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Carlos III incorpora a su Real Corona la Albufera y la Dehesa

Carlos III incorpora a su Real Corona la Albufera y la Dehesa

Tras la abolición del régimen foral valenciano con el Decreto de Nueva Planta, la jurisdicción que tenía la bailía general del reino (en un principio, el bailío o baile era un agente de la administración real o señorial en un territorio determinado. El de categoría superior era “gran bailío de espada”, que administraba justicia en nombre del rey o de un señor, era el representante de la autoridad del rey o del príncipe, encargado de hacer aplicar la justicia y controlar la administración en su nombre. Las tierras bajo la jurisdicción de un bailío se llamaron bailiaje, bailiazgo o bailía) sobre el Lago pasó a los intendentes por real orden de 27 de marzo de 1.714.

Así se mantuvo la situación jurídica del Lago hasta la subida al trono de Carlos III, quien deseoso de recuperar la Albufera, dictó una real orden el 3 de abril de 1.761 por lo que la Albufera y la Dehesa se incorporaban a la Corona, junto con el quinto del pescado, tercio-diezmo del mar y otros derechos anejos.

En abril y mayo de ese año se procedió ya a la reorganización administrativa de ambos parajes  procediéndose al apeo  y deslinde general, a partir del Puente de Piedra en el camino costero que unía Valencia con Cullera.

Carlos III incorpora a su Real Corona la Albufera y la Dehesa

Tal vez lo más notable en el reinado de del monarca ilustrado, fueron las reales ordenanzas dictadas el 18 de julio de 1.761, con el objetivo de conservar y mejorar dichas propiedades, de acuerdo con los principios regeneracionistas de la Ilustración (La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual europeo (especialmente en Francia, Inglaterra y Alemania) que se desarrolló desde mediados del siglo XVIII. Se denominó de este modo por su declarada finalidad de disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. El siglo XVIII es conocido, por este motivo, como el Siglo de las Luces y del asentamiento de la fe en el progreso. Los pensadores de la Ilustración sostenían que el conocimiento humano podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía para construir un mundo mejor).

Carlos III incorpora a su Real Corona la Albufera y la Dehesa

Son 67 capítulos de gran interés que abarcan todo lo que se vincula a la Albufera y a la Dehesa, desde la plantación y poda de árboles, la repoblación con animales de caza, la prohibición de apacentar ganados y de cazar en la Dehesa, el control de fraudes en los impuestos, diversas normas sobre pesca, etc., que el lector interesado puede comprobar con detalle en la obra de F. de P. Momblanch.

Sin embargo poco después, en 1.762 se modificaron las anteriores ordenanzas para mejorar sus deficiencias, tratándose de regular las reclamaciones entre pescadores y labradores por el desemboque de la acequia de Sueca y otros temas, mientras que en junio de 1.779 el rey aprobó el proyecto de desagüe de la Albufera mediante la apertura y limpia de la gola (canal navegable en la barra de un río o puerto. También se dice de la garganta o canal en que crecen las encañizadas y las fileras), con el fin de evitar las inundaciones que amenazaban los campos.

El desinterés de su sucesor en el trono, Carlos IV, por la Albufera hizo que esta fuera a parar por cesión del monarca a manos de Manuel Godoy, “Príncipe de la Paz”.

Carlos III incorpora a su Real Corona la Albufera y la Dehesa

Entre los días 20 al 23 de marzo de 1.798 se realizó el apeo y el deslinde del Lago, habiéndosele dado posesión a Godoy en el día anterior. La caída del valido (hombre que gozaba de la amistad y confianza de un rey y que ejercía poder político) llevó aparejada la confiscación de sus bienes, entre ellos el Real Lago, por real orden de 21 de marzo de 1.808 y revertidos al patrimonio real.

