Torres de Serranos y Quart Su ciudad amurallada Historia

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Las murallas bajo-medievales

Valencia y su muralla árabe queda delimitada nítidamente por sus puertas.

Ban al-Qantara (Puerta del Puente): emplazada detrás de la actuales Torres de Serranos, la muralla giraba hacia el suroeste penetrando por el actual bloque de edificios entre la calle de las Rocas y la plaza de los Fueros, atravesando la calle Roteros y continuando por la calle Palomino, donde coincide con la fachada de los números impares.

Asomados a la tribuna central de Serranos, todavía es posible ver, de forma sorprendente, la forma circular de la primera torre, fosilizada en el tejado del mencionado bloque de edificios entre Rocas y Fueros.

En el encuentro con la calle Cruz el muro se introducía por el interior de una gran manzana al noreste de la plaza del Ángel.

En este lugar es posible ver un gran trozo de lienzo de muralla con una torre semicircular: el resto más importante de la muralla árabe que se conserva.

En la confluencia de la calle Borrás y la plaza Beneyto i Coll atravesaba el bloque de viviendas situado entre la calle Portal de la Valldigna y Mare Vella.

Al comienzo de esta se sitúa otra de las torres del siglo XI, aunque el punto adecuado para observarla es la calle Borrás.

El portal de Valldigna, que se sitúa en este tramo, fue abierto sobre la muralla árabe en 1.400 para comunicar con la morería.

La cerca islámica se adentraba por la calle Salinas (coincidiendo con la fachada de los números impares) hasta el número 17 (en este punto se conserva un pequeño trozo de lienzo de la muralla) donde penetraba en la manzana conformada por las calles Salinas, Baja y Caballeros.

Allí (en el interior de los edificios nº 36 y 38) se han estudiado dos torres más que pueden ser fechadas en el siglo XI.

La primera, excepcionalmente bien conservada, se alza hasta la zona abovedada que daba acceso a la terraza.

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Bab al-Hanax (Puerta de la Culebra): En el espacio central delimitado por la plaza de San Jaime, la plaza del Tossal y la calle Caldereros, se encontraba esta puerta.

El acceso citado por el Al-Udrí en el siglo XI había sido sustituido en la segunda mitad del siglo XII por una gran puerta-bastión en un intento de mejorar el sistema defensivo de la ciudad.

Atravesando el actual Café Infanta (sobre la gran manzana situada entre la calle Bolsería, por un lado, y las plazas del Marqués de Busianos y del Horno de San Nicolás, por el otro (la línea defensiva seguía su trazado hacia el sur. Allí se han localizado dos tramos de lienzo y sendas torres semicirculares en cada uno de ellos, además de restos de la barbacana u obra de fortificación, avanzada y aislada, para defender puertas, cabezas de puente) que antecedía la cerca árabe en todo su recorrido y del valladar (obstáculo de cualquier clase para impedir que sea invadido o allanado algo).

El segundo tramo (de más de 24 metros) apareció en la excavación del Palacio Martínez Vallejo, y puede visitarse en el actual Colegio Mayor Rector Peset.

En este punto la muralla iniciaba un giro hacia Levante para llegar a la intersección entre las calles En Colom y Danzas, y luego continuaba por la línea de los números impares de esta, alcanzaba la plaza de la Compañía y seguía por la calle de la Lonja, sobre la que se ha podido localizar (adosado casi a la fachada) un larguísimo tramo de 40 metros.

En esta zona, desde la Lonja hasta la calle del Trench, se ha descubierto una parte considerable del foso, que fue reutilizado en época cristiana como colector de aguas, siendo conocido como el “vall cobert”.

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Bab al-Qayseriya (Puerta de la Alcaicería): Entre los números 14 y 17 de la calle Ercilla estaba probablemente el pequeño portillo de este nombre; una entrada secundaria que daba acceso a la principal zona comercial de la ciudad, situada en torno a la actual plaza del Dr. Collado.

El muro avanzaba en dirección a la calle San Vicente, entre las calles Cerrajeros y San Fernando, donde se abría uno de los principales accesos: Bab al-Baytala (Puerta de Boatella)

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Bab al-Baytala (Puerta de Boatella): Esta puerta estaba defendida por una torre albarrana (Una torre albarrana es una torre que forma parte de un recinto fortificado con el que está comunicada, aunque generalmente exenta de la muralla y conectada a esta mediante un pequeño arco o puente, que pudiera ser destruido fácilmente en caso de que la torre cayese en manos del enemigo. Proviene de la palabra albarrán, y esta a su vez del árabe hispánico al-barrāna “la de fuera”), es decir, situada en el exterior del recinto fortificado pero conectada al mismo, que fue quemada por las tropas de Jaime I durante el asedio a Valencia, y habría de ser conocida en épocas posteriores como la Torre Cremada.

