Iglesia de la Beneficencia

Iglesia de la Beneficencia

Los orígenes históricos de la Casa de Beneficencia

La iglesia

Dentro del ambicioso plan de reformas de la Casa de la Beneficencia culminado en lo esencial hacia 1.878 quedaba pendiente la reedificación de la iglesia, espacio con una preeminente proyección pública, decisivo para la imagen de la Casa, y centro neurálgico y corazón de la misma desde las perspectivas ideológicas de sus gestores.

Ante la ruina y pequeñas dimensiones de la antigua iglesia conventual, a pesar que se habían ido realizando mejoras en la misma desde la adquisición del establecimiento, se acuerda derribarla.

La construcción de la nueva iglesia se había iniciado en julio de 1.881 con la bendición de los cimientos.

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El 24 de abril de 1.882 comienza el total desmantelamiento de la vieja capilla para conseguir el aprovechamiento de los materiales en la construcción del nuevo templo y terminadas las obras indispensables para su habilitación se bendice el 6 de diciembre de 1.883 inaugurándose solemnemente el día 15 del mismo mes.

A partir de ese momento y hasta 1.890 bajo la tutela del nuevo director Ramón Puchol Ferrer serán continuas las obras de embellecimiento y decoración de esta iglesia y del resto de la Casa.

Varias reformas en el vestíbulo de entrada principal y el ajardinamiento del patio principal con la instalación de dos fuentes contribuyeron a magnificar el acceso a la nueva iglesia que fue motivo de preferente atención en cuanto a la terminación del decorado y reposición de ornamentos y objetos de culto.

Además en 1.983 se aprueba la construcción de una galería con columnas de hierro en el patio principal.

La iglesia de la Beneficencia había sido proyectada ya en 1.875 por Joaquín María Belda Ibáñez como la parte más rica del edificio.

Levanta su fachada ante el patio interior ajardinado, con tres cuerpos y dos campanarios en los que se amalgaman elementos de diversos estilos (neogriegos, neorrománicos, etc.) con una impresión general de medievalismo en la línea de lo que se calificaba entonces como estilo bizantino, reflejo heterodoxo del fasto oriental del antiguo Imperio de Bizancio.

Era un estilo particularmente apropiado para el carácter suntuoso que se pretendía conferir a este tipo de edificaciones y resultaba relativamente económico, evocando con su riqueza polícroma, la proporcionada por el estilo barroco que decoraba la mayor parte de las iglesias valencianas y sirviendo a los gustos de la mayoría de manera más eficaz que un frío clasicismo o neogoticismo.

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Por otra parte el estilo bizantino comenzaba entonces a ser reconocido universalmente como el más característico de los estilos cristianos y había dado lugar a obras importantes, tanto en Alemania como en Francia.

Ya en 1.857 Teófilo Gautier en su libro Constantinople había proclamado a la arquitectura bizantina como “forma necesaria del catolicismo”.

Esta actitud había propiciado en la década siguiente la construcción por León Vaudoyer de la imponente catedral neobizantina de Marsella (1.856-1.893), que influyó decisivamente en la arquitectura religiosa occidental del siglo XIX.

En un primer momento el desconocimiento en profundidad de la arquitectura bizantina permitió la realización de obras en las que la fantasía del artista pudo desenvolverse con mayor libertad, dando lugar a resultados sorprendentes y originales, pero pronto experimentó una marcada decadencia hacia posiciones más arqueologistas por un lado y por otros a amaneramientos que llegan a ser plagios y potencian la fabricación en serie de las decoraciones.

Es pues el estilo bizantino en su primer y mejor momento el que triunfa en el interior de la iglesia de la Beneficencia de Valencia, con una extraña y sugerente asociación de los elementos decorativos con una concepción poco habitual para una iglesia.

Dicha fachada presenta el acceso conformado por una puerta de magnífica carpintería inscrita en arco de medio punto, entablamento y pequeño frontón enmarcado con motivos goticistas.

A ambos lados, dos óculos (Ventana circular pequeña) y en la parte superior tres ventanales rasgados rematados por unos emblemas de la Diputación Provincial y del establecimiento y un edículo (edificio pequeño, en particular, un templete que puede servir como tabernáculo o relicario) con crestería (Adorno hecho en la piedra, el metal o la cerámica en forma de crestas de gallo caladas que se utilizó en la Edad Media y en el Renacimiento para rematar las partes altas de los edificios) al centro para la esfera del reloj.

En los campaniles se colocaron antiguas campanas procedentes de conventos desamortizados como lo indican las inscripciones  que las rodean.

