Barrio de Pescadores

Barrio de Pescadores

Calles que delimitaban la plaza de San Francisco

Plaza del Ayuntamiento

Primeras transformaciones urbanísticas de la antigua plaza de San Francisco tras la demolición de su histórico convento

La primera calle de las más adyacentes a la parte de Levante de la plaza y convento de San Francisco, en el área comprendida entre las calles de las Barcas y Lauria, es la que en siglos pasados se denominó calle de “Les Escaletes”.

El estilo de estas casas, que todavía se puede apreciar en algunas zonas del casco antiguo de la ciudad, como se carece de patio o zaguán, se accede a los pisos altos, por las escalerillas o “escaletes” que aparecen inmediatas a la puerta de acceso; dándose la circunstancia que cuando la escalerilla asciende en forma de espiral de estrechas dimensiones, recibe el singular nombre de “escaleta de caragol” debido a su semejanza con la concha del caracol.

Esta forma de edificaciones, suelen utilizarlas gentes modestas y eran el estilo de vivienda de los sencillos pescadores que en un primer momento moraban en las casas recayentes a la calle de las Barcas, donde podían realizar sus oficios y menesteres.

Cuando se fue desalojando a aquellos pescadores de la calle de las Barcas porque como dice Marcos Antonio de Orellana: “fueron adquiriendo poco a poco el territorio de esta (calle de las Barcas) personas más poderosas, y aumentándose la población, fueron por el tiempo convirtiéndose en edificios lustrosos y casas buenas, cómodas y capaces, las que eran casillas y corrales, y tal vez, chozas y tugurios de pobres pescadores en otro tiempo; los cuales fueron retirando arriba, y a aquellas inmediatas, que en el día forman un dilatado barrio que se nombra de Pescadores”.

El “carrer de les Escaletes” pues, fue ocupado prácticamente por la mayoría de gentes del mar, y que no encontrando suficiente espacio en esta misma calle, fueron extendiéndose por las inmediaciones, dando origen así, al poco tiempo, al amplio sector que recibió el popular nombre de Barrio de Pescadores.

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Barrio de Pescadores

Esta calle de les Escaletes tiene una representatividad entre las colindantes, de mucho más interés que ellas, por su situación y diferentes nombres con que se le distinguió; en tiempos más remotos se le había llamado de la Acequia Cubierta, pero pasado el tiempo fue el mismo pueblo llano quien cambió su nombre por el de “Escaletes” que como ya hemos apuntado al inicio fue debido a que abundaban en esta calle las casas con escalerilla.

A un extremo a mano izquierda del convento de San Francisco, en la calle, indicada en anteriores artículos, del Pont dels Anets, luego Sagrario de San Francisco, desembocando a la vía urbana entonces rotulada Cofradía de los Sastres, que más tarde recibió el nombre de calle Pascual y Genís, nombre que conserva hasta nuestros días.

Sirva como orientación decir que el carrer de les Escaletes venía a discurrir aproximadamente, por el espacio que actualmente ocupa la calle Correos.

Posteriormente, también se le rotuló a esta calle de le Escaletes, con el nombre de Los Mártires, en recuerdo del martirio que, según la improbable tradición, sufrieron en aquellas inmediaciones, los fieles franciscanos italianos Juan de Perugia y Pedro Saxoferrato.

Constantí Llombart no dice que “en esta calle, a la cual, en 20 de noviembre de 1.858, rindiéndose un tributo a la memoria del gran monarca Pedro III de Aragón, se le impuso su nombre, y en la casa número 11, que es la que todavía conserva a su entrada un descubierto con emparrado, bajo el cual existe un lavadero, habitó enfermo algunos años, con su hermana que le cuidaba, el distinguido literato fray Vicente Martínez Colomer. En ella escribió su obra El filósofo en la Quinta”.

Debemos decir sobre este particular, que al desaparecer la calle del rey don Pedro, con motivo de la reforma del Barrio de Pescadores, y dado que aquel monarca, hijo de Jaime I el Conquistador, fomentó las artes y las letras valencianas y otorgó a Valencia el famoso Privilegio General, se tuvo muy en cuenta tan ilustre figura para, en el nuevo ensanche de Valencia, dedicarle una de aquellas anchas y largas vías, como la que fue discurriendo entre la calle del Maestro Aguilar y la avenida del Antic Regne de València, ostenta el rótulo de Pedro III el Grande.