En este punto, el lienzo viraba ligeramente hacia el sur, en el interior de la manzana al oeste de la plaza Mariano Benlliure y la calle Moratín para luego iniciar otro cambio de dirección hacia el este (justo en el lugar donde se encuentra actualmente el Ateneo Mercantil) atravesando las manzanas entre Moratín, Tránsits y Virués hasta llegar teatro Principal.

En este tramo conocemos la existencia de dos torres cuadradas documentadas en 1.945.

Seguramente correspondían a una ampliación de la muralla realizada a finales del siglo XII que afectó al sector suroriental de la ciudad musulmana.

Desde el teatro Principal giraba suavemente atravesando la manzana entre las calles Miñana y Pintor Sorolla hasta llegar a la confluencia de las calles Salvá y Universidad, donde iniciaba un brusco giro en dirección norte por la calle de la Universidad y luego por la calle de las Comedias, entrando en la línea de los números pares hasta la actual plaza de Sant Vicent Ferrer, donde se localizaba la puerta Bab al-Xaria (Puerta de la Xerea).

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Bab al-Xaria (Puerta de la Xerea): Esta puerta estaría localizada debajo de la actual fachada de la iglesia de la Congregación.

Gracias a la obra “Antigüedades de Valencia”, del historiador José Teixidor (1.694-1.775) sabemos que permaneció en pie hasta 1.726, cuando fue derribada para la construcción del mencionado templo.

Continuaba entre las calles Gobernador Viejo y Trinquete de los Caballeros rectamente hasta llegar a la calle Aparisi y Guijarro, donde realizaba una pequeña oscilación para atravesar en diagonal el actual Palacio Monasterio del Temple hasta llegar al río.

En este punto, en la plaza Teodoro Llorente, se alzaba Bab Ibn Sajar (conocida en época cristiana como la Puerta del Temple o Torre del Temple).

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Bab Ibn Sajar (conocida en época cristiana como la Puerta del Temple o Torre del Temple): Integrada posteriormente en el recinto cristiano del siglo XIV, y que se conserva hasta el año 1.865.

En este lugar, el 28 de septiembre de 1.238, fue izada por los musulmanes de Balansiya la Senyera de Jaime I.

Aceptaban así las condiciones del monarca para la rendición de Valencia.

La muralla continuaba por la ribera del Turia, unos metros por detrás del lugar que ocuparía la nueva cerca cristiana, hasta la actual calle Salvador, donde se levantaba Bab al-Warraq (Puerta de la hoja o de los libreros) continuando hasta Bab al-Qantara (Puerta del Puente), cerrando así el recinto amurallado.

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Los espacios urbanos arrebatados a los musulmanes fueron conservados, en un primer momento, inalterados.

Las mezquitas fueron convertidas en iglesias, las casas ocupadas por los nuevos (escasos al principio) moradores cristianos, las zonas comerciales e industriales de la ciudad no sufrieron un cambio brusco.

Igualmente, la muralla de Abd al-Aziz fue conservada como principal elemento defensivo del núcleo urbano.

Sin embargo, a finales del siglo XIII, y comienzos del XIV Valencia experimentó una considerable expansión de los espacios urbanos extramuros, además de un progresivo crecimiento en el número de pobladores: si hacia 1.290 podemos estimarlos en unos 20.000 habitantes; hacia 1.355 (pese al azote de la peste de 1.348) la ciudad estaba cerca de los 30.000.

Fueron los conventos mendicantes los que lideraron el gran proceso de urbanización de la ciudad extramuros.

Alrededor de los principales arrabales, y los correspondientes puntos de acceso a la urbe, se fueron construyendo los grandes edificios monásticos que articularían la gran ciudad valenciana durante cinco siglos.

Mercedarios, franciscanos y agustinos, en los alrededores de la Boatella; dominicos cerca de la Xerea; carmelitas en el arrabal de Roteros.

