Jardín Botánico
El Jardín Botánico de la Universidad de Valencia tiene su origen en un huerto para la enseñanza de la botánica que se creó durante el siglo XVI, aunque desconocemos su emplazamiento original.
En el siglo XVIII, con la llegada de las ideas de la Ilustración y el apoyo de ciertas organizaciones como la Real Sociedad Económica de Amigos del País, se instaló el nuevo jardín, más adaptado a los avances científicos, en el llamado huerto de Tramoyeres, extramuros de la calle de Quart.
Pero los trabajos en él no comenzarían hasta 1.803, bajo la dirección del rector Vicent Blasco.
Su época de esplendor le llegó bajo la dirección del catedrático de Botánica Félix Pizcueta, entre 1.829 y 1.863, quien mejoró las colecciones y permitió la aclimatación de plantas exóticas.
Poco después se amplió el jardín hacia el Paseo de la Pechina, se construyó el invernadero de la Balsa y a finales del siglo XIX se construyó el gran umbráculo, obra del arquitecto Arturo Mélida.
Hoy cuenta con una importante colección botánica, con unas tres mil especies de árboles y plantas provenientes de los cinco continentes, destacando la colección de palmeras y árboles tropicales o la de cactus y otras plantas del desierto.
Desde 1.987 el Jardín Botánico se ha recuperado como centro investigador y docente de la Universidad, independiente de las Facultades y adscrito directamente al rectorado, realizándose importantes obras de adaptación que culminaron en el año 2.000.
Historia
Se tiene noticia de huertos de plantas medicinales que se remontan al siglo XVI, primero en estrecha dependencia con la enseñanza de la medicina en la universidad que se practicaba desde 1.462.
La referencia más antigua es del año 1.499, cuando se planificó la estructura de la cátedra de «simples» o «herbes« nombrándose profesores para ella en 1.501; estuvo siempre ligada a la medicina tratándose las «hierbas» en su vertiente medicinal.
En 1.548 se crea una cátedra de «prácticas» y poco después, en 1.560, se separan definitivamente las enseñanzas de anatomía y la de «simples o Herbes« con cátedras independientes.
Posteriormente, en 1.631, se tiene noticia de varios episodios y localizaciones de los huertos de hierbas medicinales y sus doctores y catedráticos responsables, pero sin continuidad asegurada.
En 1.733 se habla desde la Universidad de un recinto que debe facilitar la ciudad, pero no será hasta 1.757 cuando el rector Lores proponga directamente la creación de un Jardín Botánico integral y completo (huerto, museo, espacio de docencia y de conferencias, anexos de servicios, etc.) en una ubicación próxima a la Alameda.
En 1.778 la ciudad aprueba estas previsiones, pero aún pasarán veinte años en hacerse realidad.
Resulta evidente que esta concepción de un Jardín Botánico de miras más amplias y sistemáticas, toma cuerpo en paralelo al desarrollo del estudio de la Botánica como ciencia independiente de la Medicina, que se consolida en el siglo XVIII, de la mano del reformismo ilustrado, interesado por la riqueza de la tierra y la mejora de los cultivos.
En 1.767 Gregorio Mayans reclama un jardín que sea responsabilidad del catedrático de botánica pero que no descuide las plantaciones de interés para la medicina y en 1.786, la Universidad de Valencia aprueba la reforma del plan de estudios con la Cátedra de Botánica Independiente de la Cátedra de Medicina, y por lo tanto, da mayor urgencia a la necesidad de un Jardín Botánico.
La Real Sociedad Económica de Amigos del País, interesada en las mejoras de los cultivos, también quería concurrir con el Ayuntamiento a hacer realidad esta dotación científica aportando terrenos para la ubicación de la Alameda, mientras apuntaba que a los aspectos instructivos y utilitarios se había de añadir el aspecto lúdico, que pudiese servir al mismo tiempo, «para el decoro, hermosura y recreo del paseo público«.
Pero esta conjunción no sería tan fácil, pues las dos partes querían remarcar sus respectivas prioridades, la científica y docente centrada en un repertorio sistemático representativo del mundo botánico, por parte de la Universidad y la más utilitaria de aplicación a la agricultura, por parte de la Sociedad Económica.
La ciudad, postreramente en 1.798, le cede a la Universidad los terrenos prometidos, pero bien pronto se suspenden las plantaciones, según parece por la mala calidad del suelo y las molestias producidas al vecino paseo de la Alameda.
Como nueva y definitiva ubicación, la ciudad ofrece en 1.802 un huerto que permitía ser regado a la manera tradicional, «a manta», directamente por la acequia de Rovella, llamado de Tramoyeres, situado en la calle Quart, frente al convento de Mínimos de San Sebastián y cerca del rio Turia, que dio origen al actual Jardín Botánico.
La Universidad pone al célebre botánico Vicente Alfonso Lorente al cargo de la nueva instalación y le dota de medios para desarrollarla.
El terreno trapezoidal de unas cuatro hectáreas acogerá sobre un sistema de cuadros los planteles, sin descuidar la provisión de herbarios, locales para la cátedra de Botánica, cámara para los jardineros y otras dependencias.
El nivel del resultado obtenido le permitiría conseguir enseguida gran renombre entre los de más prestigio, estableciendo relaciones particularmente con el de Madrid.
Este prometedor inicio recibiría bien pronto la acometida de la invasión napoleónica, especialmente destructiva en el arrabal de Quart.
Lorente también participó en los acontecimientos, fue hecho prisionero y condenado a muerte, salvándose por intervención a su favor del botánico francés León Dufour.
Después del desastre y de la muerte de Lorente en 1.813, el jardín no se recupera hasta la dilatada dirección entre 1.829 y 1.867 de Josep Pizcueta, Catedrático de Medicina, que acometió su reforma y actualización como el primero de España.
