El proyecto de Covarrubias

El proyecto de Covarrubias

El Monasterio de San Miguel de los Reyes

El Duque de Calabria y el proyecto de Covarrubias

La gran dificultad que iba a planteársele al maestro de obras de la Corona y de la Santa Iglesia de Toledo estribaba en que, su proyecto iba a determinar la reforma casi total de un edificio que, hasta ese momento, había venido teniendo una función y un destino bien diferentes de los que ahora pretendía el Duque de Calabria.

A pesar de todo, Alonso de Covarrubias estudia con detenimiento las posibilidades del edificio antiguo, pondera cuanto puede aprovecharse de la fábrica vieja y valora profesionalmente la reforma posible.

Fernando Benito Domenech, estima que Covarrubias manejó el Tratado de Filarete (Filarete, también conocido como Antonio Averlino, Antonio di Pietro Averlino o Antonio Averulino (Florencia, alrededor de 1.400-Roma?, 1.469), fue un escultor, ingeniero, arquitecto y teórico de la arquitectura del Renacimiento), con el que se construyó el Hospital General de Milán, primer edificio de simetría axial de Europa, de forma que la novedad del maestro fue proyectar un edificio renacentista de simetría axial (la iglesia en el centro y un patio a cada lado, idea que puede seguirse en otras obras suyas, como el Hospital de San Juan y el Alcázar de Madrid, que supone el precedente de El Escorial).

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Estudiadas las posibilidades, los medios con que cuenta y atendiendo a los deseos del Duque, Covarrubias redacta el proyecto en dos pergaminos y detalla minuciosamente una larga relación, tanto de los defectos y dificultades que el antiguo edificio presentaba para adaptarlo a la nueva pretensión, como las necesidades que suponía la construcción deseada, tanto en cuanto, estas venían a suponer realmente un total remozamiento del edificio.

Primeramente, Covarrubias, propone suprimirle, al cuerpo actual de la iglesia, los dos estribos, que en aquel momento dividían sendas capillas y en cuyo lugar debería proyectarse el crucero.

Desde el punto donde estaba la puerta de la iglesia (derribando la pared que desde allí llegaba hasta el Camino Real) proyectaba levantar una capilla nueva, del mismo tamaño que las anteriores, para seguidamente, elevar de nuevo la pared y puerta de la iglesia, en cuya parte exterior se levantaría otra media capilla, con sendas torres a los lados, revestidas de piedra labrada, con sus correspondientes pedestales, frisos y cornisas, hasta la altura de la capilla, que no ha de ser “de crucerías a los moderno” sino de artesonado, por entender que era de mejor traza y buen gusto.

Las torres alcanzarían la altura de la iglesia y allí habían de subir las ventas de las campanas y demás remates, con sus respectivos antepechos de pilastras y balaustres y, en medio, sus capiteles ochavados de hoja de Flandes.

Se insiste que los frentes y laterales de las torres deberán ser labradas de piedra de buena calidad, de las canteras de donde procede toda la piedra que se usaba en los buenos edificios valencianos, si bien exceptuando la puerta, lados y arco de entrada “questo requiere ser de otra mejor piedra porque ha de haver en ello talla y ymagines y muy buenas molduras”.

La pared que se levantará a los pies de la iglesia, entre ambas torres, deberá labrase con buenos sillares, practicando una gran ventana que dará luz al coro, labrada por el exterior con vistosas molduras, toda vez que ha de dividir dos puertas de elegantes vidrieras, que se abrirán solamente en las grandes solemnidades.

En lo alto de la pared, un bello remate, con sus cornisas al estilo romano.

Por ser el cuerpo de la iglesia excesivamente bajo y muy ancho, aconseja Covarrubias que se levante unos 15 ó 20 pies (1 pie es igual a 0,3048 metros) sobre el nivel que en ese momento tenía, midiendo la altura desde el pavimento actual, que a su vez, deberá elevarse sobre unos 3 pies y a este nivel, finalmente, deberán rasarse todos los suelos del claustro, tanto el viejo como el nuevo y, por consiguiente, todos los aposentos y celdas.