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Así, la antigua medina quedó rodeada de un imponente conjunto de edificios, con sus bellos claustros, iglesias monásticas de estilo gótico, exuberantes jardines y amplios huertos bien cultivados que resuenan una y otra vez en las descripciones de los viajeros europeos de los siglos posteriores.

Tan importantes para la creación de la nueva estructura urbana de la ciudad tras la conquista fueron les pobles.

Con un apogeo cronológico entre 1.270 y 1.320, una serie de emprendedores burgueses valencianos compraron grandes extensiones de terreno fuera del recinto urbano, sobre las que construyeron viviendas y dependencias comerciales e industriales que arrendaron a terceros para obtener un importante beneficio económico.

Se conocen una treintena de pueblas que eran designadas con el nombre de su promotor, generalmente un prohombre valenciano enriquecido por el comercio marítimo, las finanzas o su trabajo en la administración local.

Todas ellas serían incluidas en el nuevo recinto amurallado que la ciudad estaba pensando construir, en especial tras la amenaza que suponía la intervención en la Península Ibérica de Abu al-Hassan Alí en 1.333, sultán meriní que gobernaba por aquel entonces el norte de Marruecos.

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El 10 de marzo de 1.337 el Consell decretaba la limpieza del foso y la revisión del estado de la muralla árabe, así como la previsión de la apertura de nuevos fosos y barbacanas (estructura defensiva medieval que servía como soporte al muro de contorno o cualquier torre o fortificación, adelantada y aislada, situada sobre una puerta, poterna o puente que era utilizada con propósitos defensivos) en los arrabales de la ciudad.

El 31 de mayo de ese mismo año, Pedro IV designó a cuatro prohombres para que calcularan el valor de las propiedades afectadas por el trazado de la nueva muralla, y aunque se nombró al grupo de notables que debían acompañar al rey para establecer el perímetro del nuevo recinto, la obra no llegó a comenzarse.

Tras el fin de la amenaza norteafricana, el foco de tensión se trasladó a un posible conflicto con Castilla, por lo que de nuevo, en otoño de 1.351 se tomaron medidas para la construcción de un nuevo recinto amurallado.

La inminencia de un ataque castellano, sin embargo, disminuyó a principios de 1.352, y ya no sería hasta 1.356, siendo el conflicto con Pedro I de Castilla ya inevitable, cuando comenzaron las obras.

Finalmente el 13 de agosto, movido por las inquietantes noticias que llegaban del interior de la Península, el Consell decide nombrar la comisión de prohombres que deberá dirigir la fortificación de la ciudad.

En esta comisión encontramos a Berenguer d’Abella, Galcerán de Thous, Francesc de Vilarasa, Guillen Abelló, Miquel de Palomar, Francesc Marrades, Pere Malet, Pere Fuser, Arnau de Valeriola, Berenguer de Tapioles, Blasco Ferrández de Heredia y Guillem Mir.

Esta comisión municipal es el origen de la Junta de Murs i Valls, creada tras la gran riada de agosto de 1.358 por un privilegio de Pedro IV, que convertirá durante los años siguientes en el instrumento de renovación urbana bajo las directrices fundamentales  de los magistrados de Valencia.

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Mientras tanto, el 18 de agosto, se disponían medidas extraordinarias para la defensa de la ciudad: la muralla árabe es reparada de forma apresurada, y se excava un foso defensivo (el llamado vall nou) que debía ser inicialmente, de treinta palmos (1 palmo = 22,86 centímetros) de anchura (6,79 metros), pero terminará siendo aumentado hasta los cuarenta (9,06 metros).

La edificación de la muralla comenzó muy probablemente el 1 de octubre, utilizando los andamios instalados por os carpinteros Jaume Monço y Domènec García, y siendo dirigida la construcción por el maestro cantero Guillem Nebot.

Los trabajos, debido a la inminencia del ataque castellano, fueron realizados con gran rapidez, incluso con precipitación.

Seguramente por este motivo, la construcción daría numerosos problemas los años posteriores; por ejemplo, en noviembre de 1.383 un importante sector del muro al sur del portal de Quart se derrumbó.

Los problemas de la fachada norte, donde la fortificación desempeñaba un papel de dique frente a las periódicas inundaciones del río, fueron todavía mayores.

Una vez delimitado y excavado el foso que servía de primer eslabón defensivo, se iniciaba la cimentación del muro.