La planta de la iglesia, de unos 28 metros de largo por 15 de ancho, es rectangular con techo plano de escayola sobre cañizo, sostenido por una armadura metálica, en lugar de los habituales sistemas barrocos de abovedamiento tabicado, lo que contribuye sensiblemente a la economía de la construcción.

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La sencillez de la planta aparece disimulada por la instalación de series de tribunas sobre pilastras de ladrillo, para la asistencia al culto de los asilados, que forman las naves laterales y un presbiterio convencional de planta poligonal.

Como novedad se incluyó, además, una curiosa “cúpula” de hierro y cristal, recubierta con vidrieras de colores que causó gran impresión según la prensa contemporánea y contribuye en gran medida a la creación de un espacio fundamentalmente exótico para la Valencia de aquella época.

La escasísima iluminación de la iglesia a través de las estrechas ventanas provistas de vidrieras de colores, determina una penumbra misteriosa apenas rota por la también coloreada luz cenital que baja de esta cúpula y las numerosas lamparillas de suave brillo que penden por todas partes,

La decoración es fastuosa: arcos y columnillas en madera policromada enriquecen y complican la sencilla estructura de las tribunas proporcionando un centellear de mármoles, jaspes y bronces falsos.

Las paredes y los techos están enteramente cubiertos por vistosas pinturas decorativas de José Taboni enmarcando las imágenes santas ejecutadas por Antonio Cortina Farinós (1.841-1.891) llamado «femateret», que imitan con acierto el brillo dorado de los mosaicos con grandes figuras hieráticas (representación religiosa. Que es rígido y carece de expresividad en las facciones; es señal de solemnidad y de majestuosidad) de ángeles chambelanes (Noble de la antigua corte real que se encargaba de acompañar y servir al rey o al papa) y santos mártires y patriarcas.

La pavimentación estaba formada por baldosas cuadradas de piedra negra pulida y ornamentada por baldosas de mármol blanco dibujando una gran cruz latina.

Toda esta aparente riqueza consigue su efecto ilusorio gracias a la tenue luz que la ilumina, intentando transportar a los fieles a una esfera distinta, mística y celestial, muy alejada de los interiores tradicionales de las iglesias valencianas, lo que hace de ella una importante y singular realización de la arquitectura eclesiástica de la ciudad.

Se pretendía ornamentar esta iglesia de tal manera que se recrease el misterio y la riqueza de una catedral bizantina, y se consiguió hacerlo, empleando un artificio que no renuncia, en la línea del eclecticismo avanzado, a echar mano de elementos y materiales absolutamente modernos.

Así por ejemplo en la cúpula, cuyo armazón es de madera y refuerzos metálicos y conformado por piezas de cristal pintado, se cumple de una manera más convincente el simbolismo celestial de esta estructura arquitectónica.

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En ella aparecen representadas las figuras hieráticas del beato Juan Esde, Nicolás de Fluse, Gaspar Bono, Luís Bertán, Pedro Biaro, Vicente Ferrer, Tomás de Villanueva e Inocencio Mártir.

La cubierta se resuelve en celosía simétrica a dos aguas.

La distancia entre los pórticos la marca la luz de las correas de madera sobre la que se clavetean los parecillos y por último el entablado.

Tanto los pares como el tirante se forman perfiles rectangulares y angulares a modo de perfil “T” y la diagonalización se desarrolla también con angulares.

Todas las uniones son roblonadas (uniones roblonadas es un procedimiento que produce esta unión fija de las piezas por medio de roblones o remaches) y en los nudos del pendolón se recurre a cartelas.

La cercha es del tipo “M”, la forma metálica más similar a la cubierta de madera del resto del establecimiento.

Hay que considerar que las fórmulas de la construcción tradicional influyen en el proceso de creación del lenguaje del hierro.

De los tirantes pende el techo plano gracias a una estructura lígnea (hecha de madera o que tiene su aspecto) que se curva en su terminación para dar una sensación de abovedamiento en la nave principal; el cañizo y la escayola hacen el resto.

En el camino hacia la consecución de una expresividad propia de las estructuras metálicas, va a contribuir positivamente la aparición de una demanda de edificios singulares de equipamiento, cuya utilidad estará por encima de cualquier otro requisito.

El nuevo material es capaz de solventar de forma rápida y relativamente económica los problemas que plantean los programas de estos edificios.

La modificación del proyecto original parece responder a la voluntad de añadir dos capillas laterales.

Para su apertura se anulan las cimentaciones y arranque de los pilares de sección cruciforme que las ocultaban.

El volumen de las obras de arquitectura religiosa durante este periodo es muy grande y aún constituye una parte sustancial del capítulo correspondiente a los edificios de uso público.