Volviendo a nuestra calle del rey don Pedro, indicaremos que desde esta, conforme se asciende a la de Lauria, nos encontramos con otra calle paralela cuyo origen era tan antiguo como el mismo barrio y por este se denominó “carrer del Comú de Pexcadors”, cuya entrada enfrentaba con la puerta del convento de San Francisco, sobre la cual existía una pequeña cruz en un nicho, como ya comentamos anteriormente.

Esta calle se denominó del Comú de Pexcadors, haciendo referencia a la a la comunidad de los pescadores allí avecindados (Acto jurídico mediante el cual una persona pasaba a ser vecino de una ciudad para tener los derechos, privilegios y obligaciones de sus habitantes, como era participar en las instituciones municipales, aprovecharse de los recursos naturales del término o disfrutar de ciertas exenciones fiscales, a la vez que contribuían con otros. En una ciudad de nuevos vecinos como la Valencia medieval, el ritmo de “aveïnaments” va a ser constante y acelerado).

En realidad, aquellos hombres del mar, venían a formar como una pequeña población, cuya calle central era precisamente la denominada Comú de Pexcadors, por ello, tenían en este recinto su propia iglesia, que como dice Orellana: “la cual está situada en la dicha calle con la advocación de Nuestra Señora de la Buena Vía, título muy oportuno para merecer la protección que necesitan, e imploran para la prosperidad de sus navegaciones y rumbos”.

Como recuerdo a esta antigua devoción que a la Santísima Virgen tuvieron los pescadores, en la zona de la Malvarrosa, frente al mar, en una de las remodelaciones de las parroquias de la diócesis de Valencia, se dedicó una bajo el título de Nuestra Señora de la Buena Guía, que viene a significar lo mismo que Nuestra Señora de la Buena Vía que antes tenía, para el mundo de las gentes marineras de nuestros Poblados Marítimos.

Con fecha 20 de noviembre de 1.858, el Ayuntamiento de Valencia y a propuesta del cronista Vicente Boix, cambió aquel primitivo rótulo de Común de Pescadores por el de Jurados, en memoria de los individuos que, en la Valencia de los tiempos forales, integraban el cuerpo municipal de la ciudad.

La siguiente calle y también paralela, que iba desde la calle Cofradía de los Sastres (actualmente calle Pascual y Genís), hasta la del Sagrario de San Francisco (actualmente absorbida por parte de los viales de la plaza del Ayuntamiento), se denominó primitivamente, “carrer del mitg de Pexcadors” (calle del Medio de los Pescadores), haciendo, lógicamente, alusión directa a la condición del sector en donde tenía su trazado.

Y finalmente llegamos a la calle de Roger de Lauria que, si bien antiguamente había sido distinguida con el rótulo de calle de Forana de Peixcadors, siempre en relación al castizo Barrio de Pescadores, a propuesta del Vicente Boix, se le cambio el rótulo que actualmente lleva, de calle del Almirante Roger de Lauria, cuya familia se estableció en nuestra ciudad tras el famoso acontecimiento histórico ocurrido en Italia, con el nombre de “Vísperas Sicilianas”.

Por Vísperas Sicilianas se conoce al acontecimiento histórico de la matanza de franceses en Sicilia en el año 1.282, que acabó causando el fin del reinado de Carlos de Anjou en la isla, sustituido por los reyes de Aragón.

El 30 de marzo de 1.282, cuando las campanas de las iglesias de Palermo llamaban al oficio de vísperas, se produjo un levantamiento del pueblo de Palermo, que masacró la guarnición francesa (angevina) presente en la ciudad. El levantamiento se extendió a otras localidades de la isla, como Corleone y Mesina, hasta que se expulsó completamente de la isla a los franceses.

Los sicilianos llamaron en su ayuda al rey Pedro III de Aragón.

Pedro III podía alegar en favor de su causa los derechos de su mujer Constanza, hija del rey Manfredo, de la casa de Hohenstaufen, que gobernó en Sicilia y Nápoles hasta su derrota y muerte a manos de Carlos I de Anjou en la batalla de Benevento.

