Nuevo uso del convento

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Los orígenes históricos de la Casa de Beneficencia

El 10 de febrero de 1.840 un oficio da cuenta a la Junta de Beneficencia de como a través del Síndico Vicente Morera, el Ayuntamiento de Valencia ha tomado posesión del exconvento de la Corona y su huerto, concedido por reales órdenes del Ministerio de Hacienda de 19 de marzo de 1.837 y 30 de septiembre de 1.839, poniéndolo a disposición de la Junta para el objeto que se pretende, instalar allí la Casa de Beneficencia.

El lugar era adecuado en opinión de los promotores por ser “edificio bastante capaz con buena ventilación y apartado del bullicio de la ciudad” según nos dice el marqués de Cruïlles.

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Sin embargo, el estado de casi abandono en el que por espacio de dos años estuvo el convento y el mal estado de conservación en que se encontraba uno de sus flancos que abarcaba las capillas de la izquierda de la iglesia, la portería y un lado del claustro, así como otras dependencias, por apoyarse en la muralla, complicaron la habilitación y el traslado del Establecimiento al nuevo local.

Además el ejército había utilizado el convento inadecuadamente desde la desamortización.

La iglesia servía de almacén de efectos militares, el coro tenía comunicación con la muralla y servía de cuerpo de guardia para el baluarte establecido sobre la antigua puerta de la Corona o dels Tints, y otra construcción aislada en el huerto servía de polvorín.

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La adecuación del edificio

Las circunstancias anteriores dificultaban el inmediato traslado de los asilados al nuevo establecimiento pues la Junta de enajenación de conventos suprimidos, así como el ejército, debían dejar definitivamente libre el edificio para que se pudieran asumir las necesarias obras de rehabilitación.

Dada la escasez de fondos para acometer las reformas, que debían ser importantes, a causa del estado del edificio y la mala calidad de lo subsistente, según la valoración de la época, las transformaciones tuvieron carácter de interinidad.

Las obras fueron dirigidas por el arquitecto Joaquín Cabrera, vocal de la Junta de Beneficencia, pero no pudieron quedar sujetas a un plan fijo, por lo que durante los treinta años siguientes se realizaron constantes modificaciones  alterando lo hecho y estableciendo provisionalmente lo que el momento reclamaba.

De todos modos, la primera intervención logró establecer dos casas separadas para hombres y mujeres y los talleres, dependencias e instalaciones más precisas para poder trasladar a los asilados y logró abrir al público la iglesia del exconvento.

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El proceso implicó innumerables y minuciosas gestiones para conseguir la mayor economía posible en las reparaciones y amueblamiento de la casa.

Las actas de esos años son prolijas en noticias referentes a peticiones de materiales procedentes de derribos de los conventos que se realizaban por aquel entonces para ser reutilizados en las obras.

Así se piden, por ejemplo, la piedra resultante de la destrucción del campanario del convento de la Merced, la cocina del convento del Carmen, un órgano del convento de Santo Domingo y otros muchos objetos.

Particular atención se puso en la redecoración de la iglesia para cuyo altar se recibía en depósito la imagen de la Concepción del Colegio de Abogados y ropas de la iglesia y objetos de culto procedentes de otros conventos.

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Traslado de los asilados

El traslado de los asilados es posible que tuviera lugar el 10 de febrero de 1.841 y para solemnizar la ocasión se encargó al adornista Vicente Puchada una vistosa decoración efímera de la desmantelada iglesia en la que se celebraron diversos actos públicos.

La Junta pudo hacer frente a las obras de habilitación del edificio para la Casa, gracias a la ayuda del ayuntamiento y el Gobierno.

El Ayuntamiento, visto los progresos de la Casa le concede en 16 de febrero de 1.843 el uso y aprovechamiento de los lavaderos del cauce del río y el Gobierno de S.M., concediendo por Real Orden de 7 de febrero de 1.844, le permitió celebrar una rifa mensual y el privilegio de los coches fúnebres para otra de 25 de mayo de 1.848, que no se utilizó hasta el 1 de mayo e1.846 cuando se instauró el servicio.

Todavía en 1.862 siguen entrando en la Casa de Beneficencia los vigilantes de la ciudad para controlar desde el interior la parte de la muralla contigua al establecimiento y por eso unos años después, en 1.867, una vez derribadas las murallas, se acusará aún más el estado ruinoso de una parte de la iglesia de la Corona, por lo que la Junta de Beneficencia encarga al arquitecto de la institución el proyecto de reconstrucción de las 3 capillas del flanco izquierdo de la iglesia derribadas para franquear el paso de ronda de la ciudad.

También se interesa la Junta por la compra al Ayuntamiento de los terrenos existentes entre estas capillas y el camino de circunvalación de la ciudad, actual calle de Guillem de Castro, ocupados hasta entonces por la propia muralla, su foso y una zona de arbolado situado delante del mismo.

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Traslado de los asilados

Durante esos años, tendrán lugar importantes transformaciones en la institución benéfica, que irán teniendo repercusiones en la configuración de los espacios arquitectónicos.