Todo este razonamiento viene supuesto porque Covarrubias entiende que, tanto la iglesia como el resto del edificio, son excesivamente bajos y, por consiguiente húmedos, el conjunto construido no tiene pendiente, ni conductos por donde puedan salir las aguas pluviales, causa suficiente para producir constantes enfermedades a los monjes del monasterio, aumentado todo ello por las acequias y sembrados de la huerta del entorno, que incrementan todavía más las humedades.

Por todo esto se proyecta, tanto el levantamiento de la propuesta construcción, como el descenso de la huerta y los jardines, con elegantes gradas que darán, incluso belleza al conjunto.

Y se llega a pormenorizar advirtiendo que todos los pilares (tanto los de las capillas y hornacinas, como las cuatro esquinas del crucero y cabecera) se reharán desde abajo hasta arriba con piedra de Valencia, partiendo del grueso que ahora tienen los viejos.

Las columnas serán redondas y bien labradas, hasta una altura conveniente para enlazar con sus capiteles y recibir alquitrabe (Parte inferior del cornisamento, la cual descansa inmediatamente sobre el capitel de la columna) y friso, allí se inscribirá la leyenda y memoria, que suele ponerse en los edificios que el Duque de Calabria ordena levantar.

A partir de esta leyenda y memoria, hacia arriba, vuelven a subir las columnas y los tres pilares, con sus basas (Pieza inferior de una columna o pilar sobre la que reposa el fuste; generalmente está compuesta por el plinto y una moldura o elemento de unión entre este y el fuste) y capiteles.

El crucero será de medio punto (de unos 15 ó 20 pies), elevándose más alto que la propia nave de la iglesia, siempre teniendo en cuenta el suelo que ahora tiene, debería subir unos 3 pies del antiguo edificio, porque siendo ancha aquella (salvo las paredes, que son delgadas y se asientan sobre agua y no sobre peña), debería tener mayor altura para ganar esbeltez.

Señala Covarrubias que las crucerías de la nave de la iglesia, así como el crucero y cabecera, han de ser cuidadas, los terceletes (Tercelete o arco tercelete es cada uno de los nervios o arcos de una bóveda de crucería compleja, de las propias del Gótico tardío que va desde cada uno de los ángulos de apoyo, donde se une con los nervios o arcos diagonales, hasta las claves secundarias de la bóveda, dado que en estas bóvedas complejas hay varias claves de bóveda (habitualmente destacadas con un florón o con un pinjante), uniéndose de dos en dos para formar un nervio secundario llamado “ligadura”, que va hasta la clave central. Además de su capacidad decorativa, funcionalmente sirven para sostener los tímpanos de la plementería, que en estas bóvedas puede llegar a ser más amplia) se harán bastantes delgados, no muy pesados y terminarán en “colas de milano” (Se conoce con el nombre de cola de pato o cola de milano, al corte dado en el extremo de un madero o de una pieza de piedra o de metal, en forma de trapecio, más ancha por la cabeza que por el arranque) para recibir los tabiques de las bóvedas, que se construirán a base de ladrillo y yeso, revestidas de una buena capa de cal y arena, de algo más de dos dedos de gruesa, para defensa de las posibles goteras.

Por lo alto de las bóvedas se levantarán los pilares de ladrillo y cal, juntamente con las paredes, por ser estas muy delgadas y de esta forma se mejorará la fuerza de las maderas que sostienen los tejados, los cuales se ejecutarán a la usanza y manera que se labra en esta ciudad de Valencia, cuidando que los tirantes de su armadura no carguen sobre las bóvedas de las capillas.

