Baños públicos de Valencia

Baños públicos de Valencia

Baños, hornos y pueblas. La Pobla de Vila-rasa y la reordenación urbana de Valencia en el siglo XIV

La paradoja de los baños de Valencia

Al comenzar el siglo XIV lo que había sido, sin duda, uno de los grandes edificios de baños públicos de la madîna andalusí de Xàtiva, generosamente abastecido por la copiosa Font dels Vint i cinc Dolls junto a la cual se hallaba, no era más que una construcción ruinosa donde todavía se mantenían los gruesos muros y se adivinaban las sólidas bóvedas que le habían dado forma en un no muy lejano tiempo sarraceno.

El estado de abandono que se advierte en las alusiones de un documento de 1.307 no parece ser más que la lógica consecuencia de la enajenación de que había sido objeto el establecimiento balneario unos 40 años atrás, cuando Jaime I lo entregó, con su plaza o patio, para que se utilizase como un huerto de cultivo.

Pero lo cierto es que esta misma donación de 1.264 sugiere que el baño ya no conservaba entonces su integridad y que, por tanto, debía de haber dejado de funcionar desde el momento de la conquista o poco después de la entrada de los cristianos en la ciudad, en 1.246.

El destino de este complejo balneario contrasta fuertemente con la vitalidad que mostraría coetáneamente, y hasta el siglo XVI, el baño de la morería de la misma ciudad de Xàtiva, cuyo arrendamiento producía una de las más importantes partidas de ingresos de la bailía local.

Ahora bien, el hecho de que el edificio abandonado quedase en la parte cristiana del núcleo urbano no debe llamarnos a engaño.

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Baños públicos de Valencia

Los cristianos de Xàtiva también contaban con casas de baños a su disposición, como los de la ciudad de Valencia y muchas otras villas del reino; y en general, los baños de vapor, idénticos en su esquema arquitectónico al hammân andalusí o árabe, constituyen un fenómeno bien documentado en los reinos cristianos peninsulares a partir del siglo XII, siendo ampliamente frecuentados por la población urbana, sin ningún género de dudas, durante los siglos XIII al XV, como bien muestra la abundante documentación conocida, y por supuesto, los trabajos clásicos de Leopoldo Torres Balbás y Jorge Rubio Balaguer.

De hecho, no solo había baños de vapor en las regiones conquistadas a los musulmanes, sino en lugares del norte peninsular que no llegaron propiamente a formar parte de al-Andalus.

El rechazo a la práctica balnearia, pese a los tópicos al uso todavía vigentes, es un hecho posterior, bien datado en el tercio central del siglo XVI y coincidente con la acción ideológica de la Contrarreforma.

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La paradoja de los baños de Valencia

Esta constatación nos lleva a advertir una interesante paradoja.

A partir de los asientos del Llibre del Repartiment podemos obtener un inventario de las casas de baños supuestamente existentes en la ciudad de Valencia en el momento de la conquista, el número de las cuales (teniendo en cuenta ciertos casos puede tratarse del mismo establecimiento con otro nombre) oscilaría entre un mínimo de 20 y un máximo de 24.

A estos deben añadirse los baños situados junto a la carnicería y el mercado, mencionados respectivamente en privilegios reales de 1.238 y 1.239, no reflejados en las donaciones del Repartiment.

De este modo, el total de los baños documentados para la madîna andalusí de Valencia y sus arrabales podía alcanzar perfectamente el número de 25.

Sin embargo, de la mayor parte de estos establecimientos no volveremos a tener noticias en la muy abundante documentación escrita posterior al Repartiment.

La desaparición afecta, a veces, a zonas enteras de la ciudad, como por ejemplo los 4 baños del “sector” de Teruel incluyendo el cercano llamado de Algaçir, o los situados en las puertas de Bâb al-Qantara y Bâb al-Warraq.

Los cuatro o cinco que se mencionan en la zona de la judería, la plaza de la Figuera y Rahbat al-Qâdi tienen un destino altamente incierto y, con la excepción de uno solo, todos debieron abandonarse, incluyendo el renombrado baño de Abd al-Malik.

