La gola de la Albufera: “el desagüe y comunicación que la naturaleza ha dado al Lago”
La gola de la Albufera: “el desagüe y comunicación que la naturaleza ha dado al Lago”
La Gola de la Albufera
Esta fue la definición que de la Gola de la Albufera hizo el 22 de abril de 1.761 Francisco Carrasco, juez comisionado por el marqués de Esquilache en su informe al citado noble sobre el nuevo problema del desagüe de la Albufera.
Nos conviene recordar que el mecanismo de regulación hidráulico más importante de la Albufera lo constituye la gola, el estrecho existente entre el Lago y el mar, ya que afecta a la pesca, a los niveles y superficie del Lago, la extensión de los cañares, etc. La apertura y cierre son esenciales para el mantenimiento de las capturas de pesca. La gola se abría en el mes de enero y estaba abierta hasta que comenzaba el buen tiempo, sin que hubiera fechas fijas. En la Edad Media la gola se abría cada año, aunque en el siglo XVI parece que se abría cada dos años, en función del clima, cantidad de pescado e intereses del arrendador, aunque la crecida del nivel de las aguas en el Lago podía dar lugar a la apertura de la gola. En otros años se podía abrir varias veces, en función de la falta de pescado, nivel del agua, etc.
Cuando se abría la gola se instalaba una “parada”, una estructura de madera y caña para evitar que el pescado grande saliera, sin impedir la entrada del pequeño.
El común de los pescadores se encargaba de su mantenimiento. En las distintas ordenanzas sobre la pesca dadas a lo largo de los siglos, aparecen frecuentes apartados referentes a la gola, como las que se dieron en el verano de 1.363. En ellas se castigaba a todos los que pescaban entre el cañizo y la parada estando la gola abierta, según la vieja costumbre; las multas a los que destrozaban el cañizo de la gola; la prohibición de circular las barcas por la gola cuando estuviera abierta; la obligación de acudir todos los pescadores a su apertura, etc., así como un amplio espectro de disposiciones en torno a la pesca en la Albufera.
“El Lago nunca ha estado más reducido que en estos últimos tiempos”
Pasó el tiempo y los codiciosos vecinos del Lago fueron incrementando la superficie cultivada a la vez que se reducía la superficie de la Albufera. Las autoridades eran conscientes de ello y nada tiene de extraño que el ilustrado Carlos III tomara cartas en el asunto, por el bien del Real Patrimonio y, teóricamente, de los pueblos circunvecinos.
El gran problema estaba en los pescadores, en como conjugar los intereses de estos con el de los agricultores. A tal efecto se llevó a cabo un proyecto por el ingeniero jefe Pedro Torbé para la nivelación y el desagüe de la Albufera al mar por el paraje llamado la acequia del Perelló. En el informe que Francisco Carrasco, juez comisionado, envió al marqués de Esquilache, se señalaba la necesidad de reducir algo más el Lago y de preservar de inundaciones las tierras con desagüe seguro, y si fuese posible, el hacerlo sin daño notable a la pesca.
La gola era la salida natural del Lago al mar hasta esa fecha, pero se barajaron otras posibilidades: la acequia de Puchol, la acequia del Perelló y la Gola.
Este informe ponía de relieve toda la problemática y lo difícil que resultaba conjugar intereses tan diferentes como los de los agricultores, las cuatrocientas familias de pescadores o los de poblaciones como Sueca, cuyos campos se veían inundados por las aguas marinas e impracticables por el salitre.
El problema de desagüe no se resolvió, a pesar de las disposiciones adoptadas, hasta se creó la Junta de Desagüe, cuyas “Ordenanzas para el desagüe del Real Lago de la Albufera de Valencia, limpia y moda de sus acequias”, se aprobaron el 18 de julio de 1.862.
