Fuegos artificiales. Orígenes, desarrollo e influencia

Fuegos artificiales. Orígenes, desarrollo e influencia

Lo cierto es que no existe una ortodoxia formal que pueda hablarnos de unos orígenes fidedignos en torno a estas cuestiones, nadie es capaz de asegurar cuando y donde tuvieron lugar las primeras representaciones pirotécnicas y menos aún quien las introdujo en nuestra tierra. Igualmente resulta una incógnita tratar de justificar la simbiosis que constituyen el fuego y los valencianos y esa hermandad provoca que la mayoría de los que hemos tenido la fortuna de nacer en esta parte del mundo, no podamos concebir acontecimiento festivo alguno sin el aroma y el estruendo de la pólvora.

Fuegos artificiales. Orígenes, desarrollo e influencia

En principio, y según se deduce de las menciones que aparecen en los libros oficiales y tratados sobre historia y vida de la ciudad de Valencia, la pirotecnia recreativa era cosa de polvoristas, fabricantes de armas, en definitiva, de gente ligada a las armas y al ejército que surtían al vecindario de todo tipo de cohetes y truenos.

Será a partir de 1.707 cuando surja otra corriente de carácter más autóctono que tendrá como elementos principales, el trueno y el cohete. Esta modalidad de fuegos formará parte, en buena medida, de los usos y costumbres valencianos de tradición oral y que serán practicados sobre todo en el ámbito rural.

En un artículo titulado “El molí de la pólvora”, escrito por J.C.B. expresidente de Lo Rat Penat, descubrimos datos curiosos como el siguiente:

“En Valencia la Casa de la Pólvora, como así la designaba el pueblo, estaba un edificio contiguo a la Puerta de los Judios, que pegado al recinto del ensanche de 1.356, venía a encontrarse en lo que fue la plaza del Picadero y el Portal del Mar, buscando aislarla de las casas particulares y desviándola de la ciudad, en evitación de cualquier desgracia.

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En los tiempos del Padre Tosca aún lo coloca en su plano en el mismo lugar, y cuando Orellana la describe en su libro «Murs i Valls», permanece todavía en este sitio.

En el año 1.576 acordó el Consejo hacer un pozo entre ambos Portales, junto a una caseta llamada de la Escopetería, porque allí se practicaba con escopetas y arcabuces las pólvoras fabricadas de cuyas mezclas y proporciones la clasificación de «pardas y negras» y, a su vez, de estas últimas salían las llamadas de guerra, de caza y de mina. Los tiradores que las experimentaban sufrían molestias de la sed por la cantidad de humos que aspiraban, ensuciándose además las manos y la cara, aparte de las armas, siendo entonces un problema el de la limpieza. En esta casa de la Escopetería había una capilla con un retablo dedicado a San Roque que hizo el pintor Lucas Bolaños, a quien el Consejo le pagó 13 libras el día 23 de mayo de 1.585”.

Paralelamente a esta reseña, encontramos un escrito de Vicente Vidal Corella, donde bajo el título de “La afición valenciana a la pólvora” avala la información anterior:

“En el año 1.412, el Consejo de la Ciudad ordenó que nadie disparase por la noche «coets corredors» ya que, por ser los preferidos, se hacían de ellos gran consumo; y llegaron a tomar tanto incremento, que en 1.469, los Jurados para evitar los peligros, especialmente incendios, prohibieron su fabricación y venta en el carrer del Trenc, como se menciona en el Manual de Concells de 1.469. El papel para la fabricación de cohetes procedía, entre otros lugares, de Xàtiva. Existían en la ciudad de Valencia antiguos molinos y depósitos de pólvora, siendo uno de los que se menciona, un pequeño molino que se hallaba situado junto al cementerio de los judíos, y que en 1.491, al construirse en aquellos terrenos el derruido convento de monjas de Santa Catalina de Sena, fue trasladado, este molino y depósito, fuera de la cercana muralla, junto al Portal de Indios (en la actual plaza de los Pinazo, junto a la calle Colón «parada del metro»), en cuyo depósito se custodiaba la pólvora que consumía el ejército y el público.

Al cerrarse en el año 1.681 el antiguo Partit o mancebía de Valencia, situada en extenso y cerrado recinto, comprendido en el clásico barrio del Carmen, entre la plaza de Na Jordana y las calles Corona y Beneficencia, el Consejo de la Ciudad , acordó que el depósito de pólvora de la Puerta de los Indios pasara a un pequeño edificio construido a tal efecto en el Partit, y que en las casitas que en aquel recinto habían sido utilizadas por los que explotaban el burdel, se instalasen los polvoristas.

En aquel antiguo recinto cerrado, donde estuvo instalada y controlada durante siglos la mancebía, permaneció el depósito de pólvora hasta el año 1.758, en el que, para la urbanización de aquellos terrenos, se trasladó definitivamente al cercano pueblo de Paterna”.

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Según apunta la escritora Mª Francisca Olmedo de Cerdá, en el siglo XIV, en el Reino de Valencia, se denominaba fuegos griegos a lo que hoy llamamos pirotecnia.

Su origen y elaboración procede de civilizaciones orientales, llegando a Europa por medio de los griegos. Los efectos que se pretendían producir eran, sobre todo, el olor y el humo. Las sustancias utilizadas, antes del uso de la pólvora, fueron el aceite de nafta, resinas, grasas y algunos minerales como el salitre, el azufre y el carbón.

