Llueven los proyectos en torno a la Albufera y la Dehesa
Llueven los proyectos en torno a la Albufera y la Dehesa
Valencia era la propietaria de hecho de la Albufera y en el imaginario de los valencianos se desataron los más ambiciosos y variados proyectos, entre ellos la posible construcción en este paraje del aeródromo que la ciudad necesitaba. Eran tiempos de expansión para la aviación y los periodistas no dudaban en comparar las aves de la Albufera con los aeroplanos, como hacía Emilio Fornet en “Valencia atracción” en 1.930: “Hoy que la Albufera es la Propiedad de Valencia pagada por Valencia (aunque otorgada por Real Decreto) con todas sus riquezas sería óptimo hacer de ella un gozoso estadio deportivo. Un aeródromo de ardeas (garzas de metal y de lona) en la Dehesa. Y en el Lluent un amaraje de hidroaviones y un claro cristal para regatas de vela y remo…”
La idea de los campos de deportes y el estacionamiento de aviones no era nueva, y ya en junio de 1.927 el valenciano Juan Bautista Bru, llevado de su espíritu deportivo se había comprado un hidroavión (que llego a amerizar en el Lago) y solicitaba permiso al Ayuntamiento para construir unos hangares y poder amarrar el aparato en este. Dos años de trámite terminaron con el permiso denegado el 20 de diciembre de 1.929, ya que el lugar solicitado era el previsto para nueva estación aerodinámica.
La idea evidente de que “el turismo es un gran invento”, es decir un recurso económico de primera magnitud, es muy antigua, y en el caso de Valencia baste recordar que hace un siglo ya se organizaban en verano los famosos “trenes botijo” para que los madrileños viajaran a nuestras playas en la temporada de baño. La promoción más profesional del turismo español, en la que Valencia quedó incluida, arrancó en los años treinta y se desarrolló durante la República gracias en buena parte a la institución municipal Fomento de Turismo de Valencia, para quedar luego en buena parte estancada en la posguerra, hasta el despertar de los años cincuenta.
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Lo que aquí interesa destacar, es como en Valencia, los valencianos, disfrutaban ya de forma habitual de las bellezas del Lago y, sobre todo, de la playa del Saler, todavía prácticamente virgen, lo que hizo que diversos particulares vieran la posibilidades de negocio que allí se ofrecían en torno a la construcción de restaurantes y hoteles, comenzando ahora las peticiones para la apertura de estos establecimientos de ocio, de los cuales, el autor reproduce un par de ellas.
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En la primera, hecha por Manuel Clemente Montañés, gerente de “Hospedería Oriental” solicitaba al Ayuntamiento que ratificara el emplazamiento y la concesión provisional que le había hecho la Comandancia de Marina para instalar dicho establecimiento destinado a restaurante en la playa del Saler. Parece ser que el emplazamiento no era el más adecuado para los excursionistas (todavía ir a la Dehesa era irse de excursión), por lo que el Ayuntamiento instaba a su cambio, lo que resulta muy costoso para la empresa y, según alegaba, resultaría perjudicial para el “público que frecuente la playa porque se ve sin un punto de refugio siquiera para saciar la sed”.
De lo que se desprende que la Oriental puede ser considerada como el establecimiento hostelero pionero en el Saler.
La petición fue denegada.
Más detallada y completa era la memoria presentada por Rafael Sesé al Ayuntamiento de Valencia pocos días después.
Don Rafael era repostero y residía en el café Munich, que estuvo en la calle de la Paz (desde 1.909 hasta finales del siglo XX), dándose cuenta del potencial turístico del paraje, presentó un proyecto para construir un edificio destinado a “servicios de café y refrescos”, aunque luego habla de cuatro comedores.
Es interesante ver la buena vista que tenían algunos para los negocios, sin importar el daño medioambiental y ecológico que le podía ocasionar al entorno, primando el interés económico sobre medio ambiental y paisajístico.
Pero no fueron solo los particulares los que se interesaban por las posibilidades turísticas de la Albufera, ya que el propio Ayuntamiento, en esas mismas fechas, diseño un paseo marítimo que habría de llegar, desde la desembocadura del rio Turia hasta el Perellonet, pero que nunca se realizó, sería interesante saber el por qué.
No cabe duda que nuestros ediles se sentían orgullosos de ser ahora los propietarios del “Parque Natural más hermoso del Mediterráneo”, a pocos kilómetros de la capital, “todo ello bajo el cielo incomparable de Valencia”, y querían sanearlo y urbanizarlo para que propios y extraños pudieran contemplar “el glorioso Mediterráneo”.