La más antigua descripción de la gola nos la dejó el cronista Gaspar Juan Escolano (Valencia 1.560 – Valencia 1.619, eclesiástico, escritor e historiador valenciano) en 1.610-1.611, quien con su agudeza nos dejó esta bella imagen del paraje y las consecuencias de la entrada del agua del mar en el Lago:
“Al contrario, cuando las pesca enflaquece por la mucha batería que con sus redes y otros instrumentos de pescar le han dado los pescadores, y el agua ha decrecido mucho por la sequedad de los tiempos, allá al Agosto en el récio de los calores (en que el mar hirviendo se sale de sus límites y llega casi a comunicar sus aguas con las de la Albufera, por la parte que más cercanos están), entonces abren la boca (que dicen), y entran las del mar con infinita cuantidad de crías de todos los géneros de pececitos recién nacidos, cebados con el gusto del agua medio dulce; y viene a llenarse para años dellas y dellos, y criándose en aquel charco, crecen tanto en número como en corpulencia, que dan la vida a mil pescadores con sus lances, y con la comida todo el vulgo de naturales y forasteros, de una ciudad tan populosa como Valencia. Tanto, que si con puntualidad se pagase el quinto que a su Majestad se debe, que es la quinta parte de lo que se saca de la pesca en la Albufera, sin duda pasaría de cinco mil ducados. Pero hoy por vía de arrendamiento no se sacan más que tres mil al año.
[…] Entre los peces que allí se crían, hay una especie de anguilas estimadas sobre todas por su sabor, llamadas martinas, que en el cuerpo parecen murenas, y lampreas en el gusto y carecer de espinas”.
Escolano, Gaspar Juan – Perales, Juan Bautista. Décadas de la Historia de la Insigne y Coronada Ciudad y Reino de Valencia. 1.879-1.880
La Albufera “abastece el mercado de Valencia de una gran cantidad de pescados”
Durante siglos el Lago siguió siendo una de las principales fuentes de abastecimiento de pescado para la capital, como señaló en 1.865 el barón Jean-Charles Davillier, sobre todo de anguilas. Pero el ascenso al trono de la dinastía borbónica y la derogación de la legislación foral con el Decreto de Nueva Planta, 29 de julio de 1.705, trajo cambios en la organización de los pescadores, al desaparecer los jurados, los prohombres y el baile general, imponiéndose una contribución al Colegio de Pescadores, siendo nombrado a partir de entonces un jurado, que representaba a la Comunidad y se encargaba de cobrar a los pescadores su aportación monetaria, acorde con la importancia del puesto detentado.
Muchas son las noticias que los viajeros que pasaron por nuestra Albufera nos dejaron sobre la pesca, como la del ya citado barón Jean-Charles Davillier, quien en 1.865, al visitar el paraje dejó este relato sobre la riqueza piscícola:
“La pesca en la Albufera no es menos abundante que la caza; abastece el mercado de Valencia de gran cantidad de pescados, y particularmente de anguilas; cogimos un número abundante de ellas, así como de peces que llamaban “llobarros”, que nos parecieron igual que los róbalos que pescan en las costa de la Provenza. Pero es durante las noches oscuras cuando se hacen las mejores pescas, según nos aseguró el buen pescador, y principalmente, cuando el viento del este se une a la oscuridad de la noche: entonces las anguilas se cogen a centenares, y las nasas, especie de grandes depósitos ovalados de mimbre, no son bastante amplias para contenerlas”.
La esclavitud de la pesca
Sin duda, la imagen que el Lago trasmite al espectador que contempla sus paisajes del agua, es la serenidad, paz, tranquilidad, de inmovilidad en el espacio y el tiempo.
Hoy la presencia humana en las aguas de la Albufera es escasa, y muy lejos quedan aquellos tiempos en los que centenares de familias vivían de la pesca que proporcionaba el Lago.
Todos somos conscientes de la dureza del trabajo del pescador en el mar, pero a nadie se le ocurriría pensar que la pesca en la Albufera pudiera resultar igual de rigurosa para los hombres que echaban las redes y artificios en sus aguas. En la frialdad del lenguaje burocrático de los documentos, no aparecen las emociones y los sentimientos de estas gentes, como tampoco en las descripciones de cronistas y viajeros, atentos más al paisaje, a la flora y a la fauna que a las gentes que allí vivían.