Muy pocos fueron los hammân que permanecieron durante los años inmediatamente posterior a la conquista.

Recientes investigaciones arqueológicas muestran con claridad, incluso la destrucción de alguno de ellos.

Probablemente no fueron más de cuatro o cinco los supervivientes, como el baño del mercado (que quizá pueda identificarse como el Bany d’En Suau o de la Bossería documentado en los siglos XIV y XV) o el llamado Bany d’En Nunó, que pasó a manos de la orden de San Juan del Hospital; de otros, como el de Polo de Tarazona o el de la Plaça de la Figuera, los investigadores no saben bien cuando y en qué condiciones volvieron a ponerse en funcionamiento.

Además no es nada seguro que el importante baño de la morería fuese una construcción anterior a la conquista.

Por otra parte, y he aquí la paradoja, no es menos cierto que hacia mediados del siglo XIV podemos censar sin dificultades unas 15 casas de baños en Valencia, lo que permite afirmar que, pese a la inhabilitación de la mayoría de los antiguos hammân andalusíes, la oferta balnearia mantiene una considerable magnitud y la concurrencia vecinal parece bastante generalizada.

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Baños, hornos y pueblas. La Pobla de Vila-rasa y la reordenación urbana de Valencia en el siglo XIV

La paradoja de los baños de Valencia

Este hecho no podría explicarse sin la recomposición del parque urbano de baños llevada a cabo fundamentalmente durante el reinado de Jaime II (1.291-1.327).

Para este período se conocen (posible por haber más) la concesión de licencias de construcción y apertura para al menos 8 nuevos establecimientos en la ciudad y sus arrabales: los de Bernat d’Esplugues (1.296) y Berenguer Mercer (1.298), el de Pere de Vila-rasa en la parroquia de Sant Tomás (1.313), el de Bernat Sanou en la parroquia de Sant Llorenç (1.322), el de Guillem de Jàfer en la parroquia de Sant Nicolau (1.322), el de Pere March en la Xerea (1.322), el de Joan Escrivà a extramuros junto al río (1.322) y el de Andreu Guillem Escrivà en la parroquia de Sant Esteve (1.327).

Es importante señalar que se trata, en todos los casos sin lugar a dudas, de construcciones de nueva planta, puesto que cuando la documentación se refiere a reedificaciones suele hacer mención explícita de tal circunstancia y utiliza un vocabulario específico.

Un noveno caso parece ser el de Bernat de Llibià, quien obtiene autorización del rey a inicios de 1.308 para abrir al público una casa de baños en Ruzafa, de la cual se dice que se halla iam constructa et hedificata (ya construida y edificada), aunque nada permite presumir que lo fuese desde antiguo, antes al contrario, la alusión sugiere que la construcción acababa de tener lugar.

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Baños, hornos y pueblas. La Pobla de Vila-rasa y la reordenación urbana de Valencia en el siglo XIV

La paradoja de los baños de Valencia

La configuración del parque balneario de la Valencia cristiana no consiste en una recuperación o prolongación parcial de lo ya existente en la mâdina andalusí, sino una creación nueva que solo aprovecha de forma eventual alguno de los antiguos baños anteriores a la conquista.

Ante todo, debemos evitar limitarnos a aducir anunciados recurrentes tales como “losa conquistadores traen consigo una diferente concepción de la ciudad”, lo que sin ser falso, no deja de constituir una vaguedad y, desde luego, no explica por sí mismo los procesos que concurren en la transformación.

Comprender lo sucedido exige considerar dos grupos de factores: los de carácter técnico y los propiamente sociales.

Arquitectónicamente, el baño estricto, con sus 3 salas en gradación, formaba un bloque sólidamente construido, cerrado con gruesas paredes y cubierto con estructuras abovedadas.

Todo ello tenía por objeto mantener la temperatura y la humedad necesaria para el adecuado ejercicio del baño de vapor.

El elemento funcional básico era la caldera, que generaba agua caliente para el uso de los bañistas, además de calefacción al edificio mediante la circulación del aire caliente producido por combustión a través del hipocausto y las chimeneas.