Respondiendo a la petición de la Sociedad Económica se innova con experiencias de aclimatación de plantas originales de América, mientras se constituye la Cátedra de Agricultura, dirigida por Joaquín Carrascosa.
Y en un proceso de convergencia que sería sancionado por la Orden Real de 1.834, se mandó reunir en el Jardín Botánico las dos enseñanzas de Agricultura y Botánica, que generaría la ampliación del terreno del Jardín Botánico.
En 1.843, Pizcueta, auxiliado por Félix Robillard, sustituye a la organización de Linneo (sistema que clasifica a los seres vivos en diferentes niveles jerárquicos) por el método natural de Endlicher y, tras la reforma de estudios de 1.845, recibe importantes recursos para plantaciones y también para construcciones de aclimatación, como un extenso invernadero de madera proyectado por el arquitecto Timoteo Calvo, un umbráculo y pequeñas estufas que, en conjunto, acelerarían espectacularmente el éxito y crecimiento de aquellas.
En 1.856 se publicó el catálogo del jardín, con más de 6.000 especies vivientes y el herbario.
De este impulso es fruto perdurable la construcción entre 1.860 y 1.862, de la estufa de hierro y vidrio, proyectada en 1.859 por el prestigioso arquitecto Sebastián Monleón, auténtica vanguardia constructiva y lingüística en cuanto a los referidos materiales, costosa tanto en tecnología como en economía y en ejecución.
De 24 metros de longitud, 8,25 metros de luz y 9 metros de altura, es una cubierta acristalada de 465 m², orientada a mediodía, que sigue la traza de un cuarto de circunferencia, desde el suelo hasta un muro vertical generando un espacio adosado a él.
Sus dimensiones podían dar acogida a ciertos vegetales como el Astarapea, Aralia, Chorisia speciosa o el Ficus benjamina que llegaba a crecer más de 5 metros y no tenía cabida en las otras estufas.
Al buscar financiación la Universidad argumentaba la necesidad inexcusable, científica, para el mantenimiento correcto del centenar de ejemplares exóticos que ya tiene implantados, pero también el prestigio, pues «por el número de plantas que contiene, por su lozana vegetación, puede ya competir con los primeros de Europa«, y esta construcción era presentada como exponente de estar al día en las conquistas del progreso y de la ciencia.
Al muro de la estufa se le añadiría más adelante una edificación adosada, rematada con una torrecilla, a modo de miramar, para dependencias de dirección y de investigación, hasta constituir un afortunado inmueble que aún perdura.
Lamentablemente no ha llegado hasta nuestros días otros elementos de interés como las mencionadas construcciones de madera, los primitivos umbráculos e invernadero, a pesar que este último fue reconstruido, según proyecto de 1.867 del arquitecto Ildefonso Fernández Galvache, del que tenemos constancia gráfica.
Seguramente serían sustituidos por los actuales de hierro, durante el último cuarto del siglo XIX.
Posteriormente hacia final de siglo, bajo la dirección de Arévalo Baca, se construyeron las pequeñas estufas situadas al lado del plantel de semillas, y se concluyeron las obras, en 1.888, de la estufa de mayor dimensión, llamada también «de la balsa» por la proximidad de los dos elementos, concebida según el modelo de la ya descrita en 1.861.
En el año 1.900, se inauguró el actual umbráculo, también de hierro, sobre un cuerpo de ladrillo, obra inspirada en las marquesinas ferroviarias, proyectada en 1.897 por el polifacético arquitecto madrileño Arturo Mélida Alinar que vendría a completar la dotación del recinto y ofrecerle uno de los espacios más atractivos para su disfrute.
Otros momentos históricos de interés fueron la incorporación del Jardín Botánico a la facultad de Ciencias, mientras que, bajo la dirección de Rafael Cisternas y Fonseret (1.867-1.876) y, más tarde, de Josep Arévalo Baca (1.876-1.888) se incrementarán las actividades de la Escuela Botánica del recinto y el carácter práctico y experimental de sus plantaciones, impulsadas por el auge agrícola del momento.
En 1.878 se produce la extensión septentrional que va a configurar el recinto que ahora conocemos, mientras que la relación urbana respecto de las calles Beato Gaspar Bono y Quart no cambia hasta el presente siglo XXI.
Entre 1.879 y 1.880 se produce la implantación del recinto colegial de San José o de los Padres Jesuitas.
A partir de la riada de 1.957 y gracias a la tenacidad del director Ignacio Docavo, se produce el rescate del jardín y la reconstrucción de diversas construcciones degradadas, entre 1.962 y 1.968, procurando incorporar otros elementos de interés sobre las ciencias naturales.
Posteriormente, siendo director el también catedrático Manuel Costa, se procede a la rehabilitación integral del jardín (saneamiento de las plantaciones, alternativas de irrigación, el cuidado de sus cuadros, etc.) y los elementos arquitectónicos más característicos (cerca del recinto, invernaderos, estufas, umbráculo, pabellón).
También se construye el llamado edificio de investigación sobre las expropiadas edificaciones recayentes a la calle Quart.
Fuentes consultadas:
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Archivos autores
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Archivo del Reino de Valencia
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Archivo Histórico Municipal
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Archivo Administrativo Municipal
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Biblioteca valenciana
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Biblioteca valenciana digital
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Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia
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Biblioteca Serrano Morales (Ayuntamiento de Valencia)
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Archivo de la Diputación provincial de Valencia
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Hemeroteca valenciana
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Real Academia de la Historia
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Wikipedia
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Valencia Actúa
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Jdiezarnal
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Arquitectos de Valencia
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Arquitectos italianos en España