz, que marca la mitrad del camino entre Valencia y el Grau, es el 4 de julio de 1.419, cuando de la casa de Bertomeu Sanxo, un labrador vecino, se sacó la piedra que tenía guardada para construir la cruz.

Al principio, esta cruz, estaba rodeada por un edículo (es un edificio pequeño, en particular, un templete que puede servir como tabernáculo o relicario, entre otras finalidades) de piedra, con bóveda de piedra picada y cubierta de teja, construida bajo la dirección del cantero Marín Llobet, y que pudo dar por finalizada el 19 de julio de 1.428.

El edículo debió sufrir algunos desperfectos, pues en 1.520 se acordó “cobrir la creu del camí de la mar”.

Esta nueva obra tenía una cubierta de madera y ladrillo, coronada con una bola de cobre, y encima de ella una veleta de hierro dorada.

En 1.563, todavía Wijngaerde (Anton van den Wyngaerde, Amberes, 1.512/1.525-Madrid, 7 de mayo de 1.571, también Anton van der Wyngaerde o Antoon van den Wijngaerde, conocido en España como Antonio de las Viñas o Antón de Bruselas, dibujante paisajista flamenco del siglo XVI, que recorrió España a partir de 1.561, dibujando una colección de 62 vistas, detalladas y meticulosas, de pueblos y ciudades, por encargo de Felipe II) la representa bajo un templete, pero entre esa fecha y 1.722 desapareció el edículo, pues en el plano del Padre Tosca aparece ya descubierta y con una sencilla cruz como remate de la espiga.

Cuando el 1.799 se iba trazando el nuevo camino del Grau, que venía por el centro del emplazamiento de la cruz, esta tuvo que desplazarse unos metros más al sur, encargándose el carpintero Luis Ravanal del nuevo montaje y el cerrajero Francisco Vestida de la recomposición de la cruz de hierro, en la que hizo dos rayos nuevos, y es prácticamente así como ha llegado a nuestros días.

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La Guerra de la Independencia contra Francia

Algún detalle sobre esta paradójica guerra, referido al Grau y al Cabanyal.

Un documento relata la petición de una barraca en la playa del Mar, hecha a principios de 1.808 por el Jurado Francisco Montoro.

Canga Argüelles aprueba el inicio del expediente el 23 de marzo, justo el día en que entraba por la frontera Joaquín Murat, duque de Berg, cuñado y delegado de Napoleón, para hacerse cargo del gobierno de España.

El caso es que durante la estancia de Murat en España se aprueba el establecimiento solicitado por Francisco Montoro.

Pero esta concesión se considera irregular unos días más tarde.

La invasión francesa había convertido automáticamente a los ingleses en nuestros aliados.

La Junta Suprema hizo la entrega de varios mensajes en los que se señalaba la nueva alianza anglo-española.

Los “graueros” jugaron un papel importante en el ejército español en varias ocasiones.

Cuando Moncey atacó Valencia por la parte de Quart, allí estaban colocados los artilleros del Grau, formando cordón e impidiendo, con la ayuda del Turia, que venía muy crecido, que los franceses lo atravesaran.

Y por su práctica en la artillería, los marineros del Grau fueron colocados en posiciones de la muralla de Valencia donde eran más precisos, sobre todo en las Torres de Quart.

También tuvieron una conducta ejemplar los 90 artilleros del Grau al mando de Juan Robira, caballero de la Orden de San Juan, así como los que ayudaron en la ciudadela y en las obras de fortificación.

El hecho es que gracias a esta defensa, Moncey claudicó y abandonó el asedio, regresando a Madrid con el resto de su maltrecho ejército.

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Entre el primer asedio de la ciudad y el segundo pasaron dos años.

Estos fueron aprovechados por los “graueros” para consolidar las fortificaciones, algo descuidadas desde que habían ido perdiendo su sentido de defensa contra los ataques de los piratas.

En la segunda oleada, los franceses llegaron desde Sagunto a San Miguel de los Reyes donde a principios de marzo situaron su vanguardia, desplegando sus líneas alrededor de la ciudad.

En una de las acciones fueron rechazados por sus defensores, bien parapetados tras sus murallas.

Entonces, el general Suchet, se dirigió hacia el Grau, con la idea de cruzar el río por allí y atacar la ciudad desde Russafa.

En este camino, las guerrillas, bien distribuidas, les disputan palmo a palmo el terreno.

Pero el día 5 de marzo, los franceses, protegidos por un cañón de a ocho y fusilería entran en el Grau y se establecen en el baluarte y parte del muelle.

Mientras las mujeres y los niños se refugian en barracas y alquerías, los pocos hombres que quedan, pues la mayoría está defendiendo la capital, se organizan instantáneamente en guerrillas y se dirigen al lazareto al mando del conde de Castellá.

El 8 de marzo se apoderan de un cañón y logran acomodarlo en el corral de la alquería de Platero, que estaba a la salida del Grau por el Camino Hondo, en la partida denominada dels Pals, “abriendo una tronera en la pared y rompió fuego al amanecer del día 9, y desalojaron al enemigo del contramuelle, con una pieza de artillería recobrada casi de entre las manos de las avanzadas y escuchas del enemigo”.

Al día siguiente por la noche, el general Suchet, ordenó la retirada de sus fuerzas, que también habían sido rechazadas en otros puntos de la ciudad.

Después de este segundo asedio, en el que también fracasaron los franceses, la ciudad vivió unos meses de tensa tranquilidad.

Durante 1.811, concretamente, el 26 de diciembre, el conjunto de la población del Grau y del Cabanyal hizo frente de nuevo al ejército de Napoleón, aunque no con excesiva fortuna.

Ese día, mientras los labradores de la cercana huerta estaban todos amurallados en el interior de la ciudad, un nutrido grupo de voluntarios defendía el paso del río por la parte de Natzaret, pero fueron diezmados por la caballería francesa.

La línea española fue envuelta, arrollada y dispersa en el breve espacio de tiempo.

Inmediatamente, en el Camino del Grau, el ejército francés desplegó un dispositivo artillero que le permitió imponer silencio a los fuegos de la línea valenciana por ese sitio estratégico y dominar a sus anchas el cauce del río Turia en todo su curso hasta su desagüe en el mar.