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Fuego y agua: Los factores técnicos

Agua, fuego y fábrica debían combinarse en estos edificios mediante un delicado equilibrio arquitectónico que requería solidez, sin duda, pero también cierta complejidad en su diseño, que debía prever, entre otras cosas, una correcta circulación del agua y del aire caliente, de lo cual derivaba precisamente la fragilidad del conjunto.

La intensidad de las condiciones ambientales producía inevitablemente efectos de degradación que debían afrontarse de forma constante para no comprometer el funcionamiento del baño.

La documentación de archivo (especialmente las cuentas de bailías locales, como Xàtiva o Morvedre, donde los baños se gestionaban directamente) permite conocer bastante bien la clase de problemas que se planteaban.

Entre los más básicos se contaba el mantenimiento de los dispositivos de caldeamiento y evacuación de humos, que eran el hipocausto (cacaus) y las chimeneas (escalfadors), así como los sumideros de agua y residuos (eixaguadors, albellons, clavegueres, etc.).

Los elementos de carpintería se veían especialmente afectados por la humedad, tanto las puertas de acceso a las salas como el mobiliario de cubos y artesas, de modo que su renovación constituía un imperativo periódico.

Las reparaciones eran frecuentes en el soporte y casetón de la caldera, denominado fornal, así como en su boca (el hueco que permitía tomar agua desde la sala adyacente), haciendo uso de materiales resistentes y refractarios (como la arcilla) debido a las temperaturas extremas que debían soportar las estructuras de las que dependía la estabilidad de la caldera de cobre.

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Fuego y agua: Los factores técnicos

Esta se hallaba en contacto directo con unas llamas potentes, recibiendo constantemente golpes con los pozales que se introducían en la misma para sacar agua caliente, lo que solía producir orificios por los que el agua se perdía y apagaba incluso el fuego.

Finalmente, la propia fábrica del edificio no dejaba de resentirse, especialmente las cubiertas: así por ejemplo, en 1.383 las bóvedas (voltes) del baño real de Morvedre se hallaban totes atrosades e desflorades a la part de dintre, de modo que el interior de las mismas debió revestirse con mortero fino, mientras el exterior se recubría con una soldadura de argamasa impermeable o trespol, de gran resistencia a la humedad y el calor.

La viabilidad de los baños públicos también dependía de las variables que condicionaban su localización.

Era muy frecuente, de hecho casi una norma (y desde antes de la conquista), que se ubicasen al lado de los hornos de cocer pan.

Quizá la presencia de un horno adyacente ayudase discretamente a mantener la calidez del baño, aunque no parece este el motivo determinante de la habitual contigüidad entre ambos.

Las principales causas de este hecho nunca han sido claramente explicadas, aunque sin duda deben relacionarse con aprovisionamiento de combustible: las cantidades de leña que consumían eran de tal magnitud que la posibilidad de compartir espacios de descarga y almacén, así como las ventajas de depender dos servicios públicos de una sola fuente de aprovisionamiento eran elementos que debían tomarse en consideración por su capacidad de simplificar la gestión de los mismos, propiciando la formación de estos emparejamientos topográficos entre baños y hornos.

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Fuego y agua: Los factores técnicos

Más importante aún, como condicionante de localización, era el abastecimiento de agua, que básicamente podía llevarse a cabo mediante dos procedimientos: por derivación desde acequias, o bien, por elevación desde el subsuelo con la ayuda de norias o cenias.

Es evidente, por otra parte, que todos estos dispositivos también requerían un mantenimiento, cuyo descuido podía paralizar el funcionamiento del baño.

Aunque tanto la documentación escrita (por ejemplo en el caso de Xàtiva) como la arqueológica (el conocido baño de Torres Torres) muestran que el abastecimiento desde acequias era corriente, lo cierto es que para la ciudad de Valencia no es conocido por los investigadores ningún caso en el que claramente un baño aprovechase aguas derivadas.

Por el contrario, no son raras las alusiones explícitas a los ingenios elevadores de tracción animal; así en 1.316 se menciona la cenia del baño de la morería, concretamente la casa donde está la rueda y el asno que la mueve, señalándose también el interés de las mujeres que acuden al establecimiento por acceder a la noria para tomar agua (los motivos por los que las mujeres exigían acceder al agua de la cenia no están claros, aunque es probable que la utilizasen para lavar ropas, una operación que, al parecer, era bastante frecuente en los baños públicos).