El mariscal Suchet, duque de la Albufera

La ocupación temporal de Valencia por los franceses tuvo particular importancia en lo referente a la titularidad del Lago, que fue cedido al dominio particular del mariscal Luis Gabriel Suchet (Lyon, 2 de marzo de 1770 – Marsella, 3 de enero de 1.826), quien, tras la entrada de los franceses en Valencia en 1.812, fue nombrado por Napoleón, duque de la Albufera. Por decreto de 24 de enero de 1.812, entró en posesión del Lago y sus aprovechamientos, como parte de la donación inherente al ducado.

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Es interesante destacar como la memoria histórica de tal suceso perduraba entre los habitantes del Lago, o al menos así nos lo quiso hacer ver Blasco Ibáñez en su novela “Cañas y Barro”, recordando el paso del mariscal napoleónico por la Albufera:

[…]”Aún se cazaban nutrias en los canales, y la población del Lago era tan escasa, que los barqueros no sabían que hacer de la pesca que llenaba sus redes. Valencia estaba para ellos al otro extremo del mundo, y solo venía de allá el mariscal Suchet, nombrado por el rey José, duque de la Albufera y señor del Lago y de la selva, con todas sus riquezas.

Su recuerdo era el más remoto en la memoria del tío Paloma. El viejo aún creía verle con el cabello alborotado y las anchas patillas, vestido con redingote gris y sombrero redondo, rodeado de hombre de uniformes vistosos que le cargaban las escopetas. El mariscal cazaba en la barca del padre del tío Paloma, y el chiquitín, agazapado en la proa, le contemplaba con admiración. Muchas veces reía del chapurrado lenguaje con que se expresaba el caudillo lamentando el atraso del país o comentaba los sucesos de la guerra entre españoles e ingleses, de la que en el Lago solo se tenían vagas noticias.

Una vez fue con su padre á Valencia  para regalar al duque de la Albufera una anguila maresa, notable por su tamaño, y el mariscal los recibió riendo, puesto de gran uniforme, deslumbrante de bordados de oro, en medio de oficiales que parecían satélites de su esplendor”[…]”

Blasco Ibáñez, V. “Cañas y Barro” pp. 28-30

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El “duque de las Fochas” y “General de la Albufera” como socarronamente se le conocía al mariscal Suchet, no se despreocupó del Lago, sino todo lo contrario, ya que hizo todo lo posible para regularizar su administración y mejorar su rendimiento, dando las normas sobre la administración general y económica de la Albufera, la recaudación de la pesca y la caza y la organización judicial (1.812).

Al frente del patrimonio había un juez conservador. Y aunque en julio de 1.813 los franceses salieron de Valencia, Suchet y sus descendientes siguieron ostentando el título de duque de la Albufera.

Por entonces el Lago y su Dehesa se habían convertido en un espacio marginal, donde se podía escapar al control de las autoridades, bien para librarse de la vigilancia de la policía, bien para practicar el contrabando o la pesca ilegal, por lo que Suchet se dispuso a perseguir a tales personajes.

Reintegración de la Albufera al Real Patrimonio

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Vuelto a España en el año 1.813 Fernando VII juró la Constitución de Cádiz, abolida el año siguiente, procediéndose a la regulación de lo que era el real patrimonio y el patrimonio de la nación.

El 13 de septiembre de 1.813 se asignó a la Junta Nacional de Crédito Público la administración de ciertos bienes, entre ellos la Albufera.

Así el 3 de marzo de 1.815 en nuevo administrador de la Albufera, Manuel Montilla, tomó posesión del Lago para el real patrimonio.

La cesión a los hermanos de Fernando VII

Un nuevo vaivén en el disfrute de la Albufera se produjo en noviembre de 1.818 cuando Fernando VII cedió el usufructo del Lago y la Dehesa a sus hermanos, los infantes, don Carlos María Isidro y don Francisco de Paula con motivo de sus matrimonios.

La asignación de 50.000 ducados sobre las rentas de la Albufera y el tercio diezmo del mar.