El 14 de enero de 1.812, Suchet hizo su entrada triunfal en Valencia, iniciando una ocupación que se pretendía pacífica.

La ciudad exhausta, quiso recuperar la normalidad colaborando con el triunfador.

Finalmente, el 1 de septiembre de 1.812 el nuevo rey José I (conocido popularmente como Pepe Botella) hizo su solemne entrada en Valencia, en medio de forzadas aclamaciones.

Pero la guerra continuó hasta que finalmente, a consecuencia de la derrota francesa en Vitoria el 5 de julio de 1.813, Suchet decide abandonar Valencia.

Desde estos momentos, se rehabilita a todos los servidores públicos que se habían mantenido fieles a España durante la dominación francesa, mientras un conocido de los Poblados Marítimos, Manuel Beltrán de Lis, es quien firma la proclama de la victoria y Valdemoros se ufana de haber sacudido “los grillos ignominiosos de la dominación francesa”.

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La Constitución y la visita de Fernando VII

Hay que tener en cuenta que los franceses, a pesar de ser invasores, eran herederos de la mayor revolución ideológica de la historia, y que la monarquía borbónica de la época era absolutista, enfrentada a los constitucionalistas reunidos en Cádiz en plena Guerra de la Independencia.

Fernando VII no era deseado por todos.

Precisamente de acuerdo con las Cortes de Cádiz, el municipio del Grau se había declarado constitucional.

La mayoría de los españoles rechazaban a los invasores, aunque muchos  admitían los postulados de la revolución francesa y por ello no estaban de acuerdo con el absolutismo de Fernando VII.

Durante la visita del rey a Valencia, este es recibido por un enorme gentío situado a todo lo largo del Camino del Grau.

En este recibimiento no fue cordial la actitud del Ayuntamiento ante el absolutista Fernando VII.

Al contrario, todo su interés lo pusieron en resaltar la placa que rotulaba la zona entre la iglesia y el baluarte.

A esta zona la llamaron, según la lápida, Plaza de la Constitución.

Fernando VII abandonó muy agraviado el Grau, pero un grupo de marineros reaccionó violentamente, insultando al municipio y ensuciando la lápida de la Constitución.

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No contentos con ello, publicaron una carta en el Diario de Valencia firmada por el marinero Leal, en la que imploraban una segunda visita de S.M. al Grau, que sirviera de desagravio.

Efectivamente el rey aceptó la invitación y visitó de nuevo el Grau.

Al día siguiente de su visita, Fernando VII, publicaba un atroz decreto declarando nula la Constitución de 1.812.

Pero en 1.820, a pesar de Fernando VII, se da un triunfo de los constitucionalistas moderados y el Ayuntamiento del Grau fue otra vez constitucional.

Por ello se volvió a colocar la lápida en la plaza de la Constitución.

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Asensi Juliá, “el Pescaoret”

A Fernando VII no le gustaba nada Goya.

Cuando fue de nuevo entronizado, prescindió de él y de su escuela para nombrar primer pintor de cámara Al valenciano Vicente López y Portaña, en lo que Rafael Gil entiende como el rechazo de una pintura de futuro y sus preferencias por formas y estructuras antiguas.

Desechando a Goya, un “cabanyalero” nacido hacia 1.748 y que estuvo colaborando con su maestro pintando los frescos de San Antonio de la Florida en Madrid.

De este Asensi Julià se sabe muy poco.

De pequeño acudía a San Carlos, aunque no cada día, quizá porque debía ayudar a su familia en las tareas de la pesca.

No en vano se le conocía como “el Pescaoret”.

Su muerte ocurrió el 25 de octubre de 1.832.

Parece bastante claro la localización de su casa en el Cabanyal, en la barraca numerada en el plano con el número 192, una de las que padecieron el incendio en 1.796, en primera línea de playa, cerca dela acequia del Gas.

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Los albores del comercio marítimo

Desde principios de siglo, cuando el Grau contaba con 696 habitantes y el Cabanyal con 745, los marineros, arriesgando los pequeños capitales adquiridos en una profesión tan peligrosa, cruzan los mares dando a conocer los productos de la región valenciana, siendo parte decisiva en el desarrollo comercial de Valencia.

Uno de los frutos exportados por los marinos del Grau eran las primeras naranjas producidas por nuestros huerto, que exportaban a Marsella y Cette (Aquitania, Francia), en pequeños buques de cabotaje (en términos navales, cabotaje es el transporte de carga y pasajeros entre puertos de un mismo país, navegando relativamente cerca de la costa) zarandeados por las olas.

Había que llegar al puerto de destino como fuera, pues la naranja no admitía dilaciones, al pudrirse o perderse se malograba el viaje.

De este modo se dio a conocer en Francia la naranja valenciana.

Pero no se transportaban solamente naranjas, también se cargaban en nuestro puerto, para su comercio, vino, arroz y otras mercancías de nuestro Reino, se dirigían a las Antillas y de allí en lastre (peso que se pone en el fondo de la embarcación, a fin de que esta entre en el agua hasta donde convenga) a las costas de Venezuela y Méjico, comprando el cacao que traían directamente del punto productor.

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La independencia municipal

La polémica relación mantenida entre el Ayuntamiento del Grau y el de Valencia se prolongó hasta que las reformas administrativas le permitieron a la Vila Nova alcanzar la autonomía que durante tanto tiempo reivindicó.

La raíz de este nuevo orden municipal Lo encontramos en la Constitución de Cádiz de 1.812, plasmación del triunfo liberal.

La nueva Constitución fomentaba la independencia de los municipios, creando Ayuntamientos en todas las localidades con más de 1.000 almas.

El liberalismo creía que la multiplicación de los ayuntamientos fomentaría la participación del ciudadano en el gobierno, porque los consideraban “el primer cimiento del gobierno interior de la nación, en que se apoyan y de donde parten todas las funciones gubernativas hasta elevarse a la autoridad suprema”.

Los nuevos ayuntamientos ya no estaban sometidos a los antiguos señoríos jurisdiccionales que se interponían entre el poder y el ciudadano.

Aunque todavía la participación en las elecciones se limita “a quienes tengan algo que perder, a quienes ofrezcan garantías de orden y estabilidad”, es decir, se acepta el voto de los cabezas de familia que no van a distorsionar el orden y se excluye a quienes necesitaban de un jornal.