Los acontecimientos relativos a las Vísperas Sicilianas se encuentran relatados en varias crónicas medievales, entre las que cabe citar la famosa Crónica de Muntaner, escrita por Ramón Muntaner, donde se afirma que la chispa que encendió la rebelión en Palermo fue el ultraje que unos angevinos perpetraron a unas damas sicilianas.

En sentido vertical y, como cortando las calles paralelas hasta ahora descritas, existieron otras calles cuyos nombres estuvieron dedicados a ilustres personajes valencianos, y por último, en el trayecto más próximo a la calle del Sagrario de San Francisco, también se honró, dedicándole una calle a Lope de Vega.

Barrio de Pescadores

Por esta época (1.877), la población de humildes pescadores ya se había ausentado prácticamente desde finales del siglo XVIII y sustituida por otro contingente demográfico integrado por modestos artesanos.

Pero lo bien cierto es que ya a últimos del siglo XIX, lo que fue el típico Barrio de Pescadores, comenzó a albergar a gentes de mal vivir.

Allí existieron burdeles, casas de juego y cafetines de mala nota, para distracción de unos y escándalo de otros.

Una de las razones de aquellas reformas urbanas, y que al parecer más influyó en la demolición y remodelación del este Barrio, parece ser que fue la de albergar tantos prostíbulos propios de los barrios bajos de las grandes ciudades.

La remodelación del Barrio de Pescadores, proyectada desde el siglo XIX y llevada a cabo en los comienzos del siglo XX, constituirán, en relación con la formación de la gran plaza de Emilio Castelar, la actuación urbanística más importante de los tiempos modernos en nuestra ciudad.

Así quedó, a grandes rasgos, la estructuración de todo y también así desapareció el famoso Barrio de Pescadores.

Su solución respecto a los nuevos trazados urbanos que se imponían en nuestra ciudad, fue la cuadrícula, que luego enlazaría con las del Ensanche dando como resultado, calles relativamente cortas, con manzanas de edificación, cuyas esquinas se presentan achaflanadas, dando lugar a espaciosos ochavados en los cruces de las calles (Un chaflán u ochava es un recurso urbanístico que consiste en unir con una línea oblicua los lados de las manzanas en sus esquinas, eliminándose estas, con el objetivo de mejorar la circulación y su visibilidad y ampliar los cruces).

Por lo tanto, queda un sector urbano interior de la ciudad; para tener perfectamente centrado todo cuanto del perímetro de aquel sector que ha perdurado hasta nuestros días, prácticamente la plaza del Ayuntamiento, diremos que incluía la cuadrícula formada por las calles de Correos, Lauria, Pérez Pujol, Barcas y Pascual y Genís.

Precisamente por los inicios de la segunda mitad del siglo XX, José Campo, obtuvo la concesión del ferrocarril del Grao de Valencia a Almansa, formando una sociedad para construirlo y explotarlo.

El 22 de marzo de 1.852, tuvieron los valencianos la oportunidad de ver el primer tren que recorría el trayecto de Valencia al Grao.

También se le debe a José Campo el ferrocarril de Valencia a Tarragona construido entre los años 1.862 y 1.868.

Estrecha relación con el tema que nos ocupa, acerca del origen y formación de la plaza de San Francisco, tiene la introducción del ferrocarril en Valencia.

Para la adecuada instalación de este nuevo medio de transporte, hubo de ser demolido en 1.851, parte del lienzo de muralla correspondiente a la actual calle de Xàtiva, exactamente en el tramo de la muralla conocida con el popular nombre de San Pablo, junto al edificio que fue colegio de San Pablo y actualmente Instituto de Bachillerato “Luís Vives”; y todo ello con el fin de dar salida a las líneas férreas, desde la estación que estaban construyendo sobre lo que fue jardín y cementerio del convento de San Francisco, en los solares que hoy ocupa el edifico de la Telefónica y otros contiguos.

Esto nos indica que la fachada principal de la estación recaía a la ya desaparecida calle del Sagrario de San Francisco, y se abría frente a la misma un amplio patio para viajeros, encerrado por una verja, que formaba curva más prominente en el centro que en los bordes, que recogía el tráfico de carruajes a su entrada y salida.