En primer lugar, la Casa de Beneficencia, será clasificada como de carácter provincial y por tanto sujeta a la Diputación Provincial, como antes lo estuvo el Ayuntamiento.

A partir de ese momento y tras período de inestabilidad, que afectó seriamente a sus capacidades financieras, se llegó finalmente en 1.858 a la constitución de una Junta Provincial de Beneficencia, dependiente del Gobernador Civil, que desde entonces se encargará de dirigir la gestión del establecimiento.

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Traslado de los asilados

Por esas fechas los edificios albergaban a unos 500 asilados, de los que más de la mitad eran niños, que además de asistir a la escuela, participaban según sus posibilidades con los demás acogidos en los talleres habilitados en distintas dependencias de la casa, ocupándose en el tejido de las telas de algodón y paño basto y en labores de zapatería, confección de alpargatas y alfombras, sastrería, carpintería, horno, así como en los lavaderos, sala de remiendos, costura, ropero y otros servicios de cocina y limpieza.

A finales de la década de 1.860, sin embargo, la fisonomía de la Casa de Beneficencia había sufrido una gran transformación al dedicarse con mayor “preferencia a albergar los niños y niñas huérfanos y desamparados, o bien, hijos de padres pobres que no podían atender a su sostenimiento. Con este motivo, una de las atenciones principales de la Dirección fue la educación y enseñanza tanto intelectual como moral y religiosa, y de ahí que los talleres no fueran ya lo que en otro tiempo”.

Esto implicaba una mayor presencia y desarrollo de las instalaciones dedicadas a la instrucción y capacitación profesional de los niños asilados, cuya estancia en el establecimiento no podía sobrepasar los 16 años de edad.

Junto con un mayor número de aulas y dependencias accesorias, la novedad más importante es la inauguración el 20 de febrero de 1.868 del taller de imprenta y encuadernación.

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El proyecto de Ramón María Ximénez

La actuación más ambiciosa de este período en el orden arquitectónico de cara a la definitiva configuración de la Casa de Beneficencia está relacionada con un importante proyecto de ampliación redactado en 1.859, del que, sin embargo, no existe la seguridad que llegara a ser realizado en su totalidad, pues no se pone en relación con las preexistencias.

El proyecto cuya ejecución se encargó al arquitecto y académico Ramón María Ximénez preveía la adquisición de una casa contigua al flanco derecho del edificio, el número 59 de la calle de la Corona, junto a donde muchos años después, en 1.884, sería edificada la parte principal y más moderna del Asilo del Marqués de Campo.

Ramón María Ximénez, profesor de la Escuela de Arquitectura de la Academia de San Carlos, es autor de numerosas e importantes obras en Valencia durante la década de 1.860 como el palacio del Conde de Carlet, en 1.859 o el altar mayor de la catedral.

Pero una de sus obras más llamativas será el curioso proyecto, fechado en 1.863, para la decoración de las fachadas del palacio del Marqués de Dos Aguas, a base de imitaciones de placas marmóreas de colores en estuco para cubrir los muros y elementos en relieve de gusto barroco de llamativos diseños para enmarcar las ventanas.

Otros elementos también en relieve se extendían por las fachadas decorando las impostas, las consolas de los balcones, las ventanas ovaladas del ático y el complicado acroterio de cornisamiento.

Toda esta decoración de algún modo inspirada en la monumental portada de alabastro de este palacio realizada en el siglo XVIII por Ignacio Vergara sobre el proyecto de Hipólito Rovira.

La finca en cuestión, considerada para la ampliación de la Casa de Beneficencia, era una edificación de grandes dimensiones recayente en la parte posterior a un extenso jardín que se extendía perpendicular a la directriz principal de los edificios de la Beneficencia sobre el cual Ramón María Ximénez proponía la construcción de dos grandes pabellones de planta baja y dos alturas que debían complementar el volumen construido de la casa.

En lo que respecta a los edificios de nueva planta, que se pretendían levantar en el lugar que ocupaba el jardín y estanques interiores de la casa, se proyecta una comunicación directa con el resto del establecimiento, en lugar de construir pabellones independientes, algo que es una constante en la política de reformas de la Beneficencia desde su fundación.

Una escalera general, iluminada cenitalmente, facilitaría la comunicación entre las nuevas construcciones y la Casa de Beneficencia.

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El proyecto de Ramón María Ximénez

Ya en este momento se anuncia una de las necesidades de programa sobre la que se actuará reiteradamente a lo largo de la historia del edificio, la falta de aseos y baños para una población asilada tan numerosa.

También y ante la falta de espacio que presentaban los dormitorios existentes en el viejo edificio, que queda manifiesta en la memoria descriptiva del proyecto al explicar que a duras penas puede atravesarse las habitaciones, se plantea que el segundo piso de los pabellones y el de la casa se destinen a dormitorios, pudiéndose incrementar el número de acogidos en 200 plazas.

Ambos usos se simultanearan de una manera muy racional teniendo en cuenta la orientación y facilidad de ventilación.

