Unas salinas poco conocidas

Albufera de Valencia. Unas salinas poco conocidas

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Albufera de Valencia. Unas salinas poco conocidas

Todos cuantos analizan los aprovechamientos económicos de la Albufera se centran en la pesca, la caza y los cultivos agrícolas, en concreto en el arroz. Y sin embargo, el Lago y su entorno tuvieron durante siglos una dedicación salinera de primer orden. Abastecer de sal a la ciudad de Valencia con su numerosa población fue una preocupación constante de las autoridades municipales y reales, sobre todo para estas últimas, ya que la explotación de la Sal constituía una de las regalías tradicionales de la corona (regalía es el pago que se efectúa al titular de derechos, patentes, marcas a cambio del derecho a usarlos o explotarlos, o que debe realizarse al Estado por el uso o extracción de ciertos recursos naturales, habitualmente no renovables), así como su distribución y la percepción de las tasas correspondientes. El monopolio regio sobre la sal en el Reino se remonta al momento de la conquista por Jaime I, monarca a partir del cual se suceden durante toda la Edad Media diversas disposiciones salineras.

Ya en “Els Furs” de 1.240 se establecían los límites dentro de los cuales podría ser vendida la sal de la ciudad de Valencia y su precio.

Las salinas de la Albufera eran las únicas existentes en la periferia de la capital del reino y la noticia más antigua de su aprovechamiento aparece ya en enero de 1.250, en la regulación que Jaime I hizo del abastecimiento de sal y, los precios que habían de regir en la ciudad de Valencia, qué sería de cuatro dineros la fanega a los que la comprasen en la Conca de la Albufera. Se denominaba así el recoldo qué forma el lago de la Albufera al unirse con el mar.

La toponimia nos ha dejado el recuerdo de esta actividad salinera en El Saler.

Nuestros monarcas siguieron controlando el rendimiento de su regalía y atendiendo al buen funcionamiento de dichas salinas, a menudo siguiendo las indicaciones de los jurados de Valencia, que eran quienes conocían de primera mano los problemas cotidianos que el abastecimiento de sal planteaba. Ello se debía a que la producción de las salinas de la Albufera oscilaba anualmente y no era infrecuente que escaseara la sal en la ciudad. Es por ello que el 6 de febrero de 1.333 Alfonso IV, ante la prohibición existente de utilizar otra sal que no fuera la de la Albufera, dispuso que los meses de julio o agosto los jurados calcularán la sal que habría ese año y en caso de que no hubiera suficiente sal para la temporada siguiente se encargarán a los compradores de la gabela de la Sal que comprarán la sal necesaria para que no hubiera escasez de la misma. En caso contrario el rey autorizaba los jurados a conceder licencia a los ciudadanos para traer y vender sal de otros lugares del reino.

Años después Pedro IV, el 7 de enero de 1.358 confirmó la venta que sus procuradores Gilabert de Centelles, García de Loriz y micer Arnau Joan habían hecho de las salinas de la Albufera y sus instalaciones por 50.000 sueldos al Maestre racional Berenguer de Codinats, incluida la isla de El Palmar. El motivo de este traspaso fue que la Corona de Aragón estaba en guerra con Castilla y el monarca necesitaba desesperadamente fondos para pagar al ejército.

Más adelante, el 29 de diciembre de 1.362, el citado monarca, dio las salinas Enrique de Trastámara con su rentas y jurisdicción, como las había tenido hasta entonces Ramón de Vilanova, de quién las retrajo el rey.

Las fuentes documentales del siglo XV nos indican que la extracción del agua salada para el aprovechamiento salino se llevaba a cabo mediante un sistema de dos norias de tracción animal, denominadas de Levante (llevant) y de Poniente (garbí) en base a su situación en relación con las barracas. Estás norias en 1.453 estaban valoradas en 250 sueldos y constaban de ruedas y cangilones de madera, árboles, artesillas y canales. Su tamaño era diferente, pues en 1.488 se habla de La Noria mayor, que estaba a la parte de la Albufera.

