La mancebía de Valencia

La mancebía de Valencia

Todo parece indicar que fue bajo el reinado de Jaume II “el Just” cuando se mandó concentrar los burdeles en la zona conocida como pobla de Bernat Villa, un arrabal situado en la zona extramuros de la ciudad próximo a la morería.

La mancebía de Valencia

Situada en parte de lo que hoy es el Barrio del Carmen, fue fundada en 1.321 por el rey don Jaime II el Justo (entre 1.291-1.327) fuera de las murallas árabes de la ciudad, en un arrabal conocido como La Pobla de Bernat de Villa y cancelada en 1.444 ya absorbida por las murallas medievales cristianas por el rey don Alfonso V el Magnánimo (entre 1.416-1.458) a instancias de su piadosa esposa la Reina doña María, por la que sentía tal repugnancia que nunca llegaron a compartir lecho. De ahí que ambos murieran sin descendencia común.

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Sus límites aproximadamente los marcarían las actuales calle de la Corona, la plaza de Na Jordana y la calle de Salvador Giner. Englobaría aproximadamente el actual Centro Cultural de la Beneficencia, el IVAM y la zona del Convento de San José, donde se planta hoy día la Falla Na Jordana.

La mancebía de Valencia, conocida también como la «Pobla de les Fembres Pecadrius», «el bordell», «el partit» o más claramente «Pobla de les Males Dones», constituyó durante más de un siglo el más famoso, lujoso y organizado burdel de Europa, siendo visitado por cuantos nobles, monarcas y príncipes extranjeros se acercaban a la Corte Valenciana en la que se desarrollaba el Siglo de Oro valenciano.

Los límites de La mancebía de Valencia quedaban bajo la jurisdicción directa de la Corona representada por los jurados de la Ciudad, que establecieron toda una serie de normas destinadas a controlar tanto la sanidad de las prostitutas que allí trabajaban, como los precios que debían pagarse a los «hostalers» o propietarios de las casas de citas allí instaladas.

De entre sus personajes destaca la figura del llamado «rey Arlot» que se constituyó en cabeza o jefe de «les males dones» explotándolas de tal manera que fue apresado y encarcelado en 1.337 por orden del Rey don Pedro IV el Ceremonioso (entre 1.336-1.387).

El 13 de mayo de 1.345 el Consell General de la Ciutat de Valencia acuerda la construcción de una casa para albergar a las prostitutas que abandonasen la profesión. Dicha casa que en primera instancia fue conocida como “Casa de las Arrepentidas”, acabaría siendo el Convento de San Gregorio regida por monjas con el fin de acoger a esta clase de mujeres. El convento hasta bien entrado el siglo XX se encontraba situado en la calle San Vicente, en el solar que hoy ocupa el Teatro Olympia.

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En 1.356 el rey Pedro el Ceremonioso en guerra con el rey de Castilla Pedro I el Cruel (entre 1.350-1.369), ordena levantar una nueva muralla que englobe todos los barrios nacidos fuera de la muralla, entre ellos estaba la «Pobla de les Males Dones», lo que provoca que nuevamente esta actividad que hasta entonces se realizaba fuera de las murallas de Valencia, volviera a realizarse intramuros, con el consiguiente escándalo o enfado de las autoridades municipales y religiosas.

Posteriormente en 1.385 se dicta un bando por el cual las mujeres públicas debían ser encerradas en la Casa de Penitencia (Convento de San Gregorio) los días de Semana Santa a fin de que los hombres no pecasen en esas fechas. También el Consell de la Ciutat autoriza dotar con cierta cantidad de dinero, a todas aquellas mujeres que abandonasen la profesión y contrajeran matrimonio.

Un años más tarde en 1.444 el rey Alfonso el Magnánimo siguiendo los consejos de su esposa María de Castilla ordena levantar un muro cerrando toda la Pobla y dejando una sóla puerta de entrada y salida. A partir de entonces empezaría a ser conocido el lugar como la «Pobla Nova». La puerta cuya situación exacta se desconoce estaría situada en las actuales calles Huertos y Gutemberg.