Los encofradores levantaban entonces el lienzo con un simple tapial de arena o un tapial de arena y cal armado con relleno (reble), que se adquiría por cargamentos, al que se aplicaba luego un revestimiento a base de mortero.

la muralla se completaba con adarve (adarve, del árabe “ad-darb” o, según otras fuentes, “adz-dzir-we” como “muro de fortaleza”, adarve, camino o paseo de ronda, es un pasillo estrecho situado sobre una muralla, protegido al exterior por un parapeto almenado, que permitía tanto hacer la ronda a los centinelas, como la distribución de defensores.

Comunica los diferentes elementos de defensa vertical, como puestos de vigilancia u otros. Puede ser cubierto o volado entre dos torres que defienden la puerta principal del Castillo.

Fue muy utilizado en las fortificaciones de la Edad Media), las almenas, las saeteras y otras protecciones provisionales de madera como les “verdesques” (construcción militar defensiva hecha de madera. Se construía encima de una torre, arriba de una muralla, sobre un puente, etc., para proteger a los combatientes de sus enemigos).

La piedra se reservó fundamentalmente para la construcción de la cantería de los portales, que eran simples torres almenadas de planta cuadrada.

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Las obras del franco occidental avanzaron en dirección sur por la actual Guillem de Castro entre 1.356 y 1.64.

En esta zona han sido localizados restos significativos que nos permiten conocer de primera mano la técnica empleada.

Uno en el llamado Muro del Hospital; otro en el edificio del Instituto de Valenciano de Arte Moderno (MUVIM), donde es posible, en la llamada Sala de la Muralla, visitar un lienzo de unos cuarenta metros de longitud.

Ambos son simples muros de tapial de tierra.

Paralelamente, en el lado oriental, se edificaba otro tramo en dirección norte, a lo largo de la actual calle Colón.

En este lugar se utilizó una técnica constructiva diferente, tal como se conoce por la intervención arqueológica realizada a la altura del número 15, en esta se localizó un muro de 24 metros de longitud, realizado, en este caso, mediante encofrados en tapiales de cal y canto.

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Conseguir dinero para una obra de tal magnitud no fue una tarea sencilla para el Consell de la ciudad.

Tras el fin de la tregua acordada en Terrer (Zaragoza) en 1.361, en la conocida Guerra de los Dos Pedros (1.356-1.367), la reanudación del conflicto entre Castilla y Aragón iba a resultar mucho más peligrosa para Valencia, Pedro IV, conociendo las intenciones del rey castellano, requirió al Consell que los trabajos fueran redoblados con la contratación de más “tapiers” (encofradores), para que construyesen lo más rápido posible el muro mediante la económica técnica del tapial de tierra encofrado de madera.

De forma y manera, el recinto fortificado (todavía no completamente terminado) pudo resistir sin dificultades los dos asedios castellanos, entre mayo y julio de 1.363, y marzo y abril de 1.364.

Es de suponer que los trabajos avanzaron lentamente pues, todavía en diciembre de 1.369, terminada ya la guerra con Castilla, el “portanveus” del gobernador del Reino, mossén García de Loris, compareció ante el Consell para urgir a que se continuasen las obras de las murallas.

Desde 1.365 la antigua muralla árabe fue progresivamente eliminada, y el Consell recibió la autorización real para vender los terrenos de la antigua fortificación, que junto a la confiscación de bienes de los huidos durante los asedios castellanos, se convirtió en una significativa fuente de ingresos para proseguir la obra de fortificación en un primer momento.

La creación de la Junta de Murs i Valls supuso un paso decisivo para lograr una financiación adecuada que permitiera a la ciudad embarcarse, no solo en la financiación de la muralla, sino en las grandes obras públicas impulsadas por el Consell a finales del siglo XIV y durante todo el siglo XV.

Un privilegio real de Pedro IV la creaba  en 1.358, después de la desastrosa inundación veraniega que dañó parte de la cerca.

La gestión de la institución quedaba en manos de los obrers, que respondían ante el Consell, y del que formaban parte los tres estamentos: nobleza, clero y ciudadanos comunes.

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La fortificación de urgencia había cumplido su cometido.

Las tropas castellanas se habían tenido que conformar con asolar los alrededores de la urbe sin poder tomarla al asalto.

El recinto amurallado de Valencia se había triplicado, pasando de las cuarenta y siete hectáreas (1 hectárea = 10.000 metros2) del espacio islámico, a las casi ciento cuarenta y dos de la cerca cristiana.

