(Tuña, 7 de abril de 1.784-Madrid, 7 de noviembre de 1.823) fue un militar y político liberal español.
Dio nombre al famoso himno decimonónico conocido como Himno de Riego, adoptado por los liberales durante la monarquía constitucional y, más tarde, por los republicanos españoles.
Biografía
Rafael del Riego nació en el seno de una familia hidalga asturiana. Tras graduarse por “Leyes y Cánones” en la Universidad de Oviedo en 1.807, se trasladó a Madrid, donde se alistó en la Guardia de Corps. Con la invasión francesa de España, en abril de 1.808, el general Murat le envió prisionero a El Escorial, de donde logró escapar. Se fugó hacia Asturias, donde su padre había sido nombrado miembro de la Junta Suprema de Asturias.
Iniciada la Guerra de la Independencia, el 8 de agosto de 1.808 ascendió a capitán en la división del general Acevedo y al poco tiempo fue nombrado su ayudante. El 10 de noviembre de 1.808 tomó parte en la batalla de Espinosa de los Monteros (Burgos), en la que las tropas españolas sufrieron una importante derrota.
Intentando proteger y salvar la vida del general Acevedo, fue hecho prisionero el 13 de noviembre de 1.808 y después deportado a Francia, donde conoció las teorías liberales más radicales. Posteriormente fue liberado y entró en contacto con la masonería en Francia. Viajó también por Inglaterra y Alemania, y en 1.814 retornó a España, reincorporándose al ejército con el grado de teniente coronel. Juró la Constitución de 1.812 ante el general Lacy antes de que fuera derogada por Fernando VII.
Durante los seis años de gobierno absolutista de Fernando VII, se unió a la masonería. Posteriormente conspiró junto a otros liberales para reinstaurar la Constitución de 1.812.
En 1.819 se reunió en Andalucía un ejército destinado a sofocar la sublevación de las colonias en América de las provincias de Ultramar. Riego estaba al mando del 2º batallón asturiano. Varios oficiales habían decidido aprovechar aquella ocasión para proclamar la Constitución de 1.812. Rafael del Riego, uno de los comprometidos con el movimiento, se alzó en Las Cabezas de San Juan (Sevilla) el 1 de enero de 1.820. Allí arengó a los suyos con una proclama, al parecer redactada por Alcalá Galiano, que decía:
“España está viviendo a merced de un poder arbitrario y absoluto, ejercido sin el menor respeto a las leyes fundamentales de la Nación. El Rey, que debe su trono a cuantos lucharon en la Guerra de la Independencia, no ha jurado, sin embargo, la Constitución, pacto entre el Monarca y el pueblo, cimiento y encarnación de toda Nación moderna. La Constitución española, justa y liberal, ha sido elaborada en Cádiz, entre sangre y sufrimiento. Mas el Rey no la ha jurado y es necesario, para que España se salve, que el Rey jure y respete esa Constitución de 1.812, afirmación legítima y civil de los derechos y deberes de los españoles, de todos los españoles, desde el Rey al último labrador (…).
Sí, sí, soldados; la Constitución. ¡Viva la Constitución!”
Poco después se trasladaron a Arcos de la Frontera, donde fue detenido el general en jefe del ejército expedicionario, el Conde de Calderón. A continuación, las tropas de Rafael del Riego marcharon por diferentes ciudades andaluzas con la esperanza de comenzar un levantamiento antiabsolutista, ante la indiferencia popular. Si bien el pronunciamiento no fue sofocado, tampoco encontró el apoyo que esperaba, de forma que el 11 de marzo lo que quedaba de la columna decidió dispersarse, buscando refugio en las montañas de Extremadura. El levantamiento favoreció enormemente el avance de los movimientos independentistas en Sudamérica.
Cuando el periplo revolucionario estaba desintegrándose en Andalucía, se produjeron levantamientos en Galicia: la Constitución se proclamó en La Coruña y después en Ferrol y Vigo. Los levantamientos se fueron extendiendo por el resto de España. El 7 de marzo de 1.820, el Palacio Real de Madrid fue rodeado por una gran multitud. A pesar de que, según parece, el rey hubiera podido contar con la adhesión de tropas suficientes para hacer frente a los sublevados, el general Ballesteros, al mando del Ejército del Centro, consultado, declaró que no podía responder de la tropa. Entrada ya la noche, el rey se decidió a firmar un decreto, en el que declaraba que, de acuerdo con “la voluntad general del pueblo”, se había decidido a jurar la Constitución. El día 10, el rey publica el Manifiesto del rey a la Nación española en el que muestra su apoyo a dicha constitución: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Comienza así el Trienio liberal.