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Para acercarlo al ciudadano, el Ayuntamiento se le encomienda la política de Sanidad, Bienestar, Orden público, Seguridad, Administración de propios y arbitrios, Beneficencia, Escuelas, Caminos, Cárceles, Obras públicas, Ordenanza y organización de la Milicia Nacional; la admisión en la misma se limita a quienes puedan costearse el uniforme.

El alcalde es su máxima autoridad y ejerce en cada pueblo el oficio de juez conciliador en las partes, atajando la excesiva inclinación a pleitear.

Resuelve las demandas civiles hasta 500 reales y las criminales sobre injurias y faltas leves.

Toda esta actividad municipal se desarrolla bajo la supervisión de la Diputación, en un intento de armonizar el liberalismo y centralización.

La implantación de este nuevo modelo de municipios no se impone por decreto, sino que atraviesa unos caminos lentos y tortuosos.

Cada población debía esforzarse por labrarse su propio Ayuntamiento.

De ahí la diferencia entre las fechas en que alcanzan su independencia el Grau y el Cabanyal.

No debemos olvidar que al ayuntamiento de la capital se le escapaba una parte significativa de la población, y con ella, una parte sustancial de sus privilegios.

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El primer alcalde del Grau fue Vicente Rocafull, secundado por los regidores Tomás Doménech, Domingo Adam, Francisco Domingo y Mariano Campos.

El primer acuerdo importante fue el de buscar fuentes de financiación.

Una forma de hacer frente a los gastos ordinarios, solicitan que reviertan al municipio los beneficios que pudieran obtenerse de la explotación de una tienda de artículos de primera necesidad, de una taberna de vino y aguardiente y de una panadería.

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La muralla del Grau

Casi todo el ámbito del Grau que adquiere la independencia estaba rodeado por una rudimentaria muralla levantada en el siglo XVI.

En 1.503, el Consell de la ciudad estableció:

“[…] que sia tancat lo Guerau de la mar de la present Ciutat e tots los carrers, e fer-hi alguns portals necessàris e fer la paret de l’arch e de paret de la marjal davant les taraçanes qui va a la carnecería e cloure les taraçanes a la part de la mar e fer tot lo que sia necessari e en les parets fer hi bombarderes e ballesteres […]”.

La muralla fue rehecha en el siglo XVII y perduraría hasta el XIX.

El sector oriental de la muralla enfrentaba con el mar4 y dibujaba una curva de ballesta con el baluarte en su centro, y con las Atarazanas en ángulo recto en el extremo norte.

Utilizando la nomenclatura del callejero de año 2.003, desde la fachada norte de las Atarazanas, la muralla se dirigía hacia el oeste por la calle José Aguirre, y en su centro disponía también de un pequeño bastión.

Este muro que iba por la calle José Aguirre llegaba hasta la Virgen del Puig y ahí giraba a la izquierda, hacia el sur, y se extendía hasta la avenida del Puerto, en esta confluencia se abría una puerta llamada “la Puerta de Valencia”, que delimitaba el recinto del Grau; desde ahí seguía por la calle Toneleros a juntarse por el sur con la avenida de Francia, este tramo que iba desde la confluencia de José Aguirre con Virgen del Puig y de ahí hasta la avenida del Puerto para seguir camino por Toneleros era el lienzo oeste de la muralla, y tenía un sentido algo distinto del lienzo que daba frente al mar.

La fachada marítima tenía un carácter más defensivo y el lienzo oeste servía preferentemente para delimitar el territorio.

Cuando la calle de Toneleros se unía a la actual avenida de Francia, de nuevo giraba hacia el mar para unirse con el baluarte.

Lamentablemente, este trazado de las murallas es fruto solo de una reconstrucción basada en el estudio de diferentes planos y grabados, especialmente en el elaborado a raíz del incendio del Cabanyal en 1.796, pero no conservamos ningún resto físico de las murallas del Grau.

Así pues, el Grau limitaba por el norte con el Poble Nou de la Mar o con la acequia del Rihuet.

Esta pequeña frontera natural, una vez tapada, se llamó durante muchos años Paseo de Colón y en la actualidad coincide exactamente con la calle Francisco Cubells.

Muy probablemente el agua de esta acequia daba servicio al molino de arroz que hoy es Museo de la Semana Santa Marinera.

Por el este lindaba con el Mediterráneo, por el sur con el Turia y la delimitación por el oeste quedaba marcada por la plaza del Óvalo.

Viniendo desde Valencia, antes de entrar en el Grau, había una gran plaza, que se extendía desde el actual bulevar de Serrería hasta la confluencia de Virgen del Puig/Toneleros.

Esta gran plaza se llamaba del Óvalo, y en ella había un abrevadero para las caballerías de las tartanas.

Al fondo se abría la Puerta de Valencia que daba la entrada al Grau.

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La Puerta del Grau

Es hacia 1.840 cuando el Ayuntamiento decide marcar su territorio, levantando una puerta de entrada al Grau, a la altura del óvalo.

Esta puerta tuvo una vida bastante efímera, pues en 1.849 ya estaba bastante deteriorada y el Ayuntamiento pide que la Diputación le autorice a derribarla.

Además de su estado ruinoso, su estrechez impedía el paso de los carruajes, con un tráfico especialmente intenso en verano.

De modo que se decide el derribo, dejando expedita la entrada al Grau, “como estaba en los años anteriores a 1.840, en que se construyó”.

Además de este óvalo, que podía considerarse el final de la avenida del Puerto, al principio de esta avenida (la actual plaza de Zaragoza) había otro óvalo construido por la misma fecha.

A mitad del recorrido, rodeando la cruz gótica, se construyó otra plazuela redonda con bancos de mampostería para el descanso de los viandantes.

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Recinto interior del Grau

El Grau siempre ha tenido una pequeña dimensión, careciendo de afueras.

Los principales edificios civiles eran las Atarazanas y el Baluarte.

En cuanto a las Atarazanas, estaban adjudicadas desde 1.802 a la Real Hacienda para satisfacer la cuota que adeudaba la Ciudad y desde el 9 de septiembre de 1.840 fueron vendidas las cinco naves a otros tantos particulares: Joaquín Forés, Antonio Miranda, Santiago García, Pedro Enriquez y Francisco Rovira.