Esta primitiva estación de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte, fue proyectada por el ingeniero inglés James Beatty y el vitoriano Domingo Cardenal Gandasegui y era de estilo neoclásico.

Existe una interesante fotografía antigua que nos muestra las vías de ingreso y salida a la referida estación, en el tramo de su tendido, frente a las antiguas tapias del edificio Instituto Provincial (actual Instituto de Bachillerato “Luís Vives”), con el paso a nivel allí inmediato, obstaculizando las primitivas líneas del tranvía que discurrían por la calle Xàtiva y, sus usuarios, tenían que realizar en aquel punto un trasbordo, con objeto de proseguir su ruta en la misma línea de tranvía, después de atravesar las vías férreas.

Desde hacía unos pocos años que en Valencia había comenzado la era de los tranvías. En 1874 se otorgó la concesión y dos años después la primera línea se inauguró en el verano de 1.876, concretamente el 23 de junio de 1876, el primer tranvía animal, con el recorrido al Grao y Cabañal. Por aquel entonces, su constructora, la Sociedad Catalana de Crédito ofrecía este itinerario con tranvías de tracción animal y por 25 céntimos el trayecto.

El recorrido de aquel tranvía se hizo por un itinerario inverosímil: Calle de la Sangre, de San Vicente, del Mar, de Campaneros, del Miguelete, plaza de la Virgen, Generalitat, San Bartolomé, Serrano, etc. Solo al llegar al Temple se despejaba el trazado, establecido por calles y plazas aún más estrechas que las actuales donde el conductor del tranvía se veía obligado a avisar de la llegada del convoy haciendo sonar una corneta militar.

En 1.885 le fue concedido a Juan Navarro Reverter, una línea de circunvalación por parte del Estado y otra que discurría por el interior de la ciudad concedida por el Ayuntamiento.

La “Interior” tirado por dos caballos, tenia nada menos que doble vía y circulaba desde la plaza del Príncipe Alfonso (Parterre), Barcas, Mártires, plaza de San Francisco, Sangre, San Vicente, plaza de Cajeros, etc., hasta volver a la zona de la Glorieta para enlazar con el tranvía del Grao.

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Esta línea con el transcurso del tiempo sufrió muchas modificaciones y fue la única que circuló por la Bajada de San Francisco, aunque esto no deja de ser algo incomprensible dada la estrechez de esta Bajada.

En el ámbito urbano, recordaremos con simpatía a otro histórico tranvía: el “Diagonal”, procedía de Ruzafa y por la larga calle del mismo nombre entraba en la típica Sagrario de San Francisco, calle de la Sangre, San Vicente, Colchoneros, plaza de la Merced, etc., y así iba discurriendo por los vericuetos del entorno del Mercado, tras lo cual, volvía a hacer su aparición por la calle de San Fernando a la plaza de Cajeros para continuar por la Bajada de San Francisco, plaza de San Francisco y de nuevo, enfilando la calle Ruzafa, enlazaba de paso con el tranvía de Circunvalación, y proseguía hacía su punto de partida en el poblado de Ruzafa.

Retomando de nuevo la vieja estación que hemos mencionado anteriormente, nuevas concesiones de líneas ferroviarias a la Compañía del Norte y las reformas urbanas de estas zonas, obligarían a trasladar aquella primer estación, a la otra parte de la calle Xàtiva, donde se construyó una nueva en el año 1.906, proyectada por el arquitecto Demetrio Ribes; la realización de esta gran obra, duró 11 años, desde la colocación de la primera piedra el 2 de agosto de 1.906 hasta su terminación el 8 de agosto de 1.917.

De estilo especialmente modernista, llama poderosamente la atención por su “ropaje” externo de aire regionalista, con que adorna su fachada reavivándola de color, con motivos vegetales, naranjas y flores de azahar, realizados en mayólica (La mayólica es el nombre que se da desde el Renacimiento a un tipo de decoración cerámica sobre loza estannífera, con un esmalte de plomo opacificado con estaño y en el cual se decoran los diversos motivos con óxidos sobre la anterior base).