El nuevo gobierno liberal nombró a Rafael del Riego mariscal de campo y poco después capitán general de Galicia. No llegó a ocupar este puesto, sino que fue destituido con motivo de su visita a Madrid (agosto–septiembre de 1.820), acusado falsamente de republicanismo. Sin embargo, los vaivenes políticos le llevaron a ser nombrado, en noviembre de 1.820, capitán general de Aragón, por lo que se trasladó a Zaragoza. El 18 de julio de 1.821 se casó en la capital aragonesa por poderes con su sobrina, María Teresa del Riego y Bustillos.
El 4 de septiembre de 1.821, tras el complot republicano de Cugnet de Montarlet, fue destituido de la capitanía general, destinado a Lérida y, después, a Castellón de Farfaña. A pesar de ello, su popularidad era enorme y su retrato era paseado por las calles madrileñas. En marzo de 1.822, fue elegido diputado por Asturias, siendo designado presidente de las Cortes Generales, bajo un gobierno dominado por los liberales exaltados, que condujeron a los moderados, dirigidos por Francisco Martínez de la Rosa, a la oposición. Aunque era muy respetado, los que apoyaban al Antiguo Régimen le acusaban de haberse endiosado y de haberse enriquecido de forma oscura. Ese mismo año de 1.822 empezaron las primeras revueltas contra el nuevo gobierno. La primera fue en Madrid, donde un batallón de la milicia nacional cargó contra unos seguidores de Rafael del Riego que le aclamaban. Fue llamada la “Batalla de las Platerías”. La segunda tuvo lugar en Navarra y Cataluña, que vieron surgir la aparición de violentas partidas realistas. Los sucesos más graves se dieron en la Seo de Urgel: el barón de Eroles, el marqués de Mataflorida y el arzobispo de Tarragona, se adueñaron de la villa y proclamaron una regencia absolutista.
Mientras tanto, Fernando VII reclamaba en secreto ayuda extranjera para eliminar las trabas al restablecimiento del absolutismo. En diciembre de 1.822, en el Congreso de Verona, la Santa Alianza decidió que una España liberal era un peligro para el equilibrio europeo y se encargó a Francia la tarea de restablecer la monarquía absoluta en España. El 7 de abril de 1.823, un ejército francés, conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, al mando del Duque de Angulema cruzó la frontera por el Bidasoa.
Rafael del Riego marchó a Cádiz, donde se sumó a la mayoría liberal de las Cortes Generales para organizar la resistencia y votar la incapacidad del monarca. Los liberales se sentían perseguidos y traicionados por el absolutismo intransigente del monarca. Rafael del Riego intentó reorganizar la resistencia en Andalucía, en calidad de General en jefe del III Cuerpo de Ejército, e hizo frente a los franceses. El 14 de septiembre, durante la llamada “batalla de Jódar” (Jaén) fue derrotado. Malherido, trató de huir. El 15 de septiembre fue traicionado, abandonado por sus tropas y hecho prisionero en La Carolina (Jaén). Se le trasladó a Madrid. Allí pidió perdón y clemencia al rey y a todos aquellos a los que hubiera ofendido por sus posibles crímenes liberales, en una carta publicada por la Gaceta de Madrid. Pero todo fue en vano y fue declarado culpable de alta traición, por haber sido uno de los diputados que había votado por la incapacitación del rey. El 7 de noviembre de 1.823 Rafael de Riego, hundido moral y físicamente, fue arrastrado en un serón hacia el patíbulo situado en la Plaza de la Cebada en Madrid y ejecutado por ahorcamiento y posteriormente decapitado, entre los insultos de la misma población madrileña que poco antes le había aclamado. Pervivió, sin embargo, en la memoria popular como un héroe mítico de la lucha por la libertad; la marcha que tocaban sus tropas durante los hechos de 1.820 siguió sonando como himno revolucionario a lo largo del siglo XIX y fue declarada himno nacional de España por la Segunda República (1.931-1.939).
Fue uno de los grandes defensores de las libertades civiles en España, convirtiéndose en el mártir por excelencia de la represión política contra el liberalismo.
Su retrato se exhibe en las Cortes Generales junto con otros cuadros alusivos a personajes y acontecimientos liberales, como la Jura de la Constitución de 1.812.
Bibliografía
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Sánchez Mantero, Rafael (2001). Fernando VII. Borbones, 6. Madrid: Arlanza