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La «Pobla Nova» estaba formada por un conjunto de casas, tabernas y hostales donde las mujeres vivían y trabajaban. Las mujeres públicas se sentaban a la entrada de las casas bajo un farol y allí sentadas esperaban a sus clientes.

El 6 de agosto de 1.453 el rey de Aragón Juan II (entre 1.458-1.479) como regente del reino, firma un privilegio conocido como “Salvaguarda del Bordell» por el cual todos los habitantes de la Pobla Nova (prostitutas, hijos, hostaleros, etc) quedaban bajo protección Real, siendo encargado el Justicia Criminal de Valencia de la seguridad de la villa. Se crea la figura del «Regent del Publich», encargado del orden público, el control de la villa y el cumplimiento de las normas que regulaban la actividad. Se coloca así mismo en la puerta del burdel, una horca, que servía de recordatorio del destino que le esperaba a todo aquel que incumpliese la normativa al respecto.

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Entre las obligaciones que debían cumplir las prostitutas, se encontraba ser revisada periódicamente por un cirujano del Hospital General de la ciudad para comprobar que el estado de salud sexual de las mujeres fuera adecuado, en caso contrario eran obligadas a ingresar en el Hospital mientras tanto no curaran de la enfermedad.

A la puerta del “bordell” un vigilante recogía los bastones y las armas de todo aquel que entraba en el mismo y a la salida les eran devueltos. También se les advertía que si entraban con dinero podían dejarlo en la entrada con la promesa de que a la salida se les devolvería, en caso de no hacerlo el vigilante no se responsabilizaba si el dinero les era robado.

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A título de curiosidad, podemos decir que en el año 1.556 las monjas del Convento de San José que se encontraban en la actual calle de la Corona, abandonaron el monasterio y se trasladaron al convento de Santa Tecla en el centro de la ciudad, ya que según Escolano, las monjas se quejaban, que «los relinchos de aquellas yeguas lascivas alcanzaban los honestos oídos de estas religiosas».

Año 1.677, el rey Carlos II (entre 1.665-1.700) ordena el cierre del “bordell” aunque para entonces la actividad había ido decreciendo, diez años más tarde el cerco murario es derribado y los terrenos donde se alzaba el mismo es comprado por el Convento del Carmen y posteriormente, por el proceso desamortizador de 1.835 es vendido a manos particulares y sobre el mismo se alzan nuevos edificios de viviendas así como se abren y se cierran calles.

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La prostitución de la ciudad quedó dispersa por otros lugares de la ciudad. Uno de los sitios que más prostitutas albergó fue el conocido como Barrio de Pescadores, situado sobre el lugar que hoy ocupa el edifico de Correos en la plaza del Ayuntamiento.

Decía el humanista Henri Cock, piadoso arquero al servicio del rey Felipe II, cuando estuvo en Valencia en 1.585, al regreso de las Cortes de Monzón, para preparar los aposentos del Rey y su séquito:

“La putería pública, que tan común es en España, que muchos primero irán a ella que a la iglesia, entrando en la ciudad, no se ha de callar en este lugar. Es ella la mayor, según los curiosos desta materia dicen, de toda España, y está cercada en derredor con un muro,…”. La prostitución en El Partit, Bordell, Publich, Pobla de ‘les auols fembres o fembres pecadrius’… estuvo en tiempos forales bien reglamentada por la Ciudad y los privilegios concedidos por los monarcas en orden a su buen funcionamiento, control sanitario y medidas de reinserción social como correspondía a la grandeza de una Valencia foral, ejemplar en muchos aspectos.

Hay en Valencia, al igual que en toda España, pero aquí más atractivo, un famoso lugar con hembras dedicadas al placer público, que disponen de un barrio de la ciudad donde esa vida se ejerce con toda libertad. Un refrán español dice: rufián cordobés y puta valenciana”.