Por su parte, Santa María del Mar era el centro de la vida religiosa, que en el Grau  era vivida con bastante intensidad.

Es de notar la relación entre el oficio y la religiosidad, la devoción al Cristo del Grau es algo intocable, y constituye una seña de identidad de los “graueros”; hasta tal punto que en una época de principios del siglo XIX, casi todas la barcas se llamaban “Cristo del Grau”, no importaba la confusión que ello pudiera originar, nadie tenía porque renunciar a ese privilegio.

El límite con el Poble Nou de la Mar lo constituía la acequia del Riuet, con una plaza del mismo nombre.

Esta frontera natural era motivo de conflicto entre los pobladores de los dos lados, que necesitaban pocos estímulos para picarse unos con otros.

En 1.861 hay un escrito por quejas, porque los conductos de las letrinas de la Vilanova del Grau iban a desembocar en el Riuet, constituyendo un foco de infección.

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El callejero

Antes que se elaborara un callejero oficial, había una zona llamada “el Corralás”, muy nombrada en documentos del siglo XVIII, era un terreno que lindaba con el antiguo fosar (cementerio), entre Santa María del Mar y las Atarazanas, limitado por las calles Na Domingo (Na=Doña, previsiblemente hacía referencia a la esposa de Francisco Domingo) o de En Medio y llegaba hasta el cruce con la calle Mayor.

En esta plaza retirada o gran corral se construyó en 1.793 una casa el párroco Pedro Vicente Galbo.

También consta en 1.830 la efímera existencia de otra calle denominada del Pescado en la calle Mayor, junto al horno de Carles.

Pero fechado el 13 de junio de 1.861 contamos con un privilegiado listado de Antonino Sancho, que podemos considerar el oficial de la época autonómica.

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Entre paréntesis, aclaraciones propias del autor:

  1. Óvalo

  2. Calle Mayor (avenida del Puerto)

  3. Ángel (Arnau de Vilanova)

  4. Plaza del Ángel (Ramón Muntaner, J.J. Sister y Vidal de Blanes)

  5. Oso (Vidal de Blanes y Canónigo Rocafull)

  6. Colón (Dionisio Roselló)

  7. Fuente Grande (J.J. Sister)

  8. Plaza Fuente Grande (entre avenida Francia, canónigo Rocafull y J.J. Sister)

  9. Navardera (Na Verdera)

  10. Nueva, con su tienda del Sol (entre J.J. Sister y Canónigo Rocafull)

  11. Parra (Junto al mar, nuevo rótulo Canónigo Rocafull en marzo de 1.892)

  12. Baluarte (Estación Marítima)

  13. Plaza Espartero (Tinglados-Estación)

  14. Plaza San Roque (Tinglados-Estación)

  15. Paz (Tinglados-Estación)

  16. Concordia (Tinglados-Estación)

  17. Rambla (Tinglados-Estación)

  18. Cementerio (Libertad, en actas de 13.01.1.892)

  19. Huerta

  20. Santa Cristina (Tinglados-Estación)

  21. Calle del Mar (entre Manuel Soto y Tinglado 4)

  22. Calle de Militares (Mariano Navarro Colechá, plaza del Tribunal de les Aigües)

  23. Calle de la Trinidad (Plaza del Tribunal de les Aigües)

  24. Dominga (En Medio, Na Dominga, plaza del Tribunal de les Aigües)

  25. Trabuquet (plaza del Tribunal de les Aigües)

  26. Matadero (Abastos)

  27. San Antonio (Conde de Pestagua)

  28. Plaza de las Atarazanas, con su pomposa Fonda de la Cruz de Malta

  29. Gracia (Francisco Cubells, Conde de Pestagua)

  30. Lobo (Conde de Pestagua)

  31. Calle del Vapor (Conde de Pestagua)

  32. Horno

  33. Plaza Lucena (Conde de Pestagua)

  34. Abadía (José Aguirre)

  35. Santa Bárbara (Plaza de Mariano Benlliure)

  36. Bailía (Escalante)

  37. Gallera (Conde de Pestagua)

  38. Muelle de Levante

  39. Muelle de Tierra

  40. Marina

  41. Calle del Comercio (J.J. Domine)

  42. Contramuelle (Tinglado 4)

  43. Portillo (proyectado)

  44. Calles proyectadas

  45. s/n Senda Polinaria

Muy poco después de la elaboración de este plano, en 1.865 se abre el callejón de Triunfo (entre San Antonio y plaza Atarazanas)

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Población

En la época que nos ocupa, Madoz dice que la Vilanova del Grau tiene 357 casas, incluidos el Ayuntamiento y la cárcel.

Hay una escuela masculina, a la que acuden 150 niños, y dos femeninas, con 100 niñas cada una.

Los vecinos son 647, y las “almas” son 2.736 habitantes (en esa época cuando se hace referencia a los vecinos, se hace referencia a los cabezas de familia mientras que las “almas”, eran las personas que habitaban en la misma casa. En caso de elecciones, solo podían votar los cabezas de familia con casa abierta, residentes en la localidad y con modo de vivir conocido)

Había, por tanto, un promedio de 4,2 miembros por cada familia, y nada menos que 110 familias sin casa.

Quizá esto pueda explicarse porque muchas familias no estuvieran censadas.

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El Gremio de San Telmo

A principios del siglo XIX, las Cortes de Cádiz intentaron liberalizar la actividad comercial e industrial, y por Real Decreto de 8 de junio de 1.813, querían remover los obstáculos que se oponían al libre desarrollo de la industria y la pretensión de la libre contratación de personal.

Esto planteaba un conflicto a los Gremios de marineros y pescadores.

Algunos podrían entender esto como un freno a la libre contratación de trabajadores y planteó un conflicto de largo alcance entre los trabajadores y los nuevos empresarios.

El Subdelegado Principal de Fomento de la Provincia, en el B.O.E. del 21 de marzo previno “que cesase la Cofradía de la Vilanova del Grau titulada del Barco y San Telmo, quedando en absoluta libertad los comerciantes y tragineros para servirse de las personas que les convenga en los trabajos que pertenecían exclusivamente a la referida Cofradía”.