Ahora, con el desarrollo de la sociedad conservadora de la restauración Alfonsina cobra una nueva importancia el factor religioso coincidiendo con el momento en que las órdenes religiosas actuales de nuevo en Valencia para reinstalarse en ella y procuran la construcción de nuevas y convento que sustituyen a los perdidos a causa de la desamortización.

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También acuden representaciones de los nuevos institutos religiosos, compitiendo entre ellos, cada uno según sus medios en la erección de suntuosas iglesias para atraer el favor del público.

Entre estas iglesias y capillas se encuentran también las edificadas con las mismas intenciones en los distintos establecimientos benéficos de la ciudad, prácticamente contemporáneas de la iglesia de la Beneficencia. Al mismo tiempo que esta, se levantaba la iglesia de la Misericordia con proyecto a cargo de Joaquín María Calvo que lo realizó a partir de 1.875; también en este caso se eligieron modelos bizantinos, dado el gusto de la época por los interiores lujosos y polícromos.

Joaquín María Calvo levantó una amplia iglesia de planta de cruz latina centrada por una cúpula sobre alto tambor octogonal.

En el interior instaló un altar en forma de tabernáculo y amplias tribunas que permitían separar del público en general la asistencia de asilados a los oficios religiosos.

El conjunto, sin embargo, no logró conseguir la unidad de espacio y la calidad en la recreación de la iglesia de la Beneficencia y mereció duras palabras de crítica, aunque lo realizado esté más cerca de los modelos corrientes en los edificios religiosos de la época.

En 1.882 el marqués de Campo encargó al arquitecto José Camaña la construcción de la iglesia destinada al asilo por él fundado, pero imponiendo al arquitecto la realización de una obra de estilo neogótico.

Para ello Camaña recurrió a una estructura de hierro fundido que reproduce el interior de una catedral gótica convencional de tres naves, todo ello en tan reducidas dimensiones que llegan a parecer chistosas.

Por otra parte esta estructura se instaló en una caja rectangular en el interior del cuerpo del edificio, sin apenas posibilidades de iluminación, y ventilada por estrechos descubiertos laterales.

Sus naves sobrecargadas por dos pisos de tribunas y doble coro volado, solo pudieron ser realizados recurriendo al hierro fundido, después dorado y policromado, en un momento en que se consideraba a este material como ideal para cualquier uso, por la facilidad para darle forma y su incombustibilidad, sin encontrarle usos aberrantes y además clara manifestación de opulencia y modernidad.

Es una de las pocas muestras de arquitectura del hierro en Valencia, aunque disimulada por la rica y profusa decoración y adornada a base de esculturas y vidrieras.

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La utilización de esta estructura férrea, que reproduce todos los elementos típicos de las construcciones religiosas góticas y algunos más del repertorio ecléctico, debió ser estimulada por la obra de Eugène Viollet-Le-Duc que ya había señalado la conveniencia de utilizar elementos de hierro para reforzar las estructuras de piedra, como él mismo había observado en algunas iglesias francesas medievales, si bien aquí el hierro es tomado como material fundamental incluso en las esculturas, aunque no tanto por razones prácticas como por ostentación de riqueza.

En 1.888, José Camaña realiza de nuevo el proyecto de un asilo, y al mismo tiempo convento, destinado a las Hermanas de los Pobres Desamparados, sobre el solar del exconvento agustino de Santa Mónica.

Responde este edificio como los demás al modelo tradicional, con sus numerosos vanos rectangulares, decorados con elementos medievalizantes realizados en serie buscando la mayor economía posible.

Estas decoraciones, absolutamente descontextualizadas, siguiendo pautas pragmáticas, a la pretensión de funcionalidad y economía que caracterizan el edificio.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • La Casa de Beneficencia de Valencia. Antonio Ariño Villarroya-Daniel Benito Goerlich-Ramón Cervera Prada

  • Beneficencia, formación y empleo en Valencia (1.874-1.902). Tesis Doctoral de José Antonio Acosta Sánchez

  • Centro Cultural La Beneficencia

  • Guía urbana de Valencia antigua y moderna. Marqués de Cruïlles.

  • Apuntes históricos sobre los Fueros del antiguo Reino de Valencia. Vicente Boix. 1.854

  • Arquitectura religiosa del siglo XVII en la ciudad de Valencia. Fernando Pingarrón

  • Décadas de la Historia de la insigne y coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Gaspar Escolano

  • Memoria de la Casa de Beneficencia. Pascual Guzman.

  • De l’ofici a la fábrica, una familia industrial valenciana en el canvi de segle “La Maquinista Valenciana”. Amparo Álvarez- Carmen García.

  • Prisión, enjuiciamiento y muerte del general Elio, 1.820-1.822. Juan García González.

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