Los muros de tierra y argamasa medían la notable longitud de 4 kilómetros y seiscientos metros, antecedidos por un foso de 9 metros de anchura y más de 3,5 metros de profundidad, teniendo una altura de 8 metros desde el nivel del suelo, y un espesor de 2,5 metros.

Comparar el recinto amurallado valenciano con otras ciudades medievales del momento nos permite situarlo en su contexto histórico.

Sevilla, la ciudad más populosa del rival reino de Castilla, poseía un impresionante circuito de origen almohade con 7 kilómetros de muro, defendidas por 176 torreones que englobaban 300 hectáreas.

La prisa en defender la ciudad, y la falta de financiación adecuada, hicieron que los materiales utilizados fueran pobres y las técnicas constructivas demasiado apresuradas.

Después del, ya comentado, derrumbe en otoño de 1.383 de parte de la muralla, el Consell decidió modificar los materiales de construcción para asegurar una mayor resistencia.

En lugar de los materiales utilizados hasta ahora, el Consell pedía que la obra se construyera toda de argamasa armada con un potente relleno de cantos.

A finales del siglo XIV, Valencia se estaba convirtiendo en un destacado centro exportador de productos textiles, comenzaba a jugar un importante papel en los principales tráficos comerciales  del Mediterráneo, y se estaba integrando en los grandes circuitos marítimos que conectaban las repúblicas italianas y las ciudades del norte de Europa.

La década de 1.390 supuso un cambio notable en la configuración morfológica del recinto amurallado en su parte más importante: la fachada norte.

Entre 1.390 y comienzos del siglo XV se construyeron la gran Torre de Santa Caterina (1.390), la gran Torre del Esperó, el Portal Nou de la Santa Creu (comenzado en 1.391), una imponente serie de 21 torres semicirculares elevadas por encima de los lienzos y, sobre todo, el magnífico Portal de Serranos (1.392-1.398).

En toda esta zona, las anteriores murallas de tapial fueron sustituidas por un sólido muro de piedra picada y argamasa.

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El nuevo recinto amurallado consolidó la tendencia hacia la especialización funcional de los diferentes espacios urbanos.

En la zona noroeste de la ciudad, en el actual barrio del Carmen, se concentró la actividad de todas las industrias contaminantes  como la de los alfareros, caldereros, tintoreros y curtidores; no lejos de allí quedaba “la pobla de les fembres pecadrius”, es decir, el burdel, que sería famoso en toda Europa; la morería, articulada por la actual calle de San Miguel; y la judería, localizada en los alrededores de la calle del Mar.

En la parte inferior, al norte, observamos el Portal de Serrans.

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Portal de Serrans: uno de los cuatro portales mayores o puestas principales: Portal de Quart, al oeste; Portal de San Vicent, al sur; y Portal de la Mar, al este, completaban la lista.

Al oeste de Serranos, sobre la actual calle Blanquerías, se desarrollaba un tramo con 7 torres semicirculares de 5 metros de diámetro situadas a intervalos de 42 metros.

La primera de ellas era conocida como Torre de Santa Bárbara, y luego Torre del Águila, construida por Pere Balaguer en 1.398.

En un primer momento se salvó del derrumbe de la muralla, al estar vinculada a la prisión instalada en Serranos; fue finalmente derribada en 1.889.

Entre Santa Bárbara y la segunda torre del tramo se abrió, durante algún tiempo, un pequeño portillo llamado dels Blanquers, es decir, de los Curtidores, que era usado por los trabajadores de las industrias urbanas instaladas en la zona para tener acceso al agua de la ribera del río.

No aparece en el plano del padre Tosca, ni en el de Antonio Mancelli, pero si en la vista de Anton van den Wyngaerde.

En la actual plaza del mismo nombre, se encontraba el Portal Nou o de la Santa Creu, posteriormente llamado también de Sant Josep.

Su forma era bastante parecida, aunque de menor tamaño, al Portal de Quart, con dos torres semicirculares adosadas a un cuerpo central.

En uno de los ocho portals chics o puertas menores de la muralla cristiana.

La muralla seguía hacia el suroeste, siguiendo la ribera del Turia hacia el actual museo del Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM).

En esta zona, el lienzo exhibía tres torres semicirculares, similares a las mencionadas anteriormente y, casi al comienzo de la actual calle Na Jordana, la gran Torre de Santa Catalina.

Tenía forma rectangular con el frente semicircular.

Fue derribada en 1.772, reconstruida en 1.833, y derribada definitivamente en 1.865.