El problema del disfrute de la Dehesa y la Albufera, hasta la generalización del automóvil, fue la dificultad de sus accesos, ya que como el informe señalaba el camino era de tránsito dificultoso y los abusos de los particulares lo hacían todavía más.
El Ayuntamiento quería conseguir un terreno bien ordenado, algo que no era fácil por las casetas, cobertizos y demás instalaciones surgidas sin orden ni concierto por concesión de la comandancia marítima, y citaba como ejemplo de ese desorden urbanístico “la hermosa playa de la Malva-rosa o de Levante, la cual es ocupada totalmente por sanatorios y chalets edificados sin obedecer a plano urbanístico alguno y en verano los tenderetes y chamizos de todas clases pueblan toda la playa”.
Pues bien, el paseo bordearía la orilla del mar y tendría una longitud de diecisiete kilómetros y una anchura de calzada de treinta metros, con aceras amplias, rampas y escalinatas para facilitar el acceso a la playa. Para embellecerlo dispondría de ocho rotondas de más amplio diámetro que su calzada con el fin de romper la uniformidad y se construiría levantado convenientemente sobre la rasante natural de la playa, con el fin, que su muro de contención lo defendiera de los embates del mar.
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La contrapartida de tan magna obra era (¡ya entonces!) la construcción, pues como el propio Ayuntamiento reconoce “dado el entusiasmo que en la ciudad reina por aprovechar aquella hermosa zona, seguramente se poblará con toda rapidez de casas y chalets de recreo, que a la vez que, vendrán a resolver el agudo problema de la escasez de viviendas, constituirá la cornisa sobre el mar al igual que en las famosas poblaciones extranjeras de la Costa Azul, pues el Ayuntamiento cuidará de que el ornato y la traza de los nuevos edificios sean dignos de la gran obra que se piensa realizar”.
Se justificaba dicha construcción con la escasez de viviendas, aunque se hablaba de chalets de recreo, pero la realidad es que estamos en la “Belle Époque”, en pleno auge de la Costa Azul francesa y todos soñaban con tener un paraje similar al alcance de la mano, en este caso, la Dehesa.
Pero Blasco Ibáñez no se quedó en la Malva-rosa, sino que se fue a Menton, a la Costa Azul de verdad.
¿Qué habría sido de nuestra costa si se hubiera hecho el paseo?
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Lo dejo a vuestra imaginación.
Al margen de la línea de playa, la primera infraestructura que surgió en esta pinada de alto valor paisajístico que es la Dehesa, fue un sencillo camping, que entró en servicio en junio de 1.958, sin demasiada ceremonia.
El Saler y el Palmar, en un islote del lago de la Albufera, eran las únicas zonas habitadas de un paraje que hoy está protegido especialmente.
En los primeros años cincuenta, sin embargo, volvió a retomarse en el Ayuntamiento aquellos lejanos sueños y proyectos de grandes instalaciones hoteleras que dieran atractivo a aquella barra de arena y pinar que separa el mar y el Lago. Y la primera infraestructura que se realizó, barata y sencilla, fue un camping, que en este caso respondió a los requerimientos del Centro Excursionista de Valencia, entidad que asesoró al Ayuntamiento en la instalación.
No nació como una instalación hecha para un turismo masivo, sino para amantes de la naturaleza, la vida al aire libre y el excursionismo.
El camping de El Saler animó los veranos valencianos y fue un extraordinario atractivo, que hizo necesaria su ampliación, y del excursionismo local, se pasó al turismo de masas, lleno de vehículos y caravanas-remolque, que fueron comiendo espacio a la pinada.
En los años 70, cuando se inició la polémica sobre la urbanización de La Dehesa y el destino general de lo que debía ser una zona protegida, el Ayuntamiento, que había sido sumamente tolerante, se encontró con que el camping se le había convertido con una verdadera urbanización donde docenas y docenas de familias se habían construido lo que en realidad ya eran chalets con instalaciones tampoco acordes con el espíritu inicial. El resultado fue una toma de conciencia por parte de la opinión pública del valor de la pinada y la necesidad de eliminar el camping de El Saler, un proceso que no fue sencillo y que estuvo festoneado de tensiones. Pero triunfó el respeto a la naturaleza y el monte se vio libre de tiendas y coches.