El alemán H. Münzer describía el ambiente nocturno por 1494:

“Es también su costumbre el pasear tarde por las calles, hasta bien entrada la noche, hombres y mujeres en tal cantidad que parece una feria. Y, sin embargo, nadie es ofendido por otro. Si no lo hubiese visto con mis compañeros y en compañía de los ilustres mercaderes de Ravenburg, difícilmente lo hubiera creído. Asímismo, las tiendas de comestibles están abiertas hasta media noche, de forma que en cualquier hora puedes comprar todo”.

Descripción que es posible completar con unas pinceladas de Antoine de Lalaing, señor de Montigny, 1502, cuando decía respecto de las mujeres:

“son las más bellas, elegantes y hermosas que se conozca, porque los tejidos de oro y la seda bordada con oro y plata y el terciopelo carmesí les son tan comunes como el terciopelo negro y la seda en nuestro país”.

Era tal la fama de La mancebía de Valencia que las tarifas de sus prostitutas eran las más elevadas de la península, las cortesanas más solicitadas ganaban auténticas fortunas, luciendo sedas y joyas que hacían despertar las envidias de las más distinguidas damas de la sociedad valenciana.

Y es que hay recordar que durante estos siglos Valencia era uno de los principales puertos del Mediterráneo, el Reino de Valencia englobado dentro de la Corona de Aragón era el centro político, económico y comercial de un poderoso reino que estaba en plena expansión por el Mediterráneo.

La ciudad de Valencia llegó a ser la segunda población con más habitantes de la península, unos 75.000 habitantes, sólo superada por la ciudad nazarí de Granada, por lo que este siglo XV es conocido como el Siglo de Oro valenciano.

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La convivencia de las diferentes culturas, el carácter comercial y abierto de la ciudad, la explosión cultural y humanista de su cultura… hicieron de Valencia una de las ciudades más permisivas de Europa.

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Tal vez el reflejo más claro de esta moral sexual más relajada quede expuesto en algunos de sus edificios más emblemáticos, como son la Lonja de la Seda y su Catedral, donde destacan varias  esculturas por su sorprendente lascividad y erotismo.

Una de las más famosas es la gárgola situada en las traseras de la Lonja, se trata de una mujer desnuda que se toca impudicamente sus partes más íntimas, y aunque se ha especulado mucho sobre su significado, creemos que como en la Antigua Roma este tipo de escultura señalaba la dirección a la mancebía, para que cualquier viajero llegado a la ciudad, encontrase sin perdida uno de sus principales focos de atracción… la zona de los burdeles.

Hay en Valencia, al igual que en toda España, pero aquí más atractivo, un famoso lugar con hembras dedicadas al placer público, que disponen de un barrio de la ciudad donde esa vida se ejerce con toda libertad.

El alemán H. Münzer describía el ambiente nocturno por 1.494:

“Es también su costumbre el pasear tarde por las calles, hasta bien entrada la noche, hombres y mujeres en tal cantidad que parece una feria. Y, sin embargo, nadie es ofendido por otro. Si no lo hubiese visto con mis compañeros y en compañía de los ilustres mercaderes de Ravenburg, difícilmente lo hubiera creído. Asímismo, las tiendas de comestibles están abiertas hasta media noche, de forma que en cualquier hora puedes comprar todo”.

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La nueva muralla

La “Pobla”, desde sus orígenes en el siglo XIV, estuvo instalada en un arrabal, al norte de la morería, separado de la primitiva muralla de la ciudad. Las hostilidades entre Aragón y Castilla, hicieron que el Ceremonioso levantara la nueva muralla, en 1.356, que abarcó dentro de sus límites el lupanar con su tapia, que mandó levantar en 1.444 la reina doña María, esposa del Magnánimo.

Las casas del prostíbulo, aisladas, de una sola planta, adornadas con flores e iluminadas por la noche con farolitos de colores, eran ocupadas por las prostitutas que ofrecían sus servicios.