De ahí que la novela de Blasco Ibáñez, “Cañas y Barro”, se haya convertido en una fuente indispensable para quienes tratan de recuperar la geografía humana de la Albufera.
También en la segunda mitad del siglo XX, el escritor Luis Guarner, se hizo eco de las difíciles condiciones de vida y el aislamiento en el que vivían los pescadores de El Palmar.
Un siglo después de la descripción de Blasco Ibáñez en “Cañas y Barro”, la disminución en la calidad de las aguas del Lago ha provocado una reducción importante en la diversidad de especies explotables, así como de sus poblaciones. En la actualidad, únicamente, la anguila, angula, “llises” y, en menor medida, el cangrejo americano conservan interés económico. Hasta hace algunos años se pescaban otras especies que hoy ya no son objeto de explotación, bien por su escaso valor comercial como la carpa o el carpín, bien porque el volumen de capturas se ha reducido enormemente como la lubina o el “moixó”.
Quizás la especie que más prestigio ha dado a la Albufera, ha sido la anguila, base de algunos de nuestros más sabrosos platos, como el all i pebre. Hoy es casí un recuerdo del pasado.
Aunque la explotación pesquera se realiza por tres Comunidades de Pescadores: El Palmar, Catarroja y Silla, constituidas jurídicamente en el año 1.858, la más importante es la Comunidad de El Palmar
La Comunidad de Pescadores aparece con personalidad jurídica, como señaló C. Caruana, el 1 de noviembre de 1.857 y para matricularse, hasta hace pocos años, como patrón se requería ser hijo varón de padres pescadores y haber cumplido los 24 años de edad.
No podían heredar el derecho al redolín, ni a pescar las hijas de estos.
La situación cambió a partir del momento en que cinco mujeres, vecinas de El Palmar, en 1.997, pidieron entrar en la comunidad, pero la junta directiva rechazó su solicitud. Tras una década de pleitos, el 13 de julio de 2.008, la mujeres fueron admitidas el sorteo dels redolins.
¿Qué son els redonlins?
El redolin hace referencia a uno de los puntos de pesquera fija que anualmente se sortean entre todos los componentes de la Comunidad y en presencia de las autoridades, los representantes del Ayuntamiento de Valencia, el segundo domingo de julio. En el primer domingo de mes, se reúne la Asamblea General para corregir, reformar o establecer capítulos para el régimen de pesca del año siguiente. Sus acuerdos, escritos y aprobados ante las autoridades en el solemne día del sorteo de Redolines, son cumplidos al pie de la letra, o castigados con las penas que las leyes acordadas por la Asamblea General tiene de antemano prevista.
Fuentes consultadas
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Archivos autores
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Archivo del Reino de Valencia
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Archivo Histórico Municipal
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Biblioteca valenciana
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Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia
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Archivo de la Diputación provincial de Valencia
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Hemeroteca valenciana
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Wikipedia
Bibliografía
La bibliografía sobre la Albufera es muy extensa, por lo que, solo recogeremos una pequeña muestra
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El cas de L’Albufera, zones humides valencianes, Emili Piera
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L’Albufera de Valencia, Daniel Sala, Francisco Calero, Pepe Sapena
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La Albufera. De Lago Real a Parque Natural, José Hinojosa Montalvo
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Historia de la Albufera de Valencia (1.960) Francesc de Paula Momblanch
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Fauna valenciana. Geografía General del Reino de Valencia. Boscá. A., 1.916
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Tratado de los derechos y regalías que corresponden al real patrimonio en el reino de Valencia y de la jurisdicción del intendente, como subrogado en lugar del antiguo bayle general. Branchat, V., 1.784-1.786
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Estudio histórico y jurídico de la Albufera de Valencia. Su régimen y aprovechamientos desde la Reconquista hasta nuestros días. Caruana Tomás, C., 1.954
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Observaciones sobre la Historia Natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia. Cavanilles, A. J.
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Décadas de la historia de la insigne y coronada ciudad y reino de Valencia. Escolano, G. – Perales, J.B. 1.879-1.880