Era el final de una trayectoria que se había iniciado en los años 30, cuando el turismo comenzaba ya a despertar en nuestro país y la Albufera era un paraje con los suficientes atractivos para practicar actividades al aire libre, como un campismo, que en algunos países, como Gran Bretaña, gozaba de larga tradición. Valencia fue uno de los lugares escogidos en abril de 1.930 por los miembros del camping Club of Great Britain and Ireland para visitar a su regreso de una excursión por Mallorca, y el 23 de abril solicitaban permiso al alcalde de la ciudad para instalar sus tiendas en El Saler, adonde llegarían el 12 de mayo, partiendo para Tarragona dos o tres días después. En esos días recorrerían la Albufera y los alrededores de Valencia y la carta de aval la ofrecía el camping Club de Cataluña y contaba con el apoyo de Eduardo Harker cónsul de Gran Bretaña. La respuesta de las autoridades valencianas del 7 de mayo fue positiva y, tras advertírseles de la abundancia de mosquitos en la Dehesa, se les permitió acampar en la playa de La Dehesa, en la parte de las dunas, al sur del restaurante Las Termas, que distaba unos 700 metros de El Saler, entre el monte y el mar, “y en el que dada la proximidad del hotel puedan utilizar servicios que en caso contrario adolecerían”.
Hubo que esperar hasta 1.958 para que el Ayuntamiento de Valencia inaugurara en la pinada de la Devesa la primera instalación para campistas valencianos.
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La Dehesa trocada en parquet moderno
En una calurosa mañana del 15 de julio de 1.939 (el expediente cita por error el año 1.938) cuando en el Registro del Ayuntamiento de Valencia se presentó la memoria descriptiva y el proyecto presentado por R. Peris, director de parques de la corporación para transformar La pinada de El Saler en un parque de recreo, entre otros muchos aspectos en él contenidos. Aunque si es necesario resaltar alguno de los aspectos que contenía, como por ejemplo la previsión de lo que entonces se llamaba una “pista” por la costa de 30 metros de anchura, precedente, sin duda, de la actual autopista de El Saler, aunque en el proyecto tenía previsto llegar a Cullera.
Los aires de posguerra se respiraban en el carácter “patriótico” del proyecto “valenciano y español”, en el que se mantiene el no lejano propósito de construir un aeropuerto y que en la Albufera aterrizasen también los hidroaviones. Además, había un “hipódromo, parque zoológico, pistas y demás atracciones”, piscinas, campos deportes, de tenis, miradores al lago, etc., surcado por avenidas y paseos, plantados con diferentes especies de árboles y arbustos, que el director de Parques describe con minuciosidad, pues es oficio que conocía bien. Menos mal que proponía que no se talaran los pinos. Los cortafuegos se transformarían “en carreteras de firmes especiales para facilitar el acceso a los campos de deportes y demás instalaciones; consiguiendo con ello que el público con sus coches pueda llegar con toda comodidad al mar”. En la Valencia de 1.939 los coches no eran muchos, pero sin duda, se veía ya como el transporte masivo del futuro.
La guinda era destinar la Isla del Palmar a fiestas marítimas y regatas de canoas a motor y vela, así como la construcción de “un gran casino con todas las comodidades y de gran confort, dedicado a grandes fiestas. Con este proyecto se alcanza algo tan deseado como el saneamiento de la Dehesa y la Albufera”, es decir, urbanización y naturaleza domesticada, frente al espacio natural original, antropizado (transformación que ejerce el ser humano sobre el medio), ya en buena medida desde hacía siglos.
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Lo que no se dice es como se pensaba financiar tan gigantesco proyecto, en julio de 1.939, tres meses después de finalizada la guerra civil.
¿Pensaron realmente nuestras autoridades que podía ser una realidad inmediata, o lo dejamos en un simple ejercicio de imaginación del director de parques de la ciudad, R. Peris?
Lo cierto es que autopista, hipódromo, campos deportes, edificios, etc. serían una realidad décadas después.
Menos mal que en octubre de 1.939 el citado director de parques y jardines propuso que se procediera a repoblar la pinada de la Dehesa, con el fin de sustituir los más de 17.000 árboles que la guerra se llevó por delante.
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Transcurrieron 71 años y la Albufera y la Dehesa sufrieron toda clase de vicisitudes, la mayoría negativas, que a punto estuvo de terminar con ellas, pero ciudadanos e instituciones decidieron que había que salvarlas a toda costa. Y eso es lo que se ha hecho en los últimos años. Y conviene que todos recordemos lo que fue y es este maravilloso Parque Natural, por lo que el Ayuntamiento de Valencia decidió conmemorar el centenario de la cesión del lago de la Albufera y el monte de La Dehesa a la institución que rige los destinos de la Ciudad, y del 25 aniversario de la Declaración de los parajes como Parque Natural de la Albufera por la Generalitat Valenciana con una serie de actos.