Marineros y pescadores interpretan la revolución tecnológica como una amenaza para su actividad habitual.

El Comandante de Marina acudió a S.M. en defensa de los agremiados que no tenían “otro premio por sus largos y penosos servicios que el haberles concedido el privilegio de la carga y descarga en los puertos de mar”.

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Efectivamente, se dispuso en el B.O.E. de 8 de mayo y 3 de junio de 1.834 que el antiguo Decreto de 1.813 no podía extenderse a la extinción de una Corporación que no es considerada como oficio, pues ella se compone de todos los matriculados, bien estén en disposición de trabajar, o bien, inútiles, considerando el sueldo que reciben por la carga y descarga como una compensación por la obligación contraída de estar disponibles siempre que se les llame para servir en los buques de la Armada Nacional, y aclara que esta insignificancia no afecta para nada “al ensanche que quisieron dar las Cortes a la propagación de la Industria y sus Fábricas.

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Resistencia gremial y contrabando complementario

En el Grau de 1.842 siguen dándose casos de resistencia gremial a las condiciones de trabajo que iba a implantar el naciente capitalismo, con sus innovaciones técnicas.

Se dan continuos casos de rotura de máquinas, en defensa de los barcos de vela y contra los barcos de vapor; los trabajadores de carga y descarga (que forman el sindicato de mareantes) se niegan a cargar y descargar los vapores “Mercurio” y “Gaditanos” por haber contratado personal no perteneciente a su gremio de “San Telmo”.

Con un mercado de trabajo tan precario, los vecinos del Grau se dedicaban a una ocupación que era casi una rutina: el contrabando.

En 1.840 tenemos noticias de otra riada ocurrida poco antes en el Grau, que tuvo dramáticas repercusiones en el barrio de San Roque, también conocido como Partida del Balsots.

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Un trinquete estratégico

En esa misma zona entre el final de la avenida del Puerto y la estación del ferrocarril conocida durante la independencia como Bario de San Roque y como Partida del Balsolts, había construido Pedro Comes, en 1.842, un trinquete para el juego de la pelota. Una vez fallecido Comes, lo hereda su viuda Tadea Miquel, que no lo considera rentable, por lo cual, deseaba convertirlo en ocho almacenes con habitación alta, proyecto aceptado en 1.857, pero este proyecto no se consumó, porque se dice que fue parcialmente derribado en noviembre de 1.864 para mejorar la salida de las locomotoras desde la estación  al puerto, mientras Manuel Sanz proyectó el camino de circunvalación al puerto y aprovechamiento del trinquete como almacén.

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Las aventuras comerciales

Unos cuantos rasgos del espíritu emprendedor de los marinos de Grau, basados en Montoro Catalá: En 1.835 llega a nuestro puerto el laúd “Patriota” (embarcación pequeña del Mediterráneo, de un palo con vela latina, botalón con un foque y una mesana a popa) de la matrícula de Cádiz, patroneado por el marinero del Cabañal, Luciano Martínez, que habiendo embarcado como marinero en la ruta de Cádiz a las Antillas, pudo reunir algunos ahorros llegando a ser copropietario y patrón de laúd.

En estos viajes comprobó que los frutos de Valencia apenas eran conocidos, por eso embarca algunos marineros del Grau, expertos en la manipulación de melones, cebollas y ajos, dándose a la vela repetidamente rumbo a La Habana para que allí conocieran los frutos de la vega valenciana, que tendrían muy buena acogida.

Por ejemplo, Juan José Síster Cubells (1.828-1.885), que en 1.848, después de navegar por los diferentes mares, había visto que Valencia tenía productos de fácil venta en las Antillas y que sería más lucrativo llevarlo directamente desde el puerto de producción al de consumo.

Así pues, construye en Ibiza la polacra-goleta “Faraón” que dedicó al transporte de vino, arroz y alguna mercancía a Puerto Rico, importa bacalao desde Terranova.

Juan José Sister junto con el médico Juan José Dómine fueron grandes hombres de negocios, emprendedores, pero también aventureros en sentido estricto, médicos, políticos y capitanes de barco.

La creación de Trasmediterránea, Unión Naval de Levante o Campsa, entre otras compañías, estuvo ligada a estos apellidos.

Próxima la fecha de su fallecimiento (1.885), contribuyó a crear una naviera a las que otros comerciantes aportaron sus embarcaciones.

Existen diarios de navegación de otro bergantín (buque de dos palos y vela cuadra o redonda) del Grau, llamado “El Cid” haciendo la travesía Grau-La Habana invirtiendo en esta ruta 48 días.

Al mismo tiempo que los pilotos deseaban dedicarse a navegaciones largas con buques valencianos, los carpinteros de ribera acostumbrados a la construcción de laudes y faluchos (embarcación costanera con una vela latina) ven también la necesidad de aprender la arquitectura naval.

Algunos jóvenes perfeccionan la técnica pueden construir goletas (embarcación fina, de bordas poco elevadas, con dos palos, y a veces tres, y un cangrejo en cada uno), como la goleta “Valencia”.

La solidez de esta goleta estaba garantizada porque para construirla se emplearon maderas de las que solo se conducen por el río Turia, procedentes de olivares de la provincia.

Construido este buque, toma el mando J.J. Sister y lo dedica a la navegación hacia América, retornando con bacalao de Terranova.

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El edificio del Ayuntamiento

De la Casa Consistorial ya existen fotografías que nos permiten verla en su emplazamiento habitual, en la calle Mayor (avenida del Puerto) junto a la iglesia de Santa María del Mar.

En el año 1.845, las sesiones municipales deben celebrarse en edificios particulares o en las escuelas municipales, porque el edificio consistorial amenazaba ruina.

Más tarde, tendrá que ser José Campo, futuro marqués, quien en enero de 1.868 acuda en socorro del Ayuntamiento, concediéndole un crédito de 40.000 reales de vellón para construir la Casa Consistorial.

Contando con este préstamo, la Corporación pudo encargar la obra al albañil, Antonio Lluesma, quien la va ejecutando poco a poco.

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Plaza de toros

En la amplia zona donde estaba el mercado y se desarrollaba la vida social del Grau de la época, sus ciudadanos construyeron una plaza de toros, donde se ofrecían toda clase de espectáculos.