Por su parte interior, las bóvedas irán muy bien blanqueadas, pinceladas de cal blanca al arte de cantería, del mismo modo que las paredes y crucería hasta el pavimento y suelo de la iglesia.

A los pies de la iglesia, por su parte interior, sobre la puerta de entrada y a la altura de las dos primeras capillas, se practicará una tribuna y un coro para situar la sillería, siguiendo el proyecto que a Covarrubias el mestre d’obra Vidanya, según este el coro irá a una altura de 29 ó 30 pies sobre el pavimento que ha de tener la nueva iglesia, informándose previamente de la altura que tienen los otros coros de la Orden.

Y cuidando su aspecto exterior, la portada de la iglesia deberá ser rica de imágenes y maçonería y molduras, elevando un arco de artesonados sobre 45 pies, según ya había propuesto Vidanya.

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Claustro principal

Seguidamente, Alonso de Covarrubias pasa a reseñar las reformas que estima oportunas en el claustro principal del Monasterio, comenzando por proponer que deberá levantarse en la parte baja del edificio, dando frente al mediodía y sobre una extensión de unos 160 pies cuadrados aproximadamente (1 pie es igual a 0,3048 metros), porque ello viene obligado, puesto que deberá confrontar con las puertas del crucero, que entran de dicho claustro en la iglesia y sacristía, al propio tiempo con la entrada alta del coro.

Las naves del claustro tendrán sobre unos 10 pies de ancho y todas sus capillas han de ser de crucería, con sus repisas, por la parte interior labradas de piedra de cantería de Valencia.

Entre capilla y capilla irán unos arcos al estilo románico, con unas molduras ejecutadas con gracia y no permitiendo que en aquellos arcos se practique claraboya alguna (solamente por encima de sus antepechos, en cada uno de sus arcos) sino, que vayan unas sencillas balaustradas, con remates de madera o de hierro, hasta una altura de 4 ó 5 pies.

Los estribos y pilares de la parte exterior del claustro deberán tener muy poco saliente para que no lo ahoguen sino que, por el contrario, le den holgura y prestancia, labrando columnas, pedestales y basas, capiteles y alquitrabes, frisos y cornisas hasta lo alto del claustro, que deberá tener una altura de 25 pies.

Desde aquella altura, hacia arriba, se dispondrá otro orden de pilares, retrayéndolos un poco más, con sus “traspilares” y arcos de moldura románicos, poniendo en medio unas columnillas libres, de mármol de Filabres o de Génova, de forma que, evitando un arco grande y forzosamente bajo, se pueda sustituir por dos más pequeños.

Por la parte exterior, todo ello vendrá resuelto con unas esbeltas molduras y un elegante remate sobre cada columna y de esta forma no será necesario hacerse más obra de cantería.

Propone resolver lo alto del claustro en forma de tejado, porque estima ser mejor obra y más perdurable que los canales, cuidando de resolver las alas de los tejados en forma de tejas vidriadas, de dos colores.

Con todo, el claustro alto tendrá, desde el suelo del corredor hasta las maderas, una altura de unos 16 pies aproximadamente.

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La capilla real

Resolviendo el trazado del claustro, Covarrubias propone que, en la parte de este recayente al mar, debería situarse la Capilla de los Reyes, y por ser sala principal, el arquitecto le concede un ancho de 23 pies (recordemos que 1 pie es igual a 0,3048 metros), en el hueco que deberá practicarse en aquel claustro, lo que supone la amplitud de dos celdas.

La entrada a la capilla (vista desde el claustro) se resolverá con una puerta de piedra bien labrada y, a ambos lados, dos ventanas, con sus rejas para darle belleza y proporcionarle claridad.

Por su parte interior, en la propia pared, han de practicarse 3 grandes hornacinas: en la del medio, que será la mayor, se alojará el altar y el retablo de los Reyes y, a sus lados, deberán situarse las otras dos para recibir las imágenes que se estimen oportunas; a ambos lados de las hornacinas, van vistosos pilares y guarniciones, adornándolos de bien ejecutados pedestales, basas y capiteles, que cuidarán que sean sencillos y que subirán hasta recibir el alquitrabe, friso y cornisa que, en conjunto, correrán a los largo de las 4 paredes.