De la torre se ha conservado un bajorrelieve que presenta a Santa Catalina, con dos escudos de la ciudad a los lados sobre una inscripción que nos informa que fue comenzada en junio de 1.390.

Por la calle Guillén de Castro la muralla giraba bruscamente al sur, abandonando la ribera, y dirigiéndose, sin ninguna torre defensiva en el muro, hacia el Portal dels Tints o Portal de los Tintoreros, que se encontraba al comienzo de la calle Corona, nombre por el que después sería conocida la puerta.

Fue construido antes de 1.377, y tal y como podemos ver en el Plano de Tosca, y todavía mejor en la vista de Anton van den Wyngaerde, era una simple torre almenada de planta cuadrangular con un gran arco de acceso.

Siguiendo Guillén de Castro hacia el sur, el muro se encontraba con el Portal de Quart.

Josep Lop en 1.674 escribe:

“[…] Esta insigne ciudad de Valencia no solo está ilustrada con la hermosura de las torres y murallas, sino también con la Fábrica de los Portales grandes y pequeños, entre los cuales, Serranos y Quart, tienen la obra más hermosa de las torres […]”.

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La línea de la muralla avanzaba, en dirección sur, por la mencionada calle Guillén de Castro hasta el cruce con la actual calle Carniceros, donde se abría el Portal del Coixo, llamado también Portal del Setze Claus o Portal de la Encarnación.

El curioso nombre de este Portal nos evoca la figura del portaler.

Cada puerta tenía un trabajador al servicio de la ciudad que debía rendir cuentas de sus actividades periódicamente a los magistrados municipales, sobre todo, de la recaudación de los correspondientes peajes por el paso de mercancías.

Generalmente vivían en el mismo portal, o en casas cercanas a ellos, que eran proporcionadas por la Junta de Murs i Valls.

Su salario era pagado por esta institución, que abonaba una cantidad diferente dependiendo de la importancia y actividad del portal asignado.

Por ejemplo se tienen datos que en el siglo XVII los portaleros de los grandes (Serranos, Quart, San Vicente y Mar) cobraban 25 libras y veinticuatro sueldos; el Portal Real, veintidós libras y cuatro sueldos; el Portal de la Trinidad, diecinueve libras y cuatro sueldos; el Portal de la Corona, diez libras y cuatro sueldos.

Siguiendo el recorrido de Guillén de Castro, el recinto comenzaba un leve giro hacia el este, donde se levantaba el Portal de Torrent o dels Ignocents (de los inocentes).

Estaba formado por una sencilla torre almenada con acceso central, que se encontraba muy cerca de la ermita de Santa Lucia, construida en 1.399.

Un poco más adelante, y siempre en Guillén de Castro, la muralla continuaba decididamente hacia poniente hasta encontrarse con la calle San Vicente, sobre la que se abría el Portal de San Vicente; edificado antes de 1.370, fue uno de los primeros construidos, y seguía el típico modelo de torre-puerta, siendo en este caso de mayor tamaño al ser uno de los principales accesos a la ciudad.

En 1.832 fue sustituida por una puerta neoclásica diseñada por Manuel Fornés que apenas se mantendría 24 años en pie.

Por la actual calle Xàtiva el gran lienzo de la muralla continuaba su camino hacia levante, hasta llegar al Portal de Russafa, donde iniciaba un giro al nordeste.

El portal original, situado sobre el camino del mismo nombre, fue construido antes de 1.399 con la sencilla forma de torre-puerta.

En 1.786 fue derribado para edificar una nueva entrada diseñada por Filippo Fontana, discípulo de Francesco Sabatini, con una marcada decoración neoclásica.

En dirección nordeste, la muralla ascendía por la actual calle Colón hasta llegar a la plaza de los Pinazo, donde se abría el Portal dels Jueus o Portal de Sant Andreu, que tomaba el nombre de del cercano cementerio hebreo.

Construido antes de 1.389, la primera puerta era un sencillo acceso practicado directamente en la muralla.

En 1.422 fue sustituido por un portal de piedra formado mediante dos estrechas torres, unidas por un tramo central en el que se abría el arco de entrada. Después de su excavación arqueológica, los restos conservados del portal han sido integrados en la estación de metro de Colón.