Un decidido grupo de hombres de negocios establecen un contrato para unas corridas a celebrar durante los primeros y los últimos días del mes agosto de 1.842.

No solo se celebran corridas de toros, también consta que el domingo 20 de julio de 1.845, a las 16:30, la compañía dirigida por Ignacio Giménez presenta “una variada función de ejercicios todos jocosos y divertidos”.

Todo por el módico precio de 10 reales de vellón para un palco y 2 reales el resto de las entradas; para niños y soldados, 1 real.

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Del fracaso de Espartero a la Década Moderada

El curso de toda esta vida sufre una pequeña conmoción cuando en el Grau resuena el eco del masivo pronunciamiento de todas España contra el general Espartero, que, partiendo de unos planteamientos progresistas, tantas ilusiones había defraudado.

El pronunciamiento del Grau corre a cargo de Vicente Serrano y Carles, que clama por la salvación de la patria.

El resultado de este estado de opinión es la apresurada declaración de la mayoría de edad de Isabel II, a los 13 años de edad, en 1.843.

El gobierno de Isabel conseguirá frenar los últimos conatos de resistencia.

Pero el reinado de Isabel II, que representaba una cierta derrota de los liberales progresistas, iba a ser muy cuestionado.

Once años más tarde, se inicia el Bienio Progresista (Bienio Progresista es el nombre con el que se conoce el breve período de la Historia de España transcurrido entre julio de 1.854 y julio de 1.856, durante el cual el Partido Progresista pretendió reformar el sistema político del reinado de Isabel II, dominado por el Partido Moderado desde 1.843, profundizando en las características propias del régimen liberal, tras el fracaso de los gobiernos moderados en la década anterior. El bienio se abrió con la revolución de 1.854 encabezada por el general moderado «puritano» Leopoldo O’Donnell y se cerró con el abandono del gobierno del general progresista Baldomero Espartero), en el que tuvo un destacado protagonismo Francisco Pi y Margall, mentor político de Blasco Ibáñez.

Resuena por primera vez una frase emblemática que abría la puerta a la consolidación de la soberanía popular: “Pueblo: Después de once años de esclavitud has roto al fin con noble y fiero orgullo tus cadenas”.

La población disfruta de los servicios de un alfolí o almacén de sal, de una nevería, de dos barberías (una junto al Baluarte y otra frente a la iglesia), de tres hornos: el Nuevo, el Vell y el del Corralás, de un mercado, varias tiendas y algunas carnicerías sitas en un callejón de la calle Mayor.

Lo malo es que se han quedado sin matrona o comadre, en diciembre e 1.850, porque la titular ha fijado su residencia en el Poble Nou de la Mar (Cabanyal).

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Salvar la plaza de las Atarazanas

Buena prueba del auge que en 1.845 estaba tomando la población del Grau lo tenemos en un descabellado proyecto de edificar en medio de la plaza de las Atarazanas, de la que pretenden adueñarse cinco comerciantes (a los que llamaremos especuladores) con la oposición de otros cinco (dueños de las Atarazanas, a los que llamaremos conservacionistas), que finalmente conseguirían paralizar el proyecto.

Los cinco pequeños hacendados especuladores (José García y Llobera, José Catalá y Sala, Cristóbal Rocafull y Carrillo, Ramón Viana y José Serrano y Miguel) se dirigen al Ayuntamiento del Grau el 19 de septiembre de 1.854, exponiéndole que el vecindario ha aumentado mucho, y que la estación del ferrocarril se ha comido mucho terreno, privando al Grau de casi todo un barrio.

No hay más remedio que construir nuevas viviendas y almacenes.

Y consideran que el sitio más idóneo es la plaza de las Atarazanas, que tiene una considerable amplitud, ahí no perjudicaran a nadie, sino que contribuirían a hermosear la población, aumentando su riqueza y proporcionando trabajo a una porción de jornaleros.

En primera instancia, se da vía libre al proyecto y se notifica a los vecinos circundantes.

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Los siete primeros no tienen nada que alegar, hasta que se encuentran con Fausto Miranda Forquet, que es el que da la voz de alarma encabezando al grupo opositor, compuesto por los primeros espadas de la vida comercial valenciana.

Además de él, se trata de Vicente Chapa Escantell, Santiago García Jiménez y Pedro Enriquez.

Sus alegaciones tienen gran valor histórico y sociológico.

Dicen que los peticionarios especuladores no tratan sino promover sus intereses privados, a costa de los públicos y de otros particulares.

En esa zona se debería fijar a la hora de construir, y ello sería más provechoso que “sacrificar la mejor de sus plazas al mezquino resultado de construir cinco casas, cuando no cuenta, sino con otra de aquellas no muy capaz ni regularizada donde se celebra el mercado”.

Precisamente las Atarazanas (vendidas a particulares en pública subasta celebrada en 1.840) son de gran valor arquitectónico, que se desvirtuaría si se les encajonara entre otros pequeños edificios, estrechando sus accesos y reduciendo su perspectiva.

Cuando se levantaron no tenían delante edificio alguno, y las casas edificadas posteriormente dejaron espacio libre para sus funciones.

La amplitud que se le concedió entonces, debe respetarse ahora.

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Estos improvisados y ardientes ecologistas argumentan  que la ampliación del puerto requerirá de calles anchas, un espacio dilatado para la circulación y desahogo exigido por las necesidades del comercio.

En la plaza de las Atarazanas hay un continuo trasiego y con frecuencia está ocupada por más de 50 carros dedicados al transporte.

Es en este momento cuando interviene la Diputación como árbitro.

Las consideraciones que hace son de enorme interés, considera “sumamente perjudicial la desaparición o reducción de la plaza de las Atarazanas”.

Para ello se basa más en una prospección de futuro que en consideraciones alicortas, de tipo momentáneo o coyuntural.

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Efectivamente, el Gobierno, en 20 de junio de 1.855, acuerda desestimar el proyecto de edificación en la plaza de las Atarazanas, mientras encarga un nuevo plan a la Diputación al efecto, Antonino Sancho levanta un plano de la población, que presenta el 13 de julio de 1.861, marcando sobre la antigua trama el nuevo proyecto que convierta la Grau en un auténtico pueblo, aunque la ejecución prevista en ese plano no llegara a concretarse del todo, debido a la falta de recursos económicos para expropiaciones.

