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Como reflexión suelo hacerme esta pregunta bastante a menudo…

¿Qué es la felicidad?

¿Es un estado temporal o por el contrario se instala permanentemente en nuestras vidas?

Interpreto el concepto de felicidad como una percepción intensa y placentera de algo que estamos viviendo en ese momento, aunque no seamos del todo conscientes…

  • La emoción del primer beso.

  • El entrelazar las manos de dos enamorados

  • El nacimiento de un hijo, etc.

Son esos pequeños y efímeros momentos que duran…

¿Cuánto… días, horas?

El ser humano y su complejidad son tan extraordinariamente maravillosos, como poco tenaces en algunas ocasiones para darse cuenta de todo lo bueno que tiene y que le rodea. Demasiadas veces no nos gusta lo que hay y sin embargo tenemos miedo al cambio.

¡¡Quizás perdemos tanto tiempo decidiendo, que desaprovechamos lo mejor del viaje sin llegar a ninguna parte!!

¿Y si nos equivocamos? ¿Y si no?

Estas dudas escamoteadoras nos convierten en esclavos de nuestros sueños perdidos.

Estamos demasiado condicionados por una sociedad donde prevalece mucho más lo que tienes que lo que eres, no es a la persona a la que amamos, amamos lo que le envuelve a la ella.

Como escribe Aldous Huxley en su libro «Un Mundo feliz»

En él nos presenta una sociedad del futuro aparentemente perfecta y feliz donde las personas son modificadas genéticamente y condicionadas desde su nacimiento para una escala social específica, desde la clase social más alta a la más baja. De forma que encierre la “felicidad” completa.

De este modo una dictadura perfecta, tendría toda la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que gracias al consumo y al entretenimiento, los «esclavos» amarían su servidumbre.

Esto me recuerda al psicólogo estadounidense John B. Watson, precursor y fundador de la teoría Conductista que decía…

«Dadme una docena de niños sanos, bien formados, para que los eduque, y yo me comprometo a elegir uno de ellos al azar y adiestrarlo para que se convierta en un especialista de cualquier tipo que yo pueda escoger (médico, abogado, artista, hombre de negocios e incluso mendigo o ladrón) prescindiendo de su talento, inclinaciones, tendencias, aptitudes, vocaciones y raza de sus antepasados».

¡¡Y esto, en mi opinión, es muy posible!!

Parece ser que con el paso del tiempo vamos haciendo realidad este futuro «imaginario» que describe Huxley, lo mucho se nos vuelve poco, y por tanto nos autocondenamos al más oscuro ostracismo intelectual, racional, individual, etc., perdiendo ese activo tan valioso que es nuestra singularidad, nuestro propio criterio, para pasar a engrosar las filas de esa gran masa social carente de sentido común, en donde se aceptan las directrices de sus líderes de opinión, sin siquiera cuestionarlas, las siguen y acatan «per se» e incluso se enfrentan, discuten, luchan e incluso, llegan a las «manos», cuando menos, defendiendo una idea que no la es suya.

Y yo me pregunto…

¿Es posible volver a ser uno mismo y no una copia?

¿Dónde están nuestros ideales, nuestros valores, etc., qué han sido de ellos?

Es tan sólo un pensamiento en voz alta… una opinión romántica, utópica y seguramente equivocada.

Pero eso sí… ¡¡Es mi opinión!!

Cualquier cosita…

Erre y eme