Órdenes religiosas los cartujos

Órdenes religiosas los cartujos

Las órdenes religiosas: los cartujos

Tal vez una de las instituciones más generosamente atendida por Jaime I en las tierras conquistadas fueron las órdenes religiosas, a lo largo del siglo XIII, todas y cada una de ellas buscan y consiguen su asentamiento, adecuándolo a su regla y a las necesidades de una naciente sociedad y pronto monasterios y conventos llegan a cubrir un tercio de la propia capital del reino.

No descuidan su colaboración, las órdenes militares que desde un principio ofrecen sus mesnadas (Conjunto de hombres armados que en la Edad Media estaba a las órdenes de un rey, noble o señor) al monarca para conquistar tierras, cubrir y defender fronteras: Orden de la Merced, del Temple, de Calatrava, Hospital, Santiago y San Jorge, cumplen su doble compromiso de combatir como guerreros-religiosos e ir ocupando y manteniendo seguras las tierras conquistadas, sobre las que actúan como terratenientes-empresarios, en el monje se aúnan la virtud del religioso y el heroísmo del guerrero.

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Su esfuerzo material y humano, al lado del monarca, devino sustanciosas dotaciones que les permitían mantener un ejército que le era imprescindible en la política, sostenida muchas veces por las propias órdenes religiosas, que llevaban a cabo incursiones militares bajo su estricto control.

Posteriormente, correría as su cargo la defensa de aquellas comunidades que, al amparo de sus castillos, iban abriendo surcos a una agricultura incipiente para mantener un reino, desempeñando la función de gestores de una población.

La organización, amplia autonomía, experiencia en el combate y generosidad hacía de las órdenes religiosas el brazo mejor dispuesto al servicio de la Corona, cumpliendo su vida en monasterios-cuarteles, siempre dispuestos a una inmediata actuación.

Desde sus castillos promocionaban la llegada de nuevas familias cristianas, atiende granjas, levanta iglesias y sirven de ejemplo moral a los llegados.

Las órdenes religiosas: los cartujos

En algunas ocasiones, la orden dispuso del derecho de patronato o derecho de mecenazgo (El derecho de mecenazgo en la ley canónica católica romana es un conjunto de derechos y obligaciones de alguien, conocido como el mecenas en relación con un regalo de tierra. Es una donación hecha por la iglesia por gratitud hacia un benefactor), aparte de otros emolumentos y primicias, toda vez que protegían y regentaban las iglesias en las tierras que fueron concedidas (Orden de Santiago) en tanto en otras (Orden del Hospital y Temple) no puede olvidarse que un siglo antes de la conquista ya habían recibido donaciones de los monarcas, con el fin de implicarlas en sus empresas.

En tiempos de guerra, tanto la Orden del Temple como la del Hospital, eran los primeros en acudir al combate en defensa del monarca, del mismo modo que, conseguida la paz, sus monjes garantizaban la seguridad de las comunidades asentadas en las nuevas tierras.

Junto al monje-guerrero van estructurándose a lo largo del reino las órdenes mendicantes, con una misión más oscura y sencilla, en el coro y en el claustro y cuya regla pretende atender el rescate del cautivo, el cuidado del enfermo, amparar al pobre, la extensión de la cultura (incluso la enseñanza y mejora de los sistemas de cultivo o de producción), de forma que está admitido que fueron instituciones que iban a imprimir su carácter al reino de Valencia, tanto en su aspecto intelectual como económico y social.

La Orden de los cartujos toma su origen de la asociación de ascetas que fundara san Bruno de Colonia (1.030-1.101), maestre-escuela de la iglesia de Reims (Francia) quien, deseando practicar una vida más perfecta, se presentó con 6 compañeros suyos al obispo de Grenoble, que en 1.084 les dio para establecerse un lugar áspero y desierto: la Chartreuse.

Allí construyeron y una capilla bajo la advocación de la Virgen, con celdas individuales e independientes a su alrededor para habitar en ellas, uniéndose todos ellos, a la manera de los camaldulenses (La Congregación Camaldulense de la Orden de San Benito u Orden de la Camáldula, también conocida como Congregación camaldulense u Orden camaldulense, es una orden religiosa monacal de la Iglesia católica, miembro de la Confederación Benedictina), conjugando la vida eremítica con la cenobítica.

Las órdenes religiosas: los cartujos

Esta Orden se basa en el esquema benedictino aun cuando buscando la soledad, comportando una nueva estructura arquitectónica que supone:

  1. una zona eremítica destinada a los padres y sacerdotes, ubicada en lo más recóndito posible el complejo cenobial. del que forman parte el claustro mayor y las celdas que lo flanquean.

  2. un espacio comunitario o cenobítico, sito en los claustro menores, en el que el padre y los hermanos se reúnen alrededor de la iglesia, sacristía, aula capitular, capillas, refectorio y biblioteca.

