Convento de Jerusalén

Convento de Jerusalén

Monasterios y edificios conventuales

Monasterios y conventos de la Valencia del siglo XVI

Nuevas fundaciones

Una de las más importantes fundaciones pertenecientes a este período, fue el convento de religiosas franciscanas, conocido como convento de Jerusalén o Convento del Santo Sepulcro de Jerusalén, que ocupaba una amplia manzana extramuros, cercana al portal de San Vicente, esta puerta estaba ubicada entre las actuales calles de Convento de Jerusalén, Xàtiva y San Vicente, en el lugar del que queda memoria por la calle del mismo nombre y por su relativo derribo en el año 1.933.

La fundación exacta del convento no está clara pero se sitúa en la década de 1.490 y se vincula de forma directa al deseo del Gobernador y lugarteniente general del reino de Valencia Luis de Cabanilles y Villarrasa Gallach y a sus hijos Luis y Jerónimo de Cabanilles quienes también ostentaron el mismo cargo de gobernador de forma sucesiva durante las primeras décadas del siglo XVI.

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Convento de Jerusalén

Monasterios y edificios conventuales

Monasterios y conventos de la Valencia del siglo XVI

Nuevas fundaciones

En cualquier caso, se trata de una fundación conventual que se vincula muy directamente al patrocinio de esta familia, quienes en todo momento financiaron y apoyaron la construcción.

También constan entregas de limosnas y apoyo a la fundación conventual por parte de miembros de otras destacadas familias como las de los Borja (testamento de Joan Borja, 1.517), pero en menor medida que la de los Cabanilles.

Este convento franciscano de religiosas descalzas se encontraba bajo la advocación de la Virgen de Santa María del Espasmo (Nuestra Señora del Pasmo); esta curiosa advocación proviene del hecho recogido en el Evangelio apócrifo de Nicodemo, ante el desmayo (pasmo) de la Virgen María al ver pasar a su hijo con la cruz a cuestas por la calle de la Amargura de Jerusalén.

En 9 de junio de 1.496 el papa Alejandro VI concedió una bula para que las religiosas franciscanas de la orden de Santa Clara pudieran ocupar una casa de honestas mujeres que allí se situaba al menos desde 1.341.

Esta casa había sido un legado de Nicolasa, esposa de Miquel Folquer a unas beatas de la tercera orden de San Francisco de Asís para que pudieran vivir en oración y amparar mujeres de vida pública.

El convento situado en las cercanías de la Puerta de San Vicente de las murallas de Valencia, fue parcialmente destruido por los españoles en 1.811 para evitar que desde el mismo los franceses pudieran hacerse fuertes o bombardear la ciudad aprovechando la protección de los muros del convento.

Finalizada la Guerra de la Independencia el convento fue restaurado y las monjas pudieron volver a habitarlo en 1.815.

El elemento más conocido del convento fue sin duda su portada, dibujada y grabada en libros valencianos, y además varias veces fotografiada en las fechas inmediatas a su derribo.

En 1.932 el convento fue vendido a particulares y en 1.933 fue demolido y su puerta de entrada desmontada y regalada al Ayuntamiento.

La portada nos adentra en las características arquitectónicas propias el momento de transición en que se sitúa el convento valenciano.

Se trata de una portada adintelada flanqueada por unas sencillas jambas molduradas y un arco conopial abocinado al modo de portadas de fines del siglo XV.

Incluso puede conectarse directamente con las de la Lonja, repitiendo un detalle muy significativo como es el querubín (En algunas religiones, ángel que está junto al trono de Dios y que tiene un grado inferior al de los serafines) alojado en el pico del arco conopial.

La portada se enmarcaba en un alfiz (Ornamento arquitectónico consistente en una moldura, generalmente rectangular, que enmarca un arco o el vano de una puerta o ventana; puede arrancar desde las impostas o desde el suelo) que albergaba una rica decoración de escudos con filacterias (Banda con inscripciones o leyendas que se coloca en la parte superior o inferior de retablos, pinturas o esculturas y que se representa como si fuera de tela, pergamino, etc., con las extremidades enrolladas) alusivas a la familia Cabanilles.

Los dos escudos idénticos que encontrábamos en la portada estaban formados por los diversos entronques de la familia Cavanilles-Vilarrasa.