Unas cuantas posadas les procuraban cuanto necesitaban.

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Sin embargo, los abusos de los hostaleros obligó a reglamentar el funcionamiento del Partit. Si primero fue el “rey Arlot”, quien se encargó del orden, sus abusos hicieron que en 1.338 el Pedro IV, emitiera un privilegio “Sobre la revocación del cargo de Rey Arlot”, sustituyéndolo en adelante por el “regent del bordell”, que dependía directamente del Justicia Criminal.

El veneciano Sigismondo di Cavallli describe su funcionamiento a principios del siglo XVI:

“Hay también en esta ciudad un lugar hecho por la autoridad, grande como la Isla de S. Jorge Mayor de Venecia, cerrado con muros con una sola puerta, en el que hay muchas casas, donde habitan todas las cortesanas de Valencia. Éstas no pagan otro alquiler de casa y en cuanto a su vivir tienen dentro 5 ó 6 hosterías en las que por cierto precio módico les dan todo lo que necesitan cada día…a la puerta del cual hay continuamente un hombre, que se llama “guardían de las putas”, que no deja entrar a nadie con armas, ni que sea defraudada ninguna por su paga, que está también establecida, y soluciona las desavenencias que surgen a veces entre ellas”.

Y añade el veneciano en sus observaciones la preocupación de la Ciudad en cuanto a las enfermedades contagiosas:

“La Ciudad les paga cuatro médicos…y cada sábado ordinariamente las deben visitar a todas y preocuparse de la salud de cada una y si encuentran alguna con algo malo, la ponen en cierto lugar aparte y la cuidan con grandísima diligencia”.

Esta atención era dispensada en la “goleta” del Hospital donde eran aisladas para recibir atención. Después, ya curadas, no podían ejercer de nuevo en el Partit y lo hacían clandestinamente, pues el Justicia no les certificaba la idoneidad para trabajar en el burdel.

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Aislar la prostitución

También San Vicente insistía en la conveniencia de aislar la prostitución en los lugares al efecto con sus frecuentes llamadas a las autoridades para que lo hicieran; decía:

“Si quitas a las prostitutas de los lupanares, perturbarás a todo el mundo con las pasiones sexuales”.

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En esa línea estuvieron las disposiciones forales y las ordenanzas de la Ciudad; en 1.453, el Lugarteniente General del Reino, Juan II, concedió un extenso privilegio sobre la “Salvaguarda del Burdel” para acabar con los altercados y abusos cometidos en él; y, ante la falta de efectividad, Fernando el Católico, en 1.488, ordenará:

“Que las mujeres que vivan de ganancias vergonzosas no puedan permanecer ni habitar en ningún lugar de la Ciudad, excepto en el lupanar. Y que ningún oficial pueda darles o concederles licencia bajo las penas impuestas aquí”.

La Ciudad no sólo atendía a estas cuestiones. En una sociedad profundamente religiosa como era la de la época foral, también se ocupó de la reinserción social de las “fembres pecadrius”.

Decía S. di Cavalli:

“Cada año, el domingo de Ramos, las llevan a todas a la iglesia, donde no puede entrar nadie más y el Predicador, que durante la Cuaresma se ha ganado más fama, les hace dos sermones largos, uno por la mañana y otro después de comer, y si se convierte alguna, el Concejo de la Ciudad la casa o la mete monja, según lo que ella quiera, y a las otras se las manda de nuevo a dicha casa o lugar, donde continúan su acostumbrado ejercicio”.

