Parece que la edificación del Hospital de los Inocentes nunca ha obedecido a una planificación coherente y lógica, establecida de antemano y gracias a la cual el Hospital de los Inocentes hubiese quedado dotado por fin de una configuración definitiva. Al contrario, las muy numerosas partidas de gastos de los libros de cuentas, relativas a las obras de construcción, acondicionamiento y mantenimiento, atestiguan que todo esto se fue haciendo paulatinamente, por etapas sucesivas, en función de las necesidades y, sobretodo, de los recursos financieros disponibles. En segundo lugar, muy a menudo, es imposible averiguar con exactitud lo que se iba construyendo y donde, por lo sucinto y parcial de los datos suministrados.
La construcción había comenzado en mayo de 1.410 con la edificación de casas, algunas destinadas al personal. Faltan los libros de los dos años siguientes, los que hubiesen, quizás, permitido conocer la configuración inicial. Sin embargo, en los libros sucesivos, se multiplican las alusiones, aunque lacónicas, a obras de compartimentación (tabicado) en la vivienda de los locos, el espacio de la locura fue dividido en función de los sexos nada más comenzar las obras. Poco a poco, en cada uno de los espacios (hombres y mujeres), se crearon nuevas subdivisiones y se fueron cerrando los nuevos espacios así constituidos. Por ejemplo, en 1.416, se compran cerraduras y llaves para las habitaciones (cambres).
En 1.420, se construye e instala una cocina y se van colocando unas puertas en el espacio de las locas.
En 1.427 se van colocando cerraduras en las puertas de “les cambres del homens”. A menudo, sin embargo, no se precisa en cuál de los espacios (locos o locas) se hacen las obras.
Las obras realizadas en 1.434 fueron probablemente las más importantes desde los primeros años de su fundación, si se considera la importante cantidad y la diversidad de materiales adquiridos.
Parece que no se edificara nunca nada definitivo en dicho Hospital, a modo de ejemplo, los edificios fueron cubiertos de terrazas (terrats) antes que se instalaran los techos en 1.483 para el apartament de les dones, y diez años más tarde, para el de los hombres.
Sin embargo, no cabe duda que la evolución de estas obras, siempre fragmentarias, va en el sentido de una compartimentación cada vez más importante del espacio, primero, en función de los sexos, después, dentro de cada espacio así constituido, se van instalando habitaciones por encima de un bajo que daba sobre unos corrales.
Los administradores procuraron cerrar y aislar el espacio hospitalario del mundo exterior. Se edificó el Hospital de los Inocentes en una serie de terrenos sucesivamente adquiridos, contiguos a la muralla, por una parte, cerca de la Puerta de Torrente, por otra, lindantes con la ermita de Santa Lucia. Por lo tanto se trataba de un espacio ya delimitado por las actuales calles Guillem de Castro (entonces muralla) y del Hospital (Santa Lucia). En aquellos años, aquel espacio se reducía a la iglesia y a la superficie del terreno que mediaba entre ésta y la muralla.
La puerta de entrada al Hospital de los Inocentes estaba situada en el lado de la muralla como parece indicar, en el libro de 1.417, una partida de gastos relativa a la localización de una imagen de Cristo destinada a ser colocada en la entrada que daba sobre la muralla. La precisión que se proporciona sobre esta puerta (devers lo mur) podría indicar que había otra, tanto más cuanto en 1.438, se llama “la porta major”. Un par de alusiones más confirma la existencia de una segunda puerta, en 1.420, el Mayordomo compra dos libras de clavos para “les portes majors del espital”. En 1.438, hay otra alusión a lo que parece ser una puerta distinta, donde se encontraba una estatua de la Virgen.
Es muy probable que la acequia que traía el agua al Hospital, y que se menciona por primera vez en 1.420, sirviera también para aislar aquel espacio del exterior. Sobre todo, en 1.472 Jaume Roig, a la sazón mayordomo, procuró hacer invisibles a los locos desde el exterior, incluso de día.
Por otra parte, en función de los comportamientos, además de las medidas de reducción física que se aplicaron (se utilizaron a partir de los primeros años), se creó un nuevo espacio, esa vez de reclusión, el de las celdas o gabies. Las primeras alusiones a dichas gabies aparecen el libro de 1.459, año en que le tocó ser mayordomo al mismo Jaume Roig, autor de “El Spill”.
Aquel año, partidas de gatos correspondientes a la compra de material (madera) y al trabajo realizado por un carpintero atestiguan que se edificaron, a la vez que otras cosas de madera, por lo menos seis gabies o celdas. En el libro de 1.461, se encuentran otras alusiones a la construcción de nuevas gabies, llamadas “les gabies de Salazar”. Es de suponer que dicho Salazar era un empleado (quizás gabier), ya que en el mismo epígrafe se alude a la instalación de “las puertas de la casa de Salazar”. También se menciona la instalación de once cerraduras y de rejas en las celdas ya edificadas, y se alude a nuevas celdas, destinadas a mujeres.
