Casa de Beneficencia Orígenes

Casa de Beneficencia Orígenes

Los orígenes históricos de la Casa de la Beneficencia

Los orígenes históricos de la Casa de la Beneficencia se remontan a la segunda mitad del siglo XVIII con diversos intentos que no acabaron de consolidarse institucionalmente.

Entre los precedentes remotos de la fundación de la Casa de Beneficencia de Valencia, encontramos distintas conferencias dadas en la Real Sociedad Económica de Amigos del País que abonaron el sentimiento de reparto de riqueza, de proporcionar un oficio en lugar de dar limosna para colaborar en el crecimiento económico y en la libertad del individuo.

El desequilibrio social favorecía la subordinación jerárquica, pero parte de la riqueza que se genere de esta relación se debe reinvertir en la fuente que la proporcionó.

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Para los que no acepten las nuevas medidas de la sociedad burguesa, ya se había inventado la cárcel, como lugar de rehabilitación social despojada en parte de su único cometido que era el castigo en la sociedad del Antiguo Régimen, aunque se propondrá las Salas de Corrección, semejante a como se hacía en los hospicios, para la recta moderación en las costumbres y el modo de vida, decencia y disciplina laboriosa y los trabajos pesados encadenados de dos en dos.

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La justificación del castigo como método de instrucción, todavía no ha desaparecido, y no lo hará hasta que deje de relacionarse la pobreza con el delito.

Los pobres serán los eternos habitantes de las cárceles.

El pago por sus culpas será desproporcionado a la falta cometida.

El arranque definitivo de la creación de esta institución la encontramos en la iniciativa del capitán general Javier Elio, que en 1.815 decidió patrocinar la idea de un establecimiento benéfico que a imitación del que funcionaba en Sagunto desde mediados de 1.814 solucionara el problema de la mendicidad callejera.

En un primer momento, esta iniciativa benéfica tendía a incorporar a los hombres en paro al trabajo productivo, en el llamado Elaboratorio.

A las mujeres en el trabajo del cáñamo en sus casas, pero lo costoso de este proyecto irá reconduciendo la fundación a lo largo de del tiempo hacia un concepto de establecimiento benéfico de asilo, donde serán recogidos los indigentes.

El perfil de los asilados irá, asimismo, evolucionando con el siglo, si en un principio se recogía indistintamente a todo tipo de pobres, se transformará recogiendo a menores y ancianos para terminar siendo los niños y niñas su único objetivo.

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Por tanto, uniendo la tradición caritativa de origen religioso de atender a los pobres y desvalidos con un propósito de regeneración social, por medio del trabajo productivo, se atenderá a su sustento y vestido, pero también, a la capacitación y desarrollo laboral que desde el primer momento están entre los propósitos fundamentales de esta Institución, cuyo lema dirá más adelante: “ocupa y socorre”.

Este origen religioso de la actividad benéfica, meritoria desde la tradición católica, unido a sus responsabilidades en cuento a garante del orden público y del ornato ciudadano por parte del general Elio, podrían explicar porque un personaje de significativa lealtad monárquica y talante conservador, aparece como primer inspirador de un tipo de empresa tan vinculada posteriormente a los ideales y realizaciones de la revolución burguesa; sin olvidar que una de las máximas de este tipo de establecimiento era que los asilados atendiesen a la financiación de su propio sustento con el producto de su trabajo.

En este sentido, el funcionamiento de la Casa establecida en Sagunto, había resultado adecuado a los fines que se perseguían, y la nueva Casa de la capital debía acoger, también desde su creación, los talleres de manufacturas y labores para los asilados, en los que estos se ocupaban de la confección de prendas de vestir, no solo para su uso interno, sino para su venta en el exterior mediante contratas a bajo precio.

De este modo, se procuró un albergue para unos 400 indigentes con lo que ante todo, y según palabras del Marqués de Cruïlles: “… se verificó no encontrarse en la ciudad mendigo alguno ni niños vagamundos…”, que es en último extremo lo que se pretendía.