Los servicios se reservan para las crujías norte y el hecho de haber dejado patios de análogas y suficientes dimensiones, tanto entre el primer volumen con en la casa preexistente, como entre ambos cuerpos de la nueva construcción, facilitaría la ventilación tan necesaria en un establecimiento de estas características.

Así como, se aprovecharía los mejores aires al estar cerrados al norte y abiertos al este.

Los elementos a emplear eran los comunes para un tipo de construcción en el que lo que debía de primar era la facilidad de ejecución y la economía  de medios descartando la utilización de técnicas modernas y materiales costosos.

Las ideas higienistas, defendidas especialmente por los médicos, son puestas en práctica con el ánimo de evitar enfermedades contagiosas que en un centro en el que se concentraba un gran grupo de personas podían ser devastadoras.

El método empleado en la composición de las plantas de los nuevos pabellones, auténticas pastillas de dos crujías separadas por un patio de iguales dimensiones, manifiesta una disciplina que tiene su correspondencia en el rigor utilizado en el trazado de los alzados.

Una simple cornisa marca el límite de las tres plantas y una sencilla moldura subraya los cinco vanos que forman las ventanas del edificio en cada altura, unidos entre sí por la continuidad de la imposta en el punto de los arranques del arco escarzano (se denominaba arco escarzano al arco menor de una semicircunferencia) que las conforma.

Simples antepechos ante los huecos refuerzan la verticalidad del trazado facilitando el equilibrio del conjunto frente a la horizontalidad que proporcionan las cornisas y el potente zócalo.

Sin embargo, a pesar de la calidad y las claras ventajas de este proyecto y del interés puesto por la Junta en llevarla a cabo, no se ha encontrado todavía documentación fehaciente que certifique en qué medida se procedió a su ejecución ni del modo en que definitivamente se obtuvo la propiedad de la edificación colindante sobre cuyos terrenos se pretendía la ampliación.

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El proyecto de Ramón María Ximénez

En cualquier caso, sus promotores realizaron reformas interiores de mucha menor enjundia que se irán haciendo a lo largo de los años siguientes según los planos elaborados en 1.861 por el maestro de obras Felipe García.

Estas reformas y mejoras afectarán principalmente al ensanche de la escuela, horno y despensa.

En este tiempo, la Casa de Beneficencia estaba compuesta por una serie de construcciones distribuidas a lo largo del eje longitudinal formado por el llamado Muro de la Corona, incluyendo dos grandes lunados y un paso descubierto para carruajes que contorneaba los locales de servicio.

La existencia de plantas altas no impedía el hacinamiento de los asilados, así como la provisionalidad con la que se había emprendido las reformas desde la toma de posesión del convento, daba lugar a la escasa racionalidad en la distribución, ubicación y comunicación entre las diferentes dependencias.

De la Memoria arqueológica de Josep María Burriel podemos extraer que en el periodo de reformas  que abarca desde 1.841 hasta 1.876, desde la ocupación del convento al proyecto de Belda se cerró el porticado del claustro con tabiques cerámicos y se elevó el nivel del suelo con un relleno de escombros instalándose una red de saneamiento trazando una “U” que recorre las antiguas galerías.

La aparición de cinco registros y restos de alicatado jaspeado de color azul nos hacen adivinar que aquí se instalaron las cocinas de la Casa de Beneficencia.

Otra reforma sería la división del viejo refectorio con un tabicón de 12 centímetros resultando de la adición de tres rasillas colocadas a panderete en el que quedaban restos del marco de una puerta.

La parte que queda al norte se unirá al espacio que con orientación este-oeste constituyó el nuevo refectorio y que había sido la almazara.

Probablemente continuó con su función de comedor.

Los pavimentos estaban formados por piezas rectangulares de rodeno.

Los antiguos muros conventuales se verán recrecidos y reforzados.

Conviene tener presente siempre el mal estado en que se encontraba el antiguo edificio monacal.

Además del cerramiento se revistió con chapados típicos de la época, azulejos veteados imitando mármoles.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • La Casa de Beneficencia de Valencia. Antonio Ariño Villarroya-Daniel Benito Goerlich-Ramón Cervera Prada

  • Beneficencia, formación y empleo en Valencia (1.874-1.902). Tesis Doctoral de José Antonio Acosta Sánchez

  • Centro Cultural La Beneficencia

  • Guía urbana de Valencia antigua y moderna. Marqués de Cruïlles.

  • Apuntes históricos sobre los Fueros del antiguo Reino de Valencia. Vicente Boix. 1.854

  • Arquitectura religiosa del siglo XVII en la ciudad de Valencia. Fernando Pingarrón

  • Décadas de la Historia de la insigne y coronada Ciudad y Reyno de Valencia. Gaspar Escolano

  • Memoria de la Casa de Beneficencia. Pascual Guzman.

  • De l’ofici a la fábrica, una familia industrial valenciana en el canvi de segle “La Maquinista Valenciana”. Amparo Álvarez- Carmen García.

  • Prisión, enjuiciamiento y muerte del general Elio, 1.820-1.822. Juan García González.

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