Extraída el agua era conducida a las eras a través de las acequias. Las eras eran el lugar donde se elaboraba la sal por el procedimiento de evaporación, favorecido por elevado número de días soleados al año en la zona. Las inclemencias del tiempo y el abandono fueron la causa de su deterioro en varias ocasiones, y en 1.453 sabemos que eras y acequias estaban llenas de agua a causa de las grandes lluvias habidas. En el inventario de 1.488, por ejemplo, se contabilizaron 60 eras y otras tantas balsas y calentadores (escalfadors) para el agua, que necesitaban obras valoradas en mil sueldos. Las eras disponían de puertas cortas para girar el agua, que medían tres palmos de media. Para amasar la sal se utilizaba un mazo.

La producción de sal debió ir en aumento, pues en el año 1.491 se contabilizaron 170 eras aunque las primeras estaban cegadas y los caballones desechos al no estar batidos, pero los segundos se conservaban bien. De las eras solo 40 estaban en buen estado, siendo necesario reparar el resto, a 30 reales cada unidad.

Por los inventarios sabemos que estas eras estaban divididas en tablas (taular), cada una de las cuales contenía un número variable de ellas.

La edificación básica en la explotación salinera de la Albufera de Valencia era la barraca, un tipo de vivienda que ha sido habitual en el entorno del Lago hasta nuestros días, aunque hoy con una presencia casi testimonial. La abundancia de “cañas y barro” en la zona favorecía estas construcciones, caracterizadas por su sencillez y la facilidad de construcción y reparación.

Por orden cronológico la primera de las barracas citadas en el inventario de 1.453 es la barraca de la gola de la Albufera, así llamada por su emplazamiento en la embocadura que comunicaba el mar con el Lago. Se la califica como barraca grande y tenía cuatro pilares de ladrillo, lo que supone la introducción de materiales exógenos a la zona. El interior disponía de dos habitaciones, establo y pajar y se accedía a ella por tres portales, con las puertas buenas, una de las cuales miraba al mar.

En las salinas estaba la mayor concentración de Barracas, como es lógico, calificadas según sus peculiaridades, y en 1.453 su número era de 6: La Barraca mayor, La Barraca grande, la del Salinero, la de hacer la sal, La Barraca del pajar y la Barraca del establo. Esta última tenía un porche delante con una mesa de madera de pino, que tenía sus patas hundidas en la tierra, igual que otros dos bancos que allí había. Entre la barraca del Salinero y la de hacer la sal había un porche. En ellas se guardaban algunos animales e instrumentos. Se hundió a causa del viento en 1.498.

En 1.488 la cifra de Barracas había subido a 9. La Barraca de la Iglesia aparece citada por primera vez en el inventario del año 1.485, sin que figure en el de 1.453, por lo que cabe suponer que sería construida a partir de esta fecha. Atendería las necesidades religiosas, al menos semanales, del personal que residía en el entorno Salinero y también de los pescadores de la Albufera. Nada se dice de quién era el párroco. En la visita girada en 1.488 se dice que su estado era bueno, igual que el de su cierre.

En el interior había un lienzo de tela pintado (drap de pinzell) con una pintura de Santa María de Bona Vía (del Buen Camino), “qui és invocació quant Jhesu Christ anava al mont hi calvari ab la creu al coll, la Verge María li vené y al encontre”, y su altar y antealtar con la Trinidad, Santa Ana, Santa Elena y el emperador Constantino, valorado todo en 400 sueldos. Los fuertes vientos del año 1.498 arruinaron todas estas Barracas, por lo que se decidió construir una casa de obra, más sólida, aprovechando los materiales de las derivadas construcciones.

Es muy difícil contabilizar el personal que trabajaba en las salinas y sólo queda algún dato aislado, como el que nos dice que entre el 10 y el 19 de enero de 1.485 intervinieron 4 o 6 personas en medir, tumbar (tombejar) y acarrear la sal entre apaladores, cavadores y tiradores de la sal. El nombre genérico que se aplicaba a estos trabajadores era el de Bergantes, jornaleros que trabajaban en brigadas. La sal la extraían los asnos.

La más antigua representación de las salinas de la Albufera aparecen en los dibujos de Van den Wijngaerde, del año 1.563, que V. Rosselló estudió con detalle. En él como señala el citado geógrafo, se aprecia la alineación de dunas del litoral, adivinándose la gola, así como dos docenas de eras divididas por motas artificiales, sostenidas por estacas clavadas, como indica la documentación de la época. Próxima se levanta una edificación con una torre cuadrada, que podría ser la Casa de Las Salinas, y un hipotético cargador de sal. Las salinas se ubicaban entre la acequia del Racó de l’Olla y la actual carretera, en la cabecera del Alcatí, donde se construyó el fracasado hipódromo.

