Puerta de los Hierros

Justo al lado del Micalet se encuentra la puerta principal de la Catedral, llamada Puerta de los Hierros por la reja de hierro que circunda el atrio de entrada. Es la más moderna, sustituye a una previa del siglo XV, fue financiada por una donación de doña Mariana Pont de Aguilar en 1.621 e iniciada en 1.703 por el escultor y arquitecto alemán Konrad Rudolf, que llegó a Valencia con el archiduque Carlos de Austria, pero al finalizar la guerra de Sucesión se fue con él, ya que era su escultor de cámara, y dejó paralizadas las obras en 1.707, que fueran acabadas en 1.713 por sus discípulos Francisco Vergara “el Viejo” y Francisco Stolz. Otros escultores que intervinieron fueron Andrés Robles y Ignacio Vergara y los picapedreros, José Mines y Domingo Laviesa.

Esta puerta es de notable interés por su planteamiento acertado y atrevido dentro del contexto hispánico de la época. Se trata de uno de los pocos ejemplos de la aplicación del barroco arquitectónico italiano, de planta ondulante y en movimiento, al estilo de Bernini o Borromini, a diferencia de los edificios barrocos españoles de la época, de tipo churrigueresco, con planta tradicional y gran profusión decorativa.

La Puerta de los Hierros, que se parece a un retablo de forma cóncava, mide más de 36 metros de altura. Cuando se construyó pretendía crear la ilusión óptica de una mayor sensación de espacio en un lugar realmente muy pequeño -a la manera de Bernini o Borromini- ya que fue concebida para ser vista desde la estrecha calleja (de Zaragoza) que acababa en la misma puerta. Hoy esta calle ha desaparecido al ensancharse la plaza de la Reina y la puerta queda en una esquina de la plaza de ahí la respuesta a la incomprensión de la gente al no entender la posición de la puerta.

La puerta de los Hierros, que está precedida por un atrio que limita una reja de hierro, también barroca, se desarrolla en tres cuerpos superpuestos:

En el primero, hay tres columnas a cada lado de la puerta, con fuste decorado y capiteles corintios, realizados por Konrad Rudolf entre los que se abren sendas hornacinas con las estatuas de Santo Tomás de Villanueva y San Pedro Pascual, obra de Francisco Stolz. Sobre el arco de entrada destaca un bajo relieve, atribuido a Ignacio Vergara que representa el anagrama de la Virgen, con gloria de ángeles y otros adornos, y enmarcado sobre una venera de estilo rococó.

El segundo cuerpo, más reducido, tiene cuatro columnas del mismo orden, en el intercolumnio del centro, un rosetón oval, y en los laterales, las estatuas de San Lorenzo de Francisco Stolz y de San Vicente Mártir, obra de Konrad Rudolf, y medallones con los bustos de los papas valencianos, Calixto III y Alejandro VI, con figuras alegóricas: a los pies del primero la caridad y la justicia, y a los del segundo la esperanza y la fortaleza; ambas son obras de Francisco Vergara.

En el tercer cuerpo, de menores dimensiones, se representa la asunción de la Virgen en un alto relieve atribuido a Ignacio Vergara y, en ático, el símbolo del Espíritu Santo en relieve bajo un frontón partido, y en sus extremos, las esculturas de San Luis Beltrán y San Vicente Ferrer, obra de Stolz.

Remata el conjunto una cruz de hierro sobre una esfera de bronce entre dos ángeles de piedra. La piedra de esta puerta procede de las canteras de Benigánim, Moncada y Ribarroja e Turia.

Nada más entrar dentro de la catedral por la puerta de los Hierros, en el muro izquierdo y sobre la pila bautismal, se encuentra el célebre cuadro de Vicente Macip llamado Bautismo de Cristo en el río Jordán por Juan el Bautista (1535). Dentro del cuadro, asisten al acto de bautizo cuatro doctores de la iglesia y el donante del cuadro, el venerable Agnesi, mientras desde el cielo, Dios envía el espíritu santo sobre el hijo.

Para volver a la puerta de l’Almoina y completar toda la vuelta a la catedral, continuaremos dejándola a nuestra izquierda, rodeando la capilla del Santo Cáliz, pasando bajo un pasadizo de 1357 que une la catedral con el Palacio Arzobispal, por encima de la calle de la Barcella (Barchilla), y a pocos metros topamos de nuevo con l’Almoina.

 

Fuentes consultadas:

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