  3. la parte dedicada a los servicios y, por tanto, comunicada con el exterior.

Al propio tiempo, san Bruno fundó también un establecimiento en La Torre (Calabria, suroeste de Italia), donde fallece en 1.101, cuando la Orden se había difundido de manera considerable, llegando a contar con 282 comunidades.

San Bruno no dejó ninguna regla, pero su observancia era la de san Benito, aprobada en 1.160 por el papa Alejandro III, esto es, “un casi silencio, entera abstinencia de carnes, distribución del tiempo entre oración y trabajo (ora et labora)” y dedicándose, preferentemente a cultivar su huerto y transcribir y copiar libros, su única conversación eran las palabras memento mori (Recuerda que morirás) y su hábito blanco.

A lo largo de los últimos años del reinado de Jaime I se localiza en el Reino de Valencia la más estricta de las órdenes de la cristiandad, los cartujos silenciosos; llevaban una vida de extremo rigor, contando con pequeñas cabañas alrededor del claustro, en las que cada monje vivía la mayor parte de su vida como un ermitaño, en un silencio casi absoluto y comiendo solo y una sola vez al día, ayunando a pan y agua la mitad de la semana y encerrándose en una vida de oración con Dios.

La primera fundación de los cartujos en la Corona de Aragón (y también la primera de la península) fue la cartuja de Scala Dei, en el priorato catalán, fundada en 1.163 por el prior Basilio de Borgoña y seis monjes enviados por el prior general de la orden, a ruegos de Alfonso II de Aragón, esta iba a ser la Casa madre de las demás cartujas que fueron estableciéndose en la península hasta su exclaustración en 1.838.

Los cartujos conquistaron pronto el respeto de Jaime I y, al propio tiempo, la admiración del obispo, el dominico Andreu de Albalat, quien tenía puesta toda su actividad en conseguir el asentamiento del mayor número de casas de religiosos en las tierras recién conquistadas en el Reino de Valencia, y bien pronto se apresuró a conseguir los servicios de los cartujos.

El Monasterio de Santa María de Porta Coeli era la tercera de las cartujas en la provincia de Cataluña y la primera del reino de Valencia; iba a construirse en unas tierras que por donación fueron adjudicadas en el Llibre del Repartiment de Valencia que estableciera Jaime I a Gil de Rada quien se las entregó a Ximén Pérez de Arenós.

Las órdenes religiosas: los cartujos

Santa María de Porta Coeli iba a levantarse sobre una elevación del valle de Lullén, rodeado por las montañas de Segart, Serra, Náquera, Olocau y Cucaló, todas ellas cubiertas de pinos; en cambio, al sur se extienden los llanos que forman las huertas de Lliría, Benisanó, Benaguacil, Puebla de Vallbona y Ribarroja del Turia.

El primer prior del nuevo monasterio fue Bernat Homdedeu, procedente de la cartuja Scala Dei con sus monjes fundadores cuando la donación no era sino una pequeña ermita de arcos diafragmáticos (Un arco diafragmático o arco diafragma es aquel dispuesto en la dirección transversal de un espacio construido, de manera que la sucesión de los mismos compone una estructura que permite forjar en el sentido longitudinal del espacio, reduciendo los empujes que la cubierta ejerce sobre los muros) y un altillo de madera (todo ello dedicado a San Juan Bautista) y un patio con celdas.

Desde ese momento recibirá la ayuda y protección de Jaime I, su hijo Pedro el Grande (que ratifica la concesión que hiciera su padre, cediendo al monasterio las montañas de Lullén), con el fin de asegurarles a los cartujos aquella posesión, en 1.277; y lo propio hará Jaime II en 1.298 al extender su regia protección sobre el monasterio, con el consentimiento pontificio.

Con todo, Sancha Fernández, esposa de Jaime Pérez señor de Segorbe e hijo natural de Pedro I y nieta y heredera de Ximén Pérez de Arenós, reclamará como propios los terrenos de la cartuja y los monjes habrán de apelar ante el obispo Ramón Despont quien, como patrono del cenobio, desestimará la acción judicial en 1.301.

Poco a poco, los cartujos fueron levantando su iglesia más primitiva, con sus celdas adyacentes y continuó su priorato bajo el patronato del obispado de Valencia.

En un principio los monjes venían obligados a pagar los diezmos pero el prelado se los conmutó por el pago simbólico de 10 sueldos anuales, pero pasado un cierto tiempo se los canceló definitivamente.

La situación económica del monasterio fue sostenible mientras contó con ingresos por los frutos de Lliría, Benaguacil y Burriana, diversas rentas en Segorbe y Náquera, así como algunas regalías de la Corona y censos sobre tierras y casas y huertas en Valencia.

El monasterio recibía los ingresos de dos cultivos que personalmente atendían los propios monjes: la viña, el trigo y algo de morera, desarrollando la industria de la seda; no contaban con ganadería y mantenían determinados derechos sobre la pesca en la Albufera valenciana.