Baños públicos de Valencia

Baños, hornos y pueblas. La Pobla de Vila-rasa y la reordenación urbana de Valencia en el siglo XIV

Fuego y agua: Los factores técnicos

Otro caso es el del baño de Mossén Saranyó, en cuyo arrendamiento de 1.503 se menciona expresamente la cenia guarnida de tots sos arreus.

También el baño de Vila-rasa construido en 1.313 se abastecía de una noria inmediata.

La utilización de la capa freática por parte de los baños de la ciudad de Valencia como fuente de aprovisionamiento hidráulico constituye, con toda seguridad, un factor de primer orden de importancia para explicar la variabilidad topográfica del parque balneario.

Depender de una acequia limitaba extraordinariamente las opciones de localización, dada la rigidez de su trazado y de la ubicación de sus dispositivos de derivación, así como el hecho que el agua se distribuía en tandas o cuotas muy precisas a efectos de ordenar una articulada secuencias de usos, especialmente irrigación y molienda, respecto a los cuales la utilización balnearia debía considerarse de orden secundario.

El baño debía integrase en esa estructura, situándose en un emplazamiento concreto que difícilmente podría variarse sin alterar el funcionamiento general del sistema, con todos los problemas que esto podía representar.

Por el contrario, la posibilidad de abastecerse de una capa de aguas subterráneas de considerable extensión y razonablemente próxima a la superficie, totalmente al margen de los constreñimientos de la red de circulación superficial otorgaba amplia flexibilidad a la hora de establecer un emplazamiento.

En Valencia se podía construir un baño, prácticamente en cualquier parte, lo que indudablemente favoreció la transformación del parque balneario en la época de Jaime II, aunque esta circunstancia no basta por sí sola para explicar el fenómeno.

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Baños públicos y renta feudal

Es necesario considerar ahora el segundo grupo de factores al que hemos hecho referencia, que esencialmente  pueden reducirse al factor renta.

Hemos visto que el inevitable deterioro de las instalaciones impedía con frecuencia el funcionamiento de los baños.

Los cierres más o menos prolongados parecen haber sido muy corrientes por lo general.

Si el baño era suficientemente rentable, las reparaciones se realizaban con cierta rapidez, pero no pocas veces el gasto podía resultar excesivo en relación con las expectativas de beneficio del gestor del establecimiento, lo que conlleva el cierre indefinido y la ruina.

El baño desaparecía como tal y, en el caso de la ciudad de Valencia, podía dársele cualquier otro uso al edificio, ya que para contar con nuevos establecimientos de este tipo no era imprescindible reconstruir los antiguos ni levantarlos en el mismo lugar que anteriormente ocupaban dentro de la red hidráulica.

Sin embargo, esta versatilidad que ofrecía Valencia para la construcción de baños públicos no podía, ni mucho menos, desarrollarse sin limitaciones importantes.

Las instalaciones balnearias, como otros servicios públicos, eran ante todo una fuente de renta cuya puesta en marcha dependía de una autorización, o bien una cesión a perpetuidad por parte del rey.

Baños públicos de Valencia

Baños, hornos y pueblas. La Pobla de Vila-rasa y la reordenación urbana de Valencia en el siglo XIV

Baños públicos y renta feudal

Estas autorizaciones o cesiones se realizaban siempre a favor de personajes cercanos al monarca, a título de gracia o recompensa por servicios prestados; las de Jaime II son muy claras en este sentido, ya que entre los rentistas beneficiarios encontramos diversos titulares de la bailía general del Reino (Bernat d’Esplugues, Bernat de Llibià, Bernat Sanou), juristas (Pere de Vila-rasa, Guillem de Jàfer, Andreu Guillem Escrivà), un tesorero (Pere March) y otros miembros de la casa real (Joan Escrivà).

Era absolutamente necesario que los establecimientos garantizasen una renta suficiente a los agraciados.