Sobre la cornisa propuesta se labrará la oportuna leyenda, que haga alusión a la capilla real.

Y para dar una mayor belleza al conjunto, sobre los pilares adosados a las paredes, subirá otro cuerpo de pilares o columnas, que habrá de recibir las pechinas de las rinconadas y desde allí, hacia lo alto, subirá ochavada esta capilla (Ochavado. Que tiene ocho ángulos iguales, cuatro lados alternados iguales y los otros cuatro también iguales entre sí).

Parece oportuno que encima de los tejados y claustros, en su parte exterior y mirando al mar, puedan practicarse una serie de ventanas, labradas de cantería, que reciban vistosas vidrieras, en tanto que la parte que no pudiera tenerlas, por motivo de los tejados de las celdas, podrán llevar las armas del Duque de Calabria, conjuntadas con figurillas de niños y brutescos.

Finalmente, lo alto de la bóveda, que ha de ser ochavada, se cuidará los convados labrados con buena piedra con sus colas de milano para la bóveda; en lo alto del tejado que subirá un poco más que los otros tejados, un remate con su cruz.

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La escalera

Covarrubias cuida mucho el proyecto de la escalera principal del monasterio, por cuanto estima, que debe responder a las exigencias y necesidades de la alzada en los otros dos claustros, y por consiguiente, se proponen dos subidas con sus 3 ventanas, mirando al mar y practicando dos columnas para subir al corredor alto y otras dos para descender.

En su parte alta, la escalera, contará con dos corredores, resueltos a la manera de un bello mirador, que de frente al mar y entre los pilares se sujetarán verjas y pasamanos a los largo de toda la vuelta.

En el mirador se practicarán tres amplias y espaciosas ventanas, que se corresponderán con las de la planta baja.

Se aprovecharán ambas alturas o tramos de la escalera principal (la de subida y la de bajada) para ubicar departamentos y oficinas con sus oportunas celdas y corredores, así como oratorios y torres en las esquinas, y dando belleza al conjunto, unas bien resueltas azoteas altas, que quedarán en forma de bellos miradores.

Para sostener la atrevida escalera que proyecta, Covarrubias estima oportuno y prudente que las paredes de los cuartos exteriores deberán tener 3 pies de grueso y algo más las torres, e incluso reforzará el conjunto con un talud (Se llama talud a la inclinación que se da a las tierras para que se sostengan las unas a las otras), que sobresalga, aproximadamente, medio pie por la parte exterior, todo él labrado hasta la altura de 5 pies, que correrá a lo largo de dichas paredes y torres, cuidando, asimismo, la colocación de los sillares de piedra, que deberán ir conjuntados con argamasa.

En lo alto de las dos capillas que recaen junto al coro, se ejecutarán unas elegantes tribunas voladas, realizadas con cuidado, labradas de buena cantería, al estilo románico, en las que en su momento podrán situarse los órganos grandes y medianos, con sus correspondientes asientos.

Sobre las dos capillas colaterales del crucero se obrarán primorosos balcones volados, de poca salida, también de cantería, con sus balaustradas y pasamanos, desde donde oirán la misa conventual del Duque de Calabria y sus familiares.

Propone Covarrubias que por debajo de los huecos que deja la escalera principal (que se proyecta entre los dos claustros), se levanten unos arcos y sus bóvedas de ladrillo, por donde se bajará plácidamente a la huerta por unas elegantes gradas, de suerte que debajo de aquellos vanos se dejará sitio suficiente para ubicar cuantos departamentos sean necesarios.