Como administrador fue nombrado el general Elio.

La Albufera propiedad del Estado

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La Albufera siguió formando parte del patrimonio del patrimonio real hasta su extinción por decreto del 12 mayo de 1.865, pasando a ser propiedad del Estado a consecuencia de las leyes desamortizadoras.

En esta segunda mitad del siglo XIX hay que señalar como hitos destacados en la historia del Lago la creación de comunidades de pescadores del Palmar, Catarroja, Silla, la expoliación de la superficie lacustre a costa de los “aterradores” de la Albufera, amparados por la real orden de 1.869 que permitía el acotamiento de terrenos para el cultivo del arroz, o la publicación en 1.879 de la Ley de Aguas, declarando públicas las de la Albufera, sin olvidar el proyecto de desviación del rio Turia y la desecación de la Albufera de mayo de 1.890, que fue aprobado por real decreto de 20 de noviembre de 1.891. Las obras pretendían seguir el modelo de desecación de las marismas italianas y es interesante analizar su contenido, puesto que permite conocer algunas de la preocupaciones que embargaban a la sociedad valenciana de finales del siglo XIX, como era garantizar la salubridad pública, saneando a tal fin la zona del Lago, incrementar la superficie de terrenos cultivados con millones de nuevas hectáreas (1 hectárea = 10.000 m2), aunque ello fuera a costa de la desaparición de la Albufera, y poder disponer Valencia de un puerto moderno y seguro en el Grao, liberándolo de los continuos aterramientos, gracias a la desviación hacia el sur del rio Turia. La concesión la haría el Estado a particulares interesados, que corrieran con los gastos de las obras, un modelo que vemos aplicado en nuestros días para las grandes obras públicas.

El beneficiario, en este caso, fue Joaquín Llorens y Fernández de Córdova, de ilustre apellido, que tenía ante sí, teóricamente, un excelente negocio, puesto que se quedaría con todas las tierras de la Albufera y adyacentes al canal, una vez desecada esta (“los terrenos saneados en el lago de la Albufera y los que resulten sin aplicación al canal que se denomina del Turia en el cauce actual del rio, pasarán a ser propiedad del concesionario”).

Por suerte, el proyecto no se llevó a cabo y los valencianos podemos seguir paseando en barca por los canales, disfrutar de las puestas de sol y de la pinada de El Saler.

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Desde que la Albufera pasara al Estado, los valencianos ansiaron tener la propiedad del Lago, de cuyo aprovechamiento se venían beneficiando hace siglos, a costa del pago de diversos impuestos y restricciones. El Lago estaba amenazado por múltiples peligros, sobre todo por el desmesurado crecimiento de los campos de arroz, e incluso por aspectos puntuales, como concesiones de supuestas minas en la Dehesa, a un tal Francisco Mateo Romero sin el consentimiento del Ayuntamiento.

La opinión y la prensa avivaban el debate en torno a la cesión de la Albufera y su Dehesa y, por fin, el Ayuntamiento, en su cesión del 15 de marzo de 1.905 inició la gestión para conseguir del Estado dicha cesión, apoyándose en el deseo de evitar su desaparición y de transformar la riqueza y la salubridad del paraje en beneficio de la agricultura y de las clases trabajadoras.

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Pero las cosas de palacio van despacio, dice el refrán, y el Ayuntamiento siguió insistiendo en años sucesivos ante la administración central con diversas promesas de salvaguardar el Lago y convertirlo en Parque, hasta que el 23 de junio de 1.911 se decretó la Ley por la que “se ceden en propiedad al Ayuntamiento de Valencia el lago denominado la Albufera y el monte denominado la Dehesa de la Albufera”.