Evidentemente la posibilidad de competencia por parte de los otros promotores dispuestos a abrir baños en las inmediaciones de los previamente autorizados por el rey representaba una clara amenaza a la suficiencia y estabilidad de las rentas que debían producir, lo que no dejaba de vaciar de contenido el carácter de gracia real que daba sentido a estas licencias y cesiones efectuadas por el monarca.

No tardaron en elevarse peticiones en este sentido: el parque de baños públicos debía limitarse, determinándose un número máximo de establecimientos (normalmente uno solo) en una parroquia o zona concreta, con tal de asegurar la concurrencia de los vecinos de las inmediaciones.

Se constituyeron de este modo lo que podríamos llamar “distritos de exclusión”.

La primera delimitación que conocemos de unos de ellos es del año 1.319 y solo afecta al núcleo urbano de Valencia de forma tangencial; se trata de la concesión de terminis seu limitibus al baño que ha construido Pere Boil (nuevamente un consejero del rey) en su señorío de Manises, de forma que desde dicho lugar a la ciudad no pueda edificarse ningún otro en el futuro.

Muy pronto, sin embargo, comienzan a efectuarse delimitaciones similares en el interior de la urbe.

Ya en 1.320 se establecen límites a favor del baño de Vila-rasa (construido según parece unos 7 años antes) coincidentes con los de las parroquias de Sant Tomás y Sant Esteve.

En 1.321 se da un importante paso cualitativo, puesto que se conceden demarcaciones para 3 establecimientos que aún no han sido edificados: la primera para el baño de Guillem Jàfer, situado junto a la iglesia de Sant Nicolau, cuyo “término” delimita con una gran precisión; la segunda, a extramuros, para el que pretende construir Pere March en el arrabal de la Xerea, también muy detallada; la tercera, para el baño de Bernat Sanou, es más genérica (afecta a las parroquias de Sant Llorenç, Santa Creu, Sant Bertomeu y Sant Salvador), pero no menos rigurosa.

Al año siguiente se establece otra demarcación más allá de la muralla para el baño que se propone levantar Joan Escrivà entre los límites parroquiales extramuros de Sant Salvador, Sant Llorenç y Sant Bertomeu.

Los investigadores han podido documentar el “reparto” de la mayor parte del espacio urbano entre las nuevas casas de baños.

Faltan los distritos que probablemente se establecerían para el tercio sur de la ciudad (parroquias de Sant Andrés, Sant Martí y parte de Santa Caterina).

También se delimitaron al mismo tiempo importantes áreas extramuros, aunque las demarcaciones correspondientes a los arrabales se prolongaron todavía algunos años después de finalizar el reinado de Jaime II, ya que la ciudad no dejaba de extenderse más allá de las murallas.

Así, en el año 1.336 el establecimiento que había construido Berenguer Mercer hacia 1.298 en la llamada Era dels Pellicers, se veía ahora perjudicado por el hecho que en el ámbito extramuros de la parroquia de Sant Martí y en el de San Valero de Ruzafa (dentro del cual se situaba) se habían edificado nuevas casas de baños, aprovechando que en su momento no se delimitaron los termini districtum balneorum.

Esta circunstancia provocó una disminución de los ingresos de los sucesores de Mercer.

Por todo ello y para evitar una mayor menoscabo, el rey Pedro tuvo que disponer que no se pudiesen construir en el futuro nuevos baños en el interior del distrito formado por las mencionadas parroquias, no debiendo funcionar sino los que ya existían y ninguno más.

Con todo, los perímetros de los distritos de exclusión  no eran necesariamente estables o rígidos.

El crecimiento de la ciudad desde finales del siglo XIII y durante la primera mitad del XIV, tanto por extensión como en densidad, podía modificar las circunstancias inicialmente existentes y favorecer eventuales revisiones; las crisis también incidieron, a partir del siglo XIV, provocando cierres.

De este modo, la alternancia de momentos de expansión  con otros de crisis y carestía propició modificaciones sucesivas.

La distribución de las casas de baños advertible, por ejemplo, a finales del siglo XV ya no mantenía el aspecto de red establecida en tiempo de Jaime II; había baños nuevos (siete u ocho al menos), y de los creados entonces con seguridad solo permanecían los baños de En Sanou, Vila-rasa y Esplugues.