La autofinanciación ya era práctica habitual en las prisiones, donde los encarcelados se veían obligados a pagar por todo lo que consumían: comida, vestidos, iluminación, y por el carcelaje, derecho que debían pagar los reos al salir de las cárceles.

La industria de la seda, actividad principal de Valencia, había entrado en una nueva fase crítica y al no existir el incipiente sistema de subsidios, ya en práctica en todos los países, se produce la aparición de asilos o casa de beneficencia para atender a los parados y sus familias como un posible remedio.

Las condiciones de trabajo y salario de los asilados estarían siempre por debajo de las que hubiese en el exterior y el mantenimiento mínimo aunque “decoroso”, según la mentalidad de la época, estaría asegurado por el complemento de la limosna y otros donativos.

Era además una nueva forma de aprender un oficio, pues el acceso al trabajo en las principales industrias de la ciudad: seda, curtido, madera y fundición se producía a través de los Gremios.

A ellos se accedía por descendencia o al adquirir la categoría de oficial por haber estado de aprendiz a cargo de un maestro, algo que en principio solo se podía adquirir si desde temprana edad se había vivido y trabajado con y para el maestro, pues la edad para entrar como aprendiz estaba comprendida entre los 8 y los 16 años.

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Los orígenes históricos de la Casa de la Beneficencia

El sector gremial-manufacturero era por su pujanza el que más podía absorber el incremento de la mano de obra y su estructura privada impedía desde los poderes públicos mantener iniciativas de formación alternativas.

El trabajo en cualquier industria de la ciudad suponía un ascenso social y mayor riqueza que el trabajo en el campo.

Este primer establecimiento acabó desapareciendo con las circunstancias políticas que rodearon la muerte por ejecución pública del fundador (Javier Elio) durante los sucesos revolucionarios de 1.820, con lo que de nuevo el problema se hizo evidente.

Las revoluciones de 1.820 surgieron como reacción a la Restauración que se produjo como consecuencia de la derrota de la Francia revolucionaria, y que suponía el restablecimiento del Antiguo Régimen y la aplicación de los principios legitimistas del Congreso de Viena de 1.815, confiados a la fuerza y determinación intervencionista de la Santa Alianza; esta alianza de las monarquías absolutas finalmente consiguió evitar la posibilidad de una generalización del contagio revolucionario y sofocó los focos revolucionarios.

Ante la desigualdad de fuerzas, como forma de organización de los revolucionarios de 1.820 predominó la conspirativa, a través de sociedades secretas, similares a la masonería, como los carbonarios (miembros de una sociedad secreta denominada Carboneria, fundada en Nápoles durante los primeros años del siglo XIX en el contexto de la ocupación napoleónica de Italia (1.805-1.814) sobre valores nacionalistas y liberales).

De modo que el 13 de mayo de 1.826 una Junta Preparatoria patrocinada por el nuevo Capitán General José O’Donell promueve de nuevo la idea de crear una Casa de Beneficencia, buscando la ayuda del Ayuntamiento para instalar la gran “cantidad de pobres que se encuentran por las calles” en algún lugar adecuado como en anteriores ocasiones se había realizado a instancias de la Real Sociedad Económica de Amigos del País.

Desde el año 1.826 arranca la verdadera fundación de la Casa de Beneficencia que si bien tuvo su origen en el pensamiento nacido en el seno de la Real Sociedad Económica de Amigos del País se manifestó de un modo vacilante e indeciso en un principio no adquiriendo hasta 1.826 su completo desarrollo.

Los trabajos de la Junta Preparatoria se extendieron a lo largo de 1.826 centrándose en la redacción de un Reglamento y en la búsqueda de un local.

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Los orígenes históricos de la Casa de la Beneficencia

En un principio pensaron utilizar una parte del colegio de San Pio V, pero al no ser ello posible, se decidió habilitar el cuartel contiguo.

Se trata de impedir que los pobres pordioseen por las calles, imponiéndoles un castigo y obligarles a trabajar y dormir en un local.

El Reglamento fue aprobado por una Real Orden en 4 de diciembre de 1.827.