En el documento de cesión la corporación  municipal se comprometía a respetar las servidumbres (servidumbre es la denominación de un tipo de derecho real que limita el dominio de una finca, tierra o posesión inmueble) y a mantener la integridad del Lago. Se especificaba, además, que el Ayuntamiento no entraría en posesión de la finca, tanto en cuanto, no se verificase su deslinde oficial, de acuerdo con los propietarios  y Ayuntamientos limítrofes, y no se abonase al Estado, en los plazos que se determinasen, no mayor de veinte ni menos de diez, la cantidad que se fijara capitalizando al 4 por 100 los productos rendidos por el Lago y la Dehesa.

Se inició el deslinde, que fue aplazándose por dilatadas gestiones y dificultades surgidas, hasta que dio término a esta segunda actuación real orden del 3 de marzo de 1.921. En el deslinde el Estado se reservó las acciones que asistían para reivindicar los terrenos ocupados arbitrariamente  y fijando la suma que se había de abonar, basándose en los beneficios producidos en el año 1.911, en más de un millón de pesetas, cuya tasación impugnó el municipio. Así se llegó al año 1.923, en que se consiguió una nueva y justa valoración: pagar al Estado una cantidad igual a la suma mayor que hubiera percibido antes la Hacienda para la explotación de la caza, beneficiándose con el exceso de la recaudación obtenido.

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Nuevamente surgieron retrasos, hasta que se aprobó el amojonamiento practicado (se contabilizó una superficie de 3.114 hectáreas) por R.O. de 16 de agosto de 1.926, firmándose, al fin, el acta de entrega al Ayuntamiento de Valencia, entonces presidido por el marqués de Sotelo.

El día 3 de junio de 1.927 llegó a Valencia el rey don Alfonso XIII y esa misma tarde en los Jardines del Real, con asistencia de numerosas autoridades, entre ellas el alcalde don Carlos de Sousa y Álvarez, marqués de Sotelo, y don Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, marqués de Estella, presidente del Consejo de ministros, don Prudencio Melo, arzobispo de Valencia, etc., se procedió a la lectura del acta de entrega por S.M. el rey a la ciudad de Valencia de la Dehesa y del lago de la Albufera, plasmada en un artístico pergamino, decorado por los pintores Carlos Ruano Llopis y Vicente Benedito.

Fue en el año 1.959, tras haber sido ya pagada en veinte anualidades la cantidad de 921.819 pesetas, en que quedó fijado finalmente el precio del Lago y de su Dehesa, cuando se realizaron las oportunas gestiones para la inscripción de la finca, a nombre del Municipio, en el Registro de la Propiedad.

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Fuentes consultadas

  • Archivos autores

  • Archivo del Reino de Valencia

  • Archivo Histórico Municipal

  • Biblioteca valenciana

  • Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia

  • Archivo de la Diputación provincial de Valencia

  • Hemeroteca valenciana

  • Wikipedia

Bibliografía

La bibliografía sobre la Albufera es muy extensa, por lo que, solo recogeremos una pequeña muestra

  • El cas de L’Albufera, zones humides valencianes, Emili Piera

  • L’Albufera de Valencia, Daniel Sala, Francisco Calero, Pepe Sapena

  • La Albufera. De Lago Real a Parque Natural, José Hinojosa Montalvo

  • Historia de la Albufera de Valencia (1.960) Francesc de Paula Momblanch

  • Fauna valenciana. Geografía General del Reino de Valencia. Boscá. A., 1.916

  • Tratado de los derechos y regalías que corresponden al real patrimonio en el reino de Valencia y de la jurisdicción del intendente, como subrogado en lugar del antiguo bayle general. Branchat, V., 1.784-1.786

  • Estudio histórico y jurídico de la Albufera de Valencia. Su régimen y aprovechamientos desde la Reconquista hasta nuestros días. Caruana Tomás, C., 1.954

  • Observaciones sobre la Historia Natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia. Cavanilles, A. J.

  • Décadas de la historia de la insigne y coronada ciudad y reino de Valencia. Escolano, G. – Perales, J.B. 1.879-1.880

  • Etc.