El proceso de compartimentación del espacio urbano en distritos de exclusión no es privativo de los baños públicos, ya que se da igualmente en el caso del servicio gemelo de los hornos de cocer pan, aunque las demarcaciones de estos son independientes, no suelen coincidir con las de aquellos, ni las fechas de su asignación son las mismas, pero se producen básicamente en la misma época.

Parece más significativo que tales delimitaciones se lleven a cabo solo para este tipo de servicios públicos que suelen aparecer emparejados, a diferencia de tiendas o carnicerías no suelen agruparse en un lugar concreto, y a diferencia de los molinos harineros no dependen de los emplazamientos estables que deben ocupar sobre el curso de las acequias.

En definitiva, los distritos de exclusión, garantes de la renta, constituyen el primer determinante de la distribución espacial de los baños públicos  en la ciudad de Valencia desde el primer cuarto del siglo XIV.

Se trata de una plasmación urbana de los mismo elementos jurídicos y coercitivos que caracterizan el terminus feudal (termini es precisamente el nombre que reciben estos perímetros en los documentos), el mecanismo de enceldamiento de un espacio sin intersticios concebido como productor de renta.

He aquí una de las formas mediante las cuales la lógica del sistema feudal incide también en la configuración física de la ciudad.

La “aparente” paradoja que supone la situación, después de la conquista, de un importante parque de baños por otro de similar magnitud, pero apenas solapado con el anterior, impide cualquier explicación funcionalista.

Debe comprenderse, ante todo, considerando las dos lógicas sociales contrapuestas que rigieron su respectiva creación.

La mâdina andalusí (y la islámica en general) es un agregado orgánico desarrollado a partir de unidades de parentesco y clientelaje que negocian los espacios, resolviéndose al cabo mediante la yuxtaposición de agrupaciones urbanas elementales, los hârat o “barrios” cerrados sobre sí mismos, caracterizados por un alto grado de autonomía en su funcionamiento, posibilitada básicamente por la presencia de un pequeño zoco, una mezquita, un horno de pan, quizá una alhóndiga y, claro está, un baño.

La lógica introducida tras la conquista es radicalmente distinta, como hemos podido comprobar, y además se desarrolla en un contexto en el que los antiguos “barrios” o hârat , vaciados de sus moradores originales, han perdido su contenido social y ya no son simples hechos físicos en proceso de cambio y de disolución en la nueva ordenación del espacio urbano.

 

Fuentes consultadas:

Bibliografía

  • La arquitectura del eclecticismo en Valencia: vertientes de la arquitectura valenciana entre 1.875 y 1.925. Benito Goerlich.

  • Nobiliario valenciano. Onofre Ezquerdo

  • Palacios y Casas Nobles de la ciudad de Valencia. Francisco Pérez de los Cobos Gironés.

  • La Valencia desaparecida. Ángel Martínez y Andrés Giménez.

  • Trovas de Mossén Jaume Febrer: que trata de los conquistadores de Valencia. 1.848. Jaume Febrer

  • Arquitectos italianos en España

  • Junta de Murs i Valls. Historia de las obras públicas en la Valencia del Antiguo Régimen, siglos XIV-XVIII. Vicente Melió Uribe (Tesis doctoral)

  • Acequias, saneamiento y trazados urbanos en Valencia. Carles Sanchis Ibor

  • Baños, hornos y pueblas. La Pobla de Vila-rasa y la reordenación urbana de Valencia en el siglo XIV. Concha Camps (arqueóloga) y Josep Torró

  • La construcción de baños públicos en la Valencia feudal: el Baño del Almirante. Concha Camps (arqueóloga) y Josep Torró

  • El hammân musulmán en Al-Andalus en Baños árabes en el País Valenciano. Rafael Azuar Ruiz

  • Salas con linterna central en la arquitectura granadina, Al-Andalus (1.954). Leopoldo Torres Balbás

  • Algunos aspectos del mudejarismo urbano medieval. Leopoldo Torres Balbás

Fotografía

  • Palacios y Casas Nobles de la ciudad de Valencia. Francisco Pérez de los Cobos Gironés.

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