En el primer cuartel se encontraban los cinco bezantes de la familia Vilarrasa y el Agnus Dei de la familia Cavanilles, debajo un lebrel (perro) de la familia Catalá y el ajedrezado de la familia Centelles, a la derecha un monte surmontado (Se dice de un mueble acompañado de otro mueble puesto inmediatamente sobre él, pero sin tener contacto con él se dice sin embargo que un casco está surmontado de una corona) por una flor de lis de la familia Monsoriu.

Motivo de encuadre que aparece también reiteradamente repetido en las portadas valencianas de finales del siglo XV, como las del palacio de la Diputación o la de la antigua librería de la catedral de Valencia, por citar algunas de las más significativas.

Pero la portada del convento de Jerusalén mostraba ya una decoración caracterizada por el uso de elementos propios del lenguaje “a la romana” como pueda ser el frontón avenerado (inspirado en una concha de vieira. Se dice de la forma arquitectónica con perfil de concha o que enteramente la contiene) delante del cual se situaba la escultura de la virgen.

La similitud con otros edificios del medio valenciano donde encontramos soluciones parecidas la emparentan por ejemplo con algunas portadas que se pueden reconocer en las fotografías del también desaparecido palacio de los condes de Oliva.

Observamos la misma facilidad de entrelazar soluciones de arcos conopiales con frontones avenerados, filacterias, escudos, e incluso en el caso de Oliva, temas “a candelieri” (Es la típica decoración vegetal en donde se muestran hojas de acanto, cintas, ovas, zarcillos, roleos de curvas y contracurvas, que se aplica principalmente en un sutil relieve dentro de las pilastras o columnas y es empleado también dentro de las capillas de iglesias y catedrales), más directamente entroncados con el nuevo lenguaje.

Quizás una de las pocas obras conservadas que muestra una conexión bastante directa con los motivos empleados en el convento de Jerusalén, son las portadas que componían la escalera de caracol del convento de Santa Clara de Xàtiva, aunque en el caso setabense hay mayor profusión de elementos renacentistas.

El resto de las portadas conocidas por las antiguas fotografías del convento de Jerusalén, como la portada conopial de acceso al denominado patio de las palmeras o una de las portadas de las dependencias interiores de acusado perfil mixtilíneo también se conectan con las portadas de Oliva, así como con otras portadas de monasterios y palacios privados entre los que pueden citarse las del palacio de la Generalitat, o las de las casas señoriales como las de Argelita (Castellón) y Llutxent (Valencia).

La portada principal del convento de Jerusalén fue uno de los elementos que teóricamente  se salvó del derribo en 1.933 cuando fue entregada al Ayuntamiento de Valencia, pero desde hace muchos años se ha perdido memoria de ella y no consta en ninguno de sus almacenes.

Sobre esta portada no se tenía dato alguno y la temprana fecha entre 1.491-1.496 para la fundación del monasterio había confundido en algo su cronología, que se cifraba en torno a 1.503.

Pero actualmente es posible confirmar que es un poco más tardía de lo que se pensaba.

Un dato inédito nos sitúa la fecha de la construcción en los meses  posteriores a marzo de 1.525.

Se trata de una de las autorizaciones por parte de la Junta de Murs i Valls, a instancia del propio gobernador Jerónimo Cabanilles para embellecer el monasterio de Jerusalén.

La petición señalaba que la acequia que pasaba cercana al portal de San Vicente hasta la muralla fuera cubierta de modo que se pudiera realizar una magnífica plaza para el portal que se tenía que construir en dicho monasterior.

Las obras en el convento de Jerusalén se sucederían con una cierta lentitud, ya que de nuevo hay referencias en el tardío testamento del gobernador Jerónimo de Cabanilles, que se fecha en 1.549.

En esa época aún se mencionaba la entrega de una cierta cantidad de dinero para que el primer patio del monasterio se obrara y terminara conforme al primer patio del convento de la Trinidad, salvo que las nayas, arquillos y bóvedas no fueran de piedra, sino de ladrillo, yeso y mortero, muy bien rematado según está dispuesto.

Y nuevamente se insistía en que se acabaran las clausuras que faltaban, según estaba la primera, de modo que fuera todo consecutivo y de la misma clase.