La verdadera idiosincrasia de nuestros fuegos autóctonos, se remonta al lamentable hecho que propicia la Batalla de Almansa en 1.707. Por entonces, Valencia contaba con un destacado fortín, la Fábrica de Armas de la Ciudadela, donde trabajaban personas con oficios diversos, entre los que destacan los herreros y canteros. La victoria de los borbones conduce al desmantelamiento de la mencionada industria y los obreros se ven obligados a volver a sus pueblos de origen (Paterna, Burjassot, Godella, Rocafort, Montcada, Bétera, entre otros).

Allí retornan a sus oficios, pero no se resisten a manipular la pólvora, tan consustancial, en algunos casos, con sus respectivos trabajos. En el caso de los canteros quienes, después de cumplir su jornada laboral, ceden a la tentación de manipular pólvora, logrando efectos muy reconocidos entre sus vecinos y amigos.

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De este modo, y en lógica evolución, se van sucediendo procesos diversos que dan lugar a interés por perfeccionar los rudimentarios sistemas pirotécnicos de la época. Pasamos del engraellat, el disparo vigente hasta comienzos del siglo XX, consistente en la carga con pólvora de unos tubos de hierro clavados en tierra (hoy, afortunadamente, recuperado por Juan García Estellés) a lo que hoy conocemos como traca, la sucesión de truenos colgados en cuerda, que suponen la esencia de nuestro método más popular de disparo: la mascletà.

Las consecuencias de aquel fracaso bélico fueron tremendas, pues quedaron abolidos la mayoría de derechos del pueblo valenciano.

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Cuando Felipe V se propuso borrar de un plumazo las señas de identidad valencianas, también prohibió la pólvora. ^Por ello no es de extrañar la reseña de que Luis Antonio Tena nos aporta referente a la carta del rey Carlos III publicada el 15 de octubre de 1.771, prohibiendo la fabricación, venta y uso de fuegos:

“Don Carlos por la gracia de dios, prohibió que ningún cohetero de esta corte fabricase, vendiese, tirase, ni disparase fuego en ninguna fiesta particular, o en otra forma que ocurriese por suntuosa y grave que fuese, a excepción de las Fiestas Reales de fuegos que mandasen celebrar los Señores Reyes; … de que han dimanado muchos incendios en casas, y edificios, deseando pues precaver y evitar tan fatales consecuencias  y daños al Estado y bien común de mis vasallos, por mi Orden de 28 de septiembre pasado, he resuelto se guarden y observen con todo rigor las prohibiciones que contienen los citados Autos acordados, no solamente en la Corte, sino en todas las demás Provincias de mis Reynos(…)”

De nuevo Mª Francisca Olmedo de Cerdá en su libro “Anecdotario Histórico Español” una interesante curiosidad:

“El primer cuerpo de serenos que funcionó en España fue el de Valencia, que se creó en 1.777 y se formó con los coheteros que se quedaron sin trabajo cuando prohibieron las prácticas pirotécnicas por inciviles. La idea la puso en práctica un valenciano, Joaquín Fos, infatigable alcalde de barrio. Los serenos rondaban las calles desde las once de la noche hasta las cinco de la mañana. Llevaban un chuzo (palo con una púa de hierro en un extremo usado a modo de lanza para atacar o defenderse, en especial el usado por los serenos y vigilantes nocturnos), un farol y un silbato. Posteriormente se implantaron los serenos en Vitoria, Toledo y Madrid”.

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Llegamos al segundo tercio del siglo XIX y nos encontramos con alguna reseña, casi siempre relacionada con la festividad de las Fallas, en las que se citan exhibiciones lúdicas donde la pólvora aporta, inevitablemente, su magia y protagonismo.

Aunque las verdaderas reseñas vinculadas al fuego no comienzan a hacerse públicas en los medios de comunicación hasta comienzos de siglo XX. Así encontramos en 1.902 un relato poético titulado “Cordá”, en el que se mencionan las mascletás, los engraellats, las cantarellas y todos los elementos propios de esta modalidad peculiar y autóctona que es la cordá.

Es en 1.932 cuando se publica en los medios de comunicación el disparo de un engraellat en la plaza de Emilio Castelar (hoy plaza del Ayuntamiento) coincidiendo con la celebración del día de San José, en Fallas.

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A partir de 1.944, se instaura la celebración de la Nit del Foc, siendo al año siguiente cuando se establecen los primeros calendarios de disparos para las Fallas.

Fue en 1.987 cuando tienen lugar una serie de modificaciones, que perduran hasta nuestros días. Comienzan a celebrarse mascletás en la plaza del Ayuntamiento el día 1 de marzo; se desplaza el lugar de ubicación de los castillos al viejo cauce del rio Turia y se establece dispara la Nit del Foc, la noche del 18 de marzo, víspera de la festividad del día de San José.

 

Fuentes consultadas:

  • Archivos autores

  • Archivo del Reino de Valencia

  • Archivo Histórico Municipal

  • Biblioteca valenciana

  • Biblioteca valenciana digital

  • Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia

  • Archivo de la Diputación provincial de Valencia

  • Hemeroteca valenciana

  • Wikipedia

Bibliografía

  • Pirotecnia en Valencia de José Enrique Ferriols Monrabal, Mikel Pagola Erviti y Juan José Solá Palmer

  • El arte de los fuegos artificiales. Biblioteca Ilustrada de Joaquín Vinardell

  • Fallas de Valencia. “La pólvora, una afición que imprime carácter” José Enrique Ferriols Monrabal.

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