La gabela de la sal desapareció a lo largo del siglo XVII con el cierre de las Salinas. Gilabert de Centelles había adquirido en 1.354 los derechos sobre la Albufera por 120.000 sueldos, y al año siguiente vendió los derechos de las salinas al Maestre racional, Berenguer de Codinach, por 50.000 sueldos.

La importancia de las salinas decayó como consecuencia de la competencia de otras salidas más productivas, como las de Orihuela, así como por el endulzamiento del agua de la Albufera. La última referencia documental de las Salinas es de 1.618.

El baile establecía que el arrendador pudiera vender la sal de dicha gabela a cualquier persona, a 8 sueldos el cahíz. Se harían cargo también del pago cada 4 meses de los 7.700 sueldos censales que diversas personas de la ciudad percibían de las mencionadas Salinas.

Así mismo, el arrendador se comprometía a dejar las salinas y sus instalaciones (puentes, acequias, barracas, herramientas etc.) en el mismo estado en el que la recibieron. Los que le sucedieran le abonarían las mejoras que hubiera hecho, todo ello tras la evaluación hecha por 2 personas. También se estipulaba el precio que debían pagar al anterior arrendador por la sal que estaba almacenada, que era de 18 dineros el cahíz de la depositada en las salinas, dos sueldos la de la Conca y 3 sueldos la del açoch de Valencia.

Igualmente se indica la obligación de las localidades de la contribución de la gabela de la sal de Valencia de comprarla aquí y no en otro lugar, fijándose diversas penas para que los que trajeran sal de otros lugares sin permiso del arrendador. El medidor de la sal percibiría durante los 4 años del contrato un salario de 18 libras, debiendo medir la sal con honradez.

La gabela de la sal de Valencia incluía la capital y su término, Sagunto, Segorbe, altura, Castellnou, Jérica, Eslida y su sierra, Onda, Burriana, Castellón hasta el Grao de Oropesa, Chulilla, Chelva, Llíria, Chiva, Buñol, Macastre, Tous y todas las villas al norte del río Júcar.

En torno a las salinas existía una cultura material, no excesivamente compleja, de edificios, instalaciones y utensilios, imprescindibles para el buen funcionamiento del complejo salinar. Los bailes generales, administradores del Real patrimonio, se preocuparon de su buen estado de conservación y así lo exigían a los arrendadores, quienes estaban, por otra parte, autorizados hacer las reparaciones y mejoras en las mismas, que considerarán oportunas. De hecho, al principio de cada arriendo se hacía un detallado inventario ante notario, en el que constaba todo lo existente en dichas salinas y su valor, lo cual nos es muy útil para conocer la tecnología salinera y todo cuando giraba en torno a ella.

 

Fuentes consultadas

  • Archivos autores

  • Archivo del Reino de Valencia

  • Archivo Histórico Municipal

  • Biblioteca valenciana

  • Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia

  • Archivo de la Diputación provincial de Valencia

  • Hemeroteca valenciana

  • Wikipedia

Bibliografía

La bibliografía sobre la Albufera es muy extensa, por lo que, solo recogeremos una pequeña muestra

  • El cas de L’Albufera, zones humides valencianes, Emili Piera

  • L’Albufera de Valencia, Daniel Sala, Francisco Calero, Pepe Sapena

  • La Albufera. De Lago Real a Parque Natural, José Hinojosa Montalvo

  • Historia de la Albufera de Valencia (1.960) Francesc de Paula Momblanch

  • Fauna valenciana. Geografía General del Reino de Valencia. Boscá. A., 1.916

  • Tratado de los derechos y regalías que corresponden al real patrimonio en el reino de Valencia y de la jurisdicción del intendente, como subrogado en lugar del antiguo bayle general.

  • Estudio histórico y jurídico de la Albufera de Valencia. Su régimen y aprovechamientos desde la Reconquista hasta nuestros días. Caruana Tomás, C., 1.954

  • Observaciones sobre la Historia Natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia. Cavanilles, A. J.

  • Décadas de la historia de la insigne y coronada ciudad y reino de Valencia. Escolano, G. – Perales, J.B. 1.879-1.880