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En Semana Santa, con tal de evitar el pecado, el burdel era clausurado y sus pupilas recluidas en la ermita de Santa Lucía, en las casas “de los cortantes” o “de flaquers”, haciéndose cargo la Ciudad del mantenimiento de estos retiros, hasta que la Ciudad fundó una institución al efecto: “la Casa de las Arrepentidas”. La primera institución similar data de los inicios de la Valencia cristiana en el convento de las dominicas de Santa María Magdalena, en la plaza del mercado de la ciudad. “L’Espill” de Jaume Roig, nos refiere el caso de una condesa pecadora, a quien su marido recluyó en una fundación hecha con sus bienes dotales; las Magdalenas reclamaron la casa cuando la ciudad patrocinó su propia fundación en 1.345, junto al Convento de San Gregorio.

El acceso a La mancebía de Valencia

El burdel estaba abierto todo el año, la hora de mayor ajetreo era al atardecer, cuando los hombres al volver de sus trabajos pasaban por la mancebía a pasar un rato de ocio y divertimento. Sólo en determinadas festividades religiosas se prohibía ejercer a las prostitutas, pero incluso los domingos estaba permitida la prostitución, la única restricción era respetar el horario de misas.

Por otro lado, el acceso a la mancebía estaba abierto para cualquier visitante, siempre que fuese cristiano, ya que una de las reglas más estrictas que existían en torno al funcionamiento de la mancebía era la prohibición de que judíos o musulmanes tuviesen contacto físico con meretrices cristianas. Saltarse esta norma podía conllevar penas muy duras, desde el pago de fuerte sumas económicas hasta la aplicación de la pena capital en alguno de estos casos.

Es decir, podemos ver como una de las principales preocupaciones de las autoridades era asegurar la protección del visitante, tanto la física, con la prohibición de entrar armado, como la económica, evitando que los numerosos rufianes y ladrones que habitaban en la mancebía esquilmasen toda su fortuna a algún incauto viajero.

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La morería

Junto a la mancebía y ocupando también parte del Barrio de Carmen, se encontraba la Morería, que era el barrio que ocupaban los musulmanes que optaron por quedarse en Valencia después de la conquista de la ciudad por el rey Jaime I el Conquistador. Disponía de una mezquita propia situada en el lugar donde luego se construiría la Iglesia de San Miguel y San Dionisio (aproximadamente por la plaza de Vicente Iborra).

Rodeada por una muralla disponía de puerta propia que recibía el nombre de “Puerta de Beb-Alahix”.

La morería disponía de amplia autonomía y estaba protegida por el mismo rey, circunstancia que no pudo evitar un asalto en 1.455.

Asalto que fue castigado posteriormente por la autoridad real. Su ubicación aproximada se encontraba entre las calles de la Corona, la calle Quart, la calle Baja y la ronda interior donde se encontraba la muralla cristiana.

De entre las crónicas más importantes editadas sobre esta parte de la ciudad medieval, destacan las realizadas “in situ” por el Conde de Lalaig y el Marqués de Cruïlles, de nacionalidad francesa y española respectivamente que no olvidan en sus escritos que al otro lado de los muros que la delimitaban, en el lecho del río, se asentaba el temido “Cremador de la Santa Inquisición”, lugar en el que se ajusticiaba a los reos que tenían la desgracia de caer en las garras de tan poderosa institución.

Fuentes consultadas:

Bibliografía

Existe mucha y muy variada bibliografía referente a la mancebía de Valencia, por tanto, tan solo mencionaremos algunos de ellos:

  • La Casa de las arrepentidas de Valencia. María Amparo Vidal Gavidia.

  • La Casa de las arrepentidas y el convento de San Gregorio de Valencia. María Amparo Vidal Gavidia.

  • Picaronas y alcahuetes o la mancebía de Valencia. Manuel Carboneres.

  • Pueblo, poder y sexo. Valencia Medieval. Rafael Narbona Vizcaíno.

  • Un grupo social marginado: Las mujeres públicas (el burdel de Valencia en los siglos XVI y XVII). Vicente Graullera Sanz.

  • Beneficencia y hospitalidad en la ciudad de Valencia durante la Baja Edad Media. Agustín Rubio Vela.

  • Valencia histórica: entre El Salvador y Serranos. Juan Luis Corbín Ferrer.

Fotografía

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