La cartuja de Porta Coeli colaborará en la fundación de las cartujas de Vall de Christ (1.382), Ara Christ (1.586) y Via Coeli (1.640), al tiempo que esta última iba a ser la madre de Valldemosa.

Las órdenes religiosas: los cartujos

Monasterio de Santa María de Valdecristo este sería la quinta cartuja española y uno de los cenobios más grande y artístico.

Su origen se debe al rey Pedro el Ceremonioso y a sus hijos Juan el Cazador y, especialmente a los deseos del infante Martín, futuro rey, en cuanto al señor de Segorbe, quien siendo infante frecuentaba la compañía de Bernardo Safábrega, paje del monarca y, posteriormente, monje cartujano de Scala Dei.

En 1.372 el infante don Martín contrae matrimonio con María de Luna y recibe como dote a su matrimonio el condado de Luna y el señorío de Segorbe, momento en el que su padre le hace donación, en concepto de feudo, el condado de Xèrica, ello explica el cariño del infante por aquella tierra y su ilusión por fundar una cartuja, para lo cual adquirió ciertas tierras en el término de la Villa de Altura, recomendando al prior de Portacoeli hiciese venir a fundar la cartuja a los monjes de Scala Dei, una vez conseguida la bula de Clemente VII, comenzando la construcción el 8 de junio de 1.385.

El lugar elegido se situaría en la zona accidentada por la sierra de Espadán y comprendida entre los ríos Millares y Palancia, extendiéndose por los términos de Altura. Segorbe, Alcublas y Jérica.

Este monasterio iba a recibir continuamente donaciones por parte de todos los monarcas de la Corona de Aragón, convirtiendo la cartuja, representada por su abad, en señora de todos los lugares de su señorío, llegando a contar en 1.448 con 18 monjes y ocho legos (Los hermanos legos son miembros de una orden religiosa masculina de la Iglesia católica, particularmente de órdenes monásticas que no han sido ordenados sacerdote), además del correspondiente servicio, a todo lo cual atendían las rentas de la abadía que cuidaba, además, de los pobres que a ella acudían en demanda de socorro y ayuda.

Contaría también con una hostería, iglesia y capilla y todavía disponía de dos molinos harineros en Altura, derechos de la villa de Segorbe, el tercio-diezmo de Massalfassar, la mitad del Priorato de Magüela (parece ser que hace referencia al monasterio de Mahuella, Mauella o Maguella, enclavado en el término de la ciudad de Valencia en el municipio de Albalat dels Sorells) y dos casas-abadía en Castellón y Valencia.

Esto era posible por cuanto el monasterio contaba con una rentable agricultura basada en la viña y trigo, olivos y algarrobos, contando con parcelas regadas por el río Palancia, así como bastantes manantiales para atender pequeñas huertas.

Por este motivo los monjes construyeron un acueducto que iba del propio convento a un monte vecino propiedad del monasterior.

Los mudéjares constituían una nutrida población que abonaba puntualmente censales al monasterio.

Las órdenes religiosas: los cartujos

Monasterio de Ara Christi. La última de las cartujas valencianas fue el monasterio de Ara Chirsti, autorizada su fundación en 1.586 por San Juan de Ribera, aprovechando los fondos del barón de Alcahalí, como ya indicamos en otro momento.

De este monasterio nos ocuparemos más extensamente en los siguientes artículos.

Próximo artículo: Las órdenes religiosas: los mendicantes

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • Guía urbana de Valencia antigua y moderna. Marqués de Cruïlles.

  • Diccionario de la Historia Eclesiástica de España. Quintín Aldea Vaquero.

  • Historia constructiva de la cartuja de Ara Christi. Elena Barlés Báguena.

  • Los monasterios aragoneses, Elena Barlés Báguena.

  • Cartoixa d’Ara Christi. Daniel Benito Goerlich.

  • La reial caroixa de Nostra Senyora d’Ara Christi. Ayuntamiento de El Puig. Albert Ferrer Orts.

  • La vida de un monasterio: la cartuja de Ara Christi. María Dolores Galbis Blanco.

  • Catálogo Monumental de la Provincia de Valencia. Felipe Garin y Ortiz de Taranco.

  • Los monasterios valencianos: Su economía en el siglo XV. Amparo Cabanes Pecourt.

  • San Juan de Ribera y el monasterio de Ara Christi. Francisco Roca Traver.

  • Las cartujas valencianas y la desamortización de Mendizábal. Francisco Roca Traver.

  • Apuntes históricos sobre los Fueros del antiguo Reino de Valencia. Vicente Boix. 1.854.

  • Arquitectura religiosa del siglo XVII en la ciudad de Valencia. Fernando Pingarrón.

  • Décadas de la Historia de la insigne y coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Gaspar Escolano.

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