Con objeto de completar de alguna manera la circunvalación del núcleo central que fue la plaza de San Francisco, actual plaza del Ayuntamiento, destacaremos de la parte que recae a la calle de San Vicente, algunas calles representativas del laberinto que en esa parte presentaba el callejero urbano de Valencia; algunas de ellas, con su mismo nombre o por lo menos con una similar topografía, han llegado hasta nuestros días.

De este modo conviene tener presente la calle Cobertizo de San Pablo, que iba desde la calle San Vicente a la plaza del Colegio de San Pablo, donde estaban instaladas las aulas de gramática. Y posteriormente, junto a ese mismo colegio, se fundó el Seminario de Nobles.

Con la expulsión de los jesuitas en 1.767 se inició una pugna por el control de la enseñanza en la ciudad de Valencia entre dos grupos encabezados por el erudito Gregorio Mayans y el preceptor de los Infantes Francisco Pérez Bayer, al mantenerse la enseñanza de la Latinidad en el edificio del antiguo Colegio de los Jesuitas de San Pablo, convertido en Seminario de Nobles, y separada de la Universidad hasta 1.774, el tipo de docencia que se impartía en ese centro fue objeto de fuertes controversias, en las que intervino el Consejo de Castilla.

Esta calle, Cobertizo de San Pablo, terminaba allí, junto al desaparecido convento de Monjas de la Presentación y cuyos solares ocupaba el también desaparecido cine Rex que cerró sus puertas en julio de 1.993.

Bastantes años después y a través de un callizo perteneciente a dicho convento, se prolongaría esta calle para desembocar en la actual avenida del Marqués de Sotelo, esta calle del Cobertizo de San Pablo, en su prolongación hasta esta avenida, se denominó también, calle de la Estación, para posteriormente y hasta la fecha, rotularse todo el vial desde la calle de San Vicente hasta la avenida del Marqués de Sotelo, calle de San Pablo.

La calle de les Velles, era paralela y muy próxima a la de San Pablo y desde la calle Renglons (actualmente Arzobispo Mayoral) iba a salir a la plaza de las Monjas de la Presentación (actualmente calle del Convento de San Francisco, que por cierto, parece ser que es uno de los rótulos más ignorados, a pesar de ser una calle peatonal y céntrica, puesto que las dependencias públicas del Ayuntamiento tienen acceso por este vial).

Esta calle de les Velles es la que conserva hasta hoy en día su primitiva topografía, con nuevo rótulo: calle de Las Almas.

No queremos dejar en el olvido una estrecha y larga calle en aquel entonces que por su topografía recibió el popular nombre de “La Longaniza” que, manteniendo el eje de su primitivo trazado, a pesar de las posteriores reformas que le han dado un aspecto bastante más amplio y algo más prolongado, llega a nuestros días como una de las calles vías urbanas de mayor atractivo, habiendo ostentado el nombre de Falangista Esteve y ahora rotulada con el de calle Periodista Azzati.

Próximo capítulo: Ensanche de la plaza

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • Origen e Historia de las calles del centro histórico de Valencia. Juan Luís Corbín Ferrer

  • España. Levante. Guías Calpe. Elías Tormo y Monzón. 1.923

  • Geografía del Reino de Valencia. José Martínez Aloy.

  • Valencia antigua y moderna. Marcos Antoni Orellana. 1.924

  • La urbe valenciana en el siglo XIV. José Rodrigo Pertegás. 1.924

  • La Universitat de València i els jesuïtes. El conflicte de les aules de gramàtica (1.720-1.733). Salvador Albiñana Huerta

  • Enseñanza de latinidad y humanidades en la renovación pedagógica del Seminario Andresiano de Nobles (1.763-1.785). Telesforo M. Hernández

  • Los restos del rey moro Zeyt, en el Monasterio de la Puridad de Valencia. José Benjamín Agulló Pascual. 1.978

  • Notas históricas de las Seráficas Provincias de Valencia (obra manuscrita). Padre Conrado Ángel

  • Valencia Antigua y Moderna. Constantí Llombart. 1.887

  • Origen y carácter de los acontecimientos de Valencia en la noche del 5 y del 6 de agosto de 1.835.

  • Las fiestas de la nobleza valenciana en el siglo XVII. Pilar Pedraza

  • La enseñanza en el seminario de nobles educandos tras la expulsión de los jesuitas. Enrique Giménez López