De este modo se logra ocupar a los pobres “conteniéndose así la mendicidad pública tan perjudicial y denigrante en toda la población culta”, aunque tampoco se olvida en el nuevo Reglamento la enseñanza que pretende reeducar a la población asilada en el aprendizaje de otros oficios.

La complejidad de este programa y las instalaciones que comportaba, además de la cantidad de pobres que debían ser atendidos, fue desde el comienzo hasta la desaparición del establecimiento, ya en nuestros días, lo que iba a determinar los sucesivos emplazamientos y las reformas y adaptaciones en los distintos edificios que iría ocupando la Institución.

El primer lugar en el que se albergó a los asilados en esta nueva etapa fue el edificio contiguo al colegio de San Pio V, al desestimarse la segunda planta del inmueble.

Pero apenas transcurridos tres meses, en noviembre de ese mismo año, se buscó un nuevo local, pues el anterior amenazaba ruina; se optó entonces por la espaciosa casa cuartel frente a San Esteban, que era propiedad del marqués de Angulo (hoy Conservatorio de Música), a la que se añadiría al año siguiente el cementerio contiguo cuya capilla pasó a ser la iglesia de la Casa de Beneficencia por concesión del arzobispo Simón López.

El Establecimiento fue creciendo y lo que en un principio solo era el asilo de hombres tras la adquisición de otra casa pegada a la iglesia de San Esteban, también fue de mujeres.

A pesar de ello, las necesidades apenas podían ser cubiertas, y en 1.834 se vio la oportunidad de realizar una ampliación determinándose que los arquitectos Timoteo Calvo y Francisco Ferrer “levantaran un Plan de las obras que se podrán hacer para calcular las mejores de que es susceptible el Establecimiento y así proceder a la adquisición de la casa en propiedad con mayor acierto”.

Se pretendía que lo que era una dispersión de volúmenes constituyera un solo edificio, una auténtica Casa de Beneficencia a semejanza de otras arquitecturas de caridad con más tradición en la ciudad, como lo eran la Casa de Nuestra Señora de la Misericordia o el Hospital General.

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Pero la imposibilidad de adquisición definitiva de estos edificios y terrenos y la compleja tarea de su unificación junto con lo inoportuno de su situación de centralidad dentro del casco urbano dieron lugar a contemplar la posibilidad del traslado del establecimiento a un lugar más idóneo.

La desamortización eclesiástica promovida por Mendizábal en 1.835, que con la expulsión de los religiosos, procuró que se desafectasen numerosos conventos de Valencia, proporcionó la posibilidad de obtener la propiedad de algunos de estos edificios que resultara conveniente, de modo que entre 1.836 y 1.838, la Junta de Beneficencia solicita sucesivamente los conventos y huertos de la Corona, el Carmen y la Puridad.

La Junta de enajenación de edificios, efectos y alhajas de conventos suprimidos de la provincia de Valencia, tenía la atribución de proponer el uso o destino que iban a correr los conventos suprimidos.

Dada cuenta a la misma de la solicitud del convento y tras laboriosas negociaciones, se logró la concesión del exconvento de la Corona con su iglesia y huerto adjunto.

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • La Casa de Beneficencia de Valencia. Antonio Ariño Villarroya-Daniel Benito Goerlich-Ramón Cervera Prada

  • Beneficencia, formación y empleo en Valencia (1.874-1.902). Tesis Doctoral de José Antonio Acosta Sánchez

  • Centro Cultural La Beneficencia

  • Guía urbana de Valencia antigua y moderna. Marqués de Cruïlles.

  • Apuntes históricos sobre los Fueros del antiguo Reino de Valencia. Vicente Boix. 1.854

  • Arquitectura religiosa del siglo XVII en la ciudad de Valencia. Fernando Pingarrón

  • Décadas de la Historia de la insigne y coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Gaspar Escolano

  • Memoria de la Casa de Beneficencia. Pascual Guzman.

  • De l’ofici a la fábrica, una familia industrial valenciana en el canvi de segle “La Maquinista Valenciana”. Amparo Álvarez- Carmen García.

  • Prisión, enjuiciamiento y muerte del general Elio, 1.820-1.822. Juan García González.

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