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La envidia es una emoción experimentada por aquel que desea intensamente algo poseído por otro.

Para decir que algo es bueno dicen: «Es envidiable«.

Es, sin duda, uno de los problemas emocionales más frecuentes, aunque no toda la envidia es perniciosa, tan solo aquella más radical, sólo nos ha de preocupar cuando deriva en patología y perjudica nuestro equilibrio emocional y siempre siendo conscientes y no confundiendo envidia con ambición, un grado de ambición siempre es aconsejable para superarse a si mismo.

Tampoco hay que confundir la envidia con el odio, existe sin duda, es una delgada línea que separa estas dos emociones.

En la persona con sentimiento de envidia se entremezclan emociones de naturaleza contradictoria, estas se producen como consecuencia de dos tendencias que llevan al individuo a desear lo que no tiene y a compararse con los demás y, el solo hecho de compararse, no suele ser objetivo, puesto que siempre tienden a comparar aspectos negativos o inferiores, con otros, que a su entender, están en un nivel superior y por lo tanto deseados.

La envidia se produce casi siempre hacia personas con una cierta cercanía y, que de algún modo admiramos su personalidad o sus logros.

Tienen tendencia a valorar en los demás aquello que a ellos les falta, o cuando menos, así lo creen, es por esto, que nuestro bienestar emocional consiste en mantener el equilibrio al que conduce conocer y asumir lo que somos y tenemos y lo que aspiramos a ser y somos.

En la envidia todo vale, habitualmente los envidiosos, tienden a difamar a su “rival” para ello no dudan en insultar, acusar y, lo que es peor, cuando ya no les queda más argumentos para hablar en contra, transforman la mentira en verdad y, “su verdad”, la airean a los cuatro vientos, desvirtuando la realidad.

¿Hasta qué punto la envidia puede admitir el odio como un hecho normal?

La envidia más crítica o patológica puede llegar a crear ansiedad y diversas alteraciones. Incide también en la actitud hacia la vida, desde convertirse en eterna víctima hasta la adopción de una postura defensiva que se traduce en modos irónicos, altaneros, fríos y distantes e incluso de menosprecio hacia los demás. Los afectados colocan al objeto de sus envidias en una posición de superioridad, a una distancia inalcanzable y sufren impotencia, desánimo y complejo de inferioridad, junto con sentimientos de rabia e ira, que le mantendrán dependiente de la persona con quien compiten.

Es aconsejable conocernos bien y ser conscientes de nuestras limitaciones y aceptarlas. Critican a la persona envidiada, pero la necesitan.

La envidia denota un sentimiento de inferioridad aunque no lo admite, se siente incapaz de reconocer unas limitaciones que interpreta como signos de debilidad.

Debemos aceptar la envidia como un sentimiento humano más.

Los orígenes y sus causas las debemos buscar, no solo, en las cosas materiales que el otro posee, sino más bien en las cualidades que le permiten ser admirado, estas personas suelen argumentar sobre el destino, la mala suerte en su vida y que el envidiado, por el contario, ha sido recompensado por la buena suerte.

En los envidiosos suelen ser frecuentes los fracasos en su vida amorosa, laboral y social.

La envidia suele fraguarse, principalmente, en una atmósfera familiar infantil donde prima la competitividad y la rivalidad entre los diferentes miembros de la unidad familiar.

En nuestra actual sociedad de consumo esos objetos de deseo son “creados continuamente” sin obedecer a necesidades reales, y tienen un claro exponente en los medios de comunicación y la publicidad. Con la difusión de este tipo de mensajes, condicionan a la opinión pública o “masa” a su consumo indiscriminado, absurdo, inmoral y demasiadas veces idiotizando a las personas a quien va dirigida.

La envidia está muy relacionada con las comparaciones sociales.

 

Alguien dijo…

«La envidia es la muerte triste y lenta de los que no tienen vida»

 

Tan solo una opinión más.

 

Cualquier cosita…

Erre y eme