La Albufera como parque natural.
Ya vimos como el Ayuntamiento de Valencia a recibir el 1.911 el Lago y la Devesa y se comprometió a no desecarlo y conservar el suelo de esta como monte. Poco después las mentes rectoras y “pensantes” de la ciudad pusieron manos a la obra y comenzaron a trazar toda clase de planes para que el paraje, con el objetivo de que fuera para uso y disfrute de todos los valencianos, pero, sobre todo, con vistas atraer el turismo, local o foráneo, tal como refleja el informe del ingeniero jefe forestal en 1.921.
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La carencia de espacio en la ciudad para construir nuevos parques y la necesidad de proteger la huerta hicieron que la Albufera y la Dehesa se vieran como los espacios ideales para cualquier nuevo proyecto, desde parques y jardines a campos de deporte.
Otros muchos proyectos que hemos ido viendo, por fortuna, no prosperaron y el paraje se mantuvo sin modificaciones irreversibles hasta la década de los años 60, cuando comenzaron una serie de profundos cambios que culminarían en una situación realmente dramática para el Lago y la pinada en un plazo sumamente breve. En la actualidad, uno y otro se han convertido en espacio natural sumamente antropizado (transformación que ejerce el ser humano sobre el medio) que soporta unos usos de suelo muy intensos, de tipo industrial, turístico y agrícola, y cuyas consecuencias han sido la ruptura del equilibrio entre el hombre y su medio en un plazo de tiempo muy breve.
De hecho este último periodo se ha caracterizado por una disminución muy importante de los valores naturales en el aspecto cualitativo, frente a lo que había sucedido entre 1.873 y 1.950 en que los cambios fueron sobre todo cuantitativos al reducirse la superficie del lago.
Para salvaguardar tan importante espacio natural el Consell de la Generalitat Valenciana, a instancia del Ayuntamiento de Valencia, otorgó al sistema formado por el lago de la Albufera, su entorno húmedo y la restinga (banco o lengua de arena localizado a poca profundidad bajo el mar que, en algunos casos, puede llegar a emerger dando lugar a la formación de pequeños islotes) adyacente a ambos el régimen jurídico de Parque Natural por decreto 89/1.986, de 8 de julio, del año 1.986. El decreto prevé, como marco de ordenación, protección y gestión del Parque, la redacción de un Plan Especial y Plan de Gestión, cuyos principales objetivos se centran:
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Ordenación del Territorio, graduando la protección que se establezca y delimitando las zonas de especial protección.
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Establecimiento de las previsiones y normas necesarias para la infraestructura, equipamientos, construcciones y Servicios del Parque Natural.
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Desarrollo de las previsiones de protección del planeamiento urbanístico de los distintos municipios, completando los aspectos necesarios.
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Previsión de actuaciones dirigidas a promover y fomentar la visita y conocimiento del Parque.
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Determinación de las medidas dirigidas a corregir gradualmente las disfunciones que afectan al Parque, tales como la contaminación de origen urbano-industrial, el aterramiento progresivo del arrozal, el avance de los procesos de urbanización, etc.
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La importancia ecológica que presenta este espacio natural ha quedado definitivamente puesta de manifiesto con la reciente incorporación el 8 de mayo de 1.990 a la lista de humedales de importancia internacional designados por el Gobierno español.
Brevemente recordemos que el Parque Natural de la Albufera presenta una gran variación de hábitats que permiten la existencia de una diversa flora y fauna.
Una primera diferenciación distinguiría cuatro grandes ambientes, que son:
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La Restinga o barra litoral
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El marjal
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El lago
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Las zonas de monte.
Estos ambientes presentan diferentes sub-ambientes, que en el caso de la Restinga son:
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La playa
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El cordón de dunas delanteras
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El sistema dunar interno
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Y las malladas o depresiones interiores.
La mayor superficie está ocupada por el marjal constituido por la zona palustre que rodea al lago de la Albufera, destinada preferentemente al cultivo de arroz, aunque buena parte se ha ido transformando en huerta en los últimos años. Completan el ambiente de las acequias y los ullals (surgencias o manatiales de agua dulce subterránea que son el único aporte de agua limpia en el ecosistema).