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La Cofradía de San Cristóbal

La historia de esta Cofradía, paralela al Gremio de San Telmo, ilustra con cierta claridad las penurias a las que estaban sometidas las clases trabajadoras del Grau.

Las Cofradías eran herederas de los gremios medievales, que debido a la introducción del naciente capitalismo se habían quedado desfasadas.

Efectivamente, los agremiados formaban una corporativa de trabajadores, que con la redacción de su reglamento ejercían cierto monopolio en una actividad determinada.

Pero su excesiva reglamentación monopolista chocó abiertamente con os intereses de la incipiente revolución industrial.

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Esta Cofradía o Concordia de Cargadores y descargadores de tierra, con el nombre de San Cristóbal, formada por varios particulares del Lugar del Grau se decía en 1.795 que funcionaba desde hacía ya 200 años, dedicada, según los Estatutos, a la carga y descarga de mercancías, tanto de Ultramar como del país, cuyos productos se invertían en los mismos trabajadores, atendiendo a enfermos e inválidos.

Prácticamente corría a su cargo toda la actividad que giraba en torno al puerto.

Pero ahora las cosas iban a cambiar, pues el trabajo portuario requería una especialización que los pescadores no poseían.

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Por eso, los agremiados prácticamente han sido excluidos en los nuevos contratos, dejándoles en una situación  muy penosa.

De modo que el 2 de febrero de 1.847 se dirigen a la Junta de Comercio pidiéndole que les tengan en cuenta a la hora de cubrir los nuevos puestos de trabajo.

Esta queja llega la Ayuntamiento del Grau, que se presta a hacer de intermediario ante la Junta de Comercio, ofreciendo algunas aclaraciones sobre la labor que desempeña la Cofradía: “el objeto de ella era y es descargar y cargar los carros que conducen los géneros que se importan y entran en el puerto”.

Pero ahora “hay bastantes comerciantes que no les emplean, porque se valen de sus criados o de gente que toman a jornal”.

Esto ocasiona muchos perjuicios, porque cuando funcionaban a pleno rendimiento, los cofrades se reunían por las noches y distribuían a partes iguales el jornal entre todos los socios, “incluso entre los enfermos, ancianos e inútiles, y además dan una parte al Hospital de esa ciudad para que admita a sus dolientes y otra para el alcantarillado público, costeando también médico, cirujano y sangrador que les auxilia gratuitamente en sus enfermedades leves.

Pero la Junta de Comercio no cede ante esta lastimera súplica, en su papel de “fiel intérprete de la voz del Comercio y defensora de los derechos del mismo.

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Un pequeño alivio de parte del obispo Liñán

La precariedad en la condiciones de la vida del Grau la advertimos en una disposición testamentaria del obispo Liñán, el que impulso la primera traída de las aguas potables  a la ciudad.

Este Mariano Liñán y Morelló (Valencia, 1.769 – Madrid, 1.844) era obispo electo de Teruel (cargo que no llega a ocupar ya que muere el 14 de mayo de 1.844 en Madrid. Había dejado en su testamento 50.000 duros para la traída de aguas a su ciudad natal), Comisario General de la Cruzada y Caballero de la Gran Cruz de la Real y distinguida Orden de Carlos III.

Su hermana estaba casada con Dionisio Bello.

Siendo natural del Grau, en 1.849 se consideró obligado a favorecer a algunas de las mujeres del Grau, disponiendo que se distribuyesen 32.000 reales de vellón “en dotes para las hijas de la Villanueva del Grao”

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Un nuevo barrio en la Partida dels Pals

El Grau va creciendo a “ojos vista”, incluso antes de que se termine la estación del ferrocarril.

En 1.848, ante el “aumento del vecindario y la falta de edificios, se trata de aprovechar para ello el terreno vacante que media entre la acequia escorrentía de la huerta al mar, denominada del Riuet, la puerta contigua de los almacenes del muelle y la manzana de casas y barracas que forma la calle de San Antonio y Santa Bárbara en la nueva Partida dels Pals, extramuros de la Villanueva de l Grao” (esta descripción responde a zona que actualmente ocupan los jardines de J.J. Dómine y plaza de la Armada Española).

El proyecto era construir ahí 35 edificios, para casas y almacenes.

Desde el Ayuntamiento se controla la situación, y se encargan unos planos al arquitecto Manuel Fornés Gurrea, que se aprueban el 24 de enero de 1.848.

En cuanto a la adjudicación, la preferencia se otorgaría a los vecinos del Grau, siempre y cuando tuvieran medios para atender a los gastos de la obra y de la contribución.

Los edificios dan origen a un nuevo barrio con tres nuevas calles llamadas del  Comercio, de la Marina y de la Baylía, en agradecimiento a esa institución que los había hecho posibles.

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El tren

Después del Puerto, el ferrocarril es la obra más importante que se realiza en el Grau.

Fue la política centralista del Estado la que inspiró su comienzo, con el punto de partida en la Real Orden de 31 de diciembre de 1.844.

En 1.845, un agente comercial francés, Próspero Volney, obtuvo la concesión para un consorcio financiero anglo-español, en este consorcio apenas había participación de capital valenciano, y finalmente se disolvió en 1.850.

Esta situación fue aprovechada por el joven político y banquero valenciano José Campo Pérez, futuro marqués de Campo, que obtuvo de Volney la transferencia de la concesión y supo involucrar en la aventura a la Sociedad Valenciana de Crédito y Fomento, fundada por el mismo, y a una larga serie de accionistas valencianos, entre los que podemos destacar a Joaquín Forés Bassart, Pelegrín Caruana Martín, y Francisco de Llano Vagué.

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Predecesor del fracaso de la compañía “Madrid and Valencia Railway Company“ al dejar abierta, en el momento de su liquidación, la posibilidad de mantener la concesión provisional, aprovechada por Volney, representante de los promotores de la línea, al mantener varias solicitudes de prórroga prolongadas hasta 1.850.

Cuya principal característica consistía en la obligación del concesionario de prolongar desde Xàtiva dicho ferrocarril hasta unirlo con el que se construyera de la “Corte al Mediterráneo”.