Los muros continuaban por la calle Colón hasta llegar a la antigua plaza Marqués de Estella, donde se levantaba el Portal de la Mar, construido antes de 1.363. A mediados del siglo XIX, el arquitecto Jorge Gisbert edificó en su lugar una puerta neoclásica de doble vano (Un vano, hueco o luz, en una construcción o estructura arquitectónica puede referirse a cualquier apertura en una superficie compacta. Como elemento arquitectónico, el término «vano» se utiliza también para referirse a la distancia entre apoyos de un elemento estructural (como techos o bóvedas), y de forma más explícita a ventanas, puertas e intercolumnios. El objetivo elemental es dejar un hueco abierto en un muro para que pase el aire o la luz) que fue derruida en 1.865.

Más al norte, y cerrando la muralla por el este, se encontraba la Torre del Esperó, que puede ser claramente identificada en el dibujo de Anton van den Wyngaerde.

Toda esta zona sufrió dos grandes remodelaciones: la primera en 1.574 al construirse la Casa de Armas, tal como queda reflejada en el plano de Tosca; y posteriormente en 1.707, al comenzar la reconversión de aquella en la Ciudadela borbónica.

La muralla seguía la ribera del Turia en dirección oeste, bordeando el gran Convento de Santo Domingo, hasta llegar al primer Portal del Real, que se encontraba pasado el puente del mismo nombre. Debía ser una simple puerta-torre tal como puede verse en el dibujo de Anton van den Wyngaerde, con un puente de madera que atravesaba el Turia en este punto.

El segundo portal se construyó en 1.599, tras la edificación del actual puente de piedra del Real, que se instaló algo más al este del anterior de madera. Esta segunda puerta quedaba exactamente a su altura, tal y como se observa en el plano de Tosca.

A su vez, en 1.801, el arquitecto Juan Bautista Lacorte construiría una gran puerta neoclásica formada por 3 vanos para sustituirla (Un vano, hueco o luz, en una construcción o estructura arquitectónica puede referirse a cualquier apertura en una superficie compacta. Como elemento arquitectónico, el término «vano» se utiliza también para referirse a la distancia entre apoyos de un elemento estructural (como techos o bóvedas), y de forma más explícita a ventanas, puertas e intercolumnios. El objetivo elemental es dejar un hueco abierto en un muro para que pase el aire o la luz).

Una copia exacta de esta fue reconstruida en 1.946 como Monumento a los Caídos, exactamente en el mismo lugar en el que encontraba la demolida Puerta de la Mar, en la actual plaza de Marqués de Estella.

Siguiendo por la margen derecha del Turia, la muralla, llegaba hasta la antigua Puerta de Ibn Sajar, que había sido integrada en la muralla cristiana como la Torre del Temple, y continuaba con un tramo de siete torres semicirculares hasta el Portal de la Trinitat o dels Catalans, abierto a la altura de la calle Salvador frente al puente de la Trinidad.

La puerta estaba formada por dos torres cuadradas ligeramente adelantadas unidas por un estrecho cuerpo central sobre el que se abría un arco de medio punto.

El recinto amurallado se cerraba con un último tramo de cuatro torres idénticas a las anteriores que conectaban con el Portal de Serranos, ocupando un puesto de honor en las murallas, en este maravilloso mapa de Tomás Tosca.

Fuentes consultadas:

Bibliografía

Existe mucha y muy variada bibliografía referente a las Torres de Serranos y de Quart de diversos autores, todos ellos de probada solvencia, pero tan solo mencionaremos, por cuestiones de espacio, algunos de ellos:

  • Almela y Vives, Francesc. Pere Balaguer y las Torres de Serranos.

  • Badía, A. y Pascual, J. Las murallas árabes de Valencia.

  • Ayuntamiento de Valencia. Las Torres de Serranos y de Quart. La ciudad amurallada de Valencia.

  • Cervera Arias, Francisco y Mileto, Camilla. Las Torres de Serranos. Historia y restauración.

  • Lerma Alegria, J.V. La ampliación de la muralla y el nuevo recinto urbano.

  • López Cavero, Javier. “Torres de Serranos”. Guía de Museos y Monumentos Municipales.

  • VVAA. El plano de Valencia de Tomás Vicente Tosca.

  • Ferreres Carbonell, José. Cárceles Torres de Serranos. 1.880.

  • Blázquez Izquierdo, Carmen. Historia de una restauración. La Puerta de Serranos.

  • López Cavero, Javier. “Torres de Quart”. Guía de Museos y Monumentos Municipales.

Fotografía

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