El lago cuenta con una superficie de 2.837 hectáreas, este dato es de 1.990, de las que 350 corresponden a las matas y orilla su importancia es incuestionable dentro del Parque Natural tanto por su significado en la regulación del flujo hídrico en el arrozal, como por su valor ecológico y paisajístico.
Este es el núcleo en torno al cual se estructura este ecosistema.
En cuanto a la vegetación, el arroz, ocupa en la actualidad la mayor parte de la superficie del Parque Natural, en tanto que la vegetación autóctona, localizada en las acequias, los ullals y en las zonas marginales del arrozal, así como en la Devesa, es de carácter dunícola e hidrófila, de singular extensión e importancia.
La fauna del Parque Natural de la Albufera presenta abundantes y diversas especies de vertebrados e invertebrados, a los que se añaden los crustáceos. Las comunidades piscícolas que antaño eran muy variadas, en la actualidad han quedado muy mermadas por la contaminación, los pescados como la “llisa” o las carpas, en detrimento de la anguila o el “llobarro” o lubina. No faltan las comunidades de lacértidos (Familia de reptiles saurios de cuerpo escamoso, esbelto y no muy grande, cabeza pequeña, de vida terrestre, alimentación carnívora y muy ágiles) en los arenales del litoral, o los colúbridos (Familia de reptiles ofidios que solo presentan tres grandes escamas entre los ojos y cuyos dientes, situados en la parte posterior de la mandíbula, pueden ser venenosos o no), mientras que los mamíferos han sufrido un radical cambio como consecuencia de los cambios medioambientales y la acción del hombre, aumentando las ratas y ratones, desapareciendo o quedando muy mermada la fauna autóctona, como es el caso de la rata de agua, que formaba parte habitual de la gastronomía de la zona.
Es en lo relativo a la avifauna del donde el Parque Natural de la Albufera alcanza su máximo valor ecológico en nuestros días, convirtiéndose en uno de los principales humedales de Occidente. La Estación Ornitológica de la Albufera ha contabilizado más de 250 especies orníticas las que ya utilizan de forma regular o excepcional este sistema, y cerca de 90 las que tienen su hábitat en él.
Entre las más destacadas figuran:
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Pato colorado (sivert)
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Ánade real (Coll-verd)
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Pato cuchara (bragat)
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Garceta común (xarxet)
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Garza real
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Cigüeñuela
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Garceta
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Garceta garcilla bueyera
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etc.
Que hacen del lago y su entorno un enclave excepcional en Europa.
En años posteriores la Albufera ha sido incluida como área de especial protección en el ámbito comunitario e internacional. Constituye desde abril de 1.991 una Zona de Especial Protección para las aves (ZEPA) según la Directiva de Aves (79/409/CEE), está incluida desde mayo de 1.990 en la lista de humedales de importancia internacional del Convenio Ramsar y posee hábitats y especies recogidos en la directiva comunitaria conocida como “Habitats” (92/43/CEE). También está recogida por el protocolo de Ginebra, de 3 de abril de 1.982, sobre zonas especialmente protegidas del Mediterráneo. Por sus valores excepcionales este parque podría formar parte de la red comunitaria europea Natura 2000.
Fuentes consultadas
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Archivos autores
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Archivo del Reino de Valencia
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Archivo Histórico Municipal
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Biblioteca valenciana
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Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia
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Archivo de la Diputación provincial de Valencia
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Hemeroteca valenciana
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Wikipedia
Bibliografía
La bibliografía sobre la Albufera es muy extensa, por lo que, solo recogeremos una pequeña muestra
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El cas de L’Albufera, zones humides valencianes, Emili Piera
-
L’Albufera de Valencia, Daniel Sala, Francisco Calero, Pepe Sapena
-
La Albufera. De Lago Real a Parque Natural, José Hinojosa Montalvo
-
Historia de la Albufera de Valencia (1.960) Francesc de Paula Momblanch
-
Fauna valenciana. Geografía General del Reino de Valencia. Boscá. A., 1.916
-
Tratado de los derechos y regalías que corresponden al real patrimonio en el reino de Valencia y de la jurisdicción del intendente, como subrogado en lugar del antiguo bayle general. Branchat, V., 1.784-1.786
-
Estudio histórico y jurídico de la Albufera de Valencia. Su régimen y aprovechamientos desde la Reconquista hasta nuestros días. Caruana Tomás, C., 1.954
-
Observaciones sobre la Historia Natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia. Cavanilles, A. J.
-
Décadas de la historia de la insigne y coronada ciudad y reino de Valencia. Escolano, G. – Perales, J.B. 1.879-1.880
-
Etc.