En 1.851 se procedió a la expropiación de los terrenos de la estación de Valencia según la concesión de 11 de noviembre de 1.850 a Prospero Volney del “Ferrocarril desde el mar a San Felipe de Xàtiva, pasando por Valencia”.

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Se atribuye el primer intento de un ferrocarril entre Valencia y Alicante, por Játiva y Alcoy, al ingeniero de caminos Juan Surbecase Krets, quien en 1.843 redactó el proyecto, auxiliado por los facultativos Carlos Campuzano Watkins y Joaquín Ortega.

Lo que llevó a la concesión provisional de una línea entre el “Mar y San Felipe de Xàtiva“ otorgada en la Real Orden de 11 de noviembre de 1.850, convertida en definitiva el 13 de diciembre del mismo año.

La decisión de mantener como puerto principal el de Valencia, proyectado por Juan Surbecase Krets, desestimando la solución del puerto en Cullera, permitiría establecer como cabecera de un futuro ferrocarril al Grao de Valencia, una propuesta que José Campo supo ganarse aun teniendo en contra al banquero Carriquiri que le arrebató la contrata de construcción del puerto de Valencia.

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José Campo suscribió un generoso convenio privado con Volney el 23 de diciembre de 1.850 al adelantarse a otros para detentar la salida ferroviaria de productos a través del futuro ferrocarril desde el puerto de Valencia, en construcción.

En marzo se va a crear la Sociedad del Ferrocarril del Grau de Valencia a Xàtiva y seis meses más tarde comenzaban las obras.

El proceso de expropiación y desalojo de las barracas no fue fácil.

De entrada, el futuro marqués se encuentra con que los antiguos moradores se oponen a que el perito de la empresa efectúe la tasación de sus barracas.

En agosto de 1.851 el Gobernador se dirige a Vicente Peris, alcalde del Grau, este le explica los motivos de la oposición: se había llegado al acuerdo que las barracas fueran tasadas entre dos peritos, uno de la empresa del ferrocarril y otro elegido por los vecinos; ahora el marqués envía exclusivamente a su perito y los barraqueros le tiran a patadas.

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Todos los problemas se superan, y el tren puede funcionar ya el 21 de marzo de 1.852, en medio de un gran entusiasmo popular, aunque todavía existen personas que no lo ven con buenos ojos.

La ceremonia de inauguración fue el 22 de marzo de 1.852.

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Repercusiones urbanísticas, económicas y sociales

Poco más tarde se consigue que el ferrocarril llegue al interior del puerto.

No sin la oposición del Ayuntamiento de la Vilanova del Grau, que exponía así los peligros que ello representaba para los vecinos de esta población

Una vez culminado este trayecto, el espacio portuario y el pueblo del Grau quedaron separados por ese cinturón de hierro, debiendo colocar barreras en los pasos a nivel.

Pero el pueblo no quedó satisfecho, y se registra un alboroto en plena efervescencia revolucionaria, durante el proceso de las destitución de Isabel II en 1.868, es ese momento “la Junta Provisional de Govern de la Vilanova del Grau va a fer seua la reivindicació dels vëins de desmantelar precisament el tros de la línea que penetra en els molls”.

Otras repercusiones urbanísticas fueron el desplazamiento de la actividad económica del Grau, que antes tenía su centro de gravedad en las Atarazanas.

Con la decadencia de estas y la pujanza de las funciones portuarias, será la estación el principal foco de las actividades económicas y sociales.

Naturalmente, hubo que habilitar un terreno tradicionalmente ocupado por acequias, balsas y continuas deposiciones del río.

Incluso el trinquete del Grau, construido en 1.843, fue parcialmente derribado en noviembre de 1.864 para mejorar la salida de las locomotoras desde la estación del puerto.

El ferrocarril favoreció las actividades de ocio.

Once años después de su inauguración durante la temporada alta de los baños (entre el 16 de julio y el 31 de agosto).

Ello suponía que el transporte dejaba de ser un monopolio de las tradicionales tartanas.

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Ampliación hacia el norte

Josep Campo va a tornar a ampliar la societat el 1.862 amb la incorporació de la línea Valencia-Tarragona, i creava, aisí, la Societat dels Ferrocarrils d’Almansa-Vàlencia-Tarragona.

Les obres per a la construcción van a anar-hi més de pressa que el tram Xàtiva-Almansa, atesos els avantatges que oferia el terreny molt més pla.

Abans que acabás l’any 1.862 les vies havien arribat a Castelló”.

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Los baños del Grau

El tren y su atronadora popularidad, representó una gran fuente de progreso.

Además del marqués de Campo, uno de los primeros en advertir las ventajas que esta vía de comunicación aportaría al Grau, fue Ventura Caro Caro, nieto del primer marqués de la Romana, de estirpe militar y muy relacionado con la aristocracia y la burguesía financiera.

Caro fue el precursor de los modernos establecimientos de baños en el Grau, que inmediatamente serían construidos aprovechando la influencia del tren.

Hasta entonces, efectivamente, existían algunos baños, pero según “El Fénix” dejaban mucho que desear.

No tardaría mucho ese espacio de ocio en formar parte de las postales clásicas de Valencia, asociadas con el tipismo playero.

Algún tramo todavía conserva el nombre de Caro, que en principio identificó todo este espacio portuario.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía:

Existe mucha y muy variada bibliografía referente al Grau, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia. Marqués de Cruïlles.

  • Orígenes del Reino de Valencia. Antonio Ubieto.

  • Autoritarismo monárquico y reacción municipal. Amparo Felipo Orts.

  • Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Amparo Felipo Orts.

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Cabanyal. Poble Nou de la Mar 1.238-1.897

  • Antonio Sanchis Pallares. Historia del Grau

  • Isidro Planes. Sucessos fatales desta ciudad, y Reyno de Valencia o Puntual Diario de lo sucedido en los Años de 1.705, 1.706 y 1.707

  • Antonio Sáñez Reguart . Diccionario histórico de los artes de la pesca nacional (1.791-1.795)

  • Antonio Domínguez Ortiz. Carlos III y la España de la Ilustración

  • Ferrocarriles de España

Fotografías

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