Con anterioridad, en 1.432, se encuentra una curiosa alusión a la construcción de lo que parecen ser casas pequeñas, de madera, destinadas a ciertos locos. No se habla de gabies en dicha ocasión, por lo que debe de tratarse de algo distinto, quizás de otro tipo de celdas o de habitaciones individuales o destinadas a alojar un número reducido de individuos.
Pero además de esa separación del Hospital al mundo exterior, en función del sexo y del grado de reclusión de los locos según su comportamiento, parece ser que otro tipo o discriminación haya sido aplicado, esta vez en función de la condición social de los hospiciados. En primer lugar, la Cofradía de Santa María de los Inocentes, fundada en 1.414 y que contribuía a la asistencia a los locos en el Hospital, tuvo el proyecto de acoger a personas acomodadas que se habían vuelto locas, alojándolas en lugares distintos a los que ocupaban los locos y locas del Hospital de los Inocentes. En un Privilegio concedido el 5 de octubre de 1.416 por Alfonso el Magnánimo a dicha Cofradía, el monarca accedió a la demanda de los cofrades que habían solicitado la autorización para adquirir algunos jardines y casas lindantes con el Hospital de los Inocentes. Invocando la pequeñez del Hospital y la importancia cuantitativa de los cofrades, expusieron al monarca que no tenían casas donde reunirse y ejercer las obras que estimaban necesarias. En particular, querían alojar a cofrades pobres y no veían conveniente que éstos, al no ser dementes, vivieran en el hospital, junto a los locos. Por fin, solicitaron el permiso de poder alojar ahí folls de bona generaciò, es decir, locos de familias nobles y acomodadas, pero venidos a menos.
Parece tratarse de casas individuales, reservadas a individuos de cierto rango social, ya que se antepone al nombre de todos estos una fórmula de cortesía (En, Na o Don). Tampoco se debe descartar la posibilidad de que esas casas sirvieran para aislarlos o tenerlos encerrados en ellas si nos fijamos en ciertas alusiones a las referidas “travesuras” de alguno de ellos.
No cabe duda, que en dicha Casa de Locos, se separaba cuidadosamente a los hombres de las mujeres, a los locos furiosos de los pacíficos y, a los locos distinguidos (orats fills de homens de be) de los ordinarios.
El concienzudo y dinámico Benet de Penaroja, entonces mayordomo, además de apuntar cuidadosamente todos los gastos correspondientes a dichas obras, también se tomó el trabajo de apuntar aparte de las obras que, en su opinión, quedaban por hacer: Agrandar el comedor donde comían los pobres, arreglar la cocina, cubrir con porche las celdas y la casa de los hombres, agrandar la casa hasta el muro que daba a la calle, hacer un horno en la casa y, adquirir la casa de un tal En (Don) Roda para hacer allí la lavandería.
El denominador común de las mejoras sugeridas es la ampliación de la vivienda de los locos, a causa del crecimiento constante del número de hospiciados.
El hábitat de las locas parece constituido por una vivienda independiente de la de los hombres, lo apartament de les dones, y corresponde probablemente a lo que se llamará en tiempos del Hospital General, la “Quadra de les orades”. Constaba de una habitación grande, situada en el primer piso (“la cambra alta de les dones”), a la cual se accedía subiendo una escalera.
En 1.493, se hicieron ventanas en “la cambra alta” y en la “esqala del apartament de les dones”. La ventana de esta habitación daba sobre la muralla (a la part del mur) y la de la escalera, sobre un corral reservado a las locas (“lo corralet de les dones”), espacio al aire libre, quizás con techumbre, al cual, seguramente, se les autorizaba a salir para desahogarse.
También se instalan letrinas en lo que parece ser las gabies de las mujeres. Estas gabies estaban instaladas en dos sitios, unas en un bajo, quizás situado debajo de la cambra alta, otras tres en una casa situada en un corral, cerca de la sala de reunión de los administradores (“la casa on son les tres gabies del corralque entra en el capitol”).
Asimismo, los locos varones disponían de una vivienda o casa específica (“lo apartament dels homens”). Cercana, quizás en un bajo, se encontraba la casa donde estaban sus celdas (“la casa de les gabies”), en medio de la cual pasaba una acequia pequeña, cuya agua debía utilizarse para limpiar las inmundicias de las celdas. La hicieron limpiar aquel año de 1.493, ya que nunca se había limpiado, según escribe el Mayordomo. Parece que en dicha casa de les gabies, había una ventana por la cual se escapaban los inocentes.
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Manicomio de Valencia. Nomenclatura de los lugares y mobiliario existente en el Hospital de los Inocentes
Fuentes consultadas:
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Archivos autores
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Archivo del Reino de Valencia
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Archivo Histórico Municipal
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Biblioteca valenciana
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Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia
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Hemeroteca valenciana
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Wikipedia
Bibliografía
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El manicomio de Valencia del siglo XV al XX
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HEIMANN, C (1.994) El Manicomio de Valencia (1.900-1.936). Tesis Doctoral. Facultad de Medicina de Valencia.
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Hélène Tropé. Del Hospital de los locos (1.409-1.512) a la Casa de los locos del Hospital General (1.512-1.699).