Órdenes religiosas los mendicantes

Las órdenes religiosas: los mendicantes

Los franciscanos.

Abren su primera iglesia en Valencia en 1.239 y un siglo después ya habían fundado 40 conventos en los reinos de la corona de Aragón, expresión del espíritu humanizante del ideario de san Francisco de Asís, que se esparce por doquier desde una modesta pequeña iglesia asentada en Ruzafa.

Al propio tiempo que los franciscanos, en 1.239, llegan a tierras valencianas, los dominicos, sacerdotes de una extensa formación que iba a dar profusión a los prelados, predicadores y estudiosos ejercerán gran influencia en la futura estructura social del reino por su trabajo en la pública predicación, la enseñanza y la cultura, así como en la conversión de judíos y musulmanes.

En 1.256 fundan en Valencia los agustinos, pretendiendo trabajar en la sociedad valenciana del mismo modo que lo venían haciendo las otras órdenes mendicantes, abandonando su vida contemplativa del ermitaño para integrase en el amplio campo de la predicación, la enseñanza y el propio ministerio.

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Es necesario recordar que, ya anteriormente, estos ermitaños se habían reunido y venían trabajando prolíficamente en el resto de España, llegando finalmente a agruparse en monasterios, de tal forma que a principios del siglo XIII van a hacer lo propio en la Corona de Aragón para ejercer su ministerio como nuevos mendicantes, de manera que ya en 1.280 aquellos nuevos agustinos ya contaban en el reino de Valencia con 4 conventos: Aigües Vives (Carcaixent, 1.239), Castellón (1.260), Alzira (1.270) y Valencia (1.281).

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Los carmelitas.

Serán la cuarta orden mendicante que llega a Valencia, institución eremítica fundada en Palestina, aun cuando unos ermitaños parece ser que llegaron a nuestras tierras en 1.235, lo cierto es que se establecieron en 1.281, cuando obtienen la licencia de la Corona para adquirir unas tierras fuera de las murallas de Valencia, con la finalidad de levantar un monasterio para el servicio de los fieles.

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Los benedictinos.

Esta orden de San Benito fue fundada allá por el año 500, en un monasterio de Montecasino (Cassino, Roma, Italia) y recogida por el duque Guillermo de Aquitania en el de Cluny (Borgoña, Francia, 910).

En un momento de profunda decadencia benedictina, el abad San Berno de Cluny y sus monjes proceden a acoger a gente que pretendía una renovación moral en Occidente, organizando su vida alrededor de sus abadías.

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Los cluniacenses.

Llegan a España en apoyo moral y militar de la cristiandad, levantando monasterios que aceptaban la regla En Ripoll, San Juan de la Peña, Leire, Ocaña y San Millán, extendiéndose por toda la península y portando la renovación de la vida monástica y de la iglesia durante los siglo XI y XII.

Bien pronto alcanzan sus monjes una notable notoriedad, prestigio y seguridad, y sus fundaciones se plasman en la industria y el comercio, en la agricultura y las obras públicas, en la ayuda del pobre y del menesteroso, sin descuidar el celo por la arquitectura, la música o la enseñanza y atendiendo sus bibliotecas y scriptoria (Scriptorium, literalmente «un lugar para escribir», se usa comúnmente para referirse a una sala en los monasterios europeos medievales dedicados a la escritura, copia e iluminación de manuscritos por escribas monásticos) desde su espiritualidad y la liturgia.

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Los cistercienses

Estos mendicantes irrumpen el fulgor del Cluny y aparecen en Europa en el momento de mayor esplendor del monacato de nuevo corte, iniciado por San Roberto, incluso cuando el verdadero impulso se deberá a San Bernardo de Claraval, quien en 1.113 impulsa la marea cisterciense de tal suerte que un aire nuevo renueva los cenobios a la muerte de su fundador.

San Bernardo era un joven de la nobleza borgoñesa, que en las dependencias de su castillo en 1.115 se permite fundar el monasterio de Claraval, pero sus compañeros no eran ya hijos de la nobleza quienes llegaban a los cenobios para aprender las ciencias de la corte y de la guerra, de la diplomacia y de la buena sociedad, sino que se acercaban a la gente humilde deseosos de imitar a Bernardo.

Eran los nuevos seguidores de un Cristo pobre y laborioso, que pretendían combinar los ideales ascéticos de los padres del desierto con el carácter cenobítico del monacato benedictino.

Sus virtudes eran la pobreza, la simplicidad y el despego de los asuntos mundanos; sus medios la austeridad y la extrema sobriedad y su camino hacia la verdad del hombre frente a Dios y a su tiempo a sí mismo.

Los monjes del Cister encarnan el nuevo monacato europeo del siglo XII, a lo largo del cual los monjes blancos pasan los Pirineos y en la segunda mitad de la centuria fundan en el Mediodía francés unas comunidades que iban a ser las mater de los establecimientos radicados en Aragón y Cataluña, en Navarra y Castilla y, en definitiva, en poco tiempo, la implantación de las abadías cistercienses fue impresionante en toda la península.

Cada una de estas mater, con más de 60 monjes, enviaba a un nuevo monasterio un prior con 12 monjes, estableciéndose desde ese momento una íntima relación  entre ambas comunidades y admitiéndose aquel nuevo cenobio al Capítulo General de la Orden cuando tuviera la propiedad del territorio de su enclave.

Toda fundación tomaba por advocación a la Virgen María, y de este modo, en Valencia, contamos con Santa María de Benifassà (1.233) y Santa María de la Valldigna (1.298), cenobios ambos que contaban con la fuerte tradición de la promoción de la cruzada al tiempo que sus monjes mantenían el espíritu de cruzados.

Sin embargo, si la Orden de San Bernardo a su muerte en 1.153 contaba con 345 abadías, bien pronto inicia su decadencia, pero bien pronto iba a imprimir su carácter a las órdenes militares.

Con todo esto, las nacientes órdenes mendicantes van a suponer su colapso definitivo.

Próximo artículo: Los monasterios de Santa María de Benifassà y Santa María de La Valldigna

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • Guía urbana de Valencia antigua y moderna. Marqués de Cruïlles.

  • Diccionario de la Historia Eclesiástica de España. Quintín Aldea Vaquero.

  • Historia constructiva de la cartuja de Ara Christi. Elena Barlés Báguena.

  • Los monasterios aragoneses, Elena Barlés Báguena.

  • Cartoixa d’Ara Christi. Daniel Benito Goerlich.

  • La reial caroixa de Nostra Senyora d’Ara Christi. Ayuntamiento de El Puig. Albert Ferrer Orts.

  • La vida de un monasterio: la cartuja de Ara Christi. María Dolores Galbis Blanco.

  • Catálogo Monumental de la Provincia de Valencia. Felipe Garin y Ortiz de Taranco.

  • Los monasterios valencianos: Su economía en el siglo XV. Amparo Cabanes Pecourt.

  • San Juan de Ribera y el monasterio de Ara Christi. Francisco Roca Traver.

  • Las cartujas valencianas y la desamortización de Mendizábal. Francisco Roca Traver.

  • Apuntes históricos sobre los Fueros del antiguo Reino de Valencia. Vicente Boix. 1.854.

  • Arquitectura religiosa del siglo XVII en la ciudad de Valencia. Fernando Pingarrón.

  • Décadas de la Historia de la insigne y coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Gaspar Escolano.

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