Este extremo hace referencia a un dato significativo al respecto de la arquitectura de mediados del siglo XVI y que parece que podemos relacionar con las obras de otros monasterios.

Se comienza a aceptar el abandono completo de la crucería para las bóvedas de las pandas de los claustros y su sustitución por bóvedas de aristas realizadas enteramente en ladrillo, y presumiblemente de forma tabicada.

Otro elemento que también caracterizaba al convento de Jerusalén y que se sitúa propiamente en esta cronología de comienzos del siglo XVI eran los trechos de bovedillas de yeso de los que también hay constancia fotográfica.

Con una amplia utilización en tierras valencianas demuestran como esta solución se había convertido en uno de los sistemas habituales para la cubrición tanto en edificios civiles como en edificios religiosos.

Las cubiertas de revoltones a la romana, inicialmente se consideraron incluso más elaborados que los artesonados de madera.

Cuando en 1.513 se plantearon utilizarlos en la casa de la Diputación se rechazó por ser más costosas que aquellas.

Pero las que se debieron utilizar en el convento de Jerusalén parecen pertenecer a una cronología posterior, cuando ya se había estandarizado su uso y prácticamente se había convertido en una repetición de moldes con una acusada vulgarización de formas.

Fue tal esa reiteración, que para determinadas obras, incluso se llegó a impedir la utilización de estos moldes, y se exigía originalidad en el diseño.

En el caso del monasterio de Jerusalén se situaban en la pieza conocida como ante-refectorio, y en ella se puede apreciar el busto de un caballero masculino con yelmo rodeado por láureas y flanqueado por una afiligranada decoración vegetal.

Se advertía que su diseño era muy similar al que se encontraba en unas bovedillas semejantes ubicadas en el castillo de Benisanó, perteneciente a la misma familia, y que además, por la documentación inédita saben los autores que se estaba labrando en las mismas fechas.

Otras estancias del convento todavía conservan en las fechas inmediatas al derribo sus cubriciones de bóvedas de crucería como la situada en el piso superior cercana al coro de la iglesia, en cuya clave aún se veía el escudo de los Cabanilles.

En la época de realización de las fotografías. la iglesia ya debía estar totalmente revestida por una cubrición  del siglo XIX que ocultaba su antigua arquitectura , aunque se tiene constancia de una breve descripción de Salvador Carreres Zacarés (Valencia, 1882-1963), que en 1.845 indicaba que “la iglesia era espaciosa y labrada por el estilo gótico de aquel tiempo, se hallaba sobrecargada e incrustada por decirlo así, de hojarascas y dibujos al modo de los que aún se conservan en su portada” o del anticuario Estanislao Sacristán, quien indicaba “antiguamente hasta principios de este siglo, antes de la invasión de los franceses, esta iglesia era por su exterior e interior toda gótica del Renacimiento”.

Estas descripciones son quizá las que mejor resumen esta particular mezcolanza de formas tan propia de la arquitectura de comienzos del siglo XVI en Valencia.

La iglesia por tanto se debió concluir con anterioridad a las obras del claustro, puesto que además de las noticias de su portadas inmediatas a 1.525 se sabe que en 1.535 ya había terminado su retablo mayor  que se pagaba al pintor Felipe Pablo de San Leocadio.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • La arquitectura del eclecticismo en Valencia: vertientes de la arquitectura valenciana entre 1.875 y 1.925. Benito Goerlich.

  • La Valencia desaparecida. Ángel Martínez y Andrés Giménez.

  • Nomenclátor de las puertas, calles y plazas de Valencia. Manuel Carboneres. 1.873

  • Historia de la Ciudad. Colegio Territorial de arquitectos de Valencia y el Ayuntamiento de Valencia.

  • Valencia antigua y moderna. Marcos Antonio Orellana.

  • La iglesia de San Juan del Hospital de Valencia. Luis Gascó Pascual. 1.969

  • Monasterios y Nuevas fundaciones conventuales en la Valencia del siglo XVI. Mercedes Gómez-Ferrer Lozano

  • El monasterio de Jerusalén. Francesc Almela i Vives. 1.941

  • Sus monumentos y sus artes. Su naturaleza y su historia. Teodoro Llorente i Olivares. 1.887-1.889

Fotografía

  • Archivo Histórico Municipal

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  • Centro Cultural La Beneficencia

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