Desde lo alto de las torres de los cuartos nuevos, donde precisamente deben ir las azoteas, se situarán las bajantes de las cañerías, que serán lo suficientemente anchas y largas para evitar embozamientos y malos olores.

En la escalera principal que se piensa practicar entre los dos claustros, Covarrubias propone ejecutar unos vistosos palcos de piedra de la mejor calidad, a fin que aquella sea de pendiente suave, repartiendo los pasos sobre pie y medio de ancho, así como de una prudente altura.

Por otra parte, las demás escaleras principales deberán practicarse con peldaños de madera gruesa, con sus frentes y suelos de ladrillo, siendo el ancho de los pasos de 1 pie y 1 cuarto aproximadamente.

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El aljibe

Terminando con las propuestas que Alonso de Covarrubias iba redactando, a petición del Duque de Calabria, termina este situando la construcción del aljibe del monasterio, exactamente debajo de las bóvedas de la escalera principal, indicando que sus paredes sean tan hondas que, asentándose sobre 3 pies del nivel del edificio, suban hasta las bóvedas, que lo cerrarán por su parte alta, practicándose su boca en el mismo grueso de la pared y pudiéndose cerrar con llave.

Previendo todavía mayores necesidades, llega a proponer la construcción de un segundo aljibe, que se situaría en la hospedería o en el patio de los naranjos.

Alonso de Covarrubias, arquitecto de la Corona, había llegado expresamente desde Madrid por mandato de su señor, el Duque de Calabria; realizó una inspección pormenorizada del viejo cenobio y, siguiendo las directrices y las ideas del Duque, se permite redactar, con sorprendente minuciosidad, la reforma y posterior adaptación del edificio a las nuevas necesidades que sugieren los deseos de este último; para ello expone las sugerencias que han de conducir en definitiva a levantar un nuevo edificio que cumpla y colme todas y cada una de las aspiraciones del Duque.

Próximo artículo: Módulos del Monasterio Construcción

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

Existe muchísima y muy variada bibliografía referente al Monasterio de San Miguel de los Reyes, por las limitaciones de espacio, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • Guía urbana de Valencia antigua y moderna. Marqués de Cruïlles.

  • Diccionario de la Historia Eclesiástica de España. Quintín Aldea Vaquero.

  • Los monasterios aragoneses, Elena Barlés Báguena.

  • Conservación del patrimonio en tiempos de los Austrias (siglos XVI-XVII): El Monasterio Jerónimo de San Miguel de los Reyes. Anunciación García Martínez

  • Catálogo Monumental de la Provincia de Valencia. Felipe Garin y Ortiz de Taranco.

  • Catálogos de Monumentos y Conjuntos de la Comunidad Valenciana. Monasterio de San Miguel de los Reyes. Fernando Benito Domenech.

  • Los monasterios valencianos: Su economía en el siglo XV. Amparo Cabanes Pecourt.

  • Los monjes españoles en la Edad Media. fray Justo Pérez de Urbiel y Santiago.

  • Monasterios valencianos: su historia y arte. Carlos Sarthou Carreres.

  • La Orden del Cister en tierras valencianas. Bernardo Bono y Barber.

  • El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII. Julio González

  • El Monasterio de Valldigna y sus abades. José Toledo Guirau.

  • Historia del Real Monasterio de Poblet. Jaime Finestres y de Monsalvo

  • Historia de la Orden de San Jerónimo. José de Siguenza

  • Las cartujas valencianas y la desamortización de Mendizábal. Francisco Roca Traver.

  • El Monasterio de San Miguel de los Reyes. Francisco Roca Traver

  • El Monasterio de San Miguel de los Reyes. Luis Arciniega García

  • Apuntes históricos sobre los Fueros del antiguo Reino de Valencia. Vicente Boix. 1.854.

  • Arquitectura religiosa del siglo XVII en la ciudad de Valencia. Fernando Pingarrón.

  • Décadas de la Historia de la